A los casi noventa años del inicio de la guerra de España, existe una abrumadora cantidad de literatura sobre ella. Sin embargo, todavía existen aspectos no suficientemente claros o tergiversados intencionadamente. Dentro del último aspecto, destaca la cuestión del armamento que llegó del exterior a ambos contendientes. A pesar de que la investigación documentada, seria y rigurosa ha avanzado considerablemente, aún existen grandes divergencias entre autores y una «guerra de cifras» lejos de cerrarse. A continuación, trataremos de realizar un balance lo más cercano posible a lo que fue la realidad. Somos conscientes de que las cifras reales nunca podrán averiguarse debido a la destrucción/pérdida de un volumen considerable de documentación.

Un breve «estado de la cuestión»
Desde prácticamente el fin de la contienda y durante mucho tiempo después, la historiografía relegó a discusiones más o menos contables la cuantificación de los recursos materiales y humanos con los que ambos bandos contaron para combatir al adversario.
En una primera etapa, el debate historiográfico sobre el significado de los apoyos exteriores y el envío, o no, de armamento se centró entre historiadores proclives a uno u otro bando en el arrojo mutuo de estadísticas más o menos distorsionadas, lejos de aportar documentación, para demostrar o, más bien, tratar de justificar quién recibió más ayuda: el triunfo franquista era más exitoso y rotundo si se demostraba que la ayuda soviética y de otros países que ayudaron a la República había sido superior a la enviada por Hitler y Mussolini, y viceversa: la derrota de la República se justificaba mejor si se demostraba que la ingente cantidad de ayuda enviada desde las potencias fascistas no tuvo contraposición con la recibida por la República.
Guerra de cifras
En estos años, en la España de Franco, historiadores, hagiógrafos y propagandistas del régimen, militares en muchos casos, publicaron libros y artículos con gráficos y tablas detalladas para demostrar que la hipótesis de que la no intervención había privado a los republicanos de armas era una patraña inventada por los «rojos». En suma, sostenían que la República pudo adquirir todo el armamento que quiso gracias al «expolio» del oro del Banco de España y que no perdió la guerra por falta de armas.
Como ejemplo tangible de lo dicho anteriormente, entre los muchos que se pueden traer a colación, sirva el de La revista de Aeronáutica (agosto de 1941) donde se recogió que durante la guerra los «rojos» habían dispuesto de la cifra, exageradísima, de 2.462 aviones, de los cuales 265 estaban ya en su poder el 21 de julio de 1936, 1.947 se habían importado y 250 se construyeron en España. Las primeras cifras de las que tenemos noticia sobre los aviones de los que dispusieron los franquistas las aportó el coronel José Gomá en 1958, quien señaló que los «nacionales» habían recibido 1.079 aviones frente a los 1.627 de los «rojos».

Por su parte, las memorias de los leales a la República y su causa estuvieron presididas, tradicionalmente, por una clara tendencia a olvidar, por no hablar de omitir, el ignominioso comercio armamentístico a la hora de ofrecer su interpretación de la guerra de España. Los escritores republicanos, algunos desde el exilio y otros tras regresar a España, durante los años sesenta, así como varios historiadores extranjeros empeñados en investigar el asunto con rigor, albergaron serias dudas sobre la versión oficial difundida por los historiadores franquistas y las cifras que esgrimían. Sin embargo, no pudieron apoyar con documentos sus argumentos, ya que hasta los años ochenta los archivos españoles solo estuvieron abiertos a los historiadores oficiales de la dictadura.
En esta primera historiografía republicana también se magnificó la ayuda recibida por Franco de las potencias fascistas. También se defendía que Gran Bretaña y Francia, liderando a otros países, habían manipulado, de acuerdo con sus intereses, la política de no intervención creada por ellas mismas y habían impedido o retrasado la llegada de armas a la República mientras que Hitler y Mussolini las enviaban a Franco sin ningún tipo de obstáculo.

