La leyenda de Fu Hao: la esposa, general y sacerdotisa que desafió los roles de género en la antigua China

Fu Hao fue una mujer excepcional que rompió los moldes de su época. ¿Quieres conocer más sobre esta fascinante figura histórica? Te invitamos a leer el primer capítulo del libro ‘Malas y cabronas’, escrito por Javier Sanz y publicado por Pinolia.
La leyenda de Fu Hao

La historia suele estar escrita por los hombres y para los hombres, relegando a las mujeres a un papel secundario o invisible. Sin embargo, muchas de ellas fueron protagonistas de grandes gestas y de terribles atrocidades, desafiando las convenciones sociales y las limitaciones impuestas por su género. ¿Quiénes fueron estas mujeres que se atrevieron a cambiar el curso de la historia con su valor, su inteligencia y, en algunos casos, su crueldad?

Javier Sanz, autor del blog Historias de la Historia y de varios libros de divulgación histórica, nos ofrece en su última obra, Malas y cabronas (publicado por la editorial Pinolia), un compendio de relatos apasionantes que destacan la osadía de mujeres que fueron heroínas, guerreras y, algunas de ellas, auténticas villanas desalmadas. 

El autor nos muestra cómo, a lo largo de la Historia, las mujeres protagonizaron grandes hazañas y terribles crímenes. Semíramis, la reina guerrera de Asiria; Fu Hao, la esposa, general y sacerdotisa de China; Boudica, la líder celta que se enfrentó a Roma; Zenobia, la soberana que desafió a los emperadores; Lagherta, la valiente vikinga que dominó los combates; y Grace O’Malley, la pirata irlandesa que deslumbró al mundo. Estas son algunas de las mujeres que el autor nos presenta en este libro, que nos revela la historia oculta de las malas y cabronas.

Malas y cabronas rinde homenaje a estas figuras extraordinarias que se alzaron contra las adversidades, trascendiendo las limitaciones impuestas por la sociedad y la guerra, para demostrar que las mujeres han sido tanto arquitectas de la paz como combatientes incansables, aunque muchas de ellas hayan caído en el olvido.

Si quieres saber más sobre estas mujeres fascinantes y sorprendentes, no te pierdas la oportunidad de leer en exclusiva el primer capítulo de este libro, que te ofrecemos a continuación. Descubre cómo Javier Sanz nos introduce en el mundo de las "malas y cabronas" de la historia, con un estilo ameno, riguroso y entretenido. ¡No te arrepentirás!

Unos llevan la fama (Mulán) y otras cardan la lana (Fu Hao), escrito por Javier Sanz

Da igual si hablamos de la Mulán de 1998, la película de animación, o de la de 2020, su versión con imágenes reales, porque ambas producciones de Disney están basadas en la leyenda de Hua Mulan (siglo VI), la historia legendaria de esta joven china que, para evitar el alistamiento de su anciano y enfermo padre, se viste como un hombre y decide enrolarse en el ejército imperial para hacer frente a la invasión de los nómadas del norte. Estuvo luchando durante doce años y se convirtió en un respetado guerrero. Cuando el emperador pretendía otorgarle honores por los servicios prestados, la joven (bueno, ya no tan joven), entendiendo que no había hecho nada extraordinario, regresó a su casa, junto a los suyos. Por primera vez, la protagonista de una película de Disney rompía los estereotipos y demostraba que había otras mujeres que no eran princesas de cuento de hadas o muñecas de porcelana, y que —¡manos a la cabeza!— podían ser audaces, valientes y emprender aventuras más arriesgadas que buscar a su príncipe azul. Lógicamente, no seré yo quien le diga a Disney en qué personajes debe basar sus películas, pero si querían una mujer guerrera, de armas tomar, real, con los ojos rasgados y a la que, aun siendo princesa, la habrían echado a patadas si se hubiese presentado al casting de Blancanieves, Cenicienta o La bella durmiente, tenían a Fu Hao. 

En torno al 1700 a. C., la dinastía Shang, la primera sobre la que hay evidencias históricas de lo que será el origen de la actual china, expulsó al último representante de los Xia, un monarca tiránico y despótico. Con las reales posaderas asentadas en el trono, esta nueva dinastía amplió sus dominios por la llanura del río Amarillo, instauraron un sistema político en el que los diferentes territorios estaban dirigidos por gobernadores locales, construyeron ciudades amuralladas y fundaron Yin (actual Anyang), la capital. cuando hablamos de que es la primera sobre la que hay evidencias históricas, la más palmaria de todas ellas es la escritura (en sinogramas), que aparece en los llamados huesos de oráculo, caparazones de tortuga y huesos de animales en los que se grabaron un gran número de caracteres. Estos registros de adivinaciones proporcionan información de monarcas, batallas e incluso de cuestiones del día a día. 

