En las primeras semanas de marzo de 1937 la provincia de Guadalajara se convirtió en el escenario de una de las primeras grandes batallas de la Guerra Civil. Mientras las tropas del bando sublevado buscaban cerrar el cerco sobre Madrid, las fuerzas republicanas presentaron una feroz resistencia en el transcurso de unos combates que pusieron a prueba la resistencia de ambos bandos. Las operaciones militares en Guadalajara pueden considerarse como una continuación de las desarrolladas en la batalla del Jarama unas semanas antes.

El fracaso de la toma de Madrid en noviembre de 1936, objetivo prioritario de los sublevados, había estabilizado los frentes en torno a la capital. Fue entonces cuando se aceleraron los preparativos de una nueva ofensiva que tendría como ambicioso objetivo avanzar desde Guadalajara para lanzar un nuevo ataque sobre Madrid y cortar las comunicaciones de la República con el Levante, cercando a todo el Ejército del Centro republicano y forzar así la caída de la capital.
Sobre el papel parecía factible y los mandos sublevados se mostraron optimistas. Además, contaban con el apoyo de las flamantes tropas italianas del Corpo Truppe Volontarie («Cuerpo de Tropas Voluntarias», CTV) enviadas por Mussolini. Siguiendo las órdenes del dictador italiano, deseoso de que sus soldados entrasen en acción acaparando la gloria de una decisiva victoria, el coronel Emilio Faldella, oficial de enlace de la misión militar italiana en España, propuso que se utilizase al grueso del CTV en un ataque que partiera de Sigüenza hacia Guadalajara. La oferta de Faldella no fue bien recibida por Franco y su Estado Mayor, partidarios de usar a los italianos en otros frentes formando unidades mixtas con españoles.
El 13 de febrero se celebró una reunión entre Franco y Faldella con el fin de limar diferencias y llegar a un acuerdo sobre el desarrollo de las operaciones. Al término de la misma se decidió continuar adelante con la propuesta italiana, respetando la libertad de acción del CTV, aunque se mantendría la formación de unidades mixtas con tropas españolas. Su flanco derecho estaría protegido por la División de Soria, gran unidad bajo el mando del general Moscardó formada por unos diez mil soldados que junto al contingente italiano componían un ejército que superaba los cuarenta mil hombres.

En el bando republicano, la 12.ª División dirigida por el coronel Víctor Lacalle Seminario guarnecía el sector del frente entre Somosierra y Guadalajara. Compuesta por unos diez mil efectivos, se repartían en dos sectores, al mando del comandante Nieto y del teniente coronel Flores, respectivamente. Aunque la moral de los republicanos era alta, los soldados y milicianos estaban escasamente adiestrados y armados, ocupando posiciones que habían sido fortificadas precariamente. Así lo pudo comprobar el general Miaja en una visita al frente, ordenando el envío inmediato de una compañía de carros de combate T-26 de fabricación soviética para reforzar a las tropas desplegadas. La aviación, sin embargo, contaba con un buen número de cazas y bombarderos que concedía la superioridad aérea republicana sobre el enemigo.
Convencidos de sus posibilidades de éxito, los mandos militares del bando nacional decidieron lanzar la ofensiva sobre Guadalajara el 8 de marzo de 1937. La responsabilidad de ejercer como punta de lanza del ataque recayó en la 2.ª División Fiamme Nere, integrada exclusivamente por soldados italianos del CTV. El plan contemplaba su avance por la antigua Carretera de Francia, trazado sobre el que actualmente discurre la autovía A-2 Madrid-Zaragoza, dividida en tres columnas que debían converger para romper el frente republicano. La 3.ª División Penne Nere debía aprovechar la velocidad que le conferían sus medios motorizados para progresar rápidamente hacia Torija y Guadalajara, mientras la 2.ª División protegía su flanco izquierdo. La 1.ª División Dio lo Vuole y la 4.ª Littorio permanecerían en la reserva.
Según este plan, el peso de las operaciones del bando nacional recayó en las hasta entonces animosas tropas italianas, que confiaban en que la victoria fuera un paseo militar, tal y como esperaba Mussolini. Mientras tanto, a la 2.ª Brigada de la División Soria, formada por soldados españoles, le correspondió la incómoda misión de avanzar a pie por el estrecho corredor entre los ríos Henares y Badiel, terreno agreste por el que tendría que abrirse paso. Apoyados por elementos de la 1.ª Brigada, su objetivo era alcanzar Colmenar Viejo estrechando el cerco sobre Guadalajara.
El «Corpo Truppe Volontarie»
El envío de aviones de transporte para colaborar en el puente aéreo que se organizó para transportar a la península las tropas del Ejército de África marcó el inicio de la implicación de la Italia fascista en la Guerra Civil. Mussolini, deseoso de involucrarse directamente en el conflicto, dictó órdenes para enviar a los militares españoles sublevados remesas de material bélico que llegaban a los puertos portugueses y eran transportadas por carretera hasta la frontera española.