Análisis parcial
En una segunda etapa, y tras desmitificar empíricamente las cifras exorbitantes de las primeras publicaciones franquistas, entre los círculos dirigentes de la dictadura siempre interesó subrayar dos aspectos esenciales: que las ayudas de las potencias fascistas a Franco y las prestadas a la República habían estado equilibradas, y que Hitler y Mussolini habían reaccionado a las acometidas soviéticas e incluso al inicial apoyo francés a un régimen deslegitimizado. Al anular la significación de la no intervención y poner en un nivel de paridad las ayudas exteriores a ambos bandos, el centro de atención se desplazó inevitablemente hacia la discordia interna: la República perdió la guerra por sus propios méritos. Pese a los avances y matices, la historiografía franquista siguió abultando considerablemente las cifras de la ayuda soviética o, en los mejores casos, hicieron estimaciones elevadas alejadas de la realidad. Por el contrario, se olvidaron de analizar las diferencias de cadencia y ritmo de envíos de material y hombres que llegaron a España.
Desde los años sesenta, los estudios en los que se abordó el suministro de armamento durante la guerra estuvieron vinculados a obras que trataron el aspecto militar de la misma, destacando autores como Martínez Bande, Ricardo de la Cierva, Casas de la Vega o los hermanos Salas Larrazábal. De sus obras se desprende que el Ejército republicano y las Brigadas Internacionales fueron una espectacular fuerza de combate, bien pertrechada a la que costó un gran esfuerzo derrotar. Se sobredimensionaba al Ejército republicano para realzar el genio militar de Franco.
La importancia del ritmo
En esa década aparecieron obras de síntesis de la guerra realizadas por autores extranjeros que, pese a estar superadas en gran parte, se consideran clásicas y de obligada lectura para todo estudioso de la Guerra Civil. Nos referimos a las obras de Southworth, Thomas, Jackson o Malefakis, entre otros. Pusieron en entredicho muchas de las tesis del régimen franquista y provocaron que en 1965 el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne, crease vinculado a su ministerio el Centro de Estudios sobre la Guerra Civil, dirigida por Ricardo de la Cierva.

Pese a la importancia de las cadencias de los envíos de hombres y de armamento, los historiadores profranquistas por regla general han prestado muy poca atención a las diferencias de los ritmos. El armamento llegado del exterior en las primeras semanas tras la sublevación tuvo una importancia en los planos táctico y estratégico mucho mayor que el que afluyó en los meses y años posteriores. Algunos autores sí lo han tenido en cuenta y analizado (Howson, Rybalkin, Merkes o Viñas). También hay que tener en cuenta los aspectos cualitativos; no tienen el mismo efecto las armas modernas que las anticuadas. Tampoco es irrelevante que los receptores las supieran integrar eficazmente en las operaciones o no.
Estudios posteriores, rigurosos y basados sobre fuentes archivísticas, apuntaron en la dirección contraria: por un lado, con el paso de los años y la aparición de nuevas investigaciones, se reveló la exageración de algunas de las afirmaciones de la historiografía franquista, lo que obligó a sus autores a matizarlas notablemente. Por otro, se observó que los republicanos en contadas ocasiones consiguieron más de una fracción de lo que necesitaban y, cuando lo hicieron, sufrieron largos retrasos y unos sobrecostes elevados, a nivel económico, físico y moral.

Material recibido vs. disponible
¿Con qué material exterior contó cada uno de los bandos en el primer año de guerra? La guerra de cifras entre historiadores sobre qué bando recibió más y mejor ayuda del extranjero no tiene visos de cerrarse. A pesar de todo, la historiografía seria y rigurosa ha ido avanzando lenta, pero inexorablemente en la cuantificación del armamento foráneo llegado a España durante la guerra. A continuación, expondremos los aviones, tanques, fusiles, ametralladoras… que recibieron tanto los republicanos como los sublevados en los primeros 12 meses de guerra.
En el caso de estos últimos, sus fuentes de suministros fueron, casi exclusivamente, la Alemania nazi y la Italia fascista. Expondremos las cifras máximas y mínimas que se manejan hoy en día, y les sumaremos el material incautado a los republicanos en barcos antes de arribar a algún puerto republicano. En el caso de la República, la cuantificación es mucho más compleja ya que, junto a la URSS y México, trató de aprovisionarse de armamento en el mercado negro, el cual le fue mucho más que hostil.
Las cifras que aportamos, las hemos obtenido de una investigación para una tesis doctoral, publicada en libro recientemente (Armas para la República. Contrabando y corrupción, julio de 1936-mayo de 1937) por Crítica, que nos hizo ver que son dos cuestiones diferentes comprar armamento con poder disponer de él en el campo de batalla de manera efectiva, aspecto que genera problemas y debates a la hora de cuantificar el armamento efectivo con el que pudo contar la República.
En cuanto al número de aviones, militares o civiles, disponibles realmente por la República por vías no soviéticas, es decir, adquiridos en el mercado negro entre julio de 1936 y junio de 1937, nuestra investigación arroja una cifra que se mueve en la horquilla comprendida entre 173 y 180 aparatos cuya procedencia y tipo se especifica en el cuadro que se recoge a continuación, obtenido de nuestro citado libro:

