Gengis Kan, su descendencia y la caída del Imperio Mongol

Cuando fue derrotado por su caballo (se cayó de él y las heridas le causaron la muerte en 1227), ya había levantado un imperio mayor que el que cualquiera de sus pares, jinetes nómadas de la estepa, hubiera podido soñar. El temible guerrero había triunfado doblemente: al unir a las usualmente desperdigadas tribus mongolas y al llevarlas, a continuación, en pos de una ambiciosa serie de conquistas que pusieron en sus manos gran parte del Asia Central y de China.
Gengis Kan

Su mortal accidente iba a poner en marcha el mecanismo sucesorio. Pero, con el paso del tiempo, acabaría dividiendo un imperio que resultaría imposible mantener unido por su exagerada extensión y por las inevitables tensiones entre sus descendientes. Así influyó la vida y muerte de Gengis Kan en la conformación del Imperio Mongol y en su posterior caída.

La formación del Imperio Mongol

Gengis Han fue para el Imperio Mongol la gran figura llamada a unificar sus vastos territorios y numerosas tribus. Su dominio se caracterizó por el despliegue militar de sus tropas y la expansión de sus fronteras. Sin embargo, tras su muerte los problemas de sucesión sembrarían el germen del ocaso del imperio.

El ascenso de Gengis Kan

Gengis Kan, nacido como Temujin, emergió de las estepas de Mongolia para unificar a las tribus mongolas bajo su liderazgo. Su ascenso al poder no fue fácil; enfrentó traiciones, rivalidades y desafíos que pusieron a prueba su capacidad estratégica y su tenacidad. A través de alianzas y conquistas, Temujin consolidó su poder y fue proclamado Gengis Kan, un título que significa "líder universal". Bajo su mando, los mongoles desarrollaron un ejército formidable, conocido por su movilidad y táctica de guerra relámpago, que les permitió expandirse rápidamente.

El liderazgo de Gengis Kan se caracterizó por una mezcla de brutalidad y astucia diplomática. Estableció un código legal conocido como Yassa, que unificó las leyes entre las diversas tribus, y promovió el comercio y la comunicación a través de su imperio. Su visión no se limitaba a la conquista; buscaba la creación de un imperio duradero que trascendiera su propia vida, un legado que, aunque efímero en su unidad, perduró en la historia.

Busto de Gengis Kan en el palacio presidencial de Ulan Bator (Mongolia). Foto de Jim Garamone/World History Encyclopedia.

El mecanismo sucesorio y las disputas internas

El sistema sucesorio del Imperio Mongol, basado en el kurultái o asamblea de nobles, fue tanto una fuente de estabilidad como de conflicto. Gengis Kan, consciente de las potenciales rivalidades entre sus descendientes, intentó garantizar una sucesión ordenada, pero las tensiones eran inevitables. Su matrimonio con Börte, su esposa principal, resultó en cuatro hijos: Jochi, Chagatai, Ogodei y Tolui, cada uno con sus propias ambiciones y rivalidades.

La sospecha de ilegitimidad que rodeaba a Jochi, el primogénito, fue un tema recurrente en las disputas familiares. Börte había sido secuestrada por una tribu rival antes de dar a luz a Jochi, lo que generó dudas sobre su paternidad. Esta incertidumbre fue explotada por su hermano Chagatai, quien se opuso abiertamente a la sucesión de Jochi, alimentando las tensiones internas que afectaron al imperio tras la muerte de Gengis Kan.

El mecanismo sucesorio, en teoría diseñado para preservar la unidad, se convirtió en una fuente de división. La muerte de Gengis Kan desencadenó una serie de luchas internas, con cada hijo buscando consolidar su poder y territorio. Este conflicto interno no solo debilitó la cohesión del imperio, sino que también marcó el inicio de su fragmentación.

Los hijos de Gengis Kan: Jochi, Chagatai y Ogodei

Aunque su descendencia completa fuera más amplia, fueron cuatro los hijos reconocidos legítimamente que debían disputarse el liderazgo del Imperio Mongol. Fueron ellos mismos los que acabarían con esa legitimidad dinástica al enfrentarse los unos con los otros entre acusaciones de ser bastardos.

