El fonógrafo: guardián del sonido

El primer aparato capaz de grabar y reproducir sonidos abrió la puerta al tocadiscos y los dispositivos musicales que le siguieron.
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La historia hubiera sido otra si en 1857 un francés llamado Édouard-Léon Scott de Martinville no hubiera arrojado la toalla. El 25 de marzo de ese año patentó el fonoautógrafo, un aparato capaz de convertir la voz humana en trazos en un papel. Este impresor y librero parisino estaba fascinado con la fotografía, desde que su compatriota Joseph Nicéphore Niépce había sido capaz de capturar el paisaje que se veía por una ventana de su casa en una placa de peltre (una aleación de estaño, cobre, antimonio y plomo) untada con betún de Judea y aceite de lavanda. Esta primera fotografía de la historia, tomada en 1826, necesitó ocho horas de sol para llegar a plasmarse.

Entonces Scott se preguntó si se podría llegar a hacer algo similar con el sonido, y se fijó en los dibujos de un libro que estaba imprimiendo sobre la anatomía del oído. ¿Habría alguna forma de montar un equivalente mecánico de nuestro aparato auditivo?

Bastaba con construir una membrana que moviera unas palanquetas al estilo de los huesecillos del oído de forma que dejaran una marca en un papel, como los surcos de un arado. Presentó su fonoautógrafo a la Academia de Ciencias Francesa el 26 de enero de 1857. El sonido hacía vibrar un trozo de pergamino unido a una fina cerda que, a su vez, iba trazando una línea ondulante en una hoja de papel envuelta en un cilindro rotatorio y cubierta por una fina capa de hollín. De este modo la voz humana quedaba registrada en forma de ondulaciones trazadas en un papel al igual que el latido del corazón tras un electro.

El aparato pasó totalmente desapercibido y solo entusiasmó a unos pocos científicos. La razón era obvia: Scott no se planteó el proceso inverso, o sea, el de convertir ese trazo en sonido. Pero en 2008 un equipo de científicos logró reproducir acústicamente una de las tiras de papel que Scott había grabado el 9 de abril de 1860. Era un trozo de la canción tradicional francesa Au clair de la lune, cantada por él mismo. Es la grabación más antigua que se conserva de la voz humana.

Quien primero resolvió lo que se le había pasado a Scott fue su compatriota Charles Cros, un poeta y científico aficionado con ideas peculiares. En 1874 había propuesto que la mejor forma para conectar con los habitantes de Marte era construir un gigantesco espejo capaz de focalizar los rayos del sol en la superficie del planeta y quemarla pero dejando un mensaje. Para dejar constancia de la prioridad de su nuevo invento, el 30 de abril de 1877 entregó dentro de un sobre sellado a la Academia de Ciencias un informe con sus ideas. Su propuesta era grabar la fonoautografía en planchas metálicas en lugar de papel. Para reproducir el sonido bastaba con hacer el proceso inverso: hacer girar la plancha de metal a la misma velocidad con la que fue grabada y colocar una aguja conectada a un diafragma que, al vibrar, produjese ese sonido. Lo llamó paleófono.

Thomas Edison con su fonógrafo, en 1906. Créditos: Hulton Archive - Hulton Archive

Pero entonces llegaron noticias de que al otro lado del Atlántico un prolífico inventor y empresario llamado Thomas Alva Edison acababa de presentar en sociedad el fonógrafo. El aparato estaba basado en el mismo principio pero utilizaba una fina hoja de aluminio enrollado en un cilindro acanalado. La calidad del sonido era baja y solo podía reproducirse unas pocas veces antes de que el papel se rompiera, pero el invento lanzó a Edison a la estratosfera. En abril de 1878, viajó a Washington desde su laboratorio de las ideas en Menlo Park (Nueva Jersey) para hacer una demostración de su fonógrafo ante científicos, congresistas, senadores y el propio presidente. En la prestigiosa Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos se dijo que Edison era “el inventor más ingenioso en este país... o en cualquier otro”. El Washington Post describió su presentación como “una escena que vivirá en la historia”. Así fue cómo el famoso personaje se convirtió de golpe y porrazo en el Mago de Menlo Park. Curiosamente, aunque patentó su fonógrafo en 1878, hizo poco por mejorarlo hasta que años más tarde otros inventores como Graham Bell lanzaran los suyos.

Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante.

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