Descubriendo la grandeza: el mundo asirio del norte revelado

La grandeza de esta civilización se despliega en cada rincón. Desde las majestuosas ciudades como Nimrud hasta el imponente Assur, descubre los secretos mejor guardados de una cultura rica en historia, poder y legado. Explora las maravillas de un mundo asirio del norte que dejó una huella imborrable en la Historia.
Detalle de relieve con la representación de una escena bélica

Aunque la etapa más conocida de Asiria es la que le llevo a dominar el Próximo Oriente durante los siglos x–vii a. C., la historia de este reino se remonta mil años más atrás. Los historiadores dividen a esta civilización en tres etapas: paleoasiria, mesoasiria y neoasiria, que son las que nos han aportado una mayor riqueza de textos. 

Estas etapas coinciden con los periodos de expansión del imperio, con reyes de fuerte carácter militar que, mediante sus conquistas, convirtieron a Asiria en una de las potencias del mundo conocido.

La sociedad asiria era de marcado carácter militar, lo que se puede entender por la ausencia de fronteras naturales en el corazón de su territorio (el triángulo formado por Nínive, Assur y Erbil). Esto convertía los fértiles campos asirios en presa fácil para los reinos vecinos o grupos de nómadas que quisieran saquear sus tierras. Quizá la necesidad de mantener una constante fortaleza militar fue un fuerte componente tanto de la estructura social asiria como de su actividad expansiva.

La grandeza del Paleoasirio: conexiones históricas con las colonias de Anatolia

La típica imagen de imperio guerrero y conquistador que nos despierta Asiria no se corresponde con los datos más antiguos que tenemos de esta entidad. En sus inicios, de hecho, los asirios destacaron más en la faceta comercial que en la política o la militar.

Asiria debe su nombre a Assur (hoy al-Sherqat, Irak), una ciudad a orillas del Tigris que, a comienzos del segundo milenio a. C., pugnaba con otras ciudades-estado (Eshnunna, Isin, Larsa, Mari, Babilonia…) por la supremacía en Mesopotamia tras la caída de Ur III. Assur se halla en una zona geográfica con condiciones propicias para el desarrollo de la agricultura, pero, sobre todo, era un enclave estratégico perfecto para las rutas comerciales que recorrían el Creciente Fértil de sur a norte y de este a oeste.

Muy lejos de Assur, en las ruinas de Kanesh (hoy Kultepe, Turquía), se hallaron 20 000 textos que reflejan la actividad comercial de una importante colonia asiria (llamada kārum) hacia los años 1910-1830. Este archivo demuestra que los asirios desarrollaron una lucrativa red comercial en la que circulaban estaño procedente de Afganistán (fundamental para fabricar bronce), telas procedentes de Babilonia, y el oro y la plata que se extraían en Anatolia.

Ruinas del palacio hitita en Kanesh (hoy Kültepe, Turquía). Foto: ASC

Grupos de comerciantes organizaban caravanas de asnos cargados de estaño y tejidos y, repartiéndose los gastos del viaje, recorrían los mil kilómetros que separaban Assur del kārum de Kanesh.

El viaje duraba alrededor de 50 días y era imposible realizarlo durante los meses de invierno, ya que en el trayecto había que atravesar los montes Tauro. Los viajeros debían pagar o negociar con los gobernantes de los territorios que recorrían para conseguir protección contra posibles asaltantes. A pesar de los riesgos, el negocio resultaba muy rentable para los comerciantes, que obtenían en Anatolia el doble o el triple del precio que costaban sus productos en Assur.

Durante el tiempo que reflejan los textos hallados en Kanesh, esta red comercial parece haber estado en manos de los propios comerciantes, sin un palacio real que controlara toda la maquinaria administrativa. Los reyes, de hecho, no tenían mucho más poder que el resto de la comunidad. Ese panorama cambio abruptamente con la llegada de Samsi-Adad (ca. 1808-1776), el primer rey que expandió notoriamente los límites de Assur.