Rivalidades y rumores de ilegitimidad

Gengis Kan, que desposó nada menos que a 36 mujeres que concibieron multitud de hijos, tuvo cuatro de su esposa principal, Börte. Las relaciones entre estos no fueron precisamente fraternales. Al mayor de ellos, Jochi, le acompañaba el rumor de ser hijo ilegítimo, y esa sospecha, que no conseguiría sacarse nunca de encima, condicionaría el destino de la dinastía mongola. Su madre había sido secuestrada en su juventud por una tribu rival a la de Temujin (el nombre original de Gengis Kan antes de su coronación) y, al quedarse embarazada poco después de ser rescatada por su marido, surgió la sombra de la duda. El nombre de su hijo, Jochi, significaba “huésped” o “invitado”, lo que alimentaría la idea de que Gengis Kan tenía sus reservas, pero lo reconoció.

Quien no dudó en utilizar esta posibilidad en su beneficio fue el segundo hijo del kan, Chagatai. Considerado el más belicoso de todos, se había enfrentado a Jochi en 1220 por la conducción del asedio sobre la ciudad uzbeka de Urgench y, desde entonces, habían mantenido una fuerte rivalidad. En aquella ocasión, el kan tomó la salomónica decisión de dar el liderazgo de la ofensiva al tercer hijo, Ogodei, algo que resultaría premonitorio.

El gran Kan

Ante este enrarecido ambiente familiar, Jochi optó por poner tierra de por medio y se alejó de su padre y sus hermanos. Las costumbres mongolas fijaban que el hijo mayor de un jefe debía establecer a cierta edad su propio feudo, que en su caso fue un reino vasallo al norte de la actual Mongolia –en torno al río Yeniséi, que fluye hacia Siberia–, reino que también extendió hacia el oeste “tan lejos como pudieran llegar los caballos mongoles”, en una frase atribuida a Gengis; llegó a cruzar el Volga. Jochi, más que ocupado con tamañas invasiones, nunca volvió a ver a su familia.

Gengis Kan - Imagen: Wikimedia Commons.

La división de territorios tras la muerte de Gengis Kan

A los otros tres hijos también se les asignaron sus respectivos territorios o kanatos, que abarcaban lo conquistado en China y en las extensas llanuras del centro de Asia. Con las amplias posesiones repartidas, restaba un asunto pendiente: el nombre del sucesor formal de Gengis. Este no se dirimió hasta 1229, dos años después de su muerte. Para entonces ya había un aspirante menos, pues Jochi había fallecido un año antes que su padre. Se convocó un kurultái (asamblea de nobles) y el candidato escogido fue el tercer hijo.

Expansión y consolidación bajo Ogodei

Con Ogodei se ensancharían los límites expansionistas del Imperio Mongol. Desterró a la dinastía Jin del trono de China, completando la invasión que su padre había comenzado sobre el fragmentado país vecino. Esta victoria permitió a los mongoles entrar en contacto -y después, en conflicto- con la dinastía Song de la China meridional.

La conquista de la dinastía Jin en China

Ogodei, que fue el primero en utilizar el título de Gran Kan –que vendría a ser equivalente a “rey de reyes”– y elevarse así por encima de todos los kanes, mantuvo la voluntad expansionista de su padre, ampliando sus dominios a diestra y siniestra. Tras afirmar su autoridad sobre los herederos de Jochi (Batú y su hermano Orda), los conminó a seguir adentrándose hacia el oeste.

Mientras, él mismo mantenía un fuerte pulso con el reino de Jin en torno al norte de China. Antepasados de los manchúes, los Jin dominaban este territorio desde un siglo atrás, después de haber expulsado a la dinastía Song, que se refugió en el sur. Ogodei redujo a los Jin en 1234 y borró de la historia para siempre a su reino.

Tras su victoria, fundó una nueva capital: la ciudad de Karakórum. Hasta entonces no había sido más que un asentamiento al que se iban sumando yurtas (las típicas tiendas mongolas), pero él lo amuralló y construyó el Palacio de la Paz Infinita, con 64 grandes columnas de madera sobre bases de granito.

Retrato del siglo XIV del gran kan Ogodéi. Wikimedia Commons.

