Las cuevas de Altamira, situadas en el norte de España, son uno de los tesoros más valiosos del patrimonio cultural de la humanidad. En sus paredes y techos se conservan las pinturas y grabados más antiguos y espectaculares del arte rupestre paleolítico, realizados por nuestros antepasados hace más de 15.000 años. Estas obras de arte nos revelan aspectos sorprendentes sobre la vida, la cultura y la creatividad de los hombres y mujeres que habitaron la cueva durante miles de años.
Para conocer mejor el significado y el valor de estas pinturas, hemos entrevistado a Eugenio Manuel Fernández Aguilar, físico, profesor, escritor y divulgador científico, que ha coordinado el libro ‘Arte rupestre. Un viaje al corazón de la prehistoria a través de las pinturas de Altamira’, publicado por la editorial Pinolia hace pocas semanas. Se trata de una obra colectiva, fruto de la colaboración de destacados expertos y estudiosos, que nos ofrece una visión completa y actualizada del arte rupestre de Altamira, desde sus orígenes hasta su descubrimiento y estudio.
Pregunta. ¿Cuáles fueron los eventos clave que llevaron al descubrimiento del arte rupestre en Altamira durante el Paleolítico superior?
Respuesta. Durante el Paleolítico superior, las pinturas rupestres en Altamira y otras regiones podrían haber surgido por diversas motivaciones. Una hipótesis sugiere que estas expresiones artísticas estaban vinculadas a rituales y creencias mágicas. Se especula que las representaciones de animales y figuras humanas cumplían propósitos ceremoniales, posiblemente relacionados con la caza y la obtención de alimentos.
Otra enfoque plantea que las pinturas servían como medio de comunicación y narrativa dentro de la comunidad. Escenas de caza y animales representados podrían transmitir conocimientos sobre técnicas de caza y comportamiento animal, proporcionando una forma gráfica de compartir experiencias relevantes para la supervivencia.
Además, el arte rupestre podría haber sido una expresión artística pura. Las comunidades paleolíticas podrían haber sentido la necesidad de plasmar su creatividad y habilidades artísticas en las paredes de las cuevas, dejando un legado visual para las generaciones futuras.
Otra hipótesis plantea que las pinturas rupestres podrían haber funcionado como marcadores territoriales, indicando la presencia y la identidad de diferentes grupos humanos en la región.
Es crucial tener en cuenta que estas interpretaciones son especulativas, ya que la falta de registros escritos hace que la comprensión exacta de las motivaciones detrás del arte rupestre sea desafiante.
P. ¿Qué características distintivas tiene el arte rupestre en la cueva de Altamira en comparación con otros sitios prehistóricos?
R. En primer lugar, la cueva de Altamira destaca por la calidad artística y la sofisticación técnica de sus pinturas. Las representaciones de animales, en particular bisontes, caballos y ciervos, muestran un nivel excepcional de detalle y realismo. La habilidad para capturar el movimiento y la anatomía de los animales sugiere un alto grado de destreza artística.
En segundo lugar, la paleta de colores utilizada en Altamira es notable. Los artistas paleolíticos emplearon pigmentos naturales, como ocre y carbón, para crear una gama de tonalidades que van desde ocres rojos hasta negros. La diversidad cromática contribuye a la viveza y expresividad de las pinturas.
Además, Altamira se distingue por la disposición tridimensional de las figuras en el techo de la cueva. Las pinturas se distribuyen de manera que simulan el relieve de las formaciones rocosas, dando una sensación de profundidad y movimiento a las escenas representadas.
Otra característica única es la presencia de manos humanas estampadas en la cueva. Estas impresiones, realizadas con pigmento de ocre, sugieren la participación activa de los individuos en la creación de estas obras de arte, lo que añade un elemento personal y quizás ritual a las pinturas.
P. ¿Qué técnicas utilizaron los artistas del Paleolítico superior para plasmar sus visiones en la roca, según se detalla en el libro?