Samsi-Adad conquisto Assur desde la vecina Ekallatum, su reino original. Continúo expandiendo sus dominios a costa de Mari y Apum, llegando hasta el rio Balikh. Para controlar todo este territorio, Samsi-Adad se instaló en su nueva residencia real, Subat-Enlil (hoy Tell Leilan, en el triángulo del Habur), y coloco a sus dos hijos al mando de ciudades estratégicas.

El mayor, Ishme-Dagan, controlaba la frontera suroriental del reino desde Ekallatum, mientras el menor, Yasmah-Addu, hacía lo propio con la frontera suroccidental desde Mari. Pero Yasmah-Addu no era un gobernante muy eficiente, dados los reproches de su padre en algunas cartas: ≪. ¿Cuánto tiempo más tendremos que guiarte en cualquier asunto? ¿Acaso eres un niño y no un adulto? . ¿No tienes barba en el mentón? ≫.

El reino creado por Samsi-Adad no le sobrevivió, ya que sus hijos fueron incapaces de mantener los dominios mas allá de Assur y Ekallatum. El vacío de poder fue aprovechado por Hammurabi de Babilonia para confirmar su dominio en Mesopotamia. Durante varios siglos, Assur quedo reducido a un reino menor del que poco o nada se sabe.

Enigma hurrita: desvelando los misterios de esta civilización

A comienzos del xvi a. C. se produjo un vacío de poder en el norte de Siria con la caída del reino de Yamhad y el saqueo de Babilonia (ca. 1595). Esto motivó el rápido ascenso del reino de Mitanni, a quien los asirios denominaban Hanigalbat, de población hurrita. Ante la falta de rivales fuertes, los hurritas crearon un vasto imperio en el espacio de unas pocas generaciones. 

Durante los reinados de Parattarna y Saustatar (siglo xv a. C.), Mitanni se expandía desde el sur de Anatolia y la costa mediterránea siria hasta los montes Zagros, más allá del río Tigris. En aquel momento, los asirios eran vasallos del Imperio hurrita.

En rojo el corazón del Imperio asirio. En naranja la extensión máxima del imperio. Foto: ASC

Fue entonces cuando Tutmosis III puso freno al avance de Mitanni, pero los dos grandes imperios acabaron por entenderse y establecieron lazos diplomáticos. El equilibrio político se estabilizó y dio lugar al llamado «Club de las Grandes Potencias», o, por ponerlo en términos del siglo xxi, el «G4» de la época: Egipto, Mitanni, Hatti y Babilonia.

El archivo diplomático egipcio de El Amarna (ca. 1365- 1335) incluye los contactos diplomáticos entre los faraones Amenofis III y Akhenaton con el rey Tusratta de Mitanni, que en un momento dado se enfrían hasta el punto de desaparecer, probablemente porque Mitanni daba ya muestras de decadencia.

La debilidad hurrita se debía tanto a luchas dinásticas internas como a la fortaleza de otros dos actores: Hatti y Asiria. El rey hitita Suppiluliuma conquistó casi todas las posesiones sirias de Mitanni y atrajo hacia su causa a Artatama II, un hermano del propio Tusratta, que murió asesinado. Al mismo tiempo, sin embargo, Suttarna III, hijo de Artatama II y posible asesino de Tusratta, cambió de bando y juró lealtad a Asiria, que también aprovechó hábilmente la crisis de Mitanni. 

Al mando de su rey Assur-uballit (ca. 1353–1318), Asiria se había desligado del dominio hurrita y se expandió desde el este hasta el punto de entrar en el selecto «Club de las Grandes Potencias», en detrimento de Mitanni.

Entre épocas: el poder y la cultura del Período Mesoasirio

No todo el mundo vio con buenos ojos la entrada de Asiria en el Club. Cuando Assur-uballit I estableció relaciones diplomáticas con Egipto, el faraón recibió airadas protestas del rey de Babilonia, Burna-Buriyash. Los hititas tampoco aceptaban al nuevo miembro, y con razón: el avance asirio e hitita en detrimento de lo que quedaba de Mitanni les convertía, por fuerza, en rivales.