A los aviones de transporte enviados en un primer momento no tardaron en unirse escuadrillas de cazas italianos que entraron inmediatamente en combate contra los aparatos de la FARE, las Fuerzas Aéreas de la República española. Bajo el nombre de Aviación Legionaria, el cuerpo aéreo expedicionario italiano participó en numerosos bombardeos estratégicos contra la retaguardia republicana, incluyendo el ataque contra Guernica, donde los cazas italianos escoltaron a los bombarderos de la Legión Cóndor.
Pero fue sin duda en el plano de las fuerzas terrestres donde la Italia fascista centró sus mayores esfuerzos. Tras el fracaso de la ofensiva sobre Madrid lanzada por los militares rebeldes, Mussolini decidió el envío de tropas del Ejército a luchar a España. El 23 de diciembre de 1936 desembarcaron en el puerto de Cádiz tres mil soldados italianos al mando del general Mario Roatta. En enero de 1937, el contingente italiano había alcanzado la cifra de 44.000 hombres, entre soldados regulares y voluntarios de los «camisas negras». En un principio, el cuerpo expedicionario recibió el nombre eufemístico de «Misión del Ejército italiano», para a finales de febrero ser rebautizado con el de Corpo Truppe Volontarie.
Organizado en cuatro divisiones compuestas exclusivamente por tropas italianas y dos mixtas junto con soldados españoles, en marzo de 1937 las tropas italianas destinadas en España sumaban cincuenta mil soldados. Un mes antes, el CTV había recibido su bautismo de fuego al participar en los combates librados por la conquista de Málaga. Pero Mussolini no se conformó con una victoria menor y ordenó que sus tropas participasen en la nueva ofensiva que se estaba preparando sobre Madrid. Sin embargo, la fuerte resistencia planteada por las fuerzas republicanas en la batalla de Guadalajara hizo que las cosas no salieran como Mussolini había deseado. Los italianos sufrieron graves pérdidas que les obligaron a reorganizar sus fuerzas y replantearse su participación en el conflicto.
Malos presagios
Tal y como se había planificado, el 8 de marzo comenzó la ofensiva. El día amaneció frío y con una molesta lluvia persistente, duras condiciones climáticas que dificultaron los movimientos de las tropas. Los soldados italianos de la 2.ª División Fiamme Nere, bajo el mando del general Coppi, ralentizaron su marcha por culpa del barro, mientras la 2.ª Brigada de la División Soria progresaba a duras penas. La lentitud exasperante que caracterizó los primeros movimientos de las unidades sobre el campo de batalla no pareció un buen presagio, extendiendo la preocupación entre los mandos del bando nacional.
Los primeros combates se produjeron al mediodía a ambos márgenes del trazado de la Carretera de Francia. Los caminos impracticables y la resistencia republicana detuvieron el avance apenas iniciado. Las dificultades para mantener el contacto entre las unidades impidieron que el ataque fuera coordinado y al final del día resultó evidente que no se alcanzarían los objetivos previstos. La brecha abierta en el frente republicano era estrecha y tenía escasa profundidad. Por si todo esto fuera poco, debido al mal tiempo la Aviación Legionaria italiana no pudo despegar de los aeródromos para apoyar a las unidades terrestres.

