El lado oculto de Hitler: su adicción a las drogas que pocos conocen

Se hizo un consumidor habitual de cocaína, Eukodal, eupaverina, testosterona, vitaminas, esteroides, glucosa…
El lado oculto de Hitler: su adicción a las drogas que pocos conocen

Hasta setenta y cuatro sustancias diferentes le administró el doctor Theodor Gilbert Morell (1886-1948), su médico de cabecera del Führer, las cuales acabaron haciéndole adicto. Es cierto que aquel cóctel bioquímico le permitió enfrentarse de forma estoica al avance ineludible de los ejércitos aliados sobre la Alemania del Tercer Reich.

La amistad enfermiza entre paciente y galeno comenzó en 1936, cuando Heinrich Hoffmann, el fotógrafo oficial de la Alemania nazi, les presentó. Morell encontró a Hitler retorcido de dolor en la cama por culpa de los espasmos intestinales que lo atenazaban y dibujaban en su rostro una grotesca caricatura, impropia de aquel monstruo capaz de atemorizar al mundo.

El galeno le recetó Mutaflor, una preparación casera que utilizaba con sus pacientes para tratar dolores intestinales y que, al parecer estaba elaborado con bacterias E coli procedentes de un soldado alemán sano de la Primera Guerra Mundial. La mejoría del Führer fue rápida y duradera, a partir de entonces comenzó a confiar ciegamente en aquel galeno de aspecto bonachón.

Hitler sufrió adicción a las drogas durante los últimos años de su vida. Foto: Heinrich Hoffmann / Getty

El paciente A

Morell había estudiado en Múnich, Grenoble y París, recibiendo formación en obstetricia y ginecología, y había sido oficial médico en la Primera Guerra Mundial y comprendió que estaba ante la gran oportunidad de su vida.

Poco tiempo después le administró una inyección de una droga, que desconocemos a día de hoy, y que provocó una situación muy placentera en el líder alemán. Es posible que se tratase simplemente de glucosa inyectada directamente en vena.

Sabemos que a Hitler le disgustaban los médicos que hacían demasiadas preguntas y que Morell no era así: no le examinaba de forma exhaustiva, simplemente se limitaba a darle inyecciones que le hacían sentirse mejor. El galeno –al que Goring bautizó como el canciller aguja- dejó anotado en su diario de forma pormenorizada todas las sustancias que administraba el Führer, al que denominó en clave como “paciente A”.

Paso escalonado hacia las drogas duras

En las adicciones de Hitler podemos distinguir tres etapas, una primera, entre los años 1936 a 1941, en la que tomaba vitaminas y glucosa. Fue en esta época cuando el doctor Theodore Morell se convirtió en su médico personal.

La segunda etapa comenzó en otoño de 1941 cuando la guerra contra Rusia comenzó a torcerse. Sabemos que en aquella época le administró hormonas de animales y le recetó esteroides y barbitúricos. Además, cuando conoció a Eva Braun –la paciente B-, le prescribió testosterona, para que pudiera mantener unas óptimas relaciones sexuales.

La tercera y última etapa tuvo lugar a partir de 1943. En julio de ese año, previo a una reunión con Benito Mussolini, que quería abandonar el Eje, Hitler consumió por vez primera Eukodal, un analgésico opiáceo de la familia de la heroína, que le producía un efecto euforizante.

El narcótico no solo eliminaba sus graves espasmos intestinales, sino que además le “endulzaba” la existencia. Al parecer durante la reunión con el Duce no cesó de hablar –lo hizo durante tres horas seguidas- siendo capaz de convencerle para que permaneciera al lado de Alemania. Aquella reunión, celebrada en Villa Gaggia (Feltre, Venecia) fue un gran éxito para Hitler. En las notas del doctor Morell se deja entrever que se hizo un verdadero adicto a esta “droga dura”.

En esta época también consumió eupaverina, un antiespasmódico análogo sintético de la papaverina, que se extrae de la adormidera. El efecto sobre Hitler era verdaderamente espectacular, hasta el punto que Morell escribió: “El Führer se sentía muy feliz. Me estrechó la mano en señal de agradecimiento y me dijo: 'es una suerte que tengamos eupaverina'”.

En 1944 comenzó también a tomar cocaína, una droga que tomó al menos en cuarenta ocasiones entre julio y octubre de ese año. Durante las siguientes semanas mezcló cocaína y Eukodal, un peligroso cóctel que actuó como el speedball, en donde la acción sedante del opiáceo se compensa con el efecto estimulante de la cocaína.

El dictador alemán llegó a consumir hasta setenta y cuatro tipos de fármacos diferentes. Foto: Keystone-France / Getty

Un yonqui en busca de drogas

Hitler no dejó de tomar drogas hasta 1945. Durante sus últimos días en el búnker ya no le quedaban, puesto que las fábricas farmacéuticas habían sido destruidas y se había roto la cadena de distribución. El doctor Morell envió mensajeros en busca de las drogas que necesitaba, pero fue todo imposible. Nada se podía hacer. El 22 de abril de 1945, abatido físicamente y psíquicamente, Hitler le despidió. Al parecer simplemente le dijo: “ya no necesito su ayuda médica”.

Morell abandonó Berlín en un avión Cóndor y pocos meses después –el 17 de julio- fue detenido por los estadounidenses en el hospital en que se encontraba ingresado. Fue entonces cuando entregó un detallado diario en el que describía los calambres estomacales, eczemas y flatulencias del Führer y en donde se recogía la administración de 800 inyecciones durante un periodo de 1349 días. Al galeno le encantaba poner inyecciones y Hitler las prefería en lugar de pastillas debido a sus problemas gástricos, además quería un efecto inmediato.

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  • Eugenio M. Fernández Aguilar