Las ilusiones ópticas tienen un sorprendente papel adaptativo

Los engaños visuales nos llevan a percibir la realidad con una precisión dudosa. Pero no solo se trata de una limitación: también tiene un importante papel adaptativo, pues nos permite reconocer un mismo objeto en distintas condiciones ambientales.
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En febrero de 2015, una orgullosa madre hizo una foto al vestido que pensaba llevar a la boda de su hija. La imagen en cuestión casi rompió internet. Su hija y su futuro yerno no se ponían de acuerdo sobre el color del traje: ella lo veía blanco y dorado, pero él insistía en que era negro y azul. Un amigo de la novia colgó la foto en Tumblr. En media hora, ya había llegado a Twitter, donde la imagen se volvió viral. El Vestido atrajo millones de puntos de vista en las redes sociales. 

La sociedad se dividió entre el bando blanco y dorado frente al bando azul y negro. El furor mediático por fin se extinguió justo cuando el asunto empezaba a interesar en los círculos neurocientíficos. Los investigadores ya sabían que la fuente de iluminación afecta a la percepción del color, pero no entendían por qué cada persona veía el mismo vestido de manera diferente bajo las mismas condiciones de visualización. La comunidad científica finalmente concluyó que el Vestido era un nuevo tipo de fenómeno perceptual, previamente desconocido.

Abigüedad en el color: una nueva división

Hace tiempo, se asumía que todas las personas con visión normal experimentaban el color de manera similar. Se pensaba que las ilusiones ambiguas se limitaban a la percepción de la forma, como cuando alguien ve un jarrón en vez de dos caras enfrentadas o una mujer joven en vez de una anciana. Tales engaños formales difieren del Vestido en un aspecto fundamental: mientras que la mayoría podemos invertir nuestra percepción del jarrón a la de los rostros sin demasiada dificultad, no es así con el color del vestido. Quienes lo ven blanco y dorado suelen ser incapaces de verlo negro y azul, y a la inversa. Es como si, además de las dicotomías habituales del vaso medio lleno o medio vacío, o preferir perros a gatos, el Vestido nos presentara una nueva división del género humano.

La foto de este sencillo vestido de boda se hizo viral en Twitter porque, para unos, era blanco y dorado, para otros, era claramente negro y azul. - Universidad de Oregón

Varios equipos de investigación en neurociencia trataron de estudiar el rompecabezas. Recientemente, Pascal Wallisch, de la Universidad de Nueva York, consiguió crear nuevas imágenes poseedoras de ambigüedad en el color. Se basó en la teoría de que este tipo de ilusión se debe a la acumulación de nuestras experiencias vitales con los objetos retratados en las fotografías.

El papel de la experiencia

El Papel de la Experiencia fue la clave del nuevo experimento, que Wallisch y su equipo pusieron a prueba con el tipo de zuecos conocido como crocs, que se pueden encontrar en muchos colores –28 para ser exactos–, con los que estarían familiarizados la mayoría de los participantes en el estudio. Los científicos pusieron crocs de diferentes tonos uno al lado del otro, para que parecieran casi idénticos bajo condiciones de iluminación opuestas

En el panel A de la figura inferior se ven dos pares bajo luz blanca, de colores rosa y menta. El panel B muestra solo los crocs de menta bajo dos tonos de luz rosada, y el C muestra los crocs rosados bajo tres tonos de luz verde. Observarás que todos los crocs aparecen grisáceos bajo las luces de colores, pero es posible inferir el color de cada fuente de luz a partir del color aparente de los calcetines. 

