Desafiando los insultos hacia las mujeres: un vistazo desde Mesopotamia

Sumérgete en la historia de Mesopotamia y descubre cómo las mujeres enfrentaron desafíos y resistieron ante los insultos en esta antigua civilización. Explora las lecciones que podemos extraer de su valentía y determinación, reflexionando sobre la relevancia de estas experiencias en el contexto contemporáneo.
La reina Esther (1878), de Edwin Long. Aunque esta jóven judía vivió en el siglo v a. C.,

Realmente le está saliendo bigote». Esta es una de las tantas valoraciones peyorativas sobre el aspecto físico de una mujer que, puesta en boca de un hombre, encontramos en la literatura escrita en lengua sumeria. 

Y es que juzgar la valía de una mujer por su aspecto físico o por sus cualidades como ama de casa no es patrimonio de los modernos siglos xx y xxi. Sucedía ya en el siglo xx antes de nuestra era. ¡Hace 4000 años!

Buen ejemplo de ello es un conjunto de textos fechado en la primera mitad del ii milenio a. C. (ca. 1900-1600 a. C.). Se trata básicamente de textos escolares, es decir, que se usaban para aprender a leer y escribir por parte de quienes se formaban para la profesión de escriba. Y como sucede también hoy en día, la elección de unos temas u otros nunca es casual. 

De este modo, los escribas en formación de la Mesopotamia antigua aprendían escritura y lengua, pero también moral y costumbres para acomodarse a los ideales de las élites a las que aspiraban pertenecer con un oficio, el de escriba, que solo ostentaba un pequeño grupo de personas, y que además se desarrollaba con frecuencia en proximidad con el poder por su vinculación con templos y palacios, los dos grandes centros en los que se producían y copiaban textos de varios tipos, también literarios.

El ideal de la mujer en Mesopotamia: perspectivas históricas sobre roles y desafíos"

Los ideales de vida de las élites comprendían una visión determinada de cómo debían comportarse las personas en función de su género, de su edad y de su clase social. En lo referente al género, un pequeño conjunto de textos recientemente analizado y traducido por Jana Matuszak es especialmente sugerente. 

En algunos de estos textos dos mujeres dialogan y se profieren insultos entre ellas. En otros, un hombre habla de una mujer, a la que describe también en términos peyorativos. En todos ellos abundan las descalificaciones y las listas de todo aquello que no debe hacerse. Se insiste por lo tanto en los preceptos negativos, y de su lectura atenta puede inferirse tanto el modelo negativo como el modelo positivo de cómo debía ser una mujer.

Estatua de una mujer de la élite encontrada en el templo de Nippur. met, Nueva York. Foto: ASC

Precisamente porque forman parte de un ideal, estos textos no hablan de una mujer cualquiera en términos abstractos, sino de la que debería ser la esposa del futuro escriba. De ahí que buena parte de los temas desplegados en estos escritos estén relacionados con los roles de las mujeres como esposas y madres. 

Así, los temas más habituales a partir de los que se profieren los insultos son la falta de modestia y de moderación, la holgazanería, la dejadez en el cuidado del hogar y de los miembros de la familia, la falta de destreza en los trabajos relacionados con el tejido, la (in)satisfacción sexual del marido y la apariencia física de la esposa. Este listado de temas puede resultarnos familiar: y es que ¿cuáles son si no los temas estrella de los insultos que todavía hoy en día reciben las mujeres? 

Buen ejemplo de la vigencia de este tipo de insultos, que encasillan a las mujeres en unos roles determinados vinculados a lo doméstico —visto a su vez como un ámbito de segunda—, es la denuncia cíclica de las mujeres árbitras del habitual «vete a fregar los platos» que les profieren no pocas veces durante los partidos de fútbol que ellas arbitran. 

Los insultos y las descalificaciones, por lo tanto, nos ayudan, y mucho, a entender mejor en qué términos se establecen las relaciones de poder entre hombres y mujeres en un contexto social y cultural determinado.

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«En la casa donde hay cerveza, ella es su jarra. En la casa en la que hay sopa, ella es su cucharón» es uno de los insultos que se ponen en boca de una mujer en un diálogo conocido como Dos Mujeres. Considerar como ejemplo de la falta de moderación lo que se considera un exceso en el consumo de comida y de bebida por parte de una mujer evidencia cuán transversal en el tiempo y en el espacio es el control social de las mujeres en este ámbito. 

¿Cómo no recordar, leyendo este insulto, la reprimenda que prácticamente 4000 años más tarde recibiría Escarlata O’Hara en el film Lo que el viento se llevó (1939) cuando declaraba que iría a una fiesta de alto copete donde comería y bebería todo lo que le apeteciera? Mammy, su criada, le recuerda que, si lo hace, será el hazmerreír de todos sus posibles pretendientes. En ambos casos, pues, tanto en la Mesopotamia antigua como en los ee. uu. de finales del xix, el exceso en el consumo público de comida y de bebida está reñido con el ideal de buena esposa o de joven casadera.

