Ya lo hicimos anteriormente en el ejemplar número 88 de nuestra revista ‘Muy Historia’, y de ahí hemos extraído algunos de los mejores artículos escritos por nuestros colaboradores y expertos en la materia.
Y ahora, te lo contamos en este podcast de nazis y el holocausto que puedes escuchar en Ivoox o Spotify.
En él, a lo largo de nueve episodios, recorremos los principales hitos de este fenómeno crucial para la historia contemporánea explicando acontecimientos que defendían el poder absoluto del Estado y la superioridad y la supremacía del pueblo germano frente a los demás pueblos de Europa.
La historia comienza con Adolf Hitler, que no era ni un loco ni un yonki, porque éstas serían excusas para su absoluta crueldad. Pero desde poco después de su llegada al poder en 1933, políticos y periodistas de medio mundo empezaron a descalificar a Adolf Hitler, tachándolo de desequilibrado.
Sus ínfulas imperiales, sus planteamientos supremacistas e incluso la estética y la exagerada gestualidad que utilizaba en sus discursos contribuyeron a identificar su figura con la de un peligroso lunático.
La brutalidad sin límites que el Reich ejerció durante la II Guerra Mundial no hizo sino consolidar esa imagen. Viendo las películas en blanco y negro rodadas por las tropas aliadas tras la liberación de los campos de concentración, ¿quién podría cuestionar que el responsable de todo aquel horror estuviera profundamente perturbado?
Como ya sabréis, dentro de la siniestra historia del nazismo, dos instrumentos criminales fueron la perfecta expresión de la ideología asesina del régimen del Führer: la Gestapo y las SS.
El primer director de la Gestapo –nombrado por Hermann Göring– fue Rudolf Diels, pero al no ser lo suficientemente entusiasta en sus labores fue reemplazado por el propio Himmler, quien acabó ostentando la jefatura de todos los organismos policiales, aunque dejó la Gestapo a su mano derecha, Reinhard Heydrich, que llegó a formar un siniestro ejército de 35.000 funcionarios policiales.
Sin embargo, la realidad es que a partir de esa fecha las SS la habían absorbido por completo y trabajaba bajo la tutela de los servicios de inteligencia; oficialmente no había desaparecido, pero estaba totalmente sometida y controlada, siendo todos sus mandos miembros de las SS.
No es casualidad que muy poco después, a principios del verano de 1934, las SS y la Gestapo fuesen los perpetradores conjuntos de la llamada Noche de los Cuchillos Largos, en la que más de ochenta altos dirigentes de las SA, con su jefe Ernst Röhm a la cabeza, fueron asesinados por orden de Hitler por cuestionar el control total del partido y del Estado que el Führer pretendía ejercer.
Ni los integrantes del partido escaparon al horror, aunque su máxima expresión se vivió en los campos de exterminio. Hitler ordenó poner en funcionamiento estos primeros campos de concentración donde recluyeron a disidentes políticos, minorías raciales, vagabundos, maleantes y judíos. Había que limpiar Alemania de toda aquella “chusma”, en palabras del propio Führer.
Heinrich Himmler proporcionó en enero de 1939 el lema que pronto acompañaría a dichos campos: “Existe un camino hacia la libertad. Sus pilares son: la obediencia, la diligencia, la honradez, el orden, la limpieza, la sobriedad, la sinceridad, la disposición para sacrificarse y el amor a la madre patria”.
Los mandos de las SS quedaron tan fascinados por ese lema que pronto fue inscrito en grandes carteles en los campos de concentración. Aquel cínico mensaje fue utilizado por los miembros de las SS para atormentar a la población reclusa. Meses antes, las puertas de entrada de algunos campos ya mostraban otro eslogan que se hizo tristemente famoso:
“El trabajo nos hace libres” (Arbeit macht frei), que en la posguerra simbolizó el horror del Holocausto.
La vida rutinaria en los campos era terrible. La jornada comenzaba antes del amanecer. Tras engullir pan con gachas, los prisioneros eran reunidos en el patio central, donde permanecían largos períodos de tiempo, lloviera o tronara, mientras se efectuaba el recuento de reclusos.
Los trabajos forzosos ocupaban toda la jornada diurna, que era interrumpida por un breve espacio de tiempo para el almuerzo, que en el mejor de los casos consistía en un estofado de verduras y pan. Esas terribles condiciones de vida fueron las que experimentaron los presos antes de que las autoridades alemanas aprobaran la Solución Final. A partir de entonces, aquel infierno se convirtió en algo imposible de definir.
Seguimos nuestro recorrido con un capítulo dedicado a la resistencia judía en Varsovia, y es que el mito de la pasividad del pueblo judío ante el paulatino desarrollo del Holocausto queda desmentido por sucesos como el levantamiento del Gueto de Varsovia, en abril de 1943.
Los judíos supervivientes de las masivas deportaciones a las que se vieron sometidos los residentes en esta “reserva” para hebreos de la capital polaca, organizaron una resistencia dura y efectiva que, durante un mes, plantó cara al ejército alemán. Fue un acto desesperado e inevitablemente abocado al fracaso, pero de gran trascendencia simbólica y que contribuyó a estimular otros movimientos de oposición.
De Varsovia nos vamos a Rusia, donde la barbarie nazi fue implacable.
En 1938, cuando tenía todo el poder en sus manos, Hitler cumplió uno de sus sueños de juventud al decretar el Anschluss, la anexión de Austria al Tercer Reich, lo que hizo que su popularidad en Alemania subiera como la espuma.
El Führer iba cumpliendo lo que había prometido al pueblo alemán. Y entre esas promesas se encontraban no sólo la de anexionar Austria y recuperar los territorios que había perdido Alemania en la I Guerra Mundial, sino también la de “resolver el problema” que representaba el pueblo judío o la de asegurar el crecimiento del Reich en el Este de Europa.
El 23 de agosto de 1939, Hitler firmó un tratado de no agresión con Stalin y semanas después dio la orden de invadir Polonia y recuperar el pasillo de Dantzig, que Alemania había perdido tras su derrota en la Gran Guerra. El Führer pensaba que Inglaterra y Francia no intervendrían: “¿Quién querría meterse en un conflicto global por Dantzig?”.
El resto es historia.
Pero no sólo de hombres fue la brutalida nazi, en el capítulo ‘Mujeres asesinas del Tercer Reich’, analizamos el papel crucial que tuvieron las féminas en la barbarie. No se quedaron atrás, prueba de ello fue el nombre que se ganaron: ‘las arcángeles del terror.’
Y al hilo de todo esto, recordarte que si usas Storytel, puedes escuchar nuestro documental 'Mujeres en pie de guerra', una de las mejores obras sonoras de la temática de historia.
Si te ha parecido interesante, ya sabes, además de leerlo, ahora puedes escuchar este apasionante recorrido por el nazismo, en un formato sonoro cuidado y pensado para hacerte viajar a un periodo convulso, brutal y clave de la historia.
Te esperamos en este podcast de nazis y el holocausto pensado para todo aquél que se quiera adentrar en la historia.