En abril de 1945, Benito Mussolini tenía 61 años y había gobernado Italia durante más de dos décadas. Los últimos dos años no había sido más que un títere al frente de un gobierno dirigido por la Alemania nazi. Capturado por un grupo de partisanos cuando trataba de huir de Italia, fue asesinado y su cadáver fue apedreado, orinado, y disparado. Totalmente desfigurado, acabó colgado boca abajo en una gasolinera de Milán. Un grito se apoderó de los italianos ese día: “Benito è finito”.
El primero de los dictadores fascistas que vio el siglo XX, perdió el control de la bota Italiana en 1943. Desastre generalizado en las actuaciones militares, tanto en suelo europeo como en África; crisis en el propio país, con huelgas masivas; y por si fuera poco, los aliados habían invadido Sicilia.
En el verano de 1943, Italia presenció el final político de Mussolini. El dictador, que había controlado el país desde 1922, veía cómo los jerarcas del régimen le obligaron a convocar el Gran Consejo del Fascismo, un instrumento del partido fascista que se convirtió en un órgano estatal y que no se convocaba desde 1939. Reunidos los líderes del fascismo italiano decidieron por una amplia mayoría despojarle de todos los poderes.
Mussolini se reunió con el rey Víctor Manuel III horas más tarde y se comportó como si no acabara de ser depuesto. Pero el monarca, le interrumpió, le comunicó que sería sustituido por el mariscal Pietro Badoglio.
Cuando salió del palacio unos carabineros le arrestaron. Esa noche, los italianos se enteraban por la radio del fin de la era Mussolini, y miles de personas salieron a la calle a celebrarlo, con ataques a estatuas y símbolos del dictador. Mussolini fue llevado a distintos lugares hasta que el 28 de agosto terminó en el Gran Sasso una de las montañas de los Apeninos, un lugar bastante inaccesible. Bajo la vigilancia de 250 carabineros, el hotel Campo Imperatore se convirtió en su cárcel, un resort de ski a más de 2.000 metros de altitud que Mussolini describió como “la cárcel más alta del mundo”.
El nuevo gobierno y el rey de Italia se apresuraron a firmar una paz con los aliados y el 8 de septiembre anunciaron la rendición incondicional del país. Ese mismo día, los alemanes tomaron posesión de la parte norte del país, desarmando las unidades terrestres italianas. Al mismo tiempo, el 9 de septiembre, estadounidenses y británicos desembarcaron en el golfo de Salerno, y el país quedó dividido en dos: la mayor parte de la península, de Roma al norte bajo control alemán, y la zona sur por los aliados.
El 12 de septiembre, el coronel de las SS, Otto Skorzeny, lideró una operación de rescate que culminó con éxito, sin apenas resistencia de los carabineros que vigilaban al Duce.
Los alemanes llevaron a Mussolini a Múnich para entrevistarse con Hitler, que pronto le designó como líder de la República Social Italiana. Un nuevo intento de instaurar un estado fascista al norte de Italia, de facto, un estado títere controlado por Hitler.
Los siguientes 20 meses acogerán una guerra civil, entre fascistas y alemanes por un lado y la resistencia y los aliados por otro. Siguiendo la tónica general en el resto de Europa, las fuerzas fascistas van retrocediendo en beneficio de los aliados.
Últimas semanas de Mussolini
En abril de 1945 la guerra está claramente perdida para las potencias del Eje. Los rusos se acercan a Berlín y los aliados hacen retroceder la frontera occidental. En Italia las principales ciudades han caído en manos de los partisanos y aliados, y el fascismo solo controla algunas localidades del norte.
Durante el mes de abril, Mussolini intenta negociar una salida a la situación, y se entera que el Comité de liberación Nacional, que agrupa a partidos y movimientos opositores ha dictaminado que los máximos responsables del fascismo sufrirán la pena de muerte, y que solo admitirán la rendición incondicional.
Mussolini que se encontraba en Milán, escapó de la ciudad el 25 de abril con la intención de llegar hasta la frontera suiza. El ‘duce’, su novia Clara Petacci y otros líderes fascistas se ocultaron en un convoy italiano con la intención de cruzar la frontera. La comitiva fue bordeando el lago, aledaño a la frontera suiza, hasta que en el pueblo de Dongo, el dictador fue identificado.
Los partisanos encargados de realizar los controles dejaban pasar a los alemanes que huían de su país, pero querían capturar a los fascistas italianos. Mussolini iba oculto bajo una chaqueta, un casco alemán y unas gafas, pero aún así fue identificado.
Él, su novia y otros jerarcas fascistas fueron fusilados por la tarde del día 28 de abril de 1945 en el pueblo de Dongo, por un grupo de partisanos comunistas. Sus cuerpos fueron llevados a Milán y exhibidos en una plaza. El lugar escogido era altamente simbólico porque en 1944, los fascistas habían colgado allí a un grupo de la resistencia.
Desde primera hora de la mañana, centenares de milaneses llegaron a la plaza y comenzaron a ultrajar los cadáveres de los fascistas, lanzándoles objetos, orinando encima de ellos e incluso disparándoles, en unas imágenes que fueron grabadas. La cara del dictador fue totalmente desfigurada con patadas que le llegaron a reventar el cráneo, y una mujer se acercó y le disparó cinco veces. Posteriormente algunos de los cadáveres como el de Mussolini y Petacci fueron colgados boca abajo en una gasolinera. Un mes más tarde, Adolf Hitler y su pareja, Eva Braum, se suicidaron en el búnker de la Cancillería de Berlín y la Segunda Guerra Mundial terminaba en suelo europeo.
BIBLIOGRAFÍA: