Durante décadas, las cajas permanecieron allí, ocultas entre estanterías polvorientas en los archivos subterráneos de la Corte Suprema de Argentina. Eran apenas eso: cajas cerradas, sin más indicio que su vejez y unos símbolos que, a primera vista, podrían parecer irrelevantes. Pero bajo la luz de los focos y la curiosidad de los investigadores, lo que se halló dentro de ellas ha desencadenado una oleada de preguntas históricas que aún buscan respuesta. Documentos de propaganda, cuadernos rojos con esvásticas, postales, fotografías y listas con nombres cuidadosamente archivados. Un archivo completo de actividad nazi en Argentina salió a la luz este mes, 84 años después de haber sido retenido por las autoridades argentinas durante la Segunda Guerra Mundial.
El hallazgo se produjo de forma accidental mientras un grupo de trabajadores se preparaba para trasladar el archivo judicial a un nuevo museo. Fue entonces cuando tropezaron con las cajas selladas en lo profundo del edificio. Su contenido, ahora objeto de una investigación a gran escala, pone nuevamente sobre la mesa un capítulo incómodo de la historia argentina: su compleja y ambivalente relación con el Tercer Reich.
Un embarque sospechoso desde Tokio
La historia de estas cajas comienza en 1941, en plena efervescencia del conflicto mundial. A bordo del buque japonés Nan-a-Maru, llegaron a Buenos Aires 83 paquetes remitidos por la embajada alemana en Tokio. Oficialmente, se trataba de "efectos personales" de diplomáticos alemanes destinados a su representación en Argentina. Pero el contenido real poco tenía que ver con asuntos privados. Las autoridades aduaneras sospecharon y, tras abrir algunas cajas al azar, encontraron un arsenal de propaganda nazi cuidadosamente elaborado.
Argentina, que en aquel momento mantenía una política de neutralidad, optó por confiscar el envío. La decisión no fue sencilla: había que evitar un conflicto diplomático con Alemania sin comprometer la imagen de imparcialidad que el gobierno argentino pretendía proyectar ante el mundo. Finalmente, un juez federal ordenó la incautación de los materiales, que fueron enviados a la Corte Suprema. Desde entonces, cayeron en el olvido.

El retorno de un pasado silenciado
La reciente apertura de las cajas no solo ha destapado papeles viejos. Ha abierto una grieta en el relato oficial de Argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Aunque el país rompió relaciones con el Eje en 1944 y declaró la guerra a Alemania y Japón en 1945, su posición durante la mayor parte del conflicto fue más ambigua. Por un lado, acogió a miles de refugiados judíos entre 1933 y 1943; por otro, se convirtió en uno de los destinos favoritos de exiliados nazis tras la caída del Tercer Reich.
Entre los documentos redescubiertos figuran cuadernos con esvásticas impresas en la tapa y listas de nombres y direcciones de posibles simpatizantes del régimen fuera de Alemania. La red de apoyo al nacionalsocialismo en América del Sur, y en particular en Argentina, parece haber tenido más alcance del que se reconocía hasta ahora. Incluso se especula con que los materiales podrían ofrecer pistas sobre la financiación internacional del régimen nazi en una etapa crucial de la guerra.
Más allá de Eichmann y Mengele
No es ningún secreto que Argentina se convirtió en refugio de criminales de guerra nazis. Adolf Eichmann, uno de los principales responsables de la logística del Holocausto, fue capturado en Buenos Aires en 1960 por agentes del Mossad. Josef Mengele, el infame “ángel de la muerte” de Auschwitz, también vivió durante años en territorio argentino sin ser molestado.
Lo que diferencia este hallazgo de otros episodios relacionados con la presencia nazi en Argentina es su carácter institucional. No se trata de individuos escondiéndose en el anonimato, sino de una operación diplomática organizada, camuflada bajo la fachada de relaciones internacionales. El hecho de que este archivo permaneciera sin examinar durante más de 80 años en la Corte Suprema no solo plantea interrogantes sobre su ocultamiento, sino también sobre los vínculos que permitieron su llegada y su almacenamiento durante tanto tiempo.

Un espejo incómodo para la memoria nacional
Argentina ha vivido una lenta y difícil reconciliación con su papel durante el conflicto mundial. En el año 2000, el entonces presidente Fernando de la Rúa ofreció disculpas oficiales por haber brindado refugio a criminales nazis. Sin embargo, la narrativa oficial sigue estando marcada por la ambivalencia. Las cajas halladas ahora, cubiertas por el polvo del archivo judicial, son testimonio de esa contradicción histórica.
El volumen de los materiales y su estado de conservación permitirán, según los especialistas, años de investigación. Se espera que el contenido arroje luz sobre el tipo de propaganda difundida en el continente, los vínculos diplomáticos entre Alemania, Japón y América Latina, y la estructura interna de las células nazis que operaban en la región. Para los investigadores del Museo del Holocausto de Buenos Aires, se abre una oportunidad única para entender cómo operaba la ideología nazi fuera de Europa durante la guerra.
Una historia en reconstrucción
Lo más sorprendente no es solo lo que los documentos contienen, sino el hecho de que hayan sobrevivido. Contra todo pronóstico, y pese a las crisis institucionales, los cambios políticos y los intentos por dejar atrás esa parte incómoda de la historia nacional, las cajas estaban allí. Intactas. Como si esperaran pacientemente a que alguien volviera a abrirlas.
El destino quiso que ese momento llegara en 2025, cuando Argentina, como otros países latinoamericanos, sigue buscando definirse entre su pasado y su futuro. Y es precisamente desde esa frontera entre lo recordado y lo olvidado donde estas cajas hablan. De secretos diplomáticos, de ideas peligrosas, de rutas de escape y de los ecos de una guerra que, a pesar de todo, sigue resonando.