En cuestiones de salud, no todo lo que se repite con seguridad es verdad. Algunas ideas llevan generaciones transmitiéndose como certezas incuestionables, cuando en realidad son fruto de errores de interpretación, investigaciones desactualizadas o simples rumores. Desde el supuesto peligro mortal de bañarse tras comer hasta el mito de que mezclar bebidas alcohólicas agrava la resaca, muchos conceptos populares no tienen base científica alguna. Separar los hechos de la ficción no solo es un ejercicio de pensamiento crítico, sino también una forma de tomar decisiones informadas sobre nuestra salud. Porque en un mundo saturado de información, saber qué creer puede ser tan importante como saber qué evitar.
Mito1: Las personas con memoria fotográfica son capaces de recordarlo todo
Películas y best sellers de todo tipo han popularizado este concepto, según el cual hay gente capaz de recordar al detalle cualquier texto o imagen con solo mirarlo una vez. Pero este don es más ficción que realidad. Desde luego, existen personas con una memoria excepcional –bien por predisposición natural, bien por entrenamiento—, pero no hay evidencia científica de que exista la capacidad de recordar con todo detalle.
Antes de almacenar nada como un recuerdo, el cerebro somete toda la información que recibe a un filtrado por el que elimina la mayor parte de ella. Tendemos a retener lo excepcional, lo que nos llama la atención, y, al recuperarlo, nuestra imaginación sustituye los vacíos con falsos recuerdos, hasta reconstruir algo parecido al original. Las memorias fotográficas hacen lo mismo, pero tienen menos huecos que rellenar, porque son más precisas.
En el caso de los que recuerdan textos o números, es difícil saber si lo hacen por una habilidad natural o porque recurren a métodos de mnemotecnia; pero ninguno es capaz de recordar esos textos en un orden distinto del original -por ejemplo, al revés-, como sí podrían hacer si retuvieran fielmente su imagen.
Sí existe la memoria que se denomina eidética, que permite a las escasas personas que la tienen —algunos niños, sobre todo, y pocos adultos— recordar imágenes durante unos minutos con todo detalle. La controla el córtex parietal posterior, que se encarga de procesar los estímulos visuales y retener las imágenes. Pero ni siquiera esos recuerdos son indelebles, y, como todos los demás, están llenos de detalles imaginados para completarlos.

Mito 2: Un solo cigarrillo acorta la vida once minutos
Si fuera así, una cajetilla acortaría la vida 3,6 horas, con lo que si fumáramos un paquete al día, al final del mes nos habríamos quitado unos cuatro días y medio de futura existencia… No es eso. No hay duda de que fumar es dañino para la salud y acorta la vida, en ocasiones de modo radical, pero los cigarrillos no vienen con el extra de un cronómetro.
El origen de esta leyenda está en un estudio que se hizo en 2000 en la Universidad de Bristol (Reino Unido) donde un grupo de científicos intentó calcular el tiempo de vida que se pierde con cada cigarrillo. Para ello, tomaron como base la expectativa de vida y los hábitos de consumo de fumadores británicos del sexo masculino. De ahí salieron los once minutos en cuestión.
Pero fijémonos de nuevo en los datos utilizados: fumadores masculinos británicos y expectativas de vida de ese país hace veinte años. Un poco limitado, la verdad. El estudio deja fuera a los fumadores de todos los demás países y a las fumadoras de todo el mundo, así como las expectativas de vida en las distintas partes del planeta, sin contar factores secundarios, pero de notable relevancia, como la genética y la predisposición al cáncer.
Con una información tan limitada como campo de trabajo, es bastante aventurado presentar unos resultados tan precisos. Cada grupo de población, por no decir cada individuo, acusará de modo distinto los efectos del tabaco, pero lo que es seguro es que nos hace daño a todos.
Mito 3: Bañarse después de comer puede ser mortal
Nos referimos al temido corte de digestión contra el que tanto nos avisaron –y a veces sonaba a amenaza– nuestras madres y abuelas.
No hay para tanto. Lo que nos advierten los especialistas es que es peligroso sumergirse en agua muy caliente o muy fría, o ponerse a nadar inmediatamente después de una comida, sobre todo si ha sido muy copiosa.
El motivo es que, tras una comida, el organismo dirige una mayor cantidad de sangre al estómago para ayudar a la digestión. Si nos metemos en agua caliente, ello puede provocar la dilatación de los vasos sanguíneos y desviar la circulación a la piel, lo que dejaría al proceso de digestión con menos apoyos. El agua muy fría hace algo parecido, ya que reparte la sangre por el cuerpo para compensar la pérdida repentina de calor.
Y lo mismo sucede si nos ponemos a nadar, ya que el trabajo de los músculos demanda más sangre. Sin embargo, ni la digestión ni nosotros nos veremos afectados por una simple ducha o por movimientos ligeros en una piscina con el agua a una temperatura agradable
Mito 4: Crujir los dedos puede causar artritis
Lo que parece claro es que este hábito puede afectar a los nervios… de los demás. El ruido que se oye al crujir los dedos no tiene nada que ver con los huesos de la mano, sino que se produce al estallar una pequeña burbuja de gas presente en el líquido sinovial.
Esta sustancia, compuesta por ácido hialurónico y gases como el oxígeno y el CO2, lubrica y aumenta entre un 15 % y 20 % el volumen de las articulaciones. La artritis es el resultado de una inflamación articular, pero, como los huesos no se tocan ni chocan cuando crujimos los dedos, la posibilidad de que este viejo hábito influya de alguna manera en este proceso de inflamación es mínima. De todos modos, no es bueno hacerlo de un modo muy agresivo, ya que corremos el riesgo de lastimarnos.

