Las portadas de la Catedral de Burgos

La Catedral de Burgos es una obra maestra del gótico español. Su construcción se alargó dos siglos, durante los cuales se construyeron las portadas del templo, cada una con su propio estilo y significado.
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Después de largos días de preparación, el 15 de mayo de 1483 la ciudad de Burgos abría finalmente sus puertas para recibir la entrada triunfal del infante Juan, el hijo de los Reyes Católicos y futuro heredero al trono de las coronas de Castilla y Aragón.

Ante los ojos de un príncipe que aún no había cumplido los cinco años, desfilaron los regidores de la ciudad, los representantes de los gremios y varios grupos de danzantes que debieron sorprenderle enormemente. Tras las tradicionales ceremonias de bienvenida, los besamanos y el recorrido por los puntos más emblemáticos de la urbe, el infante Juan fue llevado hasta la portada occidental de la catedral de Burgos.

Allí, el cardenal Mendoza le bajó en brazos de su litera y con él subió la escalinata principal, para que todos los que se habían congregado en la plaza pudieran ver al príncipe orando ante la cruz. Después, el séquito real entró en la catedral. El pueblo llano quedaba así en vilo, enfrentado a una inmensa pared de piedra labrada, sin poder ver ni saber qué sucedía en el interior del templo.

En ocasiones como esta, al público no le quedaba más remedio que dejar vagar su mirada por la enorme cantidad de figuras que decoraban la fachada principal de la catedral de Burgos, mientras las ceremonias del interior seguían siendo un misterio velado.

Pero ¿podemos desde nuestro siglo XXI ver lo mismo que el público de 1483? La respuesta a esta pregunta es complicada, pues el paso de los siglos ha dejado su marca indeleble en la piel de la catedral y ha alterado los barrios que la rodeaban. Sin embargo, las fuentes históricas y el mismo edificio pueden ayudarnos a entender cómo se verían las portadas de este gran templo gótico en la Edad Media.

Entrada real de la catedral de Burgos: la portada occidental

Esa portada, que sirvió de telón de fondo para la entrada triunfal del infante Juan, sigue siendo un misterio para los investigadores.

Como hoy día, la portada occidental tenía tres arcos, siendo el central más grande que los laterales. Por algunas pequeñas pistas, sabemos que las imágenes que allí se representaban estaban relacionadas con la vida de la Virgen, algo muy lógico si tenemos en cuenta que la catedral estaba dedicada a María.

Al parecer, la piedra con la que se habían realizado estas escenas no era de buena calidad y, poco a poco, las figuras medievales fueron desgastándose, teniendo que ser reemplazadas por otras de estética barroca.

Las dificultades, sin embargo, no acabaron aquí: a finales del siglo XVIII la estructura entera presentaba grandes problemas. El burgalés Fernando González de Lara fue el arquitecto encargado de desmontar los tres arcos y reedificar una nueva estructura neoclásica que cambiaría radicalmente la fachada occidental.

Primer cuerpo de la fachada principal, la puerta de Santa María (puerta Real o puerta del Perdón) escoltada por dos menores, la de la Asunción y la de la Inmaculada. FOTO: SHUTTERSTOCK.

Pero, si leemos a fondo los documentos, podemos desentrañar algún detalle más. Una y otra vez, los manuscritos medievales nos dicen que era precisamente delante de esta triple portada donde culminaban las entradas reales: es decir, era el lugar “por donde vienen los reyes”. Por lo tanto, no es extraño que allí hubiera figuras que de alguna manera aludieran a la monarquía.

En la galería alta y en las dos torres se vislumbran unas esculturas góticas que, si aguzamos la vista, aún nos muestran sus coronas. La relación entre las escenas de la vida de la Virgen y estas imágenes regias se explica fácilmente si las entendemos como representaciones de los reyes de Israel. Ellos serían la plasmación en piedra de la genealogía de la Virgen, de esa línea que iría desde el pasado bíblico al nacimiento de Cristo.

A primera vista, podría sorprendernos que un espacio tan estrechamente ligado a la realeza castellana mostrara solamente mensajes religiosos. Ahora bien, si tenemos en cuenta que los reyes castellanos eran considerados “vicarios de Dios en la tierra”, entenderemos que los reyes bíblicos y los castellanos estaban estrechamente relacionados y las barreras entre la política y la religión eran flexibles o, mejor dicho, permeables.

Portal de la revelación: portada sur o del sarmental

En ocasiones, es imposible desentrañar el origen de algunos nombres. Esto es precisamente lo que sucede con la portada sur de la catedral de Burgos, ya completada hacia 1240, y popularmente conocida como la Puerta del Sarmental. Algunos han propuesto que su nombre vendría de la corrupción del término “sacramental”, para otros haría referencia a los sarmientos o vástagos de vid que ocupaban la plaza cercana.