Los nervios se extendieron entre los comandantes del bando nacional, que no habían esperado encontrarse con tal cúmulo de problemas el primer día de lucha. Cuando se supo que el general Miaja había ordenado el envío a la zona de refuerzos republicanos, el general italiano Mario Roatta, comandante en jefe del CTV, pidió encarecidamente a Franco que atacase en el Jarama para inmovilizar a las reservas enemigas, petición que fue escuchada pero no atendida.
Cuando empezaba a cundir el desánimo ante estos primeros reveses, el 9 de marzo la situación mejoró. Las tropas italianas del CTV consiguieron tomar algunas de las poblaciones situadas en el eje del avance mientras los soldados españoles consiguieron rechazar un contraataque en el que los republicanos emplearon tanques. Sin embargo, a primera hora de la tarde Roatta tuvo que detener la progresión de sus tropas debido a un corte en la Carretera de Francia que los ingenieros italianos tardaron demasiado en reparar. Con la llegada de la noche se ordenó el cese de las operaciones, decisión controvertida forzada por la desmoralización y el cansancio de los soldados del CTV.
La falta de empuje del bando sublevado fue aprovechada por los republicanos para reforzar sus posiciones con el envío de la XI Brigada Internacional, formada en su mayoría por alemanes y austríacos, el Batallón Mangada N.º 15, adscrito a la 90.ª Brigada Mixta al mando de la cual se encontraba el mayor italiano Arturo Zanoni Baniotto, además de varias piezas de artillería y una compañía de tanques T-26. Estas fuerzas se situaron entre los kilómetros 80 y 83 de la Carretera en dirección a Zaragoza, ocupando varios cruces y muy cerca de la vanguardia de las tropas del CTV, que no reaccionaron ante su cercana presencia.
Exceso de confianza e indecisión
Al amanecer del día 10, los italianos tomaron la localidad de Brihuega, capturando a la guarnición republicana que la defendía. Este éxito generó un exceso de confianza entre el general Roatta y su Estado Mayor, satisfechos con lo que se había conseguido hasta entonces y confiando en encontrarse con escasa resistencia enemiga. Mientras tanto, los mandos nacionales seguían sin dar la orden de atacar en el frente del Jarama, permitiendo a los republicanos concentrar más reservas en torno a Guadalajara. En la noche del día 9 se completó el despliegue de los batallones Garibaldi, compuesto por italianos, los brigadistas franceses del André Marty y los voluntarios polacos del Dombrowsky, todos ellos integrados en la XII Brigada Internacional, junto a tres batallones españoles, la Brigada Móvil de El Campesino y más carros de combate T-26.