R. En el arte paleolítico, la creación de mensajes gráficos se llevaba a cabo principalmente en paredes de cuevas y objetos de la vida cotidiana, como restos de piedra y hueso. Aunque se realizaba una distinción entre la decoración en el interior de las cuevas y los espacios al aire libre, los procedimientos utilizados eran similares a los que empleamos hoy en día. Se requería la intervención directa del autor, así como objetos intermedios como buriles para grabar, pinceles, pieles o dedos para pintar, y en el caso de la escultura, cinceles y percutores.
La técnica principal era el grabado, que consistía en extraer parte del material del soporte mediante el arrastre del buril o el golpeteo del percutor. Este proceso generaba líneas incisas o piqueteadas, y en algunos casos, se combinaban ambos métodos. El grabado podía ser independiente o coexistir con la pintura, resaltando el volumen de las figuras.
La escultura, ya sea en bulto redondo o bajorrelieve, se realizaba principalmente en hueso y piedra, con representaciones animales en el caso del hueso. Los bajorrelieves eran una extensión del grabado y aparecían tanto en lienzos rupestres como en objetos móviles, a veces conservando restos de pintura.
La pintura, la técnica más compleja, se aplicaba con pinceles, pieles o dedos, y existía una forma especial de estarcido o soplado para representar manos en negativo. Los colores fundamentales eran el rojo y el negro, obtenidos de óxidos de hierro y carbón vegetal u óxido de manganeso, respectivamente. La aplicación de la pintura podía ser al fresco o disuelta en grasa, lo que proporcionaba una mayor durabilidad.
En cuanto a los signos, que no se asemejaban a figuras conocidas, su tratamiento era más sencillo y aparecían grabados o pintados en paredes y objetos. Los puntos y las rejillas eran representaciones frecuentes, y los primeros se utilizaban tanto aislados como incorporados a paneles con imágenes naturalistas.
P. ¿Cómo se manifiesta el arte rupestre paleolítico en Cantabria, específicamente en relación con Altamira?
R. Cantabria destaca como una región con una rica concentración de arte rupestre paleolítico, albergando un total de 75 cuevas con importantes conjuntos, lo que la posiciona como una de las áreas más destacadas de Europa en este aspecto. Este valor se incrementa anualmente gracias a continuos descubrimientos arqueológicos, diversidad de técnicas decorativas, variabilidad temática y estilística en las representaciones, así como una amplia horquilla temporal que abarca desde hace 65 000 hasta 11 000 años, demostrando una evolución temporal notable y una excepcional continuidad en el tiempo. Además, la excelente conservación de estos conjuntos añade un valor significativo a la región.
Actualmente, seis de las diez cuevas incluidas en la lista de Patrimonio Mundial por la UNESCO en Cantabria, en complemento a Altamira, están abiertas al público: Chufín, El Pendo, El Castillo, Las Monedas, Hornos de la Peña y Covalanas. Estas cuevas continúan siendo objeto de estudio, proporcionando nuevos datos sobre el pensamiento simbólico y modos de vida de los grupos humanos que habitaron el norte de la Península Ibérica durante el Paleolítico.

P. ¿Qué revela el arte mueble del Paleolítico superior sobre la creatividad y habilidad de nuestros ancestros paleolíticos?
R. El arte mueble del Paleolítico superior, a pesar de haber sido considerado durante mucho tiempo como un gran desconocido, revela aspectos fascinantes sobre la creatividad y habilidad de nuestros ancestros paleolíticos. La historia de este arte portátil se remonta a 1833, cuando se descubrió el primer objeto decorado reconocido como prehistórico en la cueva de Chaffaud, Francia: un fragmento óseo grabado con dos ciervas, con una antigüedad estimada de 15 000 años.