En la Edad Media, sin embargo, este espacio se conocía como el Portal del Arzobispo porque se abría hacia uno de los accesos laterales del antiguo palacio arzobispal. Documentos más antiguos la citan también como el Portal de la Revelación, desvelando así cómo los ojos medievales leerían las esculturas que aún hoy decoran su tímpano.

Detalle de las esculturas de las arquivoltas de la Portada del Sarmental. Ancianos del Apocalipsis tocando instrumentos y un coro de ángeles. FOTO: ALBUM.

La escena de ese tímpano está dominada por Cristo, que, en acto de bendecir y coronado, muestra un libro abierto: esta es la “revelación”. Le rodean cuatro hombres que escriben afanosamente, doblados sobre sus pupitres. Como estos son acompañados por sus animales simbólicos, sabemos que representan a los cuatro evangelistas mientras plasman el dictado divino en los Evangelios: san Marcos con el león, san Juan con el águila, san Mateo con el ángel y san Lucas con el buey.

En la parte inferior se representa a doce varones dialogando, todos ellos portando sendos libros. Son los doce apóstoles cuya misión fue difundir la palabra de Dios.

Rodeando el tímpano, encontramos una primera arquivolta con ángeles. La segunda y la tercera representan a los Ancianos del Apocalipsis tocando instrumentos, pero entre ellos también vemos escenas en las que maestros parecen enseñar a jóvenes pupilos diferentes disciplinas. Se ha propuesto que fuesen representaciones de las artes liberales, las áreas de conocimiento de la educación medieval. Así, por ejemplo, el hombre y el niño que examinan a conciencia un frasco harían referencia a la medicina, mientras que el varón que abre un libro sobre su regazo sería la representación de la gramática.

En ocasiones, se ha señalado que los temas representados en esta portada sur de la catedral de Burgos parecen “estar fuera de moda”, siendo más propios del arte románico que del gótico. Esta afirmación es una media verdad, pues no tiene en cuenta para quiénes estaba pensada esta escena.

La que hoy día es la entrada principal a la catedral de Burgos había sido, en origen, una puerta semiprivada que solamente verían los canónigos y el arzobispo, pues estaba encajonada entre el claustro y el palacio arzobispal, un inmenso edificio que fue derribado en 1914.

La estética sobria y ordenada de las figuras de la Puerta del Sarmental encajaba a la perfección con el modelo que debía seguir el cabildo catedralicio, sobre todo en una época en la que la reforma del clero era un problema realmente apremiante.

El incidir una y otra vez en la importancia de la escritura, la educación y los libros era la otra cara de la moneda: se representaba en piedra y para los siglos venideros el comportamiento ideal de los canónigos de la catedral, quienes debían educarse, leer y escribir para así no caer en la tentación. El mensaje culminaba con la figura que se hallaba, tanto simbólica como literalmente, más cercana a la tierra: el obispo del parteluz o columna central de la puerta (el original se guarda hoy día en el claustro).

Algunos investigadores proponen que este prelado sería mucho más que una representación genérica. Para algunos representa al obispo don Mauricio, quien inició las obras de la catedral gótica de Burgos, pero es más plausible que su imagen haga en realidad referencia a algún obispo particularmente interesado en la vida apostólica, como san Indalecio o don Asterio. Sea como fuere, su función era clara: la figura del parteluz, tal y como se podía esperar del obispo de la sede burgalesa, representaba el nexo entre la perfección celestial y el mundo terrenal.

Portal de los apóstoles: portada norte o de la coronería

Corría el año 1257 cuando el rey castellano Alfonso X el Sabio decidió hacer una importante donación a la catedral de Burgos. El 11 de noviembre de ese año, firmó un documento gracias al cual donaba al cabildo catedralicio una pequeña plaza situada a la derecha de la Puerta de los Apóstoles.

Pero ¿cuál era la puerta a la que se refería el monarca? Como el mismo documento también cita la “puerta mayor”, que sin duda era la portada occidental, y la portada sur, tal y como hemos visto, se encontraba encastrada entre varios edificios y lejos de cualquier tipo de plaza, la única opción es que se tratara de la portada norte, popularmente conocida como Puerta de la Coronería.

La Portada de la Coronería o de los Apóstoles se abre en el brazo norte del crucero y desde ella se accede a la Escalera Dorada. FOTO: ALBUM.

Exactamente como sucede con el Sarmental, no conocemos los orígenes del término Coronería. Es cierto que en la donación de Alfonso X se habla de que cerca de la puerta estaba la casa de un tal don Gutierre “correonero”, pero mucho más probable es que nos encontremos ante la corrupción del nombre de la calle de la “correonería” o artesanía de las correas de cuero, el nombre con el que solía conocerse la actual calle Fernán González en la Edad Media.

