El cambio climático representa uno de los mayores retos que enfrenta la humanidad en el siglo XXI. A medida que aumentan las temperaturas globales y se intensifican los fenómenos meteorológicos extremos, la búsqueda de soluciones eficaces y sostenibles se convierte en una prioridad científica, política y social. La atención se ha centrado especialmente en reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono (CO₂), y en desarrollar estrategias para capturar el carbono ya presente en la atmósfera. En este contexto, los ecosistemas costeros están cobrando un protagonismo inesperado y poderoso.
Este artículo se basa en nuestro estudio sobre los llamados ecosistemas de carbono azul, que incluyen marismas, praderas marinas y manglares. Estos sistemas naturales no solo capturan grandes cantidades de CO₂ mediante la fotosíntesis, sino que lo almacenan de forma segura en el suelo durante miles de años. Tal como demostramos en nuestra investigación, “estos ecosistemas almacenan una enorme cantidad de carbono, ¡hasta 30 mil millones de toneladas!”. A través de una mirada científica y divulgativa, queremos compartir los descubrimientos más relevantes de este trabajo y destacar el valor de la vegetación costera en la lucha contra el calentamiento global.
Los ecosistemas de carbono azul: qué son y por qué importan
Los ecosistemas de carbono azul se desarrollan en zonas costeras y están formados por tres tipos principales de hábitats: manglares, praderas marinas y marismas intermareales. Estas áreas no solo ofrecen refugio a una gran diversidad de especies, sino que también desempeñan un papel fundamental en la regulación del clima. Se les llama “azules” por su estrecha relación con los océanos, y son especialmente eficaces capturando CO₂, el principal gas de efecto invernadero.
Una característica clave de estos ecosistemas es que almacenan el carbono no solo en las plantas, sino también en el suelo. Esto se debe a que las raíces de las plantas crecen en suelos húmedos y pobres en oxígeno, lo que ralentiza la descomposición. Tal como explicamos en el estudio, “los ecosistemas de carbono azul tienen un arma secreta para almacenar carbono más tiempo que la mayoría de las plantas terrestres: lo entierran en el suelo y lo atrapan allí durante miles de años”. Esta capacidad de almacenamiento a largo plazo los convierte en aliados estratégicos en la lucha climática.

Funciones ecológicas más allá del carbono
El valor de los ecosistemas de carbono azul no se limita al secuestro de carbono. Estos hábitats proporcionan importantes servicios ecosistémicos que benefician tanto a las personas como a la biodiversidad. Entre sus funciones destacan la protección de las costas frente a tormentas y erosión, la mejora de la calidad del agua y la oferta de recursos naturales como madera o pesquerías.
Además, son zonas clave para la reproducción de numerosas especies marinas. “Actúan como viveros para animales jóvenes” y son esenciales para el sustento de comunidades costeras, incluidas muchas comunidades indígenas que mantienen vínculos culturales profundos con estos territorios. También representan espacios valiosos para la recreación y la educación ambiental, como el avistamiento de aves o la pesca tradicional.
Cuánto carbono almacenan y dónde se encuentra
Uno de los principales objetivos de nuestro trabajo fue cuantificar la extensión global de estos ecosistemas y el carbono que contienen. Descubrimos que los ecosistemas de carbono azul cubren entre 0,36 y 1,85 millones de kilómetros cuadrados, una superficie comparable a países como Japón o México. La variabilidad en las estimaciones se debe, sobre todo, a la dificultad para detectar las praderas marinas, que crecen bajo el agua y no son fácilmente visibles desde satélites.
A pesar de esa incertidumbre, las cifras son impactantes. Según nuestros cálculos, “la cantidad total de carbono almacenada en manglares, praderas marinas y marismas intermareales oscila entre 10 y 30 mil millones de toneladas”. Para entender la magnitud de este número, basta imaginar que equivale a las emisiones anuales de más de 6 billones de coches. Estos datos resaltan la enorme importancia de proteger y restaurar estos ecosistemas para evitar la liberación de ese carbono a la atmósfera.

La amenaza de la pérdida y el potencial de la restauración
Más de la mitad de los ecosistemas de carbono azul del planeta han desaparecido, en muchos casos por causa directa de la actividad humana. Esta pérdida no solo implica una reducción en la capacidad de almacenamiento de carbono, sino también la liberación del carbono previamente almacenado, agravando así el cambio climático. Al destruir estos ecosistemas, “ese carbono atrapado en el suelo puede volver a la atmósfera en forma de CO₂”, lo que genera un impacto climático negativo.
Nuestro estudio también evaluó el potencial de recuperación a través de la restauración. Si se protegieran los ecosistemas actuales, se evitaría la emisión de 300 millones de toneladas de CO₂ al año. Y si se restauraran las zonas degradadas, se podrían capturar otras 840 millones de toneladas anuales. En conjunto, estas acciones permitirían compensar aproximadamente un 3 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Es una contribución modesta pero relevante, especialmente si se combina con otras estrategias climáticas incluida la reducción de emisiones.
Retos científicos y oportunidades tecnológicas
Uno de los desafíos que enfrentamos fue la falta de datos precisos sobre la ubicación y estado de los ecosistemas de carbono azul. Si bien los manglares y marismas son relativamente fáciles de estudiar mediante imágenes satelitales, las praderas marinas presentan una mayor dificultad, ya que crecen bajo el agua y no se detectan con la misma facilidad. Esta limitación afecta la precisión de los modelos globales de carbono azul.
Sin embargo, las nuevas tecnologías ofrecen oportunidades para mejorar este conocimiento. El uso de sensores satelitales, drones acuáticos y modelos de inteligencia artificial puede ayudarnos a identificar mejor estas áreas y monitorizar su evolución. Cuanto más sepamos sobre estos ecosistemas, más eficaces serán las políticas para protegerlos y aprovechar su capacidad de capturar carbono a largo plazo.

Conclusión: actuar en favor del carbono azul
Nuestro estudio demuestra que los ecosistemas de carbono azul son una solución natural poderosa y eficaz para mitigar el cambio climático. Capturan carbono de forma eficiente, lo almacenan durante milenios, y ofrecen numerosos beneficios ecológicos, sociales y económicos. Pero también son frágiles y están desapareciendo a un ritmo alarmante.
Frente a este panorama, la acción colectiva es esencial. Proteger los ecosistemas que aún existen y restaurar los que hemos perdido puede generar un impacto climático positivo medible. Además, estas acciones tienen un efecto multiplicador al beneficiar la biodiversidad, mejorar la calidad del agua y fortalecer la resiliencia costera. Promover el conocimiento sobre el carbono azul y su inclusión en las políticas públicas es una tarea urgente, en la que todas las generaciones pueden participar.
Referencias
- Macreadie, P. I., Costa, M. D. P., Atwood, T. B., Friess, D. A., Kelleway, J. J., Kennedy, H., et al. 2021. Blue carbon as a natural climate solution. Nature Reviews Earth & Environment, 2, 826–839. doi: 10.1038/s43017-021-00224-1

Oscar Serrano Gras
Doctor en Biología