Aunque el arte parietal, como el encontrado en el Techo de los Policromos de la cueva de Altamira, capturó la atención de Marcelino Sanz de Sautuola en 1879 y atrajo la investigación prehistórica, el arte mueble ya era conocido desde antes. Este arte, presente en fragmentos de piedra y hueso, se distinguió por su autenticidad desde el principio, a diferencia del arte parietal.
A pesar de su autenticidad, el arte mueble fue inicialmente considerado como un “arte menor”, vinculado más a la artesanía que a las complejas representaciones en las paredes de las cuevas. Esta percepción dual persistió durante mucho tiempo en la visión científica del registro artístico paleolítico. Se le dio menos importancia en comparación con el arte parietal, y quedó en gran medida desconocido para el público en general hasta casi tiempos recientes.
Sin embargo, el estudio del arte mueble revela una riqueza de detalles sobre la creatividad y habilidades artísticas de nuestros antepasados paleolíticos. Estas piezas portátiles ofrecen una visión única de la vida y el pensamiento de las comunidades prehistóricas, mostrando que la expresión artística era una parte integral de su cultura, no solo en las cavidades decoradas, sino también en objetos cotidianos y portátiles.
P. ¿Cuál era el papel del tallado de piedras en tiempos de Altamira y cómo se refleja en las obras artísticas de la época?
R. El tallado de piedras desempeñaba un papel crucial tanto en la vida cotidiana como en la creación de obras artísticas. Este proceso no se limitaba únicamente a la decoración de cuevas, como en el caso de Altamira, sino que estaba intrínsecamente ligado a la elaboración de herramientas esenciales para la supervivencia. Puntas de flecha, cuchillos y otros utensilios eran tallados con destreza a partir de diversas piedras, contribuyendo significativamente a las actividades de caza, recolección y subsistencia de las comunidades.
El mismo proceso de tallado utilizado para la creación de herramientas tenía una aplicación directa en la expresión artística. Muchas de las obras artísticas de la época, ya sea en el arte parietal de cuevas como Altamira o en el arte mueble, involucraban la talla de piedra. Esculturas en relieve, figuras antropomorfas o zoomorfas talladas en hueso o marfil, y otros objetos decorativos eran producto de estas técnicas de tallado, destacando la habilidad artística de los paleolíticos en el manejo de las herramientas.
En el contexto específico de Altamira, el tallado de piedra se refleja en las obras artísticas en las paredes de la cueva. Los bisontes y otros animales representados en el techo de la sala de los Polícromos, por ejemplo, fueron cuidadosamente tallados y grabados utilizando herramientas de sílex u otros materiales disponibles. La precisión y detalle en estas representaciones evidencian la destreza técnica de los artistas paleolíticos en el manejo de las herramientas de tallado.
Además de las representaciones en las cuevas, el tallado de piedras se utilizaba para crear objetos decorativos portátiles. Estos objetos, como las esculturas o las piezas de joyería, también eran expresiones artísticas importantes y revelan la habilidad artesanal y creatividad de la sociedad paleolítica. En conjunto, el tallado de piedras en tiempos de Altamira no solo cumplía una función utilitaria, sino que también constituía una forma esencial de expresión artística, mostrando la habilidad y creatividad de nuestros ancestros paleolíticos en múltiples facetas de su vida.
P. ¿Qué información proporciona el estudio de utensilios óseos en el Paleolítico superior sobre la vida cotidiana y las actividades de los habitantes de Altamira?
R. A lo largo de la historia, los humanos han utilizado diversas partes del esqueleto de animales para confeccionar objetos, y en este periodo, el hombre moderno destacó por impulsar el diseño de herramientas, armas y adornos a partir de huesos y astas.
La selección de distintos tipos de huesos, astas de cérvidos, dientes o marfil se realizaba en función de la forma y función deseada para los objetos a fabricar. La manufactura de elementos óseos era relativamente sencilla, utilizando herramientas como lascas, láminas afiladas, raspadores y elementos abrasivos para el acabado. Aunque requería esfuerzo muscular y horas de trabajo, se conocían técnicas para facilitar el proceso, como sumergir fragmentos de asta en agua para hacerlos más fáciles de transformar.
