Esa mezcla de sensaciones entre asombro, morbo y respeto recorre anualmente a los visitantes que, estando por primera vez en Egipto, tienen la suerte de observar, casi cara a cara, los restos momificados de los personajes más relevantes de una de las civilizaciones pretéritas más importantes del mundo. Poder admirar los rostros de faraones parece una nimiedad, pero es el resultado de un complejo ritual funerario cuyo objetivo principal era alcanzar el más allá. Si estás planeando una visita a Egipto y tienes curiosidad por visitar sus momias, desentrañamos los misterios de la momificación en el Antiguo Egipto.
La importancia de la momificación en la cultura egipcia
La momificación en el Antiguo Egipto, como proceso artificial para evitar la putrefacción natural del cuerpo de un difunto, ha sido desarrollada por numerosos grupos culturales. Sin embargo, fue en el Antiguo Egipto en donde alcanzó su máximo exponente, como resultado de una conjunción de técnicas estandarizadas llevadas a cabo por profesionales especializados.
El tratamiento del cadáver, cuyo objetivo principal era preservarlo, nace, entre otros factores, de la creencia en la existencia de otra vida diferente tras la muerte; por lo tanto, el cuerpo era un elemento fundamental en la liturgia de los antiguos egipcios.
Evolución del proceso a lo largo de 3000 años
El arte de la momificación no fue estático, sino que evolucionó significativamente a lo largo de los milenios. Desde sus inicios en el tercer milenio antes de Cristo hasta su declive con la llegada del cristianismo, el proceso experimentó numerosas transformaciones. En sus primeras etapas, los cuerpos se secaban naturalmente en las arenas del desierto. Con el tiempo, se introdujeron técnicas más sofisticadas, como el uso de resinas y aceites, que permitieron una mejor preservación. Cada periodo histórico aportó nuevas prácticas y refinamientos, reflejando tanto avances técnicos como cambios en las creencias religiosas.
Creencias sobre el más allá: Ka y Ba
Para ellos el jat (cuerpo) y la sombra o jaibit conforman la parte material de cada individuo y el Ka (fuerza vital y parte divina del sujeto) y el Ba (fuerza anímica similar al concepto de alma) su parte espiritual. Estos últimos abandonan el cuerpo tras morir la persona, pero es solo de forma momentánea, pues el Ba tenía que alojarse en él y cada noche volvía al cuerpo y podía reconocerlo gracias a la preservación por medio de la momificación.
Por ello, la pérdida o destrucción del cuerpo conllevaba la desaparición del Ba. De ahí surge esa necesidad de preservar el cadáver de la mejor manera posible y la diligencia con la que los egipcios trataban a sus difuntos.
El proceso de momificación
No hay que llevarse a engaño al contemplar esas momias, hoy en día célebres, como la de Ramsés II, Seti I o Tutankhamón, pues no siempre se obtuvo tal nivel de preservación. El proceso de momificación en el Antiguo Egipto varió durante todo su largo recorrido histórico. Durante los más de 3000 años que perduró esta técnica, la momificación pasó por diferentes etapas y estilos de embalsamar que fueron perfeccionando en las momias reales. Una complejidad comprobable en las descripciones tan detalladas de Heródoto.

