Robo histórico en el Louvre en solo 7 minutos: se llevan joyas imperiales y dejan en evidencia las grietas en la seguridad del museo más vigilado del mundo

Un robo milimétrico en la galería Apolo del Louvre deja al descubierto las debilidades de la seguridad patrimonial en pleno corazón de Europa.
Asaltan el Louvre en 7 minutos y roban joyas imperiales
Asaltan el Louvre en 7 minutos y roban joyas imperiales. Foto: Istock

Lo que parecía un tranquilo domingo de otoño se ha convertido en uno de los episodios más osados de la historia reciente del arte europeo. En apenas siete minutos, cuatro individuos encapuchados, armados con herramientas de corte profesional, accedieron a la mítica galería de Apolo del museo del Louvre y se llevaron consigo algunas de las joyas más emblemáticas del legado imperial francés. Todo en pleno centro de París, a plena luz del día y con una precisión que recuerda más a una película de acción que a la realidad.

Un golpe quirúrgico y sin violencia

El ataque, ocurrido entre las 9:30 y 9:40 de la mañana, apenas media hora después de la apertura del museo, fue ejecutado con una sincronización que ha dejado perplejas a las autoridades. Utilizando un camión con un montacargas, los delincuentes accedieron a una ventana lateral del edificio. En cuestión de minutos, forzaron su entrada con una sierra angular, rompieron vitrinas blindadas y sustrajeron nueve piezas de valor incalculable, pertenecientes a la colección de joyas de los emperadores franceses.

Entre ellas, figuraban obras maestras de la orfebrería del siglo XIX: coronas imperiales, broches con miles de diamantes, collares históricos y diademas que una vez adornaron a emperatrices como Eugenia de Montijo o Joséphine de Beauharnais. De estas piezas, dos han sido recuperadas, entre ellas la icónica corona de la emperatriz Eugenia, encontrada dañada en las inmediaciones del museo. El resto, por ahora, permanece en paradero desconocido.

Tal y como acaba de informar el Ministerio del Interior francés, entre las piezas sustraídas se encuentran una tiara perteneciente al conjunto de joyas de las reinas María Amelia y Hortensia, un collar y unos pendientes de zafiros del mismo juego, así como un collar y unos pendientes de esmeraldas del conjunto de la emperatriz María Luisa. También figura un broche conocido como "broche relicario", una tiara de la emperatriz Eugenia y un gran lazo de corpiño, también de Eugenia, diseñado en forma de broche ornamental.

El museo más visitado del planeta, símbolo global del arte y la historia, fue inmediatamente cerrado al público. Una decisión inusual, pero comprensible, dado el alcance del suceso. La prioridad es preservar la escena del crimen para no comprometer la investigación y facilitar la labor de los peritos forenses, que buscan huellas, herramientas abandonadas y cualquier pista que pueda llevar a los responsables.

Lo más sorprendente es que, pese al impresionante dispositivo de seguridad del Louvre —que abarca más de 400 cámaras, sensores de movimiento y personal especializado—, el asalto fue ejecutado sin que se produjera ni un solo disparo, ni enfrentamiento físico. Ni siquiera hay heridos. Lo cual refuerza la sospecha de que se trató de un grupo de profesionales con experiencia en robos de arte de alto nivel.

Corona de la emperatriz Eugenia con su estuche original, 1855
Corona de la emperatriz Eugenia con su estuche original, 1855. Foto: Louvre

Un patrón que se repite

Este no es un hecho aislado. En el último año, varios museos franceses han sufrido asaltos similares. Desde piezas de porcelana china en Limoges hasta tabatières del siglo XVIII en el museo Cognacq-Jay, la frecuencia y audacia de estos robos está generando alarma entre las instituciones culturales y las autoridades. Muchos de estos objetos, extremadamente valiosos y difíciles de revender en el mercado legal, terminan en colecciones privadas clandestinas o son utilizados como moneda de cambio en redes internacionales de tráfico de bienes culturales.