Experimento: El Papel de la Experiencia, que Wallisch y su equipo pusieron a prueba con el tipo de zuecos conocido como crocs. - Pascal Wallisch

Sin embargo, y esto es crucial, tal inferencia solo es factible si sabes que esta clase de calcetines suelen ser blancos, por tu experiencia pasada con dichas prendas. Esta es la base del estudio. Las personas que daban por hecho que los calcetines eran blancos, en base a su experiencia, tendían a ver la fuente de luz como de color e interpretaban que los zuecos eran asimismo de colores, específicamente verdes o rosas. En cambio, quienes creían que los calcetines eran de colores –por falta de familiaridad con ellos– tendían a ver la fuente de luz como blanca y concluían que los crocs eran grises. De esto se deduce que nuestra experiencia visual influye en nuestra interpretación del color en condiciones de iluminación ambiguas

Entonces, ¿cómo es que nuestras creencias previas afectan a la percepción de objetos que no habíamos encontrado anteriormente, como ocurría con el Vestido? La respuesta podría residir en cómo evolucionaron nuestros sistemas visuales para distinguir objetos azules de amarillos en nuestro entorno.

Echa un vistazo ahora a la siguiente imagen: las fichas azules en la parte superior del cubo izquierdo y las fichas amarillas en la parte superior del derecho. Son todas grises idénticas, lo que resulta aparente si se eliminan los colores circundantes

La ilusión de contraste hace que percibamos un objeto de determinado color en función de los tonos que lo rodean. - Beau Lotto (University College de Londres) & Dale Purves (Universidad de Duke)

Este fenómeno, llamado contraste de color, hace que las manzanas rojas aparezcan de un carmesí más intenso sobre un fondo de hojas verdes. Y consigue que colores iguales se vean diferentes en función del contexto

Los dos cubos también demuestran el fenómeno de la constancia del color, detalle que juega un papel crítico en el Vestido. Fíjate en las fichas rojas de ambos cubos. Separadas de sus vecinas, son de color naranja en el cubo de la izquierda y moradas en el de la derecha. En el contexto de nuestra imagen, parecen de un rojo similar, ya que el cerebro las interpreta como fichas rojas iluminadas por luz amarilla o azul.

Ilusiones como estas demuestran la constancia perceptual, el mecanismo por el que podemos reconocer un mismo objeto en diferentes ambientes y bajo condiciones de iluminación diversas. Las ilusiones de constancia gobiernan tu percepción en todo momento, incluso, mientras lees este artículo. 

Las ilusiones de constancia perceptual tienen un valor adaptativo intrínseco. Considera lo que habría sucedido si tus antepasados hubieran confundido a un amigo con un enemigo cada vez que se nublaba el cielo, o si hubieran perdido la pista de sus pertenencias o de su progenie cada vez que salían de la cueva a la luz del día. ¡Se podrían haber comido a sus hijos! Si te encuentras aquí, es gracias a que los sistemas perceptuales de tus antepasados fueron resistentes a estos cambios molestos en la realidad física, del mismo modo que lo es tu propia percepción.

Un carácter adaptativo

Hay muchos indicios de que las ilusiones, incluidos los efectos de constancia, nos deben haber ayudado a sobrevivir y que siguen haciéndolo. Si no fuera así y, especialmente, si hubieran hecho la vida más difícil, lo más lógico es que hubieran desaparecido de nuestros genes. Las mutaciones que entorpecen la supervivencia o el éxito reproductivo son autolimitantes. 

Otra indicación del valor adaptativo de estas ilusiones es que no nacemos con constancia perceptual, sino que la desarrollamos muchos meses después del nacimiento. Al principio de nuestra vida, somos capaces de discriminar incontables diferencias. Más tarde, aprendemos a ignorar ciertas distinciones, lo que nos permite reconocer el mismo objeto en muchas situaciones distintas. Con la llegada de la constancia perceptual, perdemos la capacidad de detectar una serie de diferencias que, en cambio, son altamente detectables para los bebés. 

Para hacerte una idea, observa los tres caracoles en la imagen inferior y elige los dos que te parezcan más similares. Los dos brillantes –izquierda y medio– son prácticamente idénticos, ¿verdad? 

