El Imperio romano fue la organización política más importante de la Antigüedad en el Mediterráneo y, como tal, ha dejado una profunda huella en la historia con elementos que perviven hasta el presente. Uno de los que suscitan más interés entre el público es la herencia que Roma dejó en nuestros nombres y apellidos. Sin embargo, la manera que tenemos de identificarnos personalmente en la actualidad es fruto de un largo proceso históricos y no es fácil rastrear el origen de muchos de los apellidos españoles.

El origen de los apellidos españoles
De entrada, hay que saber que los romanos ya tuvieron un sistema de identificación compuesto por tres nombres, como los españoles en la actualidad, pero los elementos que definían estos nombres eran distintos, pues directamente hablamos de otro idioma. Este recurso dejó de utilizarse en la Edad Media y no fue hasta los siglos XII y XIII cuando se extendió el uso de apellidos en Castilla, primero por parte de los nobles y luego por el resto de la población. Además, en un primer momento los apellidos no se heredaban igual de padres a hijos, sino que ciertos factores definían esta identificación. Por ejemplo, los apellidos españoles más comunes son los acabados en –ez, son patronímicos, es decir, significan “hijo de”: si tu padre era Fernando, tú eras Fernández de apellido. Pero si tú te llamabas Gonzalo Fernández, tu hijo sería González de apellido. El sistema hereditario actual no se consolidó hasta el siglo XVIII. Teniendo en cuenta esto, es fácil imaginar la multitud de cambios y adaptaciones improvisadas que se han hecho hasta los apellidos españoles actuales, por lo que asegurar el origen romano de algunos de ellos resulta imposible en muchos casos y no tenemos más evidencia que la teoría formulada por historiadores para apoyarnos en la redacción de este artículo.
Apellidos que vienen de Roma
Con todo, somos capaces de rastrear algunos apellidos y sus modificaciones hasta un teórico origen romano. Una de las vías a priori más sencillas para identificarlos es detectar su relación con el idioma italiano y, sobre todo, con el latín. Son los casos de Acosta, Costa, Expósito, Rossi, Greco, Bianchi o Villa. Pero esta vía de identificación es incierta por los vaivenes históricos que hemos comentado y no se puede afirmar que estos apellidos tengan su origen en Roma con toda seguridad. Una situación similar ocurre con el término “romería”, que en su origen definía el acto de peregrinar a Roma, por lo que hay quien adjudica un origen romano al apellido Romero.

Pero la tradición onomástica latina heredada en la península ibérica tiene ejemplos más concretos que se formaron a partir de sufijos y terminaciones recurrentes que transformaron nombres romanos en apellidos castellanos. Estas adaptaciones incluso difieren entre las distintas regiones de la península y, aunque hoy día los apellidos se hayan extendido por todo el territorio español, todavía muchos son identificables como más comunes en algunas provincias o comunidades. En Navarra y el alto Aragón están los casos de Aragüés, Navascués o Sangüesa, formados del latín por procesos similares que llevaron Aquilus a ser Aquilué o Montanus a Montanuy. Otros ejemplos serían:
- Aurelius – Aureliano / Aureliana – Orellana.
- Lucius – Luciano y Luján.
- Gallius – Galiano.
- Romanus – Romay.
- Radius – Rajoy.
- Morenus – Morey.
- Campanus – Campoy.
- Armentarius – Armenteros.
- Asinarius – Aznar.
Referencias:
- Hoz Onrubia, J. de. 2016. La identidad personal en el tránsito de la Edad Media a la Moderna en la Corona de Castilla: la génesis de los apellidos. UNED.