La secuencia operativa técnica para elaborar herramientas, conocida como cadena operativa, era específica para cada tipo de objeto. Por ejemplo, para obtener agujas o puntas de azagaya, se grababan surcos convergentes en la superficie ósea, se extraía una lengüeta y se llevaban a cabo acciones adicionales según el instrumento deseado. La diversidad de utensilios óseos, como agujas de coser, punzones, espátulas y herramientas domésticas, revela el considerable esfuerzo invertido por los habitantes de Altamira en la producción de armamento y adornos de calidad.
En el ámbito de las armas, las azagayas, puntas de azagaya y arpones óseos eran características del Paleolítico superior. La diversidad de puntas de azagayas, decoradas con motivos geométricos y figurativos, se destacó especialmente durante la etapa del Magdaleniense. Las puntas de azagaya eran eficaces para la caza, y su asociación con propulsores o lanzavenablos potenciaba su alcance y eficacia. Además, los arpones, con hileras de dientes tallados, evidencian mejoras técnicas para retener presas, y algunos ejemplares presentan motivos decorativos.
P. ¿Cuál era el simbolismo de los mamíferos y otros animales en el contexto de la época?
R. Muchos de los restos óseos descubiertos, como los de caballos, bisontes, uros, ciervos, renos, cabras monteses, sarrios, corzos y jabalíes, revelan prácticas de caza y consumo por parte de los seres humanos. Las incisiones con sílex para desarticular los miembros y las fracturas de huesos para acceder a la médula indican técnicas específicas utilizadas en el procesamiento de la carne.
Entre los periodos del Paleolítico superior, desde el Auriñaciense hasta el Magdaleniense, se observan oscilaciones climáticas marcadas, con períodos muy fríos alternando con otros más templados. Estas condiciones climáticas influyeron en la disponibilidad y distribución de la fauna, impactando las estrategias de caza y recolección de los habitantes de la región.
Los grandes mamíferos, como el mamut, el rinoceronte lanudo, el gran alce, el bisonte, el uro y el caballo, dejaron rastros en yacimientos de Asturias, Cantabria y País Vasco. La presencia de estos animales sugiere la diversidad de la fauna y la importancia de la caza en la subsistencia de las comunidades.
En particular, la caza especializada de grandes bóvidos como el uro y el bisonte se documenta en la cueva guipuzcoana de Aitzbitarte III durante el Gravetiense. Esta práctica, antes asociada principalmente al Magdaleniense, demuestra la adaptabilidad de las estrategias de caza a lo largo del tiempo.
Aunque el caballo es frecuentemente representado en las figuras rupestres del Cantábrico, los restos sugieren que su caza fue menos común, disminuyendo durante el Solutrense y haciéndose más rara en el Magdaleniense.
Además de los mamíferos terrestres, se encuentran restos de cetáceos marinos, como cachalotes, calderones y delfines. La presencia de estos animales sugiere no solo una relación con la caza, sino también la posibilidad de aprovechar recursos marinos varados en las costas.

P. Explica cómo el medio ambiente que rodeaba a los artistas de Altamira influyó en sus obras y en su forma de vida.
R. El entorno climático que rodeaba a los artistas de Altamira, durante el periodo en que crearon sus obras, fue caracterizado por importantes cambios climáticos relacionados con la última glaciación. A lo largo de este periodo, que abarcó aproximadamente entre 35 000 y 15 000 años antes del presente, la región experimentó alternancias entre fases glaciares e interglaciares, con fluctuaciones significativas en la temperatura atmosférica.
Durante los periodos glaciares, como el Último Máximo Glacial (UMG), la región experimentó climas fríos y relativamente secos, con la presencia de estepas y bosques abiertos dominados por pinos y abedules. Por otro lado, los periodos interglaciares se caracterizaron por climas más templados y húmedos, con la dominancia de bosques abiertos de robles caducifolios.