Aunque los caracoles izquierdo y medio parecen casi idénticos a un observador adulto, en realidad son muy diferentes con respecto a la intensidad de sus píxeles. - Universidad de Chuo

¡Incorrecto! Si un bebé de cuatro meses pudiera hablar, te diría que has perdido la razón. ¡Claramente, el del medio y el de la derecha son los más parecidos! 

Aunque los caracoles izquierdo y medio parecen casi idénticos a un observador adulto, en realidad son muy diferentes con respecto a la intensidad de sus píxeles. Por el contrario, no tenemos problemas para ver que los caracoles medio y derecho son diferentes, a pesar de que su discrepancia física es mucho menor que la de los caracoles medio e izquierdo. 

Un equipo de psicólogos dirigido por Jiale Yang, de la Universidad de Chuo, en Japón, encontró exactamente lo contrario para los bebés de hasta tres y cuatro meses de edad. Los científicos estudiaron cómo los niños de tres a ocho meses observaban pares de imágenes construidas a partir de objetos reales en 3D. Dado que los pequeños no pueden describir lo que ven, el equipo midió el tiempo que dedicaban a mirar cada imagen.

Las investigaciones anteriores habían demostrado que los bebés pasan más tiempo explorando visualmente objetos novedosos que otros con los que están familiarizados. Así, basándose en cuánto tiempo pasaban con cada imagen, los científicos pudieron intuir si los participantes consideraban que dos objetos eran similares o no. Es decir, si un bebé dedicaba menos tiempo a mirar la segunda imagen que la primera, indicaba que pensaba que ya la había visto antes –estaba aburrido de ella, por lo que no necesitaba explorarla tanto–. Pero si miraba la segunda imagen durante un tiempo equivalente al transcurrido con la primera, es que ambas le parecían igualmente interesantes y sorprendentes

Los resultados revelaron que antes de desarrollar una constancia perceptual, los bebés de tres a cuatro meses tienen una capacidad extraordinaria para captar diferencias entre imágenes por cambios en la iluminación. Algo que pierden alrededor de los cinco meses. Poco después, a los siete y ocho meses de edad, desarrollan la habilidad de distinguir propiedades de las superficies, como el brillo o el mate, pero este talento no se pierde. Por eso, de adultos, percibimos las cosas brillantes como muy diferentes de las mates, incluso, si otras propiedades físicas se mantienen constantes.

Los adultos perdemos poderes discriminatorios

En general, durante el primer año de vida, los seres humanos perdemos un sinfín de poderes discriminatorios, como la capacidad de reconocer diferencias en los rostros de los monos y la habilidad de distinguir los sonidos del habla en idiomas distintos de los hablados por nuestras familias. Las diferencias objetivas se convierten en similitudes subjetivas. Así, la pérdida de sensibilidad a estas variaciones, que todos experimentamos al crecer, crea una brecha insalvable entre nuestra mente y el mundo que nos rodea. Al mismo tiempo, sirve para ajustar nuestra percepción al entorno y nos permite navegar eficientemente y con éxito, aunque dejemos fuera de nuestro alcance una porción de la realidad. 

Un buen ejemplo es el caso de los colores ilusorios. La retina tiene una capa de fotorreceptores sensibles a tres distribuciones diferentes de luz: rojiza, verdosa y azulada. Toda la gama de tonalidades cromáticas que percibimos resulta de las magnitudes relativas de estos tres colores. Por otra parte, dichos fotorreceptores no se reparten uniformemente sobre la retina sino que se agrupan en puñados verdes o rojos, con los azules escasamente intercalados entre ellos. Entonces, ¿cómo podemos ver todos los colores en todo el espacio visual? La respuesta es que no lo hacemos. Nunca en nuestra vida hemos visto un campo completo de color, sino que estimamos sus matices a partir de pequeños parches cromáticos. 