El terror llega a Europa: La Horda Dorada

Al oeste de los dominios de Ogodei, sus sobrinos Batú y Orda emprendieron las primeras grandes incursiones de los mongoles en Europa. Sus ejércitos fueron conocidos como la Horda Dorada y sembrarían el terror entre los principados rusos de la Europa oriental. A partir de 1236 atacaron lo que hoy es Rusia y sus principales enclaves, incluida Kiev, la ciudad más importante de la época (con unos cien mil habitantes), en 1240. Asediaron la ciudad durante diez semanas, pero por fin las hordas la conquistaron y quemaron en parte, sin piedad.

El príncipe de Kiev, Mijaíl Vsevolodovich, huyó hacia el reino de Hungría, que se convirtió en el siguiente objetivo para los mongoles. Sobre él convergieron ejércitos que venían no solo de Kiev sino también del norte, donde en su camino infligieron una severa derrota a los caballeros teutónicos en la Batalla de Liegnitz (1241). Pocos días después, otra batalla en el enclave húngaro de Mohi sellaba el destino del reino.

Sin embargo, los avances de los mongoles, que ya planeaban su siguiente ataque contra Austria, se interrumpieron con la muerte de Ogodei en 1242. Los príncipes de sangre real que dirigían las hordas volvieron a Mongolia para participar en el consejo que debía elegir al sucesor, una elección en la que varios de ellos tenían posibilidades, principalmente Batú, que había liderado las ofensivas en el Rus de Kiev.

Crisis de sucesión y luchas internas

El nombre del elegido tardó cuatro años en conocerse. La viuda de Ogodei, Törogene, jugó un papel clave, ya que ella fue quien asumió el rol de regente durante el largo período de interinidad. Desde esa privilegiada posición maniobró para imponer a su hijo Guyuk, que también había luchado en el oeste.

Gengis Kan - Imagen: iStock Photo.

La muerte de Ogodei y el vacío de poder

El proceso de sucesión se complicó por las ambiciones de los príncipes mongoles y la falta de un heredero designado. El kurultái, la asamblea de nobles mongoles, se convirtió en el escenario de intensas negociaciones y rivalidades. Batú, quien había liderado la Horda Dorada en Europa, era un candidato fuerte, pero su ausencia prolongada en las campañas occidentales complicó su posición.

La falta de un liderazgo centralizado debilitó temporalmente la cohesión del imperio. Las disputas internas se intensificaron, y los diversos kanatos comenzaron a operar con mayor autonomía. Este período de incertidumbre no solo ralentizó las campañas expansionistas, sino que también permitió que las tensiones latentes entre los descendientes de Gengis Kan se manifestaran en conflictos abiertos, socavando la unidad que había caracterizado al imperio bajo Ogodei.

Guyuk Kan y su breve mandato

La coronación del nieto de Gengis Kan fue un acontecimiento de importancia internacional. Con los mongoles controlando Rusia y proyectando su amenazadora sombra sobre Europa, acudieron hasta Karakórum enviados de todos los lugares, como el franciscano Giovanni da Pian del Carpine, uno de los primeros discípulos de San Francisco de Asís. Fue mandado por el papa Inocencio IV, quien quería al mismo tiempo protestar por las invasiones contra la cristiandad y obtener mayor información sobre las intenciones de los mongoles. La narración de Giovanni ha permitido conocer detalles del acontecimiento, al que asistieron más de 3.000 visitantes.

Guyuk, que no pretendía renunciar al expansionismo ya tradicional de sus antecesores, le dio al monje diplomático una carta para el papa, en la que le pedía que acudiera personalmente a rendirle homenaje y aceptara ser su vasallo. Pero el mongol no tuvo tiempo de llevar a cabo sus proyectos de conquistar Occidente.

Primero tenía que disciplinar a Batú, que se resistía a ser sometido. Le ordenó volver a Mongolia para reunirse con él. En el camino hacia un encuentro que quizás hubiera derivado en batalla, Guyuk murió, tan solo dos años después de su coronación. Pudo deberse a causas naturales (su salud estaba afectada por su afición al alcohol, muy común entre los mongoles), pero también se especuló con que hubiera sido envenenado.

Kublai Kan y la dinastía Yuan

Tras la muerte de Guyuk, se desencadenó una nueva etapa de conspiraciones palaciegas entre los miembros de las diferentes ramas de los descendientes de Gengis. Esta vez la viuda del emperador no pudo mantener las riendas de la sucesión, que finalmente se inclinó hacia la familia del cuarto hijo de Gengis, Tolui. El hijo de este, Möngke Kan, fue el elegido.

