El 19 de noviembre de 1933, las mujeres españolas acudían por primera vez a las urnas para votar en unas elecciones legislativas. Eran tiempos de la Segunda República y este derecho fundamental que empezaba a aparecer en otros países de Europa se había conseguido recorriendo un largo camino plagado de dudas, reproches y discusiones. Sin embargo, el voto femenino en España fue aprobado, convirtiéndose en un hito de la II República para generaciones venideras.
El contexto histórico del voto femenino en España
El voto femenino llega a España en un contexto marcado por el auge de las libertades y los derechos democráticos. La II República trajo consigo, entre muchas otras reformas, la ampliación del derecho al voto para las mujeres.
La Segunda República y el papel de las mujeres
La Segunda República, proclamada en 1931, representó un periodo de reformas significativas en la historia de España. Este régimen trajo consigo la esperanza de modernización y democratización del país. Las mujeres, que habían estado tradicionalmente relegadas al ámbito privado, comenzaron a ganar visibilidad en la esfera pública. Sin embargo, su participación política efectiva seguía siendo limitada. La cuestión del voto femenino se convirtió en un tema central en las discusiones políticas de la época, reflejando el deseo de incluir a la mitad de la población en la toma de decisiones políticas del país.
El debate sobre el voto femenino no solo reflejaba un cambio en la percepción de las mujeres, sino también una lucha por redefinir su papel en la sociedad. Las mujeres comenzaron a participar más activamente en movimientos sociales y políticos, exigiendo derechos que les habían sido negados durante siglos. Este periodo fue crucial para el desarrollo de una conciencia feminista en España, que buscaba la igualdad de derechos y oportunidades para las mujeres.
A pesar de los avances, la resistencia a conceder el voto femenino era palpable. Muchos sectores de la sociedad temían que las mujeres, menos formadas y más influenciables por la Iglesia católica, pudieran inclinar la balanza política hacia el conservadurismo. Esta percepción se convirtió en un obstáculo significativo para la aprobación del sufragio femenino.

Clara Campoamor: la lucha por el derecho al voto
Clara Campoamor fue una de las figuras más destacadas en la lucha por el sufragio femenino en España. Como diputada en las Cortes republicanas, se convirtió en la voz principal en defensa de los derechos de las mujeres. Campoamor argumentaba que la democracia no podía considerarse completa sin la participación de las mujeres en la política. Su discurso en las Cortes fue un hito en la historia de los derechos de las mujeres en España, destacando la necesidad de igualdad y justicia.
Campoamor se enfrentó a una fuerte oposición, incluso dentro de su propio partido y entre sus compañeras diputadas. Victoria Kent y Margarita Nelken, otras dos diputadas de la época, se opusieron al sufragio femenino por temor a que beneficiara a los partidos conservadores. A pesar de estas diferencias, Campoamor se mantuvo firme en su convicción de que las mujeres debían tener el mismo derecho al voto que los hombres.
El esfuerzo de Campoamor no solo fue crucial para la aprobación del voto femenino, sino que también inspiró a futuras generaciones de mujeres a luchar por sus derechos. Su legado perdura como un símbolo de resistencia y determinación en la búsqueda de la igualdad de género.

El debate en las Cortes de 1931
El debate parlamentario que aprobó el voto femenino en España no estuvo exento de polémica y expectación. Dentro del espectro progresista, que tradicionalmente había reivindicado el voto femenino, existían corrientes que se oponían a su aprobación por el contexto: pensaban que la mentalidad católica y tradicional estaba más arraigada entre las mujeres.
Oposición de Victoria Kent y Margarita Nelken
La cuestión del voto femenino se planteó en las Cortes republicanas en 1931, durante el bienio progresista, y fue la diputada Clara Campoamor la que se puso en cabeza de esta lucha para que las mujeres alcanzasen este derecho inalienable. La cámara estaba dividida e incluso dentro de las diputadas mujeres (solamente 3) existían distintas opiniones sobre las restricciones o aplicación efectiva del voto femenino. Mientras Victoria Kent y Margarita Nelken rechazaban el voto femenino por miedo a que este beneficiase a los partidos más conservadores y allegados a la Iglesia católica, Campoamor libró un intenso debate contra sus detractores durante el cual daría uno de los discursos más recordados de la política española.
