¿Cómo se inició Claude Monet en la pintura?

A pesar de comenzar como caricaturista local, la relación con el pintor de paisajes Eugène Boudin fue determinante en el futuro artístico de Monet, quien acabaría convirtiéndose en uno de los fundadores del Impresionismo
Claude Monet, pintado por Pierre-Auguste Renoir

Al igual que les ha sucedido a lo largo de la historia a muchos artistas, fue un cambio en las circunstancias vitales de Oscar Claude Monet lo que resultó el factor determinante para su dedicación a la pintura.

Nacido en París en 1840 y segundo de los hijos de Claude Adolphe Monet y de Louise Justine Aubrée, cuando contaba cinco años de edad se trasladó con toda su familia a El Havre, una ciudad situada al noroeste de Francia, en la región de Normandía.

Claude Monet, pintado por Pierre-Auguste Renoir (1872). Ambos fueron amigos: se conocieron en la Academia Suiza. Foto: Album.

Su padre, comerciante, había tenido problemas económicos y tuvieron que acudir a la ayuda de su tía paterna, Marie Jeanne Lecadre, casada con un comerciante de especias al que le iba bien el negocio y que le ofreció trabajo.

Instalados muy cerca del puerto de El Havre, en la desembocadura del canal de la Mancha y del río Sena, el niño Claude Monet creció con la visión constante del mar, que le serviría posteriormente de inspiración artística y del que pudo observar a diario sus evoluciones en color, luz y condiciones meteorológicas. “El color es mi obsesión diaria, la alegría y el tormento”, confesaría Monet. Esa observación concienzuda de la naturaleza sería luego uno de los distintivos del impresionismo.

También fue fundamental en esos inicios como creador la presencia de su tía Marie Jeanne Lecadre, aficionada a la pintura y a la que iba a tener muy cerca para despertar su vena artística.

Playa de Sainte-Adresse, de Monet, cerca de El Havre, entonces un centro turístico de moda. Probablemente, un estudio para una pintura posterior. Foto: Album.

La prematura muerte de su madre, con dotes artísticas y amante de la pintura también, cuando él tenía solo diecisiete años, dejó a su tía como único apoyo familiar para el pintor que estaba gestándose. El joven Monet se vio sumido en una crisis personal tras su desaparición y quedó al cuidado de su tía, que tenía un pequeño estudio en el que pintaba de forma ocasional. Sus cuadros llamaron la atención de su sobrino, al que animó a profundizar en el arte.

Boudin, el casi maestro

Sus primeras obras fueron caricaturas que un Monet estudiante realizaba de sus compañeros y maestros, como Jacques François Orchard, considerado su primer profesor de dibujo, en la escuela secundaria de El Havre.

Caricatura del pintor Jules Didier, como hombre mariposa, de Monet. Foto: Album.

Muy pronto el joven Monet adquirió cierta fama local por su pericia con las caricaturas, que realizaba con carboncillo. De hecho, comenzó a exponerlas en una tienda de su localidad. Era una manera de ganarse la vida con la que tuvo cierto desahogo económico, pues muy pronto sus trabajos tuvieron notoriedad en la ciudad. Cobraba por ellos veinte francos. También realizaba a lápiz bocetos de barcos de vela, con gran detalle técnico.

Es curioso cómo, dotado de una gran capacidad para representar rostros con mucho detalle y minuciosidad, huiría, excepto en esta primera etapa, de la figura humana en el resto de su obra. Excepcionales fueron algunos retratos que realizó, más por necesidad que por gusto, cuando por problemas económicos precisaba de ingresos y los vendía a allegados para aliviar la carga familiar.

Pero fue en la papelería Gravier, donde se exponían sus caricaturas, donde su destino volvió a cambiar de nuevo. Cuando tenía 15 años se encontró con Eugène Boudin, cuya obra también se podía contemplar en ese mismo comercio de El Havre.

Boudin (1824-1898) era un pintor especializado en marinas de la costa normanda y que había seguido la tradición de los pintores holandeses del siglo XVII de forma autodidacta. Hijo de marino, enseguida vio el potencial del joven Monet y lo invitó a pintar con él al aire libre. Por aquella época, Boudin salía del estudio para analizar el paisaje en la línea de la Escuela de Barbizon (Corot, Millet, Rousseau...). Contaba 31 años y Claude Monet solo tenía 15. Al principio, Monet le dijo que no. No se sentía atraído por la forma de pintar de Boudin, pues consideraba que sus marinas eran demasiado “naturalistas”. Además, su familia no aprobaba la relación con el paisajista, de una clase social más baja.

