El camuflaje tiene sus raíces en la naturaleza misma. Antes de que los humanos intentaran manipular activamente su entorno para ocultarse, los animales ya habían perfeccionado el arte de la invisibilidad a través de la selección natural. No sería extraño que los cazadores primitivos pudieran haber observado a los depredadores y aprendido a imitar su aspecto para acercarse sigilosamente a sus presas.
Porque el objetivo del camuflaje, que no es otra cosa que el arte de pasar desapercibido, es algo fundamental en tiempo de guerra. Ahora bien, ¿quiénes son los mejor preparados para esto sino unos artistas muy peculiares, los ilusionistas? Ellos son expertos en ocultar a los ojos de todos el movimiento tramposo, que hacen siempre a plena vista: esta técnica recibe el nombre de misdirection. Durante la II Guerra Mundial los militares británicos lo comprendieron así y reclutaron a Jasper Maskelyne, el décimo descendiente de una famosa familia de ilusionistas.
¿Magos del camuflaje?
Según contó en su autobiografía Magic: Top Secret –escrita con ayuda de su hijo Alistair– estuvo destinado en una unidad de camuflaje de los Ingenieros Reales, y en enero de 1941 le asignaron su propia unidad conocida con el sobrenombre de The Magic Gang. El alto mando británico le encargó una misión peculiar: hacer desaparecer de la vista de los pilotos de bombardero nazis el puerto de Alejandría. Como camuflar el puerto era imposible, a Jasper se le ocurrió cambiar el puerto entero de lugar. A pocos kilómetros de Alejandría localizó un lugar llamado Bahía Maryut cuyo perfil coincidía con el de la ciudad egipcia. Disponiendo las luces de idéntica manera a como se encontraban en el puerto y la ciudad de Alejandría, construyó una réplica exacta de lo que los bombarderos alemanes veían desde el cielo. Durante ocho noches los alemanes estuvieron bombardeando un puerto que jamás existió.

Por desgracia, toda esta historia –conocida y aceptada por la mayoría de la comunidad de magos– es un mito. En una serie de artículos publicados en la revista Geniis Magic Journal entre 1993 y 1995, el mago e historiador militar Richard Stokes sacó a la luz numerosas inconsistencias y errores en el relato de Maskelyne como que, por ejemplo, no existe nada llamado Bahía Mayrut.
Artistas del camuflaje
Artistas como los ingleses Solomon J. Solomon y Abbott Handerson Thayer fueron pioneros en la aplicación de principios artísticos en el diseño de camuflajes. Thayer, en particular, desarrolló el concepto de "camuflaje disruptivo", que buscaba romper la forma y el contorno natural de los objetos para dificultar su detección visual. Estos artistas, inicialmente atraídos por el arte, se encontraron traduciendo sus habilidades en una nueva forma de expresión: acababa de nacer el camuflaje militar.

Durante la Primera Guerra Mundial, el artista Norman Wilkinson, que servía en la Royal Naval Volunteer Reserve, Durante la Primera Guerra Mundial fue asignado a patrullas submarinas en los Dardanelos, Galípoli y Gibraltar. En abril de 1917, los submarinos alemanes lograron un éxito sin precedentes hundiendo casi ocho barcos británicos diarios. En un momento de inspiración Wilkinson decidió que, dado que era imposible ocultar un barco en el océano (solo el humo de sus chimeneas lo delataría), lo más sensato era responder a esta pregunta: ¿qué hay que hacer con un barco para que al capitán de un submarino le sea muy complicado apuntar a través de su periscopio? La respuesta a la que llegó fue que el barco debería estar pintado "no para una baja visibilidad, sino de tal manera que rompiera su forma y confundir así al oficial del submarino sobre el sentido en el que se mueve".

