Atascos y problemas de aparcamiento en el Imperio romano: una mirada a los problemas de tráfico en la Roma antigua

Aparcar, circular, descargar: estos problemas cotidianos tienen una larga vida. Te contamos cómo se enfrentaron las ciudades del Imperio romano a los problemas de tráfico.
Congestión y accidentes en la antigüedad
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto - Tráfico en Roma

Roma, además de ser la capital de Italia y la inmortal Ciudad Eterna cuna del Imperio romano, también es, para sus habitantes, un foco habitual de tensiones ligadas a la congestión y el tráfico. Aunque, en el imaginario colectivo, Roma suele representarse como una ciudad de amplias calzadas, foros monumentales y un tráfico fluido de carros y caballos, lo cierto es que las fuentes antiguas ya demuestran que los romanos de la antigüedad, como los del presente, tenían que enfrentarse a serios problemas de circulación y aparcamiento. La capital imperial, junto con otras grandes ciudades como Ostia o Pompeya, sufría una densa congestión de vehículos y numerosas dificultades para asegurar lugares de estacionamiento.

El crecimiento urbano y la saturación de las calles

La expansión de Roma como metrópoli del Mediterráneo atrajo a cientos de miles de habitantes dentro de sus murallas. Esta concentración inusitada de población generó una presión constante sobre el espacio viario y la movilidad cotidiana. Las calzadas romanas, aunque construidas con solidez, no estaban diseñadas para soportar el tráfico simultáneo de carros de transporte, vehículos privados y multitud de peatones. Por ello, las calles del centro, a menudo estrechas, acababan por convertirse en auténticos embudos de circulación.

En los yacimientos de Pompeya y Ostia, por ejemplo, los restos arqueológicos muestran las huellas de rodadas profundas en la piedra, testimonio del tránsito continuo y pesado. Estas marcas confirman que el flujo excesivo de vehículos acababa por dañar las infraestructuras urbanas, lo que, en consecuencia, obligaba a reparar las vías con frecuencia e incluso a limitar el uso de determinados tramos.

Foro romano
Foro romano. Fuente: Pixabay

Los carros y su impacto en la congestión

Uno de los grandes problemas de tráfico lo causaba el intenso movimiento de carros de transporte. Roma necesitaba un constante aprovisionamiento de mercancías, que incluían desde alimentos hasta materiales de construcción. El flujo incesante de vehículos de carga, sin embargo, colapsaba las vías principales, sobre todo en las horas diurnas.

Esta situación llegó a ser tan grave que las autoridades imperiales dictaron normas que restringían la circulación de carros durante el día y los oblilgaba a circular por la noche para aliviar la congestión. Tal medida, sin embargo, generó nuevas dificultades.

La vida nocturna se vio alterada por el estruendo de las ruedas metálicas y el tránsito de animales de tiro. Autores como Juvenal y Marcial, por ejemplo, se quejaron del ruido insoportable que perturbaba el descanso de los romanos. El intento de regular el tráfico diurno, por tanto, acabó trasladando el problema al horario nocturno y acabó por generar una tensión constante entre las necesidades económicas y la calidad de vida.

Relieve romano
Relieve del siglo II d.C. que representa el transporte de ánforas. Fuente: MET Museum

El problema del aparcamiento

Si la congestión era un mal común, el estacionamiento representaba un reto igualmente difícil de resolver. Los romanos carecían de espacios reservados para dejar sus carros, por lo que muchos los abandonaban en las inmediaciones de los foros, los mercados o las termas. Esta práctica generaba atascos adicionales y bloqueaba el tránsito de peatones. En las inscripciones, así como en algunos textos legales, se documentan quejas contra quienes ocupaban lugares indebidos con sus vehículos.

En Ostia, ciudad portuaria clave para el abastecimiento de Roma, la acumulación de carros a la espera de poder descargas solía crear embotellamientos en torno a los almacenes. En Pompeya, en cambio, las evidencias de postes de piedra indican que ciertos espacios se delimitaban para impedir que pudieran acceder los vehículos, en un intento de reservar el espacio a los peatones y las actividades comerciales. La ausencia de aparcamientos planificados, por tanto, agravaba la tensión entre la circulación y la vida urbana cotidiana.