Traicionado por Suttarna III, Suppiluliuma le devolvió la jugada y ayudó a Sattiwaza, el hijo de Tusratta, a recuperar el trono de Mitanni. A cambio, Sattiwaza se convirtió en vasallo de Hatti y lo poco que quedaba del Imperio hurrita no fue ya más que un estado-tapón de los hititas para frenar el avance asirio. Este contexto no duró, ya que Asiria pronto absorbió a Mitanni y a mediados del siglo xiii ya controlaba la ribera este del Éufrates.

Las hostilidades entre Hatti y Asiria eran difíciles de ocultar; cuando Adad-nirari I escribió a un rey hitita llamándole «hermano» (tal y como se llamaban entre sí los reyes de las grandes potencias), este le respondió: «¿Por qué debería yo hablarte de hermandad? ¿Acaso tú y yo nacimos de la misma madre?».

El siglo xiii a. C. se caracteriza por los largos, estables y victoriosos reinados de Adad-nirari I, Salmanasar I y Tukulti-Ninurta I. Bajo su liderazgo, Asiria llegó a hacerse con zonas del norte de Siria, lo que provocó un enfrentamiento directo con el rey hitita Tudhaliya IV en la batalla de Nihriya, a comienzos del reinado de Tukulti-Ninurta I. 

Asirios desollando vivos a sus prisioneros, en un bajorrelieve del palacio de Nínive. Foto: ALBUM

El ejército asirio derrotó al hitita, como después se jactaba Tukulti-Ninurta I en una carta que escribió al rey de Ugarit, un aliado de Hatti. El motivo de esta carta es intrigante: ¿estaba el rey de Asiria tanteando al de Ugarit para que se pasara a su bando?

A pesar del choque en Nihriya, las relaciones con Hatti mejoraron inmediatamente y el rey asirio viró su atención hacia el sureste. Allí, Tukulti-Ninurta derrotó a Kastilias IV, rey de Babilonia, saqueando la ciudad y anexionando su reino. 

Decidió construir una nueva capital, llamada Kar-Tukulti-Ninurta, pero el rey fue entonces objeto de una conspiración liderada por su propio hijo; asediado en su nueva ciudad, Tukulti-Ninurta murió asesinado. Desde entonces, Asiria combinó períodos de decadencia y recuperación militar hasta que, a mediados del siglo xi, había quedado otra vez reducida a su núcleo original.

Imperio neoasirio: la cúspide del poder en Mesopotamia

Sin duda, la etapa álgida fue el Imperio neoasirio (ca. 934-610), que, si bien no fue el primer imperio de la Historia, sí fue el primero que dominó toda el área del Creciente Fértil. Al frente de un ejército y de una sociedad altamente jerarquizados, la función principal del rey era la guerra, con el objetivo de obtener beneficios para su reino y para el dios Assur, llamado igual que la antigua capital.

El rey representaba el orden, y allá donde él no gobernaba reinaba el caos, lo cual servía para legitimar las conquistas militares. Gracias a las crónicas reales y a la rica documentación administrativa imperial, poseemos mucha información de la maquinaria neoasiria, aunque apenas contamos con datos de la gente que vivía fuera del palacio.

Tras un siglo de decadencia, Assur-dan II reemprendió una expansión que culminaron sus inmediatos sucesores, Assurnasirpal II y Salmanasar III. Estos dos reyes reconquistaron todo el territorio que había controlado Asiria en la etapa anterior; consolidaron su poder especialmente en las zonas fronterizas, desde las que lanzaban campañas más allá del Éufrates para traer botín y tributos de reinos del Mediterráneo.

También se emprendieron impresionantes proyectos constructivos: cuando Assur se quedó pequeña para la administración imperial, Assurnasirpal II reformó totalmente Kalhu y la convirtió en capital. También se rediseñaron importantes centros administrativos o fronterizos, como Dur-Katlimmu o Til-Barsip, rebautizada como Kar-Salmanasar. Aunque las incursiones más allá del Éufrates no pretendían ampliar las fronteras asirias, los reinos locales opusieron resistencia.

