Historia de la mujer: desde la prehistoria al feminismo actual

Desde que aparecieran las primeras sociedades, y salvo contadas excepciones, las mujeres se han visto relegadas a roles secundarios y domésticos. La situación ha ido cambiando con los años
Sufragista historia de las mujeres

En la actualidad, las mujeres representan el 49,5% de la población mundial. Este es un porcentaje que, con ciertas variaciones lógicas, se ha mantenido más o menos constante a lo largo de los siglos. Sin embargo, si uno revisa un libro cualquiera de historia general, verá que las menciones que se hacen a mujeres son considerablemente más escasas que las que se hacen a hombres. Esto se debe a que, en términos generales en la historia, las mujeres se han visto relegadas a un papel secundario tanto en las libertades sociales y políticas como en la narrativa utilizada para exponer estos hechos.

Por suerte, el estudio del pasado está cambiando su enfoque y, poco a poco, estamos rescatando a esa mitad de la población olvidada por los historiadores tradicionales. La historia de género se ha abierto paso para contar los hechos que han afectado a las mujeres desde una perspectiva de género en contraposición al machismo que ha imperado siempre en la narración de los acontecimientos históricos. A pesar de su corta vida, esta historia de las mujeres ha tenido un gran impacto en la historiografía, apoyada, claro está, por el movimiento feminista que tanto está concienciando en la actualidad sobre la lucha y defensa de los derechos de las mujeres. 

Como es lógico, un análisis en profundidad de todos los contextos y distintas situaciones que se han dado a lo largo de la historia resultaría demasiado extenso, pero sí que podemos delimitar una serie de líneas o tendencias que se han dado de forma más o menos general y que ha definido el papel de la mujer a lo largo de la historia.

Boudica - Imagen: Getty Images

El papel de la mujer a lo largo de la historia

De la Prehistoria a la Edad Media

Empecemos remontándonos hasta la Prehistoria, el periodo más extenso en las distintas etapas de la humanidad. Si bien es cierto que desde los años 80 se viene denunciando que muchas interpretaciones que se han hecho de los restos arqueológicos y las teorías antropológicas de la época estaban condicionadas (de forma inconsciente en muchos casos) por los roles de género presentes en nuestra sociedad desde hace tiempo, las pruebas materiales y el conocimiento que tenemos de esta época tan pasada presentan dudas considerables.

Durante la Prehistoria, debido a su constitución física más robusta, el papel principal del hombre dentro de la sociedad era proveer a la tribu o a su familia de alimento (caza y pesca) y protección. La mujer desempeñaba labores de administradora, cuidaba de los hijos o fabricaba útiles (herramientas, piezas de arcilla, prendas de vestir) y, desde la aparición de la agricultura, también trabaja como recolectora. En lo político y social, no está claro si las mujeres tenían ‘voz y voto’ en estos asuntos o si estas sociedades tan primitivas ya lo limitaban a los hombres. Lo religioso también presenta ciertas dudas ya que cabe la posibilidad de que hubiese chamanes y sacerdotisas, además se sabe que la figura femenina era objeto de adoración como símbolo de fertilidad (véanse las llamadas ‘venus paleolíticas’).

El desarrollo de sociedades humanas más complejas trajo también una mayor estructuración y la aparición de los primeros grandes asentamientos humanos. Esto, a su vez, trajo una serie de avances culturales y técnicos (entre ellos la escritura) que dieron el paso de la Prehistoria a la Edad Antigua. Fue precisamente en estas sociedades donde los roles distintivos que se habían generado durante la Prehistoria se asentaron e incluso se profundizó en ellos, otorgando a las mujeres un papel de reclusión en el hogar y limitado al cuidado de este y de la familia mientras que el hombre era responsable de la guerra y la política. La integración de la mujer en el ámbito cultural, educativo y religioso permitió que se dieran excepciones en las que las mujeres ostentaban un mayor poder de decisión (la sacerdotisa sumeria Enheduanna, Hipatia de Alejandría, la guerrera celta Boudica, las mujeres espartanas o Cleopatra…). En Grecia y Roma, las mujeres eran educadas pero se las mantenía al margen de la política de manera general.

