La manipulación de restos humanos como parte de las prácticas funerarias en Europa se documenta desde el Paleolítico. La excavación sistemática de enterramientos y necrópolis es, por tanto, clave para entender la organización social, la cultura material y la difusión de prácticas religiosas. De vez en cuando, algún hallazgo sorprendente pone en jaque las reconstrucciones históricas.
Este es el caso de la tumba 26 hallada en Pommerœul, un área de la localidad belga de Bernissart. La sepultura se había interpretado inicialmente como perteneciente a un solo individuo de la época galo-romana. Un estudio reciente, sin embargo, lo ha desmentido: se trata de un “Frankenstein” integrado por restos de varios individuos. ¿Qué dicen los expertos sobre su significado?
El hallazgo del esqueleto compuesto
El cuerpo de Pommerœul se descubrió durante una campaña de excavación de los años setenta del siglo XX. Durante los trabajos arqueológicos, se hallaron 76 tumbas de cremación datadas en los siglos II y III d.C. y tan solo una de inhumación: la tumba 26. Esta tumba se emplazaba en un nivel estratigráfico más profundo respecto a las demás. Sugería, por tanto, una antigüedad mayor y, sin embargo, la presencia de una aguja de hueso romana cerca del cráneo parecía confirmar su pertenencia al período galo-romano.
No es el único rasgo inusual de esta inhumación. Los arqueólogos notaron que el cadáver se había dispuesto de un modo insólito. Mientras que, en los enterramientos de la época, los cuerpos solían colocarse en posición supina, con los miembros inferiores extendidos, el esqueleto de la tumba 26 era diferente. Yacía en una posición flexionada más propia de los enterramientos del Neolítico tardío y la Edad del Bronce que de la época imperial romana. Se hacía necesario un análisis más profundo.

Extraordinario, pero no único: otros casos históricos
Aunque, en un principio, se consideró que contenía un solo individuo de época galo-romana, recientes análisis han revelado que algunos huesos pertenecen a una época mucho más temprana. En la tumba 26 de Pommerœul, el Neolítico y la época imperial se funden físicamente en la configuración del cuerpo sepulto.
Se trata de un enterramiento anómalo, esto es, una forma de procesar el cadáver que se desvía de las prácticas habituales de una cultura o población. Esta tipología de sepultura se verifica en contextos históricos diversos, e incluyen desde cadáveres enterrados con piedras en la boca hasta cuerpos lanzados en las turberas.
A pesar de la rareza del cuerpo de Pommerœul, se han observado prácticas comparables en otros entierros del Neolítico en Europa. Este patrón de disposición de cuerpos también se ha encontrado en Cladh Hallan y Cnip Headland (Escocia), donde también se encontraron sepulturas compuestas a partir de los restos de varios individuos. En este sentido, la tumba 26 se convierte en un ejemplo singular en Bélgica, comparable con otros entierros compuestos europeos.

Los métodos usados para desentrañar el puzle
Formado por 14 científicos de instituciones internacionales, el equipo investigador recurrió a técnicas combinadas de análisis para resolver el misterio de la tumba 26 de Pommerœul. Se aplicaron los métodos de la arqueología funeraria, el análisis osteológico, el ADN antiguo y la datación por radiocarbono. Y el esfuerzo dio sus frutos. Lograron establecer que los fragmentos habían pertenecido a un mínimo de siete individuos de diferentes períodos. De hecho, 2500 años separaban los restos más antiguos de los más modernos. Se determinó que el cráneo pertenecía a la época romana, mientras los restantes huesos se databan en períodos más antiguos.
Los huesos, estudiados según protocolos bioarqueológicos estándar, revelaron que algunos de estos restos se habían dispuesto sin articulación anatómica precisa. Esto implica el uso deliberado de los restos y la intencionalidad de crear un esqueleto compuesto. Por otro lado, el análisis de ADN confirmó que estos restos no estaban genéticamente emparentados, lo que sugiere un acto ritual en el que poblaciones posteriores del lugar utilizaron huesos de individuos no necesariamente consanguíneos.

Una interpretación en clave ritual
¿Por qué se compuso un “Frankenstein” en la tumba 26? Existen varias hipótesis al respecto. Los investigadores han propuesto que, durante el período romano, se habrían reconfigurado los restos ya existentes de una tumba neolítica. En ese momento histórico, se habría añadido un cráneo contemporáneo (esto es, galo-romano) al cuerpo inhumado. Se hipotetiza que, quizás, la población autóctona pudo hallar este cuerpo sin cabeza y decidió entonces completarlo con otro cráneo. O, tal vez, cambiaron un cráneo por otro como parte de algún ritual o práctica de culto.
Otra posible hipótesis apunta a la creación intencional de un individuo simbólico. Este segundo caso implicaría un ensamblaje consciente para vincular al fallecido con el pasado de la comunidad. Quizás habría servido para reforzar valores tribales o familiares, o como forma de culto a los ancestros. La colocación del cadáver en una posición flexionada, más común en el Neolítico, refuerza la hipótesis de que se intervino sobre una tumba neolítica en el período galo-romano.
La tumba 26 reflejaría la interacción entre prácticas funerarias de períodos cronológicos. Ilustra, asimismo la manipulación simbólica de restos humanos para crear un "ancestro" compuesto, una figura capaz de reforzar la continuidad entre generaciones. Este análisis de Pommerœul revelaría una práctica ritual destinada a simbolizar, a través del cuerpo, una conexión duradera entre los vivos y sus ancestros.

Referencias
- Murphy, Eileen M. (ed.). 2008. Deviant Burial in the Archaeological Record. Oxford: Oxbow Books.
- Veselka, B.; D. Reich; G. Capuzzo G. al. 2024. “Assembling Ancestors: The Manipulation of Neolithic and Gallo-Roman Skeletal Remains at Pommerœul, Belgium. Antiquity: 1-16. doi:10.15184/aqy.2024.158