Legendaria emperatriz de Japón. Utagawa Kuniyoshi / Wikimedia

Aunque la época de máxima expansión territorial de los Shang se alcanzaría en tiempos de Zu Yi, sobre todo gracias a los carros de combate, el período que marcó el punto de máximo apogeo estuvo protagonizado por un matrimonio formado por el emperador Wu Ding y su esposa Fu Hao, que ejerció de reina, de general de los ejércitos y de alta sacerdotisa. Una superwoman de la Antigüedad. Que en el siglo XIII a. C. una mujer se convierta en el mejor de todos los generales es para dudar y pensar que tiene más de leyenda que de realidad, hasta que en 1976 se descubrió su tumba a las afueras de Anyang, una de las mejor conservadas de su época, y se demostró que la realidad superaba a la supuesta leyenda. En la cámara funeraria de Fu Hao, además del típico ataúd lacado, se encontraron unos cuatrocientos objetos de bronce, entre armas y vasijas rituales; más de setecientas piezas de jade y marfil; centenares de huesos de oráculo con mucha información de la época y de nuestra protagonista; miles de cauríes (conchas de pequeños moluscos marinos utilizados como monedas), y los cuerpos de dieciséis esclavos para que le sirviesen en el más allá. Para los Shang, el yue (hacha de guerra) representaba un símbolo de poder y, lógicamente, cuanto más grande, más poder, pues la que se encontró entre el arsenal de la reina, con su nombre grabado, es uno de los más grandes hallados hasta la fecha. Casi ná, el poderío de esta mujer. 

Wu Ding, que reinó durante más de medio siglo y fue un gobernante modelo, se preocupó desde el principio por el bienestar de los suyos, y para ello tuvo que poner fin a los frecuentes enfrentamientos con los territorios vecinos. Así que, partidario del «haz el amor y no la guerra», optó por la vía diplomática y firmó alianzas con sesenta reinos. Incluso llegó a convertirse en mediador en las disputas entre otros reinos, los cuales aceptaban sus sentencias. Eso sí, cada alianza suponía una boda con una princesa del reino en cuestión, por lo que se juntó con un harén de sesenta esposas. Y Fu Hao era una de ellas. En poco tiempo, consiguió ganarse el favor de Wu Ding y convertirse en la favorita. Desde esa posición de privilegio, tuvo ocasión de estar cerca del poder y romper con el estereotipo de figura decorativa. Aunque no fuese muy frecuente, pase que el emperador tuviese a una esposa de consejera, pero ¡una mujer dirigiendo ejércitos! Eso ya era harina de otro costal. La realidad es que esta mujer debía de ser muy convincente, porque, ante la urgencia de enviar tropas a la frontera y ante la falta de generales, la emperatriz se ofreció al emperador y este le permitió ponerse al frente de su ejército. Además de su innegable poder de persuasión, igual también tuvo que ver que, como experta en las artes adivinatorias con huesos de oráculo, auguró la victoria si ella los comandaba. Y lo hizo, consiguió la victoria, demostrando valor y pericia. Desde aquel momento, el emperador la nombró general de sus ejércitos y, además, su sacerdotisa particular, ya que, a través del oráculo, tenía línea directa con los dioses. 

Samurai practicando poses para la batalla. iStock/lechatnoir

Fueron días de gloria para el emperador y su reino, y todo gracias a Fu Hao. Lideró varias campañas contra otros pueblos vecinos y nunca fue derrotada. Seguro que Sun Tzu, cuando escribió El arte de la guerra, tuvo en cuenta alguna de sus estrategias en la batalla, como la que planteó contra los Yinfang. Fu Hao se dio cuenta de que, debido a su inferioridad numérica, poco podían hacer ante el enemigo en campo abierto. Así que recomendó al emperador dividir el ejército, una parte, encabezada por Wu Ding, atacaría de frente, y la otra, dirigida por Fu Hao, esperaría a tender una emboscada en un lugar cercano. Así lo hicieron. Wu Ding atacó y, llegado el momento, siguiendo el plan de su esposa, ordenó la retirada hacia el lugar donde esperaba el grupo de Fu Hao. Las tropas de los Yinfang, crecidas por lo que parecía una victoria fácil, persiguieron al emperador y cayeron en la trampa. Fueron masacrados. Este es el primer registro de la historia de China en el que se tiene constancia de que se utilizasen tácticas de emboscada en una guerra. Fu Hao también demostró ser una mujer de recursos, como cuando el territorio de los Shang fue atacado por el oeste mientras el emperador defendía la frontera del este con el grueso del ejército. Ante la falta de soldados para hacer frente a los invasores del oeste, ya que la mayor parte estaba con Wu Ding, Fu Hao reclutó un nuevo ejército entre los presos que cumplían condena en las cárceles. Consiguió reunir un ejército de más de trece mil hombres y echar a los invasores. Lógicamente, y al igual que ocurría con el resto de los generales victoriosos, Fu Hao recibió feudos como muestra de agradecimiento por parte del emperador. Feudos que ella misma gestionaba y que le reportaban importantes ingresos que, también ella, administraba y gastaba.

Al final, pagó su vida non stop. Exhausta, se fue debilitando, apagándose como una vela, hasta morir con apenas treinta y cinco años. Wu Ding, abatido, ordenó construir un santuario junto al cementerio real, lugar que visitaba frecuentemente y ante el que realizaba sacrificios invocando su ayuda para que lo defendiese de los ataques enemigos. Por suerte para nosotros, como no fue enterrada dentro del cementerio real, donde las tumbas fueron saqueadas, la tumba de Fu Hao permaneció intacta.

Malas y Cabronas

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