Discurso decisivo de Campoamor
El discurso de Clara Campoamor en las Cortes fue un momento decisivo en la lucha por el voto femenino. Con una elocuencia y pasión inigualables, Campoamor defendió la igualdad de derechos para las mujeres y la necesidad de su participación en la política. Argumentó que la democracia no podía ser plena sin la inclusión de las mujeres, y que su exclusión era una injusticia que debía corregirse.
“Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de género humano en política, para que la política sea cosa de dos, porque solo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar; las demás las hacemos todos en común, y no podéis venir aquí vosotros a legislar, a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y sobre el hijo, aislados, fuera de nosotras”.
La primera votación femenina en 1933
A pesar de lo ajustada que fue la votación para aprobar este derecho y de las tensiones entre las fuerzas políticas, el voto femenino en España entró en vigor. No se haría efectivo hasta las siguientes elecciones, en 1933, cuando la coalición de derechas CEDA se hizo con la mayoría parlamentaria.
Victoria ajustada y breve
Más allá de las reticencias existentes debido a una supuesta tradición por la cual el derecho a voto quedaba limitado al sexo masculino, gran parte de los parlamentarios pensaban que conceder el voto a las mujeres, menos formadas y más influenciables por poderes como la Iglesia, podría no solo quitar poder a los partidos de izquierdas sino poner en peligro al conjunto del sistema republicano. Durante las sesiones en las que se discutió, se lanzaron numerosas premisas que retrataban a las mujeres como seres histéricos y completamente manipulables y se hicieron propuestas alternativas que hoy se considerarían absurdas, como establecer la edad legal para mujeres en 45 años (una vez la menopausia aplacase su histerismo pasional).
El 1 de octubre de 1931, el Congreso de la Segunda República Española votó y decidió hacer oficialmente legal el voto femenino con una diferencia de apenas 30 votos y casi la mitad del Congreso en contra. La enmienda salió adelante y la primera vez que se haría efectiva sería en las elecciones de 1933, en las que el bloque de la derecha dirigido por la CEDA se hizo con el gobierno. Aquel día histórico, numerosos periódicos recogían la alta participación de mujeres en estos comicios (6.800.000 españolas introdujeron su voto en las urnas por primera vez).
Esto se volvería a repetir en 1936, en las elecciones que dieron una aplastante victoria al Frente Popular. El fallido golpe militar, la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista desvanecieron los avances conseguidos en materia de derechos de la mujer y la devolvieron a una posición de sumisión y relegación al hombre. Las mujeres pasarían cerca de 40 años sin volver a votar, mala racha que se rompió en las elecciones de 1977.
Impacto social y político
La inclusión de las mujeres en el proceso electoral de 1933 tuvo un impacto significativo en la sociedad española. Por un lado, representó un avance en los derechos de las mujeres y un reconocimiento de su papel en la política. Por otro lado, generó un debate sobre el papel de las mujeres en la sociedad y su capacidad para influir en el destino del país.
El impacto político del voto femenino fue evidente en las elecciones de 1936, donde las mujeres volvieron a participar de manera activa. Sin embargo, el contexto político se deterioró rápidamente, culminando en la Guerra Civil y el ascenso del régimen franquista, que revocó muchos de los avances logrados durante la República.
A pesar de los retrocesos, el voto femenino en 1933 marcó un antes y un después en la historia de España. Fue un paso crucial hacia la igualdad de género y un reconocimiento de la capacidad de las mujeres para contribuir al desarrollo del país.

El retroceso durante la dictadura franquista
La historia no siempre es lineal. La curva que siguen los procesos históricos no siempre es ascendente, sino que va por picos. Es el caso del voto femenino en España, que aprobarse en la II República, quedó proscrito durante casi 40 años en el régimen fundamentalista nacionalcatólico de Franco.