Estatuilla femenina de Mari. Conocida como la «Dama del mantón», podría ser una princesa de la corte. Foto: ALBUM

En cuanto a la holgazanería, en otro de estos diálogos se acusa a una de las mujeres de «no hacer otra cosa que comer y dormir». De nuevo el aspecto de la comida es axial en la construcción de ciertos estereotipos de feminidad. Como lo es la cualidad de ser diligente y buena conocedora de algunas tareas, como las relacionadas con el tejido.

La importancia de saber tejer en la Antigüedad

Es interesante cuán transversal es la vinculación de las mujeres con el tejido en el mundo antiguo, tanto en los relatos míticos y literarios como en la realidad económica y cotidiana. Baste recordar al respecto en la tradición egea el caso paradigmático de Penélope, la esposa de Ulises, que desteje la tela que teje cada día mientras espera el retorno de su marido. 

Asimismo en el ámbito romano era habitual incluir las palabras lanam fecit en los epitafios de las mujeres de las élites, aludiendo de nuevo a sus cualidades como mujeres que se ocupaban del tratamiento de la lana y del tejido en el contexto doméstico. En el caso mesopotámico, los diálogos que nos ocupan muestran también el estrecho vínculo entre tejido y feminidad en estos términos: «ella todavía no ha entendido qué significa ser una mujer: ella no es capaz de arrancar la lana, ella no sabe hacer funcionar un huso».

La esencia de una mujer, por consiguiente, se forja gracias a la pericia con los tejidos, de modo que la falta de esta habilidad imposibilita no solo alcanzar el ideal de feminidad, sino la condición misma de ser una mujer.

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Además de la insistencia en la centralidad del trabajo textil, los insultos también recogen la importancia de otros aspectos relacionados con el cuidado del hogar y de las personas que en él habitan. Se asume que preparar la comida es un cometido básico para un buen cuidado de modo que en uno de los diálogos se acusa a una de las mujeres de «comprar siempre cerveza y traer comida preparada». 

Otras amonestaciones se dirigen a la obligación, por parte de la esposa, de satisfacer sexualmente al marido. Así en uno de los textos en los que es un hombre quien insulta a una mujer se afirma que «ninguno de los hombres que duermen con ella tiene placer en su vagina demasiado pequeña». 

Las referencias explícitas al aspecto y tamaño de los genitales femeninos, y la relación que estos factores tienen, en el imaginario mesopotámico, con el placer en las relaciones sexuales, es algo habitual no solo en estos textos escolares, sino en otros textos que reportan relatos y fábulas. Este es el caso, por ejemplo, del relato conocido como Enlil y Ninlil en el que la joven Ninlil rehusa la propuesta de mantener relaciones sexuales por parte de un chico llamado Enlil diciéndole «Mi vagina es pequeña, no sabe de grosores».

Panel figurativo con incrustaciones, hallado en Mari, con la imagen de un prisionero de guerra (muchas mujeres padecían este destino) Foto: ASC

El último tema estrella muy presente en los textos que aquí nos ocupan es el aspecto físico de las mujeres. Tener un buen físico y gozar de éxito en la «pesca» de marido son factores que se presentan como causa y efecto. En consecuencia, y teniendo en cuenta que casarse se muestra como objetivo primordial y situación ideal para las mujeres de la élite, las críticas van dirigidas a todas aquellas que por un motivo u otro no se ajustan a un determinado canon de belleza. 

Es habitual que en el tratamiento peyorativo del aspecto físico aparezcan símiles con las tortugas. Observaciones como «¡Estos pies son pies de tortuga!» o «Ella tiene el amplio pecho de una tortuga, que como un pez no tiene miembros», evidencian que las tortugas no eran ejemplo de lo bello.

Otro aspecto que se destaca como emblema de fealdad es el vello en ciertas partes del cuerpo cuya presencia se asocia al género masculino. En este sentido es paradigmático el caso del bigote que mencionábamos anteriormente: «Realmente le está saliendo bigote ». 

De nuevo los paralelismos con nuestro mundo contemporáneo saltan a la vista. No obstante, recientemente, a inicios de 2020, un grupo de mujeres cansadas de nadar contracorriente depilándose un vello facial que reaparecía obstinadamente, fundó el colectivo Som Barbàrie que organiza encuentros de mujeres barbudas, como ellas mismas se autodenominan, para hacer visible cuánto sufrimiento puede acarrear tratar de alcanzar siempre los ideales de belleza. 

Reflexionando sobre cómo resuenan todavía ahora los estereotipos de la esposa ideal en los textos mesopotámicos, cabe preguntarse hasta qué punto estos y las expectativas en lo referente a las mujeres han cambiado. Cuánto puede ayudarnos estudiar el pasado. 

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