Guillaume Bélibaste, instantes antes de morir abrasado en la hoguera, lanzó al aire la siguiente advertencia: “Dentro de setecientos años, el laurel reverdecerá”. Aquel sobrecogedor momento tuvo lugar en el patio de armas del Castillo de Villerouge-Termenès ante Bernard de Farges, arzobispo de Narbona; el obispo de Pamiers, Jacques Fournier; y el inquisidor de Carcasona, Jean de Beaune. Con la muerte de Bélibaste se puso punto final a la historia del catarismo occitano