El 10 de marzo, la 3.ª División del CTV reinició el ataque dividida en dos columnas. La del flanco derecho consiguió repeler a los tanques enemigos mientras la situada a la izquierda fue frenada en seco por la enconada resistencia de los batallones Garibaldi y André Marty. Las tropas españolas de la División Soria obtuvieron algunos éxitos al tomar algunos pueblos, pero tanto unos como otros se las tuvieron que arreglar solos, al no contar con el apoyo de la aviación del bando nacional, inmovilizada en tierra por la persistencia del mal tiempo.
Tras la conquista de Brihuega y Trijueque, los italianos del CTV llegaron hasta el kilómetro 78 de la Carretera de Francia, enfrentándose a los efectivos de la XII Brigada Internacional. Ante el nuevo impulso tomado en su ofensiva por las tropas del bando nacional, el día 11 el general Miaja reorganizó sus fuerzas, creando el IV Cuerpo al mando del coronel Jurado y compuesto por la 11.ª División, dirigida por el político comunista Enrique Líster, la 12.ª del coronel Lacalle y la 14.ª del anarcosindicalista Cipriano Mera. A ellas se añadieron unidades de caballería, entre ellas un escuadrón montado de brigadistas internacionales. Lacalle acabó siendo sustituido por el vehemente comunista italiano Nino Nannetti, que no había dudado en manifestar su oposición al nombramiento del coronel Jurado, pues consideraba que el mando le correspondía a él por antigüedad.
Así estaban las cosas en un bando republicano que no supo explotar la indecisión de los nacionales. El 12 de marzo la XI Brigada lanzó un tímido contraataque con el apoyo de la aviación, pero el empuje republicano se acabó diluyendo en una serie de combates esporádicos en los días siguientes. El más cruento se produjo entre italianos de los dos bandos y tuvo como escenario el palacio de Ibarra, un caserón señorial a las afueras de Brihuega en el que se habían atrincherado cerca de quinientos italianos de la 2.ª Bandera Indomita de la 2.ª División Fiamme Nere del CTV. El 14 de marzo el batallón Garibaldi bajo el mando de su comisario político Ilio Barontini lanzó un ataque contra los muros del palacio con un grupo de asalto compuesto por tres compañías italianas protegidas en su flanco izquierdo por otras dos del batallón André Marty y un batallón español a su derecha.

Después de nueve horas de duros combates en los que se llegó a luchar cuerpo a cuerpo, los brigadistas consiguieron tomar el palacio, mientras una treintena de sus defensores lograban escapar. Los demás murieron o se rindieron. De estos últimos algunos fueron fusilados sumariamente antes de que Luigi Longo, comisario político de la XII Brigada, detuviera la matanza. Los prisioneros supervivientes fueron utilizados después por la República con fines propagandísticos, siendo exhibidos ante la prensa internacional y su documentación presentada ante el Comité de No Intervención en Londres para demostrar la implicación de las potencias fascistas en la Guerra Civil española.
Cambio de estrategia
Ante la falta de progresos relevantes en la ofensiva del bando nacional, el 15 de marzo se celebró una reunión entre Franco, Mola, Kindelán y Roatta. Durante el encuentro se puso de manifiesto la incapacidad de las baqueteadas tropas del CTV de continuar adelante y se decidió que pusieran fin a sus operaciones hasta el día 19, fecha a partir de la cual debían intentar expulsar a los republicanos de la zona de Brihuega y avanzar todo lo que pudieran.
En el bando republicano, el teniente coronel Jurado, el general Miaja y el teniente coronel Vicente Rojo también celebraron un encuentro para perfilar los detalles de un contraataque contra las líneas del CTV, previsto para el amanecer del 18 de marzo. Ese día, tropas bajo el mando de Cipriano Mera cruzaron el curso del río Tajuña sin ser detectadas y tomaron posiciones en el sector de Brihuega. A primera hora de la tarde los aviones republicanos comenzaron a bombardear las líneas italianas, coordinando su ataque con la artillería y el asalto de los hombres de Mera. El ataque sembró la confusión entre los italianos, que al creerse rodeados emprendieron una desordenada retirada hacia Brihuega. La resistencia presentada por unidades de la División Littorio evitó males mayores, permitiendo proteger un repliegue hacia posiciones defensivas que evitó el desastre.

