A veces, una imagen aparentemente inocente esconde una historia aterradora. Una sonrisa común, una mirada serena o un gesto cotidiano pueden pertenecer a quienes escribieron algunas de las páginas más oscuras del siglo XX. Detrás de rostros se ocultaban personalidades frías, despiadadas, cuya crueldad marcó el destino de millones.
Este recorrido por las vidas de cuatro figuras siniestras de la Segunda Guerra Mundial —un alto jerarca nazi, un noble fascista italiano, una sádica carcelera y un comandante británico sin piedad— nos recuerda que el mal no siempre tiene el rostro que esperamos.
El Moisés o la bestia rubia
Nacido en 1904, Reinhard Heydrich era hijo de un compositor. Aficionado al violín, el piano y la esgrima, se le conocía como “la bestia rubia” por su aspecto nórdico, aunque sus enemigos decían que tenía una abuela judía –no era cierto–, por lo que a sus espaldas lo llamaban “el Moisés rubio”. Impulsó el exterminio judío al organizar en enero de 1942 la Conferencia de Wannsee, que sentó las bases de la Solución Final. Muy apreciado por Hitler (lo llamaba “el hombre del corazón de hierro”), era frío y astuto; su mera presencia aterrorizaba a sus colaboradores.

En septiembre de 1941, para meter en vereda a los checos, fue nombrado Reichsprotektor de Bohemia y Moravia. Implantó allí la ley marcial, arrestó a miles de sospechosos y, en menos de cinco semanas, mandó ejecutar a 550 personas. Sufrió un atentado el 27 de mayo de 1942, y murió días después al no querer ser atendido por médicos checos. La represión posterior fue brutal: provocó la muerte de unas 4.600 personas.
Un príncipe muy negro
El italiano Junio Valerio Borghese, conocido como “el Príncipe Negro”, nació en 1906 en una familia noble que contaba con tres cardenales y un papa, emparentada incluso con Napoleón, y fue educado en Londres. En 1923 ingresó en la Marina militar, en la que destacó por su valía, y ya en la Segunda Guerra Mundial dirigió el comando que el 18 de diciembre de 1941 atacó a la flota británica en el puerto de Alejandría, una operación muy osada que dejó boquiabiertos a todos. Borghese llegó a planificar un ataque al puerto de Nueva York, pero no pudo realizarlo por la falta de colaboración alemana.

Fascista convencido, creó una unidad a partir del núcleo de los marineros que tenía a sus órdenes que se encargó de la lucha antipartisana. Este grupo llegaría a tener más de 50.000 hombres y extendió el terror por todo el norte de Italia, recurriendo al uso sistemático de la tortura y la ejecución de civiles como aviso a los partisanos. Borghese murió en España en 1974.
La carcelera asesina
Irma Grese nació en 1923. El suicidio de su madre truncó su infancia; tras abandonar los estudios y trabajar en una granja y en una tienda, fue enfermera en un hospital de las SS. Allí se hizo nazi. Con apenas 20 años, acumuló poder rápidamente, pasó a ser guardiana del campo de concentración de Auschwitz-Birkenau y llegó a tener a su cargo a más de treinta mil prisioneras.
Con ellas cometió todo tipo de excesos sádicos. A las más jóvenes las azotaba en los pechos hasta descarnarlos, o bien las convertía en amantes suyas para enviarlas después a la cámara de gas. A las embarazadas les ataba las piernas juntas en el parto y asistía a su muerte, visiblemente excitada. Tuvo también muchos amantes masculinos, entre los que al parecer se contaba Mengele.

En 1945 pasó al campo de Bergen-Belsen, donde fue capturada por los británicos. En su juicio se mostró como una nazi fanática. Su atractivo físico la llevó a ser bautizada por la prensa sensacionalista como “la bella bestia”. Grese eludió cualquier responsabilidad en sus crímenes y aseguró que solo había cumplido órdenes. Fue sentenciada a muerte y ejecutada en la horca el 13 de diciembre de 1945. Su última palabra al verdugo fue: Schnell! (“¡Rápido!”).
El bombardero carnicero
Piloto veterano de la Primera Guerra Mundial, el inglés Arthur Harris fue el encargado de la política de bombardeos masivos sobre las ciudades alemanas en la segunda mitad de la contienda. Apodado Bomber (Bombardero) por la prensa británica, fue nombrado en febrero de 1942 Comandante Supremo de Bombarderos. Aseguró a Churchill que sería capaz de derrotar a Alemania bombardeando sus ciudades de forma sistemática. Así, en una directiva estableció: “Los objetivos serán los núcleos de población y no, por ejemplo, los astilleros o la industria”.

Harris dirigió sus aviones contra los barrios obreros más populares y adoptó métodos para crear devastadoras tormentas de fuego, como las bombas de fósforo. Su política de bombardeo indiscriminado arrasó casi por completo Hamburgo, Colonia o Dresde. Además de esto, se perdieron más de mil bombarderos y gran parte de sus tripulaciones ante su indiferencia, lo que hizo que en la propia RAF fuera conocido como Arthur Butcher (Carnicero) Harris.