Estos cambios climáticos tuvieron un impacto directo en la vegetación y la fauna de la región. En los episodios más fríos y secos, las estepas eran abundantes, mientras que en los periodos más templados, los bosques abiertos prevalecían. Estas variaciones afectaron los recursos vegetales y animales disponibles para los habitantes de la región, incluidos los artistas de Altamira.
En particular, durante el evento climático conocido como Heinrich Event 2 (HE 2), que precedió al Último Máximo Glacial, las condiciones climáticas fueron especialmente duras, lo que pudo afectar el acceso a las cuevas kársticas utilizadas para el arte rupestre. Se formaron tapones de hielo y se produjo la formación de hielo o escarcha en las entradas de las cuevas, lo que podría haber hecho intransitables muchas de ellas. Este fenómeno climático podría explicar la aparente interrupción en la producción de arte rupestre durante ese periodo específico.
A pesar de estas condiciones climáticas cambiantes, los artistas de Altamira lograron dejar un testimonio duradero de su mundo simbólico en las paredes de cuevas accesibles y lo suficientemente cálidas durante episodios climáticos menos extremos. La continuidad temática y estilística en yacimientos como Parpalló sugiere que, a pesar de los desafíos ambientales, las prácticas artísticas paleolíticas persistieron a lo largo del tiempo.
P. ¿Qué revela la arqueogenética del Paleolítico superior sobre los habitantes de Altamira y su relación con otras poblaciones prehistóricas?
R. La arqueogenética del Paleolítico superior revela detalles fascinantes sobre los habitantes de Altamira y su relación con otras poblaciones prehistóricas. La presencia de humanos modernos en Europa durante el Paleolítico superior, hace aproximadamente 46 000 años, marcó un hito significativo en la historia humana. Sin embargo, las raíces de estos humanos modernos se extienden mucho más allá del continente africano, como lo evidencian restos fósiles en Israel y Grecia.
Desde un punto de vista genético, la diversidad de las poblaciones africanas contrasta con la estructuración de las poblaciones fuera de África, especialmente en Oriente Próximo, donde se desarrollaron linajes como el Basal Euroasiático (BSA). Aunque no encontramos individuos 100% pertenecientes a este linaje, su presencia se detecta a través de modelos genómicos en poblaciones actuales de la Península Arábiga.

Arte rupestre. Un viaje al corazón de la prehistoria a través de las pinturas de Altamira
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La llegada de humanos modernos a Europa hace unos 46 000 años coincide con la presencia de neandertales, marcando un encuentro que dejó un legado genético. La longitud de los segmentos de ADN neandertal en genomas humanos modernos proporciona pistas sobre el momento de estas mezclas, como se evidencia en el caso del individuo de la cueva Zlatý kůň en la República Checa.
Los individuos del Paleolítico superior inicial, como los de Bacho Kiro, jugaron un papel crucial en la formación de poblaciones subsiguientes en Europa y Asia. La diversidad genética se manifiesta en linajes como el Věstonice cluster, asociado al Gravetiense, y su evolución a través del tiempo.
Durante el Último Máximo Glacial, entre aproximadamente 26 000 y 19 000 años atrás, las poblaciones europeas se contrajeron, dejando rastros genéticos que revelan la pérdida de diversidad. Individuos asociados al Solutrense en la cueva de Malalmuerzo en Granada muestran afinidades genéticas con periodos anteriores.
El periodo postglacial introduce el cluster Goyet Q2, con continuidad genética en Europa occidental. Cambios significativos ocurren en la península itálica, donde el cluster Villabruna reemplaza al Věstonice en un proceso de reemplazo poblacional. Este fenómeno también se observa en individuos del Epipaleolítico y Mesolítico, como los Iberian Hunter-Gatherers en la península ibérica.