Después de pruebas iniciales, el plan de Wilkinson fue adoptado por el Almirantazgo Británico, y le pusieron a cargo de una unidad de camuflaje naval, ubicada en estudios en el sótano de la Real Academia de Artes. Junto a dos docenas de artistas y estudiantes de arte idearon diferentes camuflajes que aplicaron a modelos en miniatura, y los probaron utilizando marinos experimentados. Sus diagramas los utilizaron otros artistas, como el vorticista Edward Wadsworth (el vorticismo fue un movimiento modernista inspirado en el cubismo) para pintar barcos de transporte. Sin embargo, esta técnica dejó de aplicarse con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, cuando el camuflaje se volvió más complejo y científico.
Un salto cualitativo
Artistas y científicos colaboraron estrechamente para desarrollar camuflajes más efectivos contra las crecientes capacidades tecnológicas de la época. La teoría del camuflaje se basó en la mezcla de colores, patrones disruptivos y la adaptación al entorno específico del conflicto. El artista estadounidense Grant Wood, conocido por su icónica pintura "American Gothic", fue uno de los que estuvo involucrado en proyectos de camuflaje durante la guerra. Su enfoque artístico y su comprensión del color influyeron en el diseño de patrones que se utilizaron para ocultar equipos militares en diversas condiciones.

Por otro lado, artistas radicales como el húngaro László Moholy-Nagy, que llegó a Chicago proveniente de la escuela de arte Bauhaus alemana, manipulaba la percepción humana en sus esculturas cinéticas y en sus pinturas; eso era justo lo que los militares andaban buscando. Y fue desde la Chicago’s School of Design donde comenzó a aplicar sus ideas artísticas al camuflaje pocas semanas después del ataque japonés a Pearl Harbor.
Por si eso no fuera poco, al final de la guerra diferentes pintores ayudaron a desarrollar estructuras ópticas de camuflaje con ideas prestadas de distintas escuelas, como el cubismo o el Op-Art, un tipo de arte visual que hace uso de las ilusiones ópticas. En Inglaterra el ejército contrató al pintor surrealista amigo de Picasso, Roland Penrose, para definir sus estándares de camuflaje. Su libro Home Guard Manual of Camouflage, describe cómo aplicó las técnicas del cubismo y el puntillismo al camuflaje de guerra.
Pero el papel de los artistas estaba por terminar. A finales de la década de 1970 llegó la computación y se introdujo un nuevo tipo de camuflaje llamado “textura dual”, un antecesor del camuflaje 'digital' actual que podemos ver en los uniformes de los soldados y cuyo objetivo es engañar al cerebro para que interprete la imagen del soldado como si fuera parte del paisaje.
Engañar al cerebro
En esencia, el camuflaje militar actual se organiza en dos capas: una micro, los píxeles, y otra una macro, la manera en que se agrupan esos píxeles. Para engañar a nuestro cerebro, un experto reconocedor de patrones, es muy importante que los lados derechos e izquierdo de un uniforme no encajen. Guy Cramer director ejecutivo de Hyperstealth Biotechnology Corp, una empresa que diseña camuflaje para diferentes ejércitos ha dicho: “El cerebro ve una anomalía en la parte derecha del cuello, y si ve un patrón similar en el lado izquierdo inmediatamente une los puntos y dice ‘ahora estoy viendo la parte superior de un cuerpo humano’”. Su empresa está especializada en diseñar camuflajes fractales, unos objetos geométricos que presentan el mismo aspecto a diferentes escalas. De este modo, sin una referencia de escala, nuestros ojos no pueden diferenciar entre un fractal y el fondo del paisaje.

El siguiente paso obvio en esta carrera por la invisibilidad ha sido encontrar un camuflaje universal que sirva en cualquier ambiente, ya sea la selva o un desierto. En 2004 el ejército norteamericano creyó haberlo encontrado: el Universal Camouflage Pattern (UCP). Pocos meses después, a medida que la guerra de Irak progresaba, los soldados descubrieron en sus propias carnes una de las grandes verdades del universo: si se quiere hacer algo que valga para todo, al final no sirve para nada. El alto mando norteamericano se equivocó de lleno al creer que el UPC funcionaba en cualquier situación: 8 años de desarrollo y 5 000 millones de dólares tirados por el retrete.