Vista de una playa de El Havre por Eugène Boudin. Su pincelada, rápida, se mueve como el paisaje. Foto: Album.

Sin embargo, a pesar de todas las distancias iniciales, se entendieron bien al cabo de poco y se dedicaron a pintar durante dos años al aire libre. Monet se imbuyó de lleno del movimiento plen-air (pintar al aire libre) y lo reivindicó a partir de entonces. “Este es mi estudio”, decía refiriéndose a la naturaleza. “Nunca he tenido un estudio. Y personalmente no entiendo por qué a alguien le gustaría encerrarse en una habitación. Tal vez para dibujar, pero no para pintar”, refería. Boudin refrendaba esas afirmaciones: “Tres pinceladas al aire libre, en la naturaleza, son mejores que dos días de trabajo en el caballete”.

Esta pintura plein-air fue una verdadera revelación: “De repente, fue como un velo que se rasga; había comprendido, había captado lo que podía ser la pintura”.

Paisajes y marinas

A los 17 años, Claude dejó definitivamente los estudios y se dedicó por entero a la pintura, obsesionado con los paisajes marinos y campestres de los que había disfrutado durante su infancia y adolescencia y con las enseñanzas y conversaciones con Boudin. “Boudin enseñó a Monet la forma tradicional de dibujar paisajes al aire libre al óleo”, afirma Juan Ángel López-Manzanares, conservador del Museo Thyssen de Madrid. En este sentido, puede decirse que la obra de Boudin es una punta de lanza del impresionismo, pues en ella están los puntos clave que luego se encuentran en este, especialmente el profundo conocimiento de la naturaleza.

A Boudin se le reconocía como “el rey de los cielos” por su dominio de este elemento en sus obras, y así lo supo trasladar al aventajado Monet, que comienza a captar los efectos atmosféricos, el ambiente, la luz, lo instantáneo del paisaje natural, como lo había hecho en sus cuadros y bocetos Boudin. “Sus bocetos, hijos de lo que yo llamo la instantaneidad, habían llegado a fascinarme”, reconoció Monet.

Otra vista de El Havre del mismo pintor (Boudin), conocido como el “rey de los cielos”, influencia decisiva en Monet. Foto: Album.

Ambos realizaban bocetos en la playa o en el campo en tablillas y al óleo, con los que luego desarrollaban la composición definitiva en el taller. Compartieron esta forma de trabajar durante un tiempo, pero Monet comenzó a definir su propio camino. Así, mientras Boudin prefería salir en verano y otoño al aire libre, él elegía los meses menos concurridos de gente, en invierno y al comienzo de la primavera, para pintar fuera con más tranquilidad. Esos bocetos serían los precursores de las series o variaciones sobre el mismo motivo que caracterizarían la obra de Monet, recreando los sutiles cambios de luminosidad y ambiente de una escena concreta.

En menos tiempo

Ese gusto por la instantaneidad de las escenas, que hereda de Boudin, hace que vaya reduciendo progresivamente el tiempo de sus sesiones. Si comienza empleando media hora para captar los acantilados de Normandía, finalmente este tiempo se reduce a siete minutos por sesión para no perderse ningún detalle ni cambio. Las impresiones son cada vez más veloces, intentando imitar al ritmo de la naturaleza. Por otro lado, analizando las obras de los dos, se encuentran motivos comunes como las marinas, los paisajes normandos, las escenas de playa y los estudios del cielo mediterráneo. En esto ejerció sobre ambos una gran influencia Johan Barthold Jongkind (1819-1891), considerado asimismo uno de los antecedentes del impresionismo y experto en paisajes marinos, y con el que Monet tendría la posibilidad de contactar años más tarde. Ambos se han imbuido de la luz y los paisajes de Normandía y así se puede observar en sus obras.

Puesta de sol en Holanda, de Johan Barthold Jongkind (1873, óleo sobre tela). Foto: Album.

En el primer lienzo de Monet, Vista de los alrededores de Rouelles (1858), se recrea una escena con un pescador sentado a la orilla del río, con el cielo azul como protagonista. Es una escena que se ha comparado a Paisaje normando, de Boudin. Géraldine Lefebvre, autora de Monet au Havre. Les annes décisives, explica lo siguiente: “Con puntos de vista divergentes, los dos persiguen un mismo equilibrio relacionando los distintos planos de composición por medio del juego de los reflejos en el agua”. Y destaca cómo “mientras que Boudin propone una visión todavía pintoresca de la naturaleza, Monet ofrece una analítica que le permite construir rápidamente un paisaje impregnado de las más sutiles variaciones de la luz”.