Desde la muerte hasta la momificación
En general, el origen de la momificación en el Antiguo Egipto se sitúa a inicios del II milenio antes de Cristo, pues antes de esta fecha se mantenía la premisa de que los cuerpos eran depositados en hoyos en el desierto. Allí el cuerpo se secaba de forma natural por la acción de la arena caliente y la aridez del ambiente.
Sin embargo, estudios recientes han demostrado la utilización de resinas de pino, además de otras sustancias de origen vegetal y animal, que han sido halladas en envoltorios funerarios de lino en yacimientos del Neolítico Tardío y Calcolítico de Egipto, es decir, 1500 años antes de lo que se defendía.
Pese a lo temprano de estas fechas, se tiene mayor constancia del tratamiento de cuerpos con la finalidad de momificarlos a partir del 3000 antes de Cristo y ya en el Reino Antiguo se momificaba a los faraones, al igual que a su familia y a miembros de su corte.
Los embalsamadores y su papel esencial
El proceso de momificación en el Antiguo Egipto se mantuvo como privilegio reservado a esta minoría hasta el 2000 a. C., ya que en el Reino Medio la evisceración se vuelve un elemento más común y se extiende al resto de clases sociales. Esto derivará en diferentes tipos de momificación según el estatus social y nivel adquisitivo del fallecido, hecho que ha llegado a nosotros a través de Heródoto, el cual definía tres tipos de momificación adaptados a los recursos económicos que poseía la familia del difunto.
Los embalsamadores o wt eran bien considerados y respetados por el resto de la población y estaban estrechamente vinculados con los sacerdotes. Desde que una persona fallecía hasta terminar su proceso de momificación intervenían varias personas. Eran los encargados de llevar a cabo el complejo proceso de momificación y eran verdaderos profesionales experimentados en este cometido. Tanto en el Reino Antiguo como en el Reino Medio existía un equipo de embalsamadores reales que solo atendían al faraón y a sus allegados. En estos talleres reales fue donde se obtuvieron los mejores resultados en cuanto a preservación y momificación del cadáver.
Cabe mencionar que no se conoce mucho de los embalsamadores, pero debieron ser especialistas agrupados en gremios que eran los que atesoraban el arte y los secretos de la momificación, un conocimiento que pasaban exclusivamente a sus sucesores.
La evisceración y tratamiento de los órganos
Durante el Reino Nuevo, la momificación se generalizó y aparecen elementos característicos en el imaginario colectivo como la extracción del cerebro del difunto. Un refinado de la técnica que sigue in crescendo y que se mantiene durante el Tercer Periodo Intermedio. Aparecen entonces numerosas técnicas focalizadas en el aspecto estético del cadáver. Por ejemplo, el hecho de rellenar el interior del cuerpo eviscerado para otorgarle un mayor realismo.
La deshidratación: uso de natrón y resinas
Dicho tratamiento tan cuidado del difunto decrece en la Baja Época y el Periodo Grecorromano, que priorizan el uso de resinas para conservar el cuerpo. En esta época es en la que se deben encuadrar las descripciones de Heródoto, pues el historiador viajó a Egipto en el 450 a. C. Allí conoció de primera mano los secretos de la momificación. Finalmente, con la llegada del cristianismo en el siglo segundo después de Cristo, la momificación desaparece.
Es, por tanto, una técnica compleja, que fue variando desde sus orígenes y ajustándose a la demanda y a la complejidad progresiva que fue adquiriendo el ritual de enterramiento egipcio. Tampoco se puede obviar y es necesario resaltar la gran cantidad de animales que también fueron momificados.

Preparación estética y vendaje final
Después de la deshidratación, el cuerpo era sometido a una serie de cuidados estéticos. Se añadía pelo postizo, se pintaban las uñas y se decoraban los ojos para que el difunto tuviera una apariencia más realista. El vendaje era el paso final, donde el cuerpo se envolvía en finas capas de lino impregnadas de resina. Durante este proceso, se colocaban amuletos entre las vendas, asegurando la protección del difunto en su viaje al más allá. Una vez completado, la momia estaba lista para ser colocada en su sarcófago y acompañada en su viaje eterno.
Elementos sagrados y protección en el más allá
La momificación en el Antiguo Egipto no solo se centraba en preservar el cuerpo físico, sino también en proteger al difunto en su viaje al más allá. Los egipcios empleaban una variedad de amuletos y objetos sagrados que se colocaban entre las vendas de lino, cada uno con un propósito específico.