Las prioridades de Möngke eran muy distintas a las de su antecesor. En lugar de proseguir batallando hacia Europa, concentró sus fuerzas en dominar la totalidad de China, pues una buena parte seguía bajo el control de la dinastía Song. Sus esfuerzos en este sentido afirmarían el control mongol sobre China, pero Möngke no pudo verlo porque murió en una batalla en 1259.

Muerte de Gengis Kan - Muerte de Gengis Kan. Imagen: Getty Images.

La nueva capital en Xanadú

Su fallecimiento provocó una guerra civil entre sus tres hermanos: Ariq Böke, Kublai y Hulagu. El primero de ellos se hizo rápidamente con el poder aprovechando la ausencia de Mongolia de los demás, muy ocupados en las guerras en China y Oriente Medio, respectivamente. La guerra civil estalló entre ellos, debilitando el Imperio Mongol.

El hecho de que Kublai, curtido en las batallas contra los chinos, dispusiera de un gran ejército movilizado acabaría por resultar decisivo en el enfrentamiento fratricida. Destruyó la capital de Karakórum y capturó a Ariq Böke en 1264. Este permaneció recluido hasta que murió misteriosamente unos años más tarde, quizás envenenado. El advenimiento de Kublai como Gran Kan trajo decisivos cambios. Convirtió a China en el centro de su imperio y trasladó la capital a Xanadú, al norte de este país, desde donde gobernaría. Con él comenzó la dinastía de los Yuan, la familia de los invasores mongoles que gobernaría China durante casi un siglo, desde 1271 hasta 1368. Precisamente a la corte de Kublai Kan en Xanadú llegaría en su fantástico viaje Marco Polo.

Kublai gobernó con la ambición expansionista típica de los caudillos mongoles, pero la proyectó hacia el este y el sur, estableciendo su poder sobre Corea, guerreando contra los restos de la dinastía Song e intentando invadir Japón y la isla de Java. Con posterioridad al encuentro con Marco Polo, Kublai Kan volvería a realizar otro traslado capitalino, que le llevó a instalarse en la antigua capital de la desaparecida dinastía Jin, que no era otra que la actual Pekín.

Imperio de Gengis Kan - Imperio de Gengis Kan. Imagen: Wikimedia Commons.

Expansión y consolidación en China

Bajo el liderazgo de Kublai Kan, el Imperio Mongol experimentó una fase de expansión y consolidación en China que redefinió su estructura y alcance. Kublai, a diferencia de sus predecesores, centró sus esfuerzos en integrar y gobernar las vastas regiones chinas, estableciendo la dinastía Yuan en 1271. Esta dinastía representó una era de estabilidad relativa y florecimiento cultural, aunque no estuvo exenta de desafíos.

Kublai implementó políticas que promovieron la agricultura, el comercio y la infraestructura, fortaleciendo la economía del imperio. Su administración se basó en un sistema de gobierno centralizado que combinaba elementos mongoles y chinos, lo que permitió una gobernanza más efectiva de las diversas regiones. Además, Kublai fomentó el intercambio cultural y la tolerancia religiosa, atrayendo a eruditos y comerciantes de todo el mundo a su corte.

A pesar de sus logros, Kublai enfrentó desafíos significativos. Las campañas militares para expandir su dominio hacia el sur, enfrentándose a la dinastía Song, y las fallidas invasiones de Japón y Java, demostraron los límites del poder mongol. Sin embargo, bajo su liderazgo, el imperio alcanzó su máxima extensión territorial, consolidando su legado como uno de los imperios más influyentes de la historia. La dinastía Yuan, aunque efímera en comparación con otras dinastías chinas, dejó una marca indeleble en la cultura y la historia de China.

La fragmentación del Imperio Mongol

Con Kublai, el Imperio Mongol empezó a conocer sus límites. A pesar de las derrotas con pueblos cercanos como ej japonés, la mayor fragmentación vino desde dentro. La dificultad de gobernar tan vasto imperio hizo que este se dividiera de facto en regiones con cierta autonomía: los kanatos. Las luchas de poder entre estos dieron el golpe de gracia a los dominios que había gestado Gengis Kan.