Los mandos italianos del CTV también hicieron gala de una reincidente incompetencia militar, sin hacer nada por reagrupar sus fuerzas y plantear una defensa coordinada. Pero las unidades republicanas, sorprendidas por el éxito de su contraataque, tampoco supieron explotar su ventaja. El día 19 reanudaron su lento y cauteloso avance hacia el norte, encontrándose con las posiciones que habían ocupado los italianos, que en su repliegue habían abandonado gran cantidad de material militar. El día 22 lanzaron varios ataques infructuosos contra la línea del frente enemigo que fueron rechazados. Ante esta situación el cuartel general del IV Cuerpo de Ejército republicano ordenó mantener las posiciones defensivas en un frente que ya no se movería.
Resultado en tablas
De esta forma terminó la que fue conocida como batalla de Guadalajara. Su resultado final puede definirse en tablas. Los italianos del CTV consiguieron romper la débil línea enemiga pero sin conseguir ningún éxito importante. Guadalajara, objetivo principal de la ofensiva, no pudo ser tomada, mientras Madrid seguía siendo inalcanzable.

Las fuerzas republicanas, tras contener el ataque, lo rechazaron en todo el frente, obligando a las tropas del bando nacional a replegarse hacia sus puntos de partida. Durante aquellos días de marzo los mandos del Ejército Popular dieron muestras de una gran capacidad militar, coordinando las diferentes unidades con las que contaban y concentrándolas donde eran más necesarias. Sin embargo, no supieron aprovechar su ventaja para asestar un golpe definitivo al enemigo.
Con la perspectiva que da el tiempo, cabe preguntarse qué habría pasado si Franco hubiera lanzado finalmente el ataque de distracción contra el frente del Jarama. Las causas que le llevaron a incumplir su compromiso tal vez hay que buscarlas en su deseo de no sacrificar a sus propias tropas en beneficio de los prepotentes y fanfarrones fascistas italianos.
La consecuencia más inmediata de la batalla de Guadalajara fue la pobre imagen ofrecida por el CTV. Sus unidades mostraron un escaso valor combativo y una preocupante tendencia a la desmoralización. En este sentido hay que tener en cuenta que muchos de los soldados italianos consideraban la Guerra Civil como un conflicto ajeno en una tierra extranjera en la que no se les había perdido nada, mientras la elevada moral de los camisas negras voluntarios no fue suficiente para compensar su falta de preparación militar. A partir de esta batalla, y durante el resto de la guerra, el CTV perdió su independencia y fue puesto bajo el mando directo de generales españoles, participando en operaciones de escasa relevancia.
Las noticias sobre la marcha de la Guerra Civil en España acapararon el interés mediático en todo el mundo. En dura competencia periódicos y agencias de noticias enviaron a sus corresponsales para cubrir la contienda desde todos los frentes. Los combates en los alrededores de Guadalajara en los que se vieron implicados soldados del CTV despertaron especial interés y la prensa demandaba la colaboración de firmas relevantes para escribir las crónicas.
Un galán de Hollywood en la zona
Uno de los reporteros que acudieron a la zona de conflicto, como se diría hoy en día, fue el actor Errol Flynn, contratado por el magnate de la prensa William Randolph Hearst para que escribiera varios artículos para las publicaciones de su emporio editorial. El galán de Hollywood aceptó el encargo por una buena suma de dinero y por otro motivo que no ha sido suficientemente aclarado. Sus hagiógrafos afirman que también vino a España para hacer entrega en persona al Gobierno de la República de la ayuda recaudada entre las estrellas de la meca del cine; otras fuentes afirman que en realidad huía de su matrimonio traumático con la actriz francesa Lili Damita.

Al margen de las suposiciones, lo cierto es que Errol Flynn estuvo en España entre los meses de marzo y abril para recorrer el frente de Guadalajara y otros sectores. En las fotografías que acompañaron a sus crónicas podemos ver al actor recorriendo algunos de los escenarios de la batalla, como fueron las localidades de Brihuega y Torija, donde fue retratado acompañado por soldados y milicianos de la República. Su fama atrajo a numerosos lectores que de esa forma tuvieron noticia de la guerra que se libraba en España y de los combates que tuvieron lugar en una de las batallas más importantes de la Guerra Civil.
* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.