Amuletos y objetos sagrados
Un amplio abanico de especies entre las que se incluyen insectos (escarabajos peloteros), aves rapaces, peces, gatos, perros, gacelas, monos, cocodrilos y toros. Dichas momificaciones tenían lugar por diferentes motivos, ya sea porque eran mascotas del difunto, alimentos para el más allá, ofrendas a los dioses o por ser animales considerados sagrados.
Los amuletos eran esenciales en el proceso de momificación, ya que se creía que ofrecían protección contra las fuerzas malignas. Entre los más comunes se encontraban el pilar dyed, símbolo de estabilidad y fuerza, el ankh, que representaba la vida eterna, y el nudo tyet, asociado con la diosa Isis. Otros amuletos importantes incluían el udyat, o ojo de Horus, que proporcionaba protección y salud, y el escarabeo, que se colocaba sobre el corazón y simbolizaba la resurrección. Estos objetos sagrados eran cuidadosamente seleccionados y colocados para asegurar un tránsito seguro al más allá.
Variaciones en técnicas y jerarquía social
El proceso de momificación en el Antiguo Egipto no era uniforme para todos los individuos; variaba significativamente según el estatus social y los recursos disponibles. Esto reflejaba la estricta jerarquía de la sociedad egipcia, donde las técnicas más complejas y costosas estaban reservadas para la élite.
Momificación de la élite y faraones
Los faraones y la élite gozaban de los procesos de momificación más sofisticados y elaborados. Estos incluían la utilización de materiales costosos, como lino de alta calidad y resinas exóticas, así como una mayor cantidad de amuletos y objetos sagrados. La momificación de los faraones era un evento de gran importancia, ya que se consideraba esencial para garantizar su inmortalidad y su capacidad para gobernar en el más allá. Los embalsamadores empleaban técnicas avanzadas para asegurar que el cuerpo se mantuviera en perfectas condiciones, reflejando el poder y la divinidad del faraón.
Aplicación en animales: un aspecto cultural
La momificación no se limitaba a los seres humanos; también se aplicaba a los animales, que tenían un papel importante en la cultura egipcia. Los animales eran momificados por diversas razones: como mascotas del difunto, ofrendas a los dioses o por ser considerados sagrados. Entre los animales momificados se encontraban gatos, perros, aves, cocodrilos y toros, cada uno con su propio significado simbólico y religioso. Estas prácticas reflejan la profunda conexión de los egipcios con el mundo animal y su creencia en la continuidad de la vida en todas sus formas.

Desde la muerte hasta la momificación
Del propio proceso de momificación se tiene constancia gracias a diversas fuentes escritas. Algunas de ellas hacen referencia a textos anteriores como el papiro Bulak 3, Vindob. 3873 y el papiro Louvre 5158, así como las descripciones realizadas por Heródoto en el 450 a. C. y otras posteriores realizadas por Diodoro Sículo y Porfirio.
Son diferentes aportaciones que, junto a los innumerables hallazgos arqueológicos, arrojan luz sobre esta técnica secreta en diferentes periodos. De igual forma, los diversos tipos de momificación constatados en las evidencias materiales dejan claro que no todas las personas se momificaron igual, o mejor dicho, no todas podían acceder a un procedimiento tan completo como el realizado a los faraones y nobles.
Reflejo de una estricta jerarquía
La mayoría de procesos mencionados han ido cambiando o introduciéndose en diferentes momentos del Antiguo Egipto. Existieron variaciones en cuanto al número de incisiones, número de vendas y su disposición, ausencia o presencia de evisceración, tipo de sustancias utilizadas, cantidad de amuletos, etc.
Los tratamientos completos de cada época solo estaban al alcance de la clase dirigente y sobre todo de los faraones. El resto de la población recurría a otros más baratos. Tal y como describía Heródoto en sus tipos de momificación, esto reflejaba una sociedad estrictamente jerarquizada donde para llegar al más allá se debía pagar un precio.
Según nos cuenta Heródoto, en las momificaciones más baratas no se optaba por la evisceración. En cambio, introducían o inyectaban diferentes sustancias por el ano, con la finalidad de disolver los órganos.

Momificación: de élite a práctica común
Con el tiempo, la práctica de la momificación se extendió a diferentes clases sociales, convirtiéndose en un ritual más accesible para la población en general. Este cambio fue impulsado por la evolución de las técnicas y la disponibilidad de materiales, lo que permitió que más personas pudieran asegurar su paso al más allá.
Expansión de la práctica en diferentes clases sociales
Durante el Reino Medio, la momificación comenzó a extenderse más allá de la élite, permitiendo que personas de diferentes estatus sociales accedieran a este ritual. Aunque las técnicas y materiales utilizados variaban según los recursos de cada familia, el objetivo seguía siendo el mismo: preservar el cuerpo y asegurar la vida eterna. Este cambio reflejó una democratización de las creencias religiosas y una adaptación de las prácticas funerarias a las necesidades de una sociedad en constante evolución. La momificación, en sus diversas formas, se convirtió en un elemento unificador de la cultura egipcia.