El surgimiento de los kanatos autónomos

Fruto de la imposibilidad de ser gobernado eficazmente por un solo kan, el resto del Imperio Mongol −el situado al oeste de Mongolia y China− quedó de facto dividido. Así, otros tres kanatos operaron con poco más que una dependencia nominal, pero no efectiva, de Kublai. El kanato de Chagatai (el segundo hijo de Gengis Kan) gobernó las tierras del centro de Asia, y la Horda de Oro y el ilkanato administraron los territorios rusos y de Oriente Medio, respectivamente. 

El papel de Tamerlán y el Imperio Timúrida

En el siglo XIV, cuando los sucesores de Kublai veían cómo se debilitaba su poder sobre los chinos, en el kanato de Chagatai surgió un nuevo líder. Tamerlán (nacido en 1336), noble de una tribu mongola asimilada por los turcos y practicante de la religión islámica, se hizo con el poder gracias a sus conquistas militares. Se proclamó descendiente de Gengis Kan, lo que le permitió fundamentar sus aspiraciones. Con una declarada vocación guerrera, extendió los dominios de Chagatai por el norte hasta las orillas del Volga y el mar Caspio, en Rusia, y también por el sur y el suroeste, donde logró conquistar toda Persia, Bagdad, Armenia y Georgia, entrando en guerra con el Imperio Otomano del sultán Bayaceto.

Tamerlán estableció su capital en Samarcanda, ciudad de la que otro viajero, esta vez español, Ruy González de Clavijo, relató las maravillas. Enviado por el rey de Castilla Enrique III para formar una alianza entre cristianos y mongoles y debilitar a un enemigo común, los otomanos, Clavijo sería recibido en audiencia una vez por Tamerlán en 1404, pero este apenas consideró seriamente las propuestas castellanas, ya que estaba centrado en su último gran plan: invadir China. Para evitar fi ltraciones, se pidió a Clavijo y al resto de extranjeros que abandonasen Samarcanda de un día para otro en el momento en que Tamerlán ultimaba en secreto su marcha. Nadie podía imaginar que sería su última expedición, pues moriría en el camino por una enfermedad.

Estatua de Gengis Kan - Imagen: iStock Photo.

El legado del Imperio Mongol

El Imperio Timúrida duró alrededor de un siglo, pero acabó disgregándose por las inevitables confrontaciones mongolas entre los aspirantes al caudillaje, que comportaron sucesivas particiones. Fruto de una de ellas, en el siglo XVI surgió el Imperio Mogol de la India, que sí lograría asentarse y perdurar tres siglos, hasta la conquista británica. Así, los mongoles completaron un inigualable recorrido por la historia que los llevó desde sus campamentos nómadas de las estepas hasta construir el Taj Mahal.

Impacto histórico desde las estepas hasta el Taj Mahal

El legado del Imperio Mongol es vasto y multifacético, abarcando desde la creación de un imperio que se extendía por gran parte del mundo conocido hasta influencias culturales, económicas y políticas que perduran hasta hoy. A pesar de su fragmentación y eventual desaparición, el impacto del imperio se siente en diversas áreas, desde la apertura de rutas comerciales hasta la integración cultural.

Uno de los legados más duraderos del Imperio Mongol fue la creación de la Ruta de la Seda, que facilitó el intercambio de bienes, ideas y culturas entre Oriente y Occidente. Este corredor comercial no solo enriqueció a las regiones bajo control mongol, sino que también fomentó un intercambio cultural sin precedentes, que dejó una huella duradera en la historia mundial. Las políticas de tolerancia religiosa y cultural promovidas por los mongoles también contribuyeron a un ambiente de intercambio y aprendizaje.

El impacto del Imperio Mongol se extendió incluso a la arquitectura y el arte, con influencias visibles en monumentos icónicos como el Taj Mahal, construido por el Imperio Mogol, descendiente de los mongoles. Este legado arquitectónico es un testimonio del alcance y la influencia del imperio, que dejó una marca indeleble en la historia y la cultura de las regiones que alguna vez estuvieron bajo su dominio. A través de sus conquistas y su legado cultural, el Imperio Mongol transformó el mundo, dejando un impacto que resuena hasta nuestros días.

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