La caída del Imperio Romano a finales del siglo V dejó un vacío de poder en Occidente que fue ocupado por los reinos feudales y la Iglesia católica, dando comienzo a la Edad Media. Esta etapa de la historia fue oscura en muchos sentidos y especialmente negativa para las mujeres, ya que se impuso una concepción religiosa que dibujaba a la mujer como la figura del pecado (según el Génesis, fue Eva quien mordió la manzana del Edén), la tentación y la lascivia. Un detalle muy importante para entender esta situación es que, durante la Edad Media, el acceso a la educación quedó fuertemente limitado a una clase política dirigente y casi en exclusividad a los varones, por lo que la mujer vio acentuada (más si cabe) su posición de ama de casa supeditada a los deseos de la figura masculina más cercana (el padre, el hermano o el marido, en general).

Al perder la oportunidad de ser formadas y educadas, la inmensa mayoría de las mujeres medievales asumía un rol de sumisión en el que su independencia y capacidad de decisión quedaban muy limitadas. Eran presentadas (ante la sociedad y ante ellas mismas) como seres inferiores a los hombres que necesitaban de la guía de estos para vivir, lo que suprimía casi cualquier posibilidad de independencia económica y social y las empujaba al cuidado de los hijos y la casa y a una serie de actividades laborales muy limitadas que eran ‘apropiadas’ para ellas.

Por supuesto, hubo casos excepcionales que contradecían esta norma. Muchas mujeres de familias nobles sí recibían formación, aunque más limitada que la de los hombres, y algunas llegaron a ocupar puestos de poder. Destacamos los casos de  Isabel I de Castilla o la escritora Cristina de Pizán.

Damas medievales - Imagen: Getty Images

De la Edad Moderna al siglo XIX

El paso de la Edad Media a la Edad Moderna tiene lugar en 1492, con el descubrimiento de América, pero, en muchos sentidos, supuso una continuación directa de la Baja Edad Media y de sus costumbres.

A principios del siglo XVII se viviría una época de histeria y radicalismo religioso que conduciría a las acusaciones de brujería contra toda clase de mujeres y, por desgracia, a la quema de muchas de ellas en la hoguera. También supondría el avance de la burguesía urbana frente a las viejas noblezas y la aparición de nuevas oportunidades laborales en las que se permitió la entrada de las mujeres y la (parcial) independencia económica de sus maridos. La educación también comenzó a llegar a las clases populares, mejorando poco a poco las expectativas de futuro de las entonces nuevas generaciones.

Sería sobre todo a partir del siglo XVIII, con el Humanismo y la Ilustración, cuando las reclamaciones de mayor libertad e independencia para las mujeres comenzarían a tomar fuerza e incluso mostrarían ciertos cambios de mentalidad en algunos hombres de la época, que seguían siendo quienes ostentaban todo el poder real en la sociedad. La Revolución Francesa (1789) y la sucesiva toma del poder por parte de la burguesía traerían grandes esperanzas, pero no llegarían a instaurar los cambios necesarios que acercaran a las mujeres a la igualdad real.

Las reclamaciones de las mujeres se intensificaron durante el siglo XIX, siendo cada vez más estructuradas y definiendo o bocetando lo que llegaría a ser la corriente feminista. La industrialización de las ciudades y la ampliación del sistema educativo abrió nuevas oportunidades en lo económico pero, con todo, las mujeres seguían siendo ciudadanas de segunda: el acceso a la universidad para ellas era nulo o muy limitado, sus condiciones y sueldos eran mucho peores que las de los hombres, estaban excluidas de determinadas actividades y sectores y no tenían derecho a votar, por lo que las decisiones políticas y sociales de calado eran tomadas exclusivamente por hombres, dejándolas fuera y dificultando enormemente cualquier posible cambio.