La percepción humana del color es primordialmente ilusoria. Para ilustrarlo, en las imágenes inferiores, hemos extraído el color de una fotografía y reemplazado una mínima parte de la foto en blanco y negro con los colores originales. El resultado es una foto en blanco y negro en la que hay superpuesta una finísima retícula de líneas de color. El cerebro mezcla ambos tipos de información en una sola imagen, que percibimos a todo color.

Foto 1: Cuadrícula de color Foto 2: Imagen en blanco y negro con una cuadrícula gris  Foto 3: La superposición de las imágenes 1 y 2 produce la percepción de una sola imagen en color. - steven dakin

Volviendo a los cubos de rubik, no es casualidad que una de las imágenes aparezca bañada en luz azul y la otra en amarilla. Nuestra visión del color evolucionó a lo largo de eones bajo estas dos precisas fuentes lumínicas, por lo que el cerebro asume automáticamente que la mayor parte de la iluminación ha de ser de uno de estos colores, incluyendo la del Vestido. Antes de la invención de la electricidad en el siglo XIX, las principales fuentes de luz con la que nos encontrábamos a diario eran la iluminación directa y dorada del disco solar, y la indirecta del cielo azul. 

La famosa foto del Vestido fue tomada en las condiciones perfectas de iluminación ambigua para nuestro cerebro: la mezcla de una luz difusa fría –azul– y una luz directa cálida –oro–. Los observadores que deciden, aunque sea inconscientemente, que la fuente de iluminación del Vestido es el cielo, restan el azul de la imagen y perciben la prenda como blanca y dorada. Por el contrario, los observadores que asumen que la fuente de iluminación es la luz directa del sol, restan oro a la imagen y perciben la prenda como azul y negra.

Aunque la razón de las dos interpretaciones diferentes del Vestido sigue siendo un misterio científico, la discrepancia demuestra que podemos ver el mundo de maneras sorprendentemente diferentes, dependiendo de nuestras experiencias y creencias previas. El Vestido también enfatiza el hecho de que no experimentamos el mundo directamente, sino que cada percepción y pensamiento está mediado por nuestro hardware y software neuronales.

Dos imágenes idénticas de este vestido se ven distintas en la sombra y al sol. Los colores reales de la prenda, azul y negro, se perciben con más nitidez bajo una brillante luz exterior. - Universidad de Oregón

¿Podemos fiarnos de nuestra mente?

Este ‘atajo’ cerebral nos ofrece muchas ventajas adaptativas, pero también limita lo que podemos esperar de nuestras mentes. Muchas ilusiones, tal vez la mayoría de ellas, son imposibles de contrarrestar a fuerza de voluntad. Incluso, si sabemos, intelectualmente, que un objeto tiene un brillo o color diferente al que percibimos, nos cuesta verlo de otra manera. La ilusión está conectada a nuestra arquitectura neural. 

La ilusión ilustrada en la imagen bajo estas líneas, creada por Ted Adelson, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), consiste en un tablero de ajedrez con casillas claras y oscuras, parcialmente sombreadas por un cilindro situado en una esquina del tablero. 

¿De qué color son las casillas A y B? Aunque creas que A es oscura y B es clara,  resulta que son del mismo tono gris, tal y como demuestra la barra vertical de un gris uniforme. - Edward H. Adelson

Las casillas marcadas como A y B se ven muy diferentes. Uno diría que A pertenece a las casillas negras y B a las blancas. Pero ya te estarás imaginando que debe de haber trampa. En realidad, ambas casillas son iguales, y solo te parecen diferentes gracias a tus mecanismos cerebrales de constancia perceptual. La casilla A parece recibir iluminación directa, mientras que la casilla B da la sensación de encontrarse en la sombra. Como resultado, tu cerebro ajusta automáticamente tu percepción, teniendo en cuenta la aparente diferencia de iluminación entre las dos casillas.