Si leemos en detalle las palabras de Alfonso X, todo parece indicar que para 1257 la portada ya estaría terminada. Y, la mayoría de los especialistas coincide en pensar que las obras debieron realizarse hacia 1245.

A primera vista, es fácil afirmar que esta portada es radicalmente diferente de su hermana la Puerta del Sarmental, y esto es lógico porque su público era mucho más amplio y variado. La calle a la que se abría era una de las rutas principales del Burgos medieval y además era el recorrido habitual de todos los peregrinos que recorrían el camino de Santiago.

La portada que hoy vemos ha sobrevivido bien al paso del tiempo, pero el vano de acceso fue modificado a inicios del siglo XVI, cuando también se eliminó el parteluz, que seguramente iría decorado con alguna escultura.

Los doce varones con halos y libros en la parte baja representan a los doce apóstoles, que daban el nombre a la portada en los documentos medievales. El punto central, sin embargo, era la zona del tímpano. Rodeado por ángeles que portan los símbolos de la Pasión (la lanza, la columna, la corona de espinas, los clavos y la cruz), vemos a Cristo resucitado que muestra sus heridas, acompañado por dos figuras que doblan las rodillas y levantan las manos, son la Virgen y san Juan Evangelista, que se postran e imploran ante el Salvador para pedirle clemencia por la humanidad.

El sentido de esta escena se hacía manifiesto cuando el espectador volvía los ojos a las figuras que decoran el arco. Diferentes ángeles rodean la escena central, mientras que en la arquivolta exterior vemos cómo hombres y mujeres salen de sus sarcófagos en lo que conocemos como la “resurrección de la carne”, el momento previo al Juicio Final.

Detalle del centro del tímpano, con Cristo entronizado rodeado por los cuatro evangelistas. En la base, un dintel con los doce apóstoles. FOTO: SHUTTERSTOCK.

Y este juicio es precisamente el que se representa en la parte inferior del tímpano, en esa larga escena cuya zona central domina el arcángel Miguel pesando las almas. A su mano derecha, otro ángel sostiene en brazos lo que podría parecernos un niño, pero que los ojos medievales entendían sin problemas como una representación del alma. Este ángel se encuentra situado delante de un edificio con una puerta entreabierta que simboliza la entrada al Paraíso, ese espacio de salvación donde vemos cinco figuras claramente diferenciadas entre sí. Las primeras cuatro han sido identificadas como el rey Fernando III de Castilla y su madre Berenguela, ante los cuales santo Domingo y san Francisco exhiben los pergaminos por los que se recomendaban sus respectivas órdenes. Probablemente el último personaje sea el obispo don Mauricio, el mismo que promovió la construcción del nuevo templo gótico de Burgos.

Si a mano derecha se representaba el Paraíso, a mano izquierda nos encontramos con el infierno. Los pequeños seres peludos son los demonios que atormentan las almas de los pecadores y los llevan hacia las profundidades infernales. Una de las representaciones más típicas del infierno es el tormento del fuego, que vemos simbolizado en la escena del hombre en un caldero hirviente, rodeado de demonios que apoyan sus patas en las cabezas de otros pecadores.

La lujuria es un pecado que en Burgos se representa explícitamente en la figura de un demonio que agarra sin pudor a una mujer vestida solamente con un velo y de otro que pone boca abajo a un personaje desnudo. El otro pecado que se recrea sin tapujos es el de la avaricia o usura, aquí dividido en dos escenas. En la primera, situada cerca del arcángel Miguel, un demonio tira de la bolsa de dinero que cuelga del cuello de un pecador. En la segunda, en el extremo derecho de la composición, vemos a un individuo que recoge el dinero que defeca otro hombre desnudo, mientras que un tercero agarra los cuartos traseros de un demonio para que su boca no deje escapar ninguna de las monedas que salen de allí.

Factores considerados al diseñar las portadas de la catedral de Burgos

Cada una de las portadas fue pensada y diseñada teniendo en cuenta tres factores fundamentales: el lugar en el que se hallaba, el público que la vería y las ocasiones en las que sus imágenes serían contempladas. Por este motivo, edificios como la catedral de Burgos deben ser entendidos como espacios de diálogo.

Las esculturas y su localización aportaban información, pero esta debía ser siempre complementada por el conocimiento y las interpretaciones de aquellos ojos que se paraban a escrutar sus detalles. Unos ojos particularmente atentos debieron ser los del humanista italiano Marineo Sículo, profesor de la corte de los Reyes Católicos. Cuando visitó Burgos a finales del siglo XV, Marineo quedó impactado por la ciudad, pero especialmente por la catedral, de la que dijo: “Ansí por fuera como por dentro es de obra muy maravillosa”.

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