Prohibición del voto femenino
Con el inicio de la dictadura franquista en 1939, los derechos ganados por las mujeres durante la Segunda República fueron rápidamente revocados. El régimen de Franco impuso un modelo de sociedad basado en valores tradicionales, donde las mujeres fueron relegadas al ámbito doméstico y se les negó la participación política. El voto femenino, símbolo de la emancipación y la igualdad, fue prohibido durante casi cuatro décadas.
La prohibición del sufragio femenino fue parte de un retroceso más amplio en los derechos de las mujeres. Bajo el régimen franquista, las mujeres perdieron muchas de las libertades que habían ganado, y se les impuso un papel subordinado en la sociedad. Esta regresión reflejaba la ideología conservadora del régimen y su deseo de mantener un control estricto sobre la población.
A pesar de las restricciones, muchas mujeres continuaron luchando por sus derechos a lo largo de la dictadura. Su resistencia y perseverancia sentaron las bases para la recuperación de los derechos de las mujeres tras la caída del régimen.

La influencia de la Iglesia católica
La Iglesia católica jugó un papel central en la configuración de la sociedad durante la dictadura franquista. Su influencia se extendió a todos los aspectos de la vida, incluyendo la política, la educación y la moralidad. La Iglesia apoyó las políticas del régimen que promovían el papel tradicional de la mujer como madre y esposa, y se opuso a cualquier forma de emancipación femenina.
La alianza entre la Iglesia y el régimen franquista reforzó la exclusión de las mujeres de la vida pública y política. La educación de las mujeres se centró en prepararlas para el hogar, y se promovieron valores que subrayaban su papel subordinado en la sociedad. Esta ideología contribuyó a mantener a las mujeres alejadas de la política y limitó su capacidad para participar en la toma de decisiones.
A pesar de estas restricciones, muchas mujeres continuaron desafiando las normas establecidas y lucharon por sus derechos. Su resistencia fue fundamental para el eventual cambio que se produjo con la transición a la democracia.
Recuperación del derecho al voto en 1977
No sería hasta bien entrada la Transición cuando, con la entrada en vigor de la actual Constitución, las mujeres españolas recuperaron su derecho al voto. No obstante, persistirían durante décadas los mantras machistas que marcó el franquismo. Con los cambios legales, las mentalidades también han ido cambiado progresivamente.
La transición a la democracia
La muerte de Franco en 1975 marcó el inicio de la transición a la democracia en España. Este periodo fue crucial para la recuperación de los derechos civiles y políticos, incluidos los de las mujeres. En 1977, las mujeres recuperaron el derecho al voto, participando activamente en las primeras elecciones democráticas desde la Segunda República.
La transición a la democracia fue un proceso complejo que requirió la colaboración de diversos sectores de la sociedad. Las mujeres jugaron un papel importante en este proceso, luchando por la igualdad de derechos y la inclusión en la vida política. Su participación fue fundamental para asegurar que la nueva democracia reflejara los valores de igualdad y justicia.
El restablecimiento del sufragio femenino en 1977 fue un paso crucial hacia la igualdad de género en España. Marcó el inicio de una nueva era en la que las mujeres podían participar plenamente en la política y contribuir al desarrollo del país.
Reafirmación del papel de las mujeres en las urnas
Desde la recuperación del derecho al voto en 1977, las mujeres han desempeñado un papel cada vez más importante en la política española. Su participación en las elecciones ha sido fundamental para la consolidación de la democracia y ha contribuido a la promoción de políticas de igualdad de género.
La inclusión de las mujeres en la vida política ha llevado a un cambio en la percepción de su papel en la sociedad. Hoy en día, las mujeres ocupan posiciones de liderazgo en todos los ámbitos de la vida pública, desde el gobierno hasta el sector privado. Su contribución ha sido esencial para el avance de los derechos de las mujeres y la igualdad de género en España.
El voto femenino ha sido una herramienta poderosa para el cambio social y político. Ha permitido a las mujeres expresar sus opiniones y participar en la toma de decisiones que afectan a sus vidas y al futuro del país. Su participación continua es esencial para garantizar una democracia inclusiva y representativa.
Referencias:
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