El caso del Louvre, sin embargo, representa un punto de inflexión. No solo por el prestigio del lugar o la antigüedad de los objetos robados, sino porque el museo ya había alertado hace dos años sobre la necesidad de reforzar sus sistemas de seguridad. Un informe interno, dirigido a la prefectura de policía de París, advertía sobre posibles vulnerabilidades, especialmente en zonas menos visibles o accesibles desde el exterior. A la luz de lo ocurrido, esas advertencias parecen haber caído en saco roto.

Fuente decorada en azul y blanco con motivo del “Baizi” (criatura mítica), robada del Museo Nacional Adrien Dubouché de Limoges. Obra de mediados del siglo XIV, perteneciente a la dinastía Yuan
Fuente decorada en azul y blanco con motivo del “Baizi” (criatura mítica), robada del Museo Nacional Adrien Dubouché de Limoges. Obra de mediados del siglo XIV, perteneciente a la dinastía Yuan. Foto: Louvre

¿Cómo pudieron acceder sin ser detectados?

Las primeras investigaciones revelan que los ladrones aprovecharon unas obras en el entorno del museo para posicionar el camión de forma estratégica sin levantar sospechas. Desde allí, desplegaron un montacargas que les permitió llegar hasta una de las ventanas de la galería de Apolo. Allí, utilizando herramientas de corte industrial, forzaron la entrada, rompieron las vitrinas y extrajeron los objetos.

La operación fue ejecutada con una precisión tal que recuerda a los robos cinematográficos. Los ladrones emplearon guantes, hablaron entre ellos por walkie-talkies y utilizaron gasolina para borrar huellas, además de dejar atrás varias herramientas y una manta que podría haber servido para envolver el botín.

Más allá del impacto económico —aún en evaluación—, el verdadero golpe ha sido simbólico. Entre las piezas robadas figuran emblemas del Segundo Imperio francés, muchos de ellos recuperados por el museo gracias a adquisiciones de coleccionistas o donaciones privadas. Son piezas únicas, que no solo tienen un valor artístico, sino que son testimonios físicos de un pasado imperial cuya memoria se conserva en el patrimonio común.

La corona de Eugenia, por ejemplo, diseñada en 1855 con más de 1.300 diamantes y 56 esmeraldas, es una joya que ha sobrevivido revoluciones, guerras y cambios de régimen. El hecho de que haya sido arrojada al suelo y hallada rota a pocos metros del museo añade una capa de tragedia a lo ocurrido.

Gran lazo de corsé de la emperatriz Eugenia, creado en 1855
Gran lazo de corsé de la emperatriz Eugenia, creado en 1855. Foto: Louvre

La seguridad de los museos, en entredicho

Este robo plantea una pregunta incómoda: ¿están realmente preparados los grandes museos europeos para afrontar las nuevas formas de criminalidad organizada? La respuesta, por ahora, parece ser no. A pesar de contar con tecnología avanzada, muchas instituciones culturales no disponen del personal suficiente ni del presupuesto necesario para garantizar una seguridad permanente y dinámica.

La ministra de Cultura ha reconocido públicamente esta debilidad, señalando que durante décadas no se invirtió lo suficiente en protección patrimonial. Mientras tanto, la oleada de robos pone a prueba la resistencia del sistema y plantea la necesidad urgente de replantear los protocolos, reforzar la vigilancia y establecer colaboraciones internacionales más efectivas para rastrear los objetos robados.

Lo ocurrido en el Louvre no es solo una noticia francesa. Es un mensaje para el mundo entero sobre la fragilidad de nuestro legado cultural. Si el museo más famoso del planeta, con medidas de seguridad dignas de una fortaleza, puede ser vulnerado en menos de diez minutos, ¿qué esperanza tienen instituciones más pequeñas o menos financiadas?

La esperanza ahora recae en una investigación contrarreloj que ha movilizado a todas las brigadas especializadas de París. La prioridad es clara: recuperar las piezas y llevar ante la justicia a los responsables. Pero la herida, profunda y simbólica, tardará mucho más en sanar.

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