Carro romano
Reconstrucción de un carro romano. Fuente: Nicolas von Kospoth/Wikimedia

Regulaciones y normas urbanas

Ante este panorama, las autoridades romanas trataron de introducir normativas que regularan el caos urbano. Una de las más conocidas fue la ya mencionada prohibición diurna de circulación de carros en las calles de Roma. A ello se sumaban restricciones de acceso a determinadas zonas, sobre todo en torno al Foro Romano, donde se priorizaba el tránsito peatonal y la actividad política sobre la circulación de vehículos.

En algunas ciudades, se establecieron límites físicos. Los pivotes de piedra, los escalones o los estrechamientos intencionados de la calzada servían para disuadir el paso de carros. Estas medidas reflejan un esfuerzo consciente por ordenar la movilidad y reducir los conflictos. Aun así, las fuentes literarias demuestran que las normas rara vez lograban erradicar el problema, ya que la presión demográfica y económica mantenía la saturación constante.

El conflicto entre peatones y vehículos

La convivencia entre carros y peatones se convirtió en una fuente continua de fricciones. Los ciudadanos de a pie se desplazaban por aceras elevadas y cruzaban mediante pasos de piedra que aún se conservan en Pompeya. Con todo, el espacio era limitado y muchas veces los peatones se veían obligados a compartir calzada con los carros. El riesgo de accidentes y atropellos estaba siempre presente, lo que incrementaba la tensión en las calles.

Autores como Séneca criticaron la incomodidad y el peligro de las calles abarrotadas. Juvenal, en sus sátiras, ridiculizó la imposibilidad de moverse sin ser empujado o pisoteado. Estas quejas, por tanto, reflejan un malestar generalizado en la vida urbana romana, marcada por la congestión y el ruido constante.

Calle estrecha en Roma
Calle estrecha. Fuente: Pixabay

Estrategias cotidianas para sortear el tráfico

Ante la situación, los habitantes de Roma desarrollaron estrategias prácticas para adaptarse a esta realidad. Algunos preferían desplazarse a pie, evitando así la lentitud de los carros. Otros programaban sus viajes a horas poco concurridas. Los aristócratas contaban con esclavos que abrían paso en las calles más saturadas. El ingenio cotidiano se convirtió en un recurso esencial para sobrevivir en la jungla urbana romana.

Incluso en Pompeya, una urbe de escala mucho menor respecto a la capital, el trazado urbano muestra huellos de los intentos por controlar el flujo: calles de sentido único, zonas peatonales y sistemas de drenaje que también influían en el ancho de la calzada. Estas soluciones aplicadas a nivel local muestran que la gestión del tráfico fue un problema común a todas las ciudades romanas.

Soldados, Coliseo y Fiat 500 accidentados
Recreación fantasiosa. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Consecuencias sociales y culturales

Más allá de lo práctico, los problemas de tráfico y aparcamiento también tuvieron un impacto cultural. El ruido de los carros pasó a formar parte del paisaje sonoro romano. La congestión, además, simbolizaba los excesos de la gran ciudad, donde el lujo y el comercio convivían con la incomodidad del hacinamiento.

En cierto modo, el tráfico caótico se convirtió en una metáfora de la propia Roma: una ciudad desbordante de vida, poder y riqueza, pero también de contradicciones y tensiones. Así como el Imperio romano controlaba vastos territorios, la capital luchaba por controlar su propio espacio urbano.

La Roma antigua, lejos de ser una ciudad de tránsito ordenado, enfrentaba desafíos muy similares a los de las urbes actuales. El tráfico incesante, la falta de aparcamiento, la congestión peatonal y el ruido constante marcaron la experiencia cotidiana de millones de romanos. Este panorama urbano de la antigüedad, por tanto, demuestra que los dilemas de movilidad son inherentes a la vida en grandes ciudades densamente pobladas.

Referencias

  • Poehler, Eric E. 2011. "Where to Park? Carts, stables, and the economics of transport in Pompeii", en Ray Laurence y David J. Newsome (eds.), Rome, Ostia, Pompeii: Movement and Space.: Movement and Space, pp. 194-214. Oxford University Press.

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