La conclusión perceptual de este proceso es que la casilla ensombrecida ha de ser mucho más clara que la que se encuentra bajo la luz. ¡Error! Si conectamos ambas casillas con una franja gris uniforme, podemos ver que las dos son poseedoras del mismo tono grisáceo. Una vez que te sientas convencido al cien por cien de que ambas casillas son idénticas, observa de nuevo la imagen original, donde se encuentran desconectadas. Ya sabes que son dos copias idénticas del mismo cuadrado gris, pero ese conocimiento no modifica notoriamente tu percepción. Hasta si pudieras jurar ante un tribunal de justicia que ambas casillas son exactamente iguales, no serías capaz de verlas como equivalentes. La ilusión es parte intrínseca de tu arquitectura neural, al igual que muchas otras percepciones erróneas que experimentas a diario. La lógica y el conocimiento no te harán cambiar tu percepción de la ilusión, igual que no hay manera de que te entrenes para ver la imagen de otra manera. 

Entonces, ¿cómo podemos distinguir la realidad de la ilusión? En resumidas cuentas, no nos resulta posible. Al menos, no de una manera fundamental. Podrías estar soñando, o viviendo como un cerebro desencarnado en una caja, experimentando una simulación por ordenador creada por malvados robots. Ni accedemos a la realidad directamente, ni somos capaces de ello. Por el contrario, filtramos todas y cada una de nuestras experiencias a través de nuestra maquinaria neural. Como consecuencia, la correspondencia exacta entre nuestra percepción y el mundo real es rara, si no imposible. Llamamos ilusiones a aquellos casos en los que la discrepancia es más extrema. Sin embargo, el hecho es que la mayor parte de nuestra experiencia es, al menos en cierta medida, ilusoria.

Las ilusiones son necesarias

Pero las ilusiones no son necesariamente algo que debiésemos evitar. Imagina que estás tranquilamente recolectando raíces en la sabana cuando un rugiente borrón bronceado se precipita hacia ti. Por la cuenta que te trae, deberás asumir que un león está a punto de abalanzarse sobre tu cuerpo, y buscar resguardo, si es que puedes. Si sobrevives, podrías darte cuenta de que lo que pensaste que era un león resultó ser un guepardo. Esta percepción errónea te costó mucho menos que si te hubieses quedado a considerar las posibilidades hasta estar absolutamente seguro. 

Las ilusiones existen porque nos hacen más rápidos y eficientes. Incrementan nuestra concentración. Si nos dieran a elegir, la mayoría de nosotros querríamos que nuestros estados mentales estuviesen acoplados a la realidad, según apunta el filósofo y neurocientífico Sam Harris. Ciertamente, pocas personas escogerían vivir una experiencia tan disociada del mundo físico que nos imposibilitase el cruzar una habitación sin chocar con los muebles. Aun así, una cierta medida de autoengaño puede ser aconsejable en determinadas circunstancias, y hasta poseer valor adaptativo.

¿De veras se está moviendo esta imagen? La combinación de formas y colores es culpable de que lo percibas así. - SHUTTERSTOCK

Las arañas les parecen más grandes a los aracnófobos que a aquellas personas que no las temen. Los hombres que empuñan armas se nos hacen más altos y fuertes que los que sostienen herramientas. Imaginamos que las distancias son mayores cuando llevamos una mochila cargada a la espalda que cuando caminamos libres de peso adicional. La investigación sugiere que las ilusiones juegan un papel significativo en todos los aspectos de la vida. También en las relaciones románticas. El amor idealizado podría haber evolucionado para aumentar la inversión de los enamorados en sus parejas, y en la descendencia de ambos, durante largos periodos de tiempo. Tales fantasías podrían mejorar nuestro éxito reproductivo y alargarnos la vida. 

En general, las ilusiones nos ayudan a conseguir claridad en nuestras decisiones a partir de un muestreo muy pobre de la información en nuestro entorno. Son parte integral de nuestra percepción y nuestros procesos de pensamiento. Dicho de forma breve, somos nuestras ilusiones. 

* Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante

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