Existe un lenguaje del color que, de manera consciente o no, aún utilizamos en el presente. Ya sea en ceremonias religiosas, reuniones profesinales o eventos lúdicos, los colores que elegimos para vestirnos funcionan como signos de la comunicación no verbal. Este uso del color como símbolo cargado de significados sociales, religiosos y políticos también se registra en el pasado. En la China imperial, por ejemplo, cada tono estaba vinculado a los principios cosmológicos de los cinco elementos (metal, madera, agua, fuego y tierra) y a los cinco puntos cardinales (norte, sur, este, oeste y centro), una concepción única del orden universal que organizaba tanto la naturaleza como la jerarquía social. Dentro de este sistema, el amarillo ocupó un lugar especial: representaba la tierra y el centro, es decir, el punto de equilibrio del cosmos. Entonces, ¿por qué el amarillo se convirtió en un color prohibido para la mayoría de la población?
El sistema cromático de los Wu Xing o cinco elementos
Colores y orden cósmico
La antigua cosmovisión china integraba colores, elementos y puntos cardinales en un sistema coherente que servía tanto para guiar los rituales religiosos como para organizar la sociedad en su conjunto. Por su asociación con la tierra, el amarillo se vinculaba al centro, punto de equilibrio y sostén del universo. Mientras que el rojo se relacionaba con el sur y el fuego, y el negro con el norte y el agua, el amarillo se concebía como la base sobre la cual descansaban los demás elementos.
Esta posición privilegiada lo convirtió en un color fundamental en las ceremonias y rituales. En los textos clásicos, como el Libro de los ritos, se menciona que las ofrendas a la tierra debían realizarse con objetos amarillos, un ejemplo de la profunda relación simbólica entre este color y el culto a los ancestros y a los dioses tutelares del cosmos.
De la tierra al poder imperial
La región del río Amarillo se considera la cuna de la civilización china hasta el punto de que sus aguas guladas, cargadas de loess (los sedimentos limosos que le proporcionan su característica tonalidad), se convirtieron en símbolo del país. De ahí derivó la identificación del amarillo con la centralidad política y cultural del Imperio del Centro. El emperador, en cuanto soberano absoluto, se concebía como el mediador entre el cielo y la tierra, y por tanto el único portador legítimo del color central, el amarillo.
Esa centralidad simbólica hizo que, con el paso de los siglos, el amarillo se convirtiera en el color por excelencia de la autoridad imperial. Desde las dinastías Sui (581-618) y Tang (618-907) hasta los Qing (1644-1912), el amarillo se reservó en exclusiva para el emperador. Su utilización por parte del pueblo, de hecho, estaba severamente prohibida. Esta prohibición formaba parte de un elaborado sistema de tabúes cromáticos cuyo fin era mantener el orden social y reforzar el poder del trono.

El origen del tabú del amarillo
El privilegio de los emperadores
Aunque ya desde la dinastía Zhou se reconocía la importancia del amarillo, fue en la época Sui (581–618) cuando se estableció formalmente como color exclusivo de la corte. El emperador Gaozu de los Tang (618–626) imitó esa costumbre y la consolidó como norma imperial. Así, solo el soberano podía vestir túnicas amarillas, lo que convertía este color en una señal inequívoca de majestad y supremacía.
El emperador Taizong de Tang (626–649) es el primer monarca que se representa en retratos vistiendo túnicas amarillas, inaugurando una tradición que se mantendría hasta la caída de los Qing, ya en el siglo XX. Vestir de amarillo equivalía a proclamarse hijo del Cielo. Por eso, cualquier súbdito que osara llevarlo podía ser acusado de usurpación, rebelión o incluso traición.
Variantes y jerarquías dentro de la familia imperial
El tabú del amarillo, sin embargo, no se aplicaba de manera sistemática dentro de la propia familia real. Durante la dinastía Qing, por ejemplo, aunque el emperador era el único que podía usar el amarillo brillante, el príncipe heredero tenía la posibilidad de lucir prendas de un tono albaricoque. Otros príncipes estaban autorizados a vestir un amarillo dorado más apagado. Cada matiz, por tanto, servía para marcar diferencias jerárquicas y reforzar así la idea de que el amarillo puro correspondía únicamente al trono.

El amarillo en los rituales y la vida cotidiana imperial
El color de las ceremonias
El amarillo también formaba parte esencial de los rituales de sacrificio a los ancestros. Durante esas ceremonias, el emperador debía vestir de amarillo, cabalgar caballos amarillos y usar estandartes del mismo color. Incluso los alimentos del banquete ritual, como el mijo, debían ser amarillos. Este despliegue cromático buscaba reafirmar la idea de que el soberano encarnaba la centralidad de la tierra y garantizaba la armonía cósmica.
El amarillo en la arquitectura y la escritura
En la arquitectura imperial, el amarillo también estaba presente. Así, las tejas de la Ciudad Prohibida de Pekín son amarillas, símbolo del poder exclusivo de los emperadores Ming y Qing. Del mismo modo, los edictos imperiales se redactaban en papel amarillo, conocido como huangbang o “anuncio amarillo”, que reforzaba la asociación entre autoridad y color.

El amarillo como símbolo de rebelión
Resulta paradójico que el mismo color que simbolizaba la autoridad imperial pudiera convertirse en emblema de rebelión. En la revuelta de Chenqiao de 960, por ejemplo, los soldados vistieron con una túnica amarilla al general Zhao Kuangyin y lo proclamaron emperador: nacía, así, la dinastía Song. Desde entonces, la expresión “huangpao jiashen” (vestirse con la túnica amarilla) pasó a significar usurpar o recibir el poder imperial.
Asimismo, en distintas rebeliones campesinas se emplearon estandartes amarillos para transmitir la idea de que los sublevados aspiraban al trono. El uso del amarillo fuera del marco oficial, por tanto, se percibía como un desafío abierto al orden establecido.

La caída del tabú y las nuevas connotaciones del amarillo
La Revolución de 1911, que puso fin a la dinastía Qing, derribó también el sistema simbólico que sustentaba los privilegios cromáticos. Desde entonces, el amarillo perdió su aura imperial y, sorprendentemente, adquirió connotaciones negativas. Influido por la prensa occidental de finales del siglo XIX, el término “amarillo” pasó a asociarse con lo vulgar y lo obsceno. En la China contemporánea, “amarillo” es sinónimo de pornografía, un giro semántico radical si se compara con su antiguo estatus sagrado.
El recorrido del amarillo en la historia china refleja de manera paradigmática cómo un color puede condensar significados de poder, religión y cultura, y cómo esos significados pueden invertirse radicalmente con el paso del tiempo. El tabú del amarillo imperial nos recuerda que los colores no son neutrales, sino elementos de poder y símbolos de identidad que cambian junto con las sociedades que los utilizan.
Referencias
- Bi, Wei. 2024. "Five basic colour terms and colour taboos in ancient China (part one)." Roczniki Humanistyczne, 72.9: 101-120. DOI: https://doi.org/10.18290/rh24729.6