Una coalición encabezada por Damasco podría haber derrotado al ejército asirio en la batalla de Qarqar (año 853), aunque Salmanasar III afirmó haber vencido en sus inscripciones. Nuevas disputas dinásticas llevaron al imperio a la crisis tras la muerte de Salmanasar III; el dominio asirio sobre sus vasallos se tambaleó, especialmente en las fronteras del norte, amenazadas por el reino de Urartu.

Tiglat-pileser III (ca. 744–727) reestructuró la maquinaria asiria y, ahora sí, decidió ampliar las fronteras occidentales. Tanto él como Sargón II se anexionaron los reinos de Damasco e Israel, deportando a un gran número de sus habitantes a zonas remotas del imperio, y se aseguraron el vasallaje de Judá, que sirvió como estado-tapón ante Egipto. 

Assurnasirpal II rodeado de dos sirvientes. Relieve del palacio de Nimrud. Foto: ASC

En cambio, concedieron mucha independencia a las ciudades fenicias, cuyo comercio era muy importante para Asiria. En el corazón del imperio, Sargón II decidió construir una nueva capital, Dur-Sharrukin, que, tras su muerte, fue abandonada para trasladar la capitalidad a una renovada Nínive.

En el sur del imperio, someter a Babilonia fue siempre complicado, sobre todo cuando los caldeos, un pueblo del sur de Mesopotamia, competían también por ella. Durante el reinado de Senaquerib en Asiria, el dominio de Babilonia viró en varias ocasiones, hasta que el rey asirio logró derrotar al líder caldeo Mushezib-Marduk tras un asedio de 15 meses sobre Babilonia.

El Imperio neoasirio llegó incluso hasta el corazón de Egipto en tiempos de Asarhaddón y Assurbanipal. Este último tomó Tebas, hasta entonces dominada por una dinastía nubia (la xxv), aunque el vasallaje de Egipto fue muy breve. A mediados del siglo vii, Asiria había alcanzado su máxima expansión, durante el reinado de Assurbanipal, que también derrotó a Elam en el año 646.

Sin embargo, y por razones aún por esclarecer, el imperio comenzó a desmoronarse. Hacia el año 630 no se observa presencia asiria en la zona de Siria-Palestina; poco después del 610, Asiria ya no existía como entidad. Algunos apuntan a la excesiva concentración de poder en el rey como causa; otros, a la continua y abismal necesidad de recursos para mantener un territorio tan vasto.

La caída del imperio: los medos y los caldeos

Las típicas intrigas sucesorias tras la muerte de Assurbanipal provocaron la pérdida de Babilonia en manos de un jefe caldeo, Nabopolasar (626), que decidió invadir Asiria diez años después.

Mientras tanto, los medos, un pueblo proveniente de los montes Zagros, atacaron el corazón del imperio desde el este (615). Medos y caldeos se aliaron para derrotar a Asiria y tomaron Assur (614) y Nínive (612). Es posible que el rey asirio, Sin-shar-ishkun, no sobreviviera al ataque a la capital, y su sucesor, Asur-uballit II, huyó a Harran, desde donde intentó resistir el avance enemigo.

No se sabe qué sucedió a continuación, pero sí está claro que en el año 610 los territorios que habían pertenecido a Asiria en Mesopotamia, Siria y el Levante estaban ya bajo control de Babilonia. Desaparecida Asiria, los medos continuaron realizando incursiones en las áreas circundantes, lo que provocó que Babilonia construyera la famosa Muralla Meda entre el Tigris y el Éufrates.

Nabucodonosor II fue el más poderoso de los reyes caldeos de Babilonia y, aparte de embellecer la capital con sus famosas murallas y jardines colgantes, derrotó a Egipto en su lucha por Siria-Palestina en la batalla de Cárquemis (605). La dinastía caldea continuaría lidiando con pueblos de Anatolia, Egipto y grupos nómadas como los cimerios o los escitas hasta que el Imperio persa liderado por Ciro tomó Babilonia (539) y se hizo con el control de la región. 

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