Sufragistas - Imagen: Getty Images

Los cambios del siglo XX

El nuevo siglo fue el que vio más avances (y más rápidos) en la situación de las mujeres. Nueva Zelanda había reconocido el derecho al voto femenino en 1893 y muchos otros países de todo el mundo fueron reconociéndolo durante las siguientes décadas. Las dos guerras mundiales que se vivieron en la primera mitad del siglo obligaron a las mujeres a ocupar los puestos que tradicionalmente eran para hombres (que en esos momentos estaban luchando en el frente), lo que a la larga supuso abrir nuevas puertas y concienciar a las propias mujeres y a la sociedad en general de que eran capaces de hacer mucho más de lo que les habían contado.

Curiosamente, a esta pequeña liberación que las mujeres vivieron entre los años 20 y los años 40 la siguió una vuelta al viejo establishment que pretendía remarcar el papel de la mujer como ama de casa y el deber que tenía de servir y contentar a su marido. Las décadas de los 60 y los 70 supusieron una enorme agitación en todos los ámbitos sociales y un impulso hacia delante por parte de las generaciones más jóvenes, que rechazaban el mundo que se les había entregado y estaban más que dispuestos a cambiarlo.  Podemos empezar a hablar de una revolución feminista caracterizada por cambios profundos y victorias que allanaban el camino hacia la igualdad real y se producían a gran velocidad.

La concienciación de la mujer como integrante de un mundo en el que se había visto discriminada durante siglos aceleró el proceso y los moldes o roles que tradicionalmente se habían impuesto a las mujeres en el ámbito social, laboral, económico, cultural o familiar fueron rompiéndose de forma natural.

La realidad demuestra que, incluso en los países occidentales con las sociedades más paritarias, la mujer sigue enfrentándose a situaciones de discriminación de las que la sociedad (o eso se intenta) es cada vez más consciente. Los logros obtenidos a lo largo de la historia han sido enormes, pero aún hay importantes huellas que dejar en el camino.

El impacto del movimiento feminista en la historiografía

Revolución feminista de las décadas de 1960 y 1970

Las décadas de 1960 y 1970 fueron un periodo de agitación social y cambios profundos. La revolución feminista de estos años no solo buscaba la igualdad de derechos, sino también un cambio en la percepción de las mujeres en la sociedad. Las feministas de esta época lucharon por el derecho al trabajo, la educación y la representación política.

El impacto del feminismo en la historiografía ha sido notable. El enfoque interdisciplinario en el estudio de la historia de las mujeres ha permitido una comprensión más profunda de las desigualdades de género y ha ayudado a recuperar el papel de las mujeres en la historia. La influencia del feminismo en la historiografía, además, ha permitido que las mujeres sean reconocidas como agentes activos en la historia, no solo (o no necesariamente) como víctimas de un sistema opresivo.

Persistencia de la discriminación y desigualdad de género

A pesar de los avances logrados gracias al movimiento feminista, la discriminación y la desigualdad de género persisten en la sociedad actual. Las mujeres siguen enfrentándose a barreras en el ámbito laboral, donde a menudo ganan menos que sus colegas masculinos por realizar el mismo trabajo. Además, la representación política de las mujeres sigue siendo baja en muchos países, lo que limita su influencia en la toma de decisiones importantes.

La discriminación también se manifiesta en el acceso a la educación y la salud, especialmente en regiones en desarrollo. Las mujeres y las niñas en estas áreas tienen dificultades para acceder a una educación de calidad, lo que perpetúa el ciclo de la pobreza y la desigualdad. Además, la violencia de género sigue siendo una realidad para muchas mujeres en todo el mundo.