Distanciamiento

Los caminos de ambos se separan en unos años: Boudin regresa al estudio y Monet prefiere siempre pintar al natural. Monet renueva, mientras que Boudin defiende su concepción pictórica, tal vez porque debe plegarse a un gusto más comercial que le facilita el sustento. Monet sigue adelante ensayando técnicas nuevas, sin miedo a la ruptura con respecto a movimientos anteriores. Es ambicioso y mira al frente. Boudin es más tímido y poco lanzado.

La relación entre ambos se enfría en ciertos momentos, aunque mantienen la correspondencia. En 1920, Monet reconoce sin tapujos la influencia del maestro: “Lo he dicho y lo repito: todo se lo debo a Boudin”. Al final de su vida, Boudin adopta los cánones del impresionismo. Su obra fue reconocida muy tarde, cuando cumplió 60 años. Monet lo invitó a la primera exposición impresionista en 1874 y tras su muerte participó activamente en la organización de una gran exposición póstuma. Boudin había sido el que primero había reconocido su talento y el artífice de que, en tan solo dos años, Monet pasara de exponer sus caricaturas en la tienda local de El Havre a trasladarse a París para intentar comenzar una carrera como pintor.

La llegada a París

Tenía 19 años cuando se trasladó a la ciudad de la luz para vivir más intensamente el mundo de la pintura. Su tía convenció a su padre para que le permitiera ir. Logró el apoyo económico de sus familiares que, sin embargo, se mostraron muy disgustados cuando decidió no ingresar en la prestigiosa Escuela de Bellas Artes de París. Monet prefiere formarse en la mucho menos tradicional Academia Suiza de Pintura, donde se hace amigo de varios pintores, entre otros, de Camille Pissarro (1830-1903).

Boulevard de Montmartre, de Pissarro (1897), de quien destacan sus escenas urbanas. Foto: ASC.

Corre el año 1859 y la Academia Suiza, situada en el muelle de los Orfebres, no tiene un plan de estudios estructurado y facilita un ambiente artístico pleno, librepensador. Allí el trabajo se realiza gracias a la participación de modelos, con los que se elaboran las obras al natural. No hay exámenes ni se dan consejos a los estudiantes.

Por entonces, según revela su correspondencia, Monet admira a los pintores realistas y naturalistas como Camille Corot (1796-1875) y Charles François Daubigny (1817-1878), que vienen a romper con lo establecido y que enlazan perfectamente con su espíritu.

Dos años después de su llegada a París, en 1861, Claude tiene que interrumpir su estancia, pues es llamado a filas para realizar el servicio militar, que duraba entonces siete años, y se traslada a Argelia. Pero a consecuencia de unas fiebres tifoideas, puede abandonar el ejército y volver a El Havre. Allí permanece seis meses hasta que logra curarse del todo. A raíz de esa convalecencia, conoce a Johan Barthold Jongkind, paisajista como Boudin y también amante de la pintura al aire libre, cuya influencia se deja sentir en toda su obra posterior, especialmente en la flexibilidad y amplitud de los trazos.

Gracias al apoyo de su tía, que pagó tres mil francos para que otro soldado lo reemplazara, Monet no tuvo que volver a Argelia para reanudar el servicio militar. Pero ha de cumplir una condición: instalarse en París de nuevo para seguir formándose como pintor.

Pintar y nada más

Recuperado de su enfermedad, regresó a París y retomó sus estudios artísticos en el taller de Marc Gabriel Charles Gleyre (1806-1874), tal como le había exigido su padre. El lugar no es de su agrado, pero continúa en él. Al tiempo, se relaciona con pintores que también se hallan en sus inicios: Pierre Auguste Renoir (1841-1919), Alfred Sisley (1839-1899) y Frédéric Bazille (1841-1880).

De todo el grupo, él es el más decidido a dejar el taller de Gleyre. En 1864 insta a sus compañeros a abandonarlo. “Vámonos de aquí; el entorno es malsano, falta sinceridad”, les conmina, según recoge Maurice Serltz en su obra El impresionismo. Y es que Gleyre y Monet no habían congeniado desde el principio, pues el primero lo acusaba de ser demasiado realista. Tras salir del taller, Bazille, Sisley, Monet y Renoir se dedican a copiar a distintos maestros del Louvre y luego trabajan al aire libre en Chailly-en-Bière, en el bosque de Fontainebleau, a unos sesenta kilómetros de París. Gracias a ellos, Monet se acerca a Édouard Manet (1832-1883). Y esa ya es otra historia.

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