En el caso de los aviones adquiridos por la República en Francia en el primer año de conflicto en el apartado de cazas, nuestro estudio arroja que la horquilla de aviones disponibles para entrar en combate de manera efectiva gira entre un mínimo de 9 y un máximo 31, mientras para Molina la cifra asciende a 44 y Salas le salen 25. En cuanto a los bombarderos, la horquilla gira entre un mínimo de 20 y un máximo 22, mientras que Molina los sitúa en 23 y Salas en 22. La suma de cazas y bombarderos disponibles para entrar de manera efectiva en combate gira entre un mínimo de 29 y un máximo de 53, mientras que a Molina le salen 67 y a Salas 47. En cuanto a aviones de transporte/pasajeros, nos salen 35, frente a los 49 de Molina y los 61 de Salas. De entrenamiento hemos documentado 15, frente a los 35 de Molina y los 42 de Salas. De reconocimiento solo Molina afirma que la República adquirió 1. En total nuestra investigación arroja una horquilla de entre 10-117 de aviones franceses aptos para entrar en combate, frente a los 152 que señala Molina y los 167 de Salas.
En cuanto al cómputo global de aviones recibidos por la República, es decir, los enviados por la URSS (hemos seguido los cálculos de Rybalkin) y los adquiridos por vías no soviéticas, entre julio de 1936 y mayo de 1937, la República recibió entre 425-442 aparatos (de ellos 289 son soviéticos), muy lejos de los 809 recogidos por Salas (quien eleva a 497 los enviados por la URSS) y de los 716 de Molina (de ellos, 475 enviados por la URSS) quien se olvida que, al menos, 30 de ellos fueron apresados por los franquistas antes de llegar a la República.
Carros de combate y artillería
Frente a esta aviación republicana, los franquistas dispusieron, según Salas, de 682 aviones: 339 italianos, 318 alemanes y 25 de «otras procedencias». Por su parte, Molina eleva su número a 711: 333 alemanes, 339 italianos y 39 adquiridos «por otras vías». A ellos habría que sumar los que capturaron a los republicanos antes de llegar a España: 30 aviones (22 bombarderos ligeros checos Aero A-101 y 8 enviados desde México).
En nuestra investigación hemos recogido 73 barcos que transportaron material de guerra a la República, de los cuales, al menos seis cayeron apresados por los franquistas durante este primer año de guerra. Muchos de estos barcos ya habían sido documentados por otros historiadores. En la mayoría, hay discrepancias en cuanto a la cantidad y calidad del material que transportaron. Siguiendo los datos recogidos en nuestra investigación, tenemos que la República recibió por vías no soviéticas:

En cuanto a los carros de combate importados por ambos bandos, siguiendo el estudio de Molina, los franquistas recibieron hasta febrero de 1937 entre 143-145 (62 alemanes y 81 italianos recogidos por Coverdale y 83 según el propio Molina). Por su parte, la URSS envió a la República hasta mayo de 1937 256 carros T-26B. A ellos habría que sumar los 64 tanques Renault FT-17 llegados por vías no soviéticas.
En cuanto a las importaciones de artillería soviéticas, sin entrar en las algo más de la quincena de diferentes calibres recibidos, Rybalkin señala que, hasta principios de diciembre de 1936, llegaron 174 y Molina, en el mismo periodo, las eleva a 269 y hasta julio de 1937 señala que se enviaron 600 piezas. Ese último autor señala que Italia envió a Franco hasta ese mes de julio de 1937 697 piezas y los alemanes 451. En total, 1.148 piezas y que la República recibió por vías soviéticas y fuera de ellas 1332. Salas Larrazábal afirmó que la República recibió hasta marzo de 1937 887 piezas de artillería. Por su parte, Molina que a la República llegaron, por vías no soviéticas 102 piezas de artillería hasta diciembre de 1936, 410 hasta febrero de 1937 y 732 hasta julio de 1937.
A las cifras de Salas Larrazábal y de Molina para los sublevados, se debería sumar, al menos, el material de guerra recogido en el siguiente cuadro, ya que fue directamente almacenado en arsenales de los sublevados tras su incautación:

Ambos bandos de la contienda solicitaron material bélico a países extranjeros. Italia y Alemania colaboraron con Franco aportando armas y aviones y la Unión Soviética hizo lo propio con la República. De esta manera, con mayor o menor sofisticación, a los campos de batalla españoles llegaron los artefactos militares que aquí reflejamos.
* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.