Quiere decir estar distraído; tener la mente en otro asunto diferente del que se está tratando. También, por extensión y recordando al estado de atraso del territorio de las Batuecas, es sinónimo de ignorancia y falta de entendimiento.
Las Batuecas es un valle que dista poco de Salamanca y Ciudad Rodrigo, en plena sierra de Francia.
Cuenta el paremiólogo José María Iribarren, que antaño sus habitantes tenían fama de montaraces y salvajes; los llamaban “los beocios de España”: “Hace siglo y medio, decir que uno era un batueco o que se había criado en Las Batuecas era poner al nivel de un cafre o un hotentote”, explica. Baltasar Gracián en “El Criticón” dice: “Los sátiros y los faunos, batuecos y chichimecos, son sabandijas todas que caben en la gran monarquía española”. ¡Ahí es nada!
Leyendas y misterios
Bien, a Las Batuecas le sucedía lo mismo que a las Hurdes extremeñas: territorios españoles olvidados de los bienes de la buena gobernanza y sus gentes pobres, marginales y sin desde luego formación posible.
Por este mismo aislamiento, Las Batuecas ha sido el escenario de muchas leyendas y misterios. Durante siglos, se pensó que estaba habitado por seres misteriosos. Se decía que en él vivían criaturas salvajes o espíritus que protegían el valle, y que aquellos que se aventuraban demasiado lejos, podían perderse en su intrincada red de montañas y ríos. Una leyenda de gran arraigo en la construcción del relato histórico explica que Las Batuecas habían sido descubiertas en la época de los Reyes Católicos por una señora de la Casa de Alba que, enamorada de un caballero, se vio en la necesidad de huir y escondersre; época en la que se habrían visto en sus montañas poblaciones descendientes de los godos que habrían permanecido aisladas durante siglos.

Uno de los elementos más conocidos del valle es el Monasterio de San José, fundado en 1599 por los carmelitas descalzos. Este monasterio ha sido siempre un lugar de retiro espiritual, en el que los monjes buscaban la soledad para dedicarse a la meditación y la oración. Las historias sobre los carmelitas y su vida en el monasterio han contribuido a la mística de Las Batuecas. Se dice que muchos de ellos vivían en absoluta soledad, en pequeñas cuevas y ermitas repartidas por el valle, en las que pretendían alejarse completamente del mundo exterior para profesar una espiritualidad pura.
Una de las leyendas más conocidas de Las Batuecas es la del ermitaño del valle, un monje que vivía solo y que, según cuentan, ayudaba a los viajeros perdidos. Los habitantes de los alrededores decían que el ermitaño tenía una conexión especial con la naturaleza y los animales, y que podía orientar y guiar a las personas que se habían perdido. Sin embargo, si alguien venía con malas intenciones o con el corazón lleno de codicia, el ermitaño desaparecía, dejándolo vagar sin rumbo por el valle.
Las Batuecas en el arte y la literatura
El valle de Las Batuecas también es famoso por sus pinturas rupestres, que se remontan al neolítico. Estas pinturas (figuras humanas y animales) son prueba de la antigua ocupación en la zona y añaden un componente arqueológico a su riqueza histórica.
Las Batuecas también han inspirado a varios escritores a lo largo de la historia. Uno de los más famosos es Lope de Vega, quien mencionó el valle en su obra "Las Batuecas del Duque de Alba". En esta obra, el valle es un lugar idealizado, lleno de paz y armonía, donde los personajes principales encuentran refugio y consuelo.

También Montesquieu aludió a Las Batuecas en sus Cartas Persas: "Ellos (los españoles) han hecho inmensos descubrimientos en el Nuevo Mundo, y no conocen aún su propio continente. Hay en sus ríos puntos que aún no han sido descubiertos, y en sus montañas “naciones que les son desconocidas." Como vemos, Montesquieu, redunda en la idea: usa el valle de Las Batuecas como metáfora del desconocimiento y el aislamiento de ciertos grupos o personas.
Como contrapartida a toda esta estela maldiciente, el padre Feijoo en su trabajo Fábula de Las Batuecas y países imaginarios, intentó deshacer estas leyendas y explicó que la región fue descubierta en tiempos de Felipe II :
"Es fama común en toda España que los habitadores de las Batuecas, sitio áspero y montuoso, comprendido en el Obispado de Coria, distante catorce leguas de Salamanca, ocho de Ciudad Rodrigo, y vecino al Santuario de la Peña de Francia, vivieron por muchos siglos sin comercio ó comunicación alguna con todo el resto de España, .y del mundo, ignorantes e ignorados aún de los Pueblos más vecinos, y que fueron descubiertos con la ocasión que ahora se dirá. Un paje, y una doncella de la casa del Duque de Alba, ó determinados a casarse contra la voluntad de su amo, ó medrosos de las iras de éste, porque ya la pasión de enamorados los había hecho delincuentes, buscan fugitivos sitio retirado donde esconderse (…). Dieron después los dos fugitivos noticia de aquella gente (y aún se añade, que con esta noticia aplacaron a su airado dueño), y se trató de instruirla y domesticarla, como luego se logró. Señálase comúnmente el tiempo de este suceso en el reinado de Felipe II. (…). Esta es en suma la historia del descubrimiento de las Batuecas, a que yo di asenso mucho tiempo como los más ignorantes del vulgo. Y verdaderamente ¿quién había de poner duda en una noticia patrocinada del consentimiento de toda España, mayormente cuando la data del hecho se señala bastantemente reciente? Digo, que di asenso a esta historia, hasta que un amigo con la ocasión de hablarme de mis primeros libros, me avisó, que el retiro y descubrimiento de los Batuecos debía tener lugar entre los errores comunes, por ser todo mera fábula; para cuyo desengaño me citó la Crónica de la reforma de los Descalzos de nuestra Señora del Carmen. No fue menester más espuela para que yo me aplicase al examen serio del asunto; y fui tan feliz en la averiguación, que sin mucha fatiga logré un pleno convencimiento de ser verdad lo que me había dicho el amigo, añadiendo al testimonio que él me había citado, otro de no menos persuasión y fuerza.