Manifestación feminista - Imagen: Getty Images

La mujer en la sociedad actual

Avances en derechos y representación política

En las últimas décadas, se han logrado avances significativos en los derechos de las mujeres y su representación política. Muchas naciones han implementado leyes para garantizar la igualdad de género y proteger los derechos de las mujeres en el ámbito laboral y social. Además, la representación de las mujeres en la política ha mejorado, con un número creciente de mujeres ocupando cargos de liderazgo en todo el mundo. Estos avances han sido posibles gracias a la continua presión de los movimientos feministas y la creciente concienciación de la sociedad sobre la importancia de la igualdad de género.

Desafíos contemporáneos: desigualdad y discriminación

A pesar de los avances logrados, las mujeres siguen enfrentándose a la desigualdad de género, que persiste en muchos aspectos de la vida cotidiana, desde el ámbito laboral hasta el acceso a la educación y la salud. Las mujeres a menudo ganan menos que los hombres por realizar el mismo trabajo y enfrentan barreras para avanzar en sus carreras.

La discriminación de género también se manifiesta en la representación política y la participación en la toma de decisiones. Aunque ha habido un aumento en el número de mujeres en posiciones de liderazgo, todavía están subrepresentadas en muchos ámbitos. Esta falta de representación limita la capacidad de las mujeres para influir en las políticas y decisiones que afectan sus vidas y las de sus comunidades.

Figuras femeninas emblemáticas a lo largo de la historia

Agnodice: pionera en la medicina de la antigua Grecia

Agnodice es una figura legendaria de la antigua Grecia y se la considera una de las primeras ginecólogas citadas en las fuentes escritas. Según cuenta la leyenda, en una época en la que las mujeres tenían prohibido practicar la medicina, Agnodice desafió las normas y se disfrazó de hombre para estudiar y ejercer como médica. La historia de Agnodice es un ejemplo inspirador de cómo las mujeres han luchado contra las restricciones de género a lo largo de la historia.

Sor Juana Inés de la Cruz y el derecho a la educación

Sor Juana Inés de la Cruz fue una destacada escritora y pensadora del siglo XVII en México, conocida por su defensa del derecho de las mujeres a la educación. En una época en la que las mujeres tenían un acceso muy limitado al conocimiento, Sor Juana abogó por la igualdad educativa y utilizó su obra literaria para desafiar las normas sociales y religiosas de su tiempo.

A través de sus escritos, Sor Juana no solo demostró su brillantez intelectual, sino que también abogó por el derecho de las mujeres a aprender y desarrollarse plenamente. Se la recuerda como una pionera en la defensa de los derechos de las mujeres, y su legado sigue vivo en la lucha por la igualdad educativa.

Kate Sheppard y la lucha por el sufragio femenino

Kate Sheppard fue una destacada líder del movimiento por el sufragio femenino en Nueva Zelanda, país que se convirtió en el primero en otorgar el derecho al voto a las mujeres en 1893. Su incansable trabajo y liderazgo en la campaña por el sufragio femenino sentaron un precedente para el resto del mundo y demostraron que el cambio era posible a través de la organización y la determinación.

Emilia Pardo Bazán: influencia en la representación social<

Emilia Pardo Bazán fue una destacada escritora y defensora de los derechos de las mujeres en España a finales del siglo XIX y principios del XX. A través de su obra literaria, Pardo Bazán abordó temas como la desigualdad de género y la representación social de las mujeres.

Su influencia en la literatura y la sociedad española fue significativa. No solo fue una defensora de los derechos de las mujeres, sino también una pionera en la representación de personajes femeninos complejos y realistas en la literatura.

Referencias

  • Duby, Georges, Michelle Perrot y Marco Aurelio Galmarini Rodríguez (eds.). 1991. Historia de las mujeres en Occidente. Taurus.
  • Patou-Mathis, Marylène. 2021. El hombre prehistórico es también una mujer: una historia de la invisibilidad de las mujeres. Lumen.

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