Mito 5: Beber agua con azúcar te tranquiliza
Estamos ante una de esas falsas creencias que están fundadas, única y exclusivamente, en el efecto placebo.
Ni el agua ni el azúcar tienen ningún efecto tranquilizador ni relajante sobre el organismo. Lo único que pueden hacer, en el mejor de los casos, es elevar el nivel de glucosa en la sangre, lo que contribuye a disminuir la irritación que nos provoca el hambre, que procede a su vez de la liberación de adrenalina cuando el estómago permanece vacío durante mucho tiempo.
Pero la verdad es que notaríamos el mismo efecto picando una rodaja de chorizo. Y, para el resto de los estados de excitación, sigue siendo más recomendable beber una tila.
Mito 6: Jamás se debe despertar a un sonámbulo
Teóricamente es algo que no se debe hacer, porque la impresión que este puede tener al despertar y encontrarse fuera de la cama podría ocasionarle un choque traumático de graves consecuencias. Las versiones más exageradas aseguran incluso que es posible provocarle la muerte. La verdad es que es más probable que se lesione durante su paseo por tropezar con algún obstáculo, así que lo de dejar a los sonámbulos a su aire es bastante más peligroso que despertarlos.
El sonambulismo se produce en el paso de un estado de sueño profundo a una fase superficial. Durante ese cambio, las funciones motoras pueden despertar, aunque la consciencia aún no lo haga, y eso es lo que origina que el sonámbulo se mueva y hable incluso estando dormido.
Sacar a una persona de ese estado no supone ningún peligro para su salud, pero quien lo haga deberá tener cuidado, ya que, al despertar repentinamente, el sonámbulo puede sentirse desorientado y reaccionar con agresividad hasta entender qué está sucediendo.
Lo más correcto para lidiar con una crisis así es reconducir con cuidado al durmiente de vuelta a la cama. En casos de reincidencia, es importante retirar los posibles obstáculos del camino e incluso colocar telas o rejas en las ventanas. Y visitar a un especialista.
Mito 7: Afeitarse con cuchilla fortalece el vello…
Con cuchilla o con maquinilla eléctrica, el sistema de afeitado que elijamos no va a influir en las características de nuestra barba. El motivo de este bulo es simplemente una ilusión óptica: la forma de los pelos es desigual, ya que la base es siempre más gruesa que la punta, porque es en ella donde se acumula la queratina, la proteína que forma cabellos y uñas.
El afeitado con cuchilla –o la depilación por el mismo método– corta el vello a ras de piel, pero no lo elimina por completo. A los pocos días, la parte gruesa empieza a asomarse de nuevo, por lo que la piel se vuelve más áspera y se crea la falsa sensación de que el pelo es ahora más grueso.
Otra razón a tener en cuenta es la pubertad. Durante la adolescencia no es necesario afeitarse todos los días y, en los intervalos entre afeitados, el vello sufre la acción de las hormonas y se vuelve más grueso y denso, de modo que cubre nuevas zonas del rostro. Fenómeno que termina cuando se alcanza la madurez y somos ya hombres con toda la barba.

Mito 8: … Y cortarlo a menudo acelera su crecimiento
El cabello crece por lo general una media de un centímetro al mes. Esta velocidad puede variar, pero siempre estará determinada por factores genéticos y metabólicos.
Y recordemos que, más allá de la raíz, el cabello es tejido muerto, por lo que la frecuencia con la que se corte no va a influir en su velocidad de crecimiento… salvo en un aspecto, y es que acudir periódicamente a la peluquería permite acabar con las puntas abiertas y las zonas resecas que empeoran su aspecto y pueden debilitarlo. Si se mantiene el pelo sano, crecerá mejor. Pero no más rápido.
Mito 9: Mezclar bebidas alcohólicas agrava la resaca…
No. Lo que agrava las dimensiones de la resaca es sencillamente la cantidad de alcohol ingerida. Por supuesto, hay algunos factores que también influyen, como la reacción de cada organismo al consumo de alcohol, si el estómago está lleno o vacío, la edad o la constitución física… Pero que la resaca se vuelva peor por haber mezclado bebidas es solo un mito.
Existen, sin embargo, algunas precisiones que conviene conocer sobre esta desagradable consecuencia de las noches de copas: además del etanol, que es el elemento que causa la intoxicación etílica, los destilados tienen unos componentes que sí agravan la resaca y que son conocidos como congéneres.
Este nombre agrupa a las sustancias que se producen durante el proceso de fermentación, como la acetona, el acetaldehído, el alcohol de fusel y los taninos. Estos últimos son los responsables de dar al wiski, al brandy o al ron sus colores característicos. Por eso se dice que los licores blancos producen menos resaca, pero no nos engañemos: el mejor remedio contra ella es beber poco y evitar los licores de mala calidad. En resumen: la mejor prevención contra la resaca está sencillamente en no emborracharse.