Descifrando la simbología de las portadas románicas de la catedral de Santiago

El programa escultórico presente en la portada de Platerías, en la fachada meridional de la catedral de Santiago de Compostela, se presenta como un conjunto iconográfico tan atractivo como complejo a consecuencia de los cambios de proyectos, añadidos e intervenciones
Descifrando el programa iconográfico de la portadas de la catedral románica de Santiago

La catedral románica de Santiago tenía tres grandes portadas, dos en cada uno de los brazos del transepto y una a los pies. Poseían una temática diferente, pero complementaria: la norte estaba dedicada a la obra creadora del Padre, con la caída y promesa de redención; ello concuerda con su carácter más sombrío, lugar donde se desarrollaban los ritos de la liturgia penitencial propios de un santuario de peregrinación. La sur —zona de la luz—, a la redención, obra del Hijo, Dios y Hombre. Y la oeste, culminada con la Transfiguración, en relación con el Espíritu Santo, que acabaría siendo la del Juicio y la Gloria —el Pórtico de la Gloria—, pues la del románico pleno no habría llegado a tomar cuerpo.

Fachada de la Azabachería de la Catedral de Santiago de Compostela. Foto: Shutterstock.

La portada francígena

La fachada norte, también llamada francígena porque allí llegaban los peregrinos que procedían del camino francés, tenía delante una fuente, la fons vitae, clara evocación de la existente en San Pedro de Roma, que desde un punto de vista simbólico se vincularía con el paso de las tinieblas a la luz, del hombre viejo al hombre nuevo, por la renovación que se alcanza a través de la penitencia. El espacio circundante, denominado Paradisus en el libro V del Liber Sancti Iacobi, era un área comercial, a la vez que funeraria; en todo caso un entorno bullicioso:

«Después de la fuente está el atrio o paraíso, según dijimos, pavimentado de piedra, donde entre los emblemas de Santiago se venden a los peregrinos las típicas conchas, y hay allí para vender botas de vino, zapatos, morrales de piel de ciervo, bolsas, correas, cinturones y toda suerte de hierbas medicinales y además drogas, y otras muchas cosas. Los cambiadores, los hospederos y otros mercaderes están en el camino francés. El paraíso tiene de dimensiones en ambos sentidos un tiro de piedra».

Destruida en 1757 para construir la actual portada de la Azabachería, es posible reconstruirla a partir de la descripción que recoge el Códice Calixtino, y las piezas que se encuentran en la portada sur y en el Museo Catedralicio. Tendría dos puertas que se apoyaban sobre trece columnas marmóreas —varias se conservan en el museo— en las que hay elementos de la vid, con racimos en unas, frente a elementos vegetales estériles, dualismo que evoca el tópico bíblico de la viña devastada: ramas estériles, en relación con los pecadores, hombres de la Antigua Ley, frente a las vides que serían la humanidad restaurada; en una de ellas se recoge la historia de Ulises. Como indica Manuel Castiñeiras, pudieron inspirarse en las que los marmolistas romanos elaboraron para San Carlo a Cave (Lacio) y Trinità dei Monti (Roma), modelos que Gelmírez observaría en los diferentes viajes que realizó a Roma, como el de 1105, para recibir el privilegio del palio de la mano del papa Pascual II (1099-1118).

Fachada de la iglesia de Trinitá dei Monti, en Roma. En primer plano, la Fuente de la Barcaza. Foto: Shutterstock.

Presidiría la parte superior la imagen del Salvador que estaba sobre la columna central —hoy embutida en el contrafuerte occidental de la fachada de Platerías—, bendiciendo y con el libro cerrado en su mano izquierda. A su alrededor los cuatro evangelistas, de los que se conservan el signum Mathei y el león de Marcos.

En los frisos superiores se sigue el relato bíblico: la creación de Adán y la de Eva, la expulsión del Paraíso y sus consecuencias: parir con dolor y trabajar con el sudor de la frente (Gen 3, 16-19); a ello responde el relieve de Eva amamantando a Caín, si bien se ha perdido la figura de Adán trabajando.

Reconstrucción hipotética en 3D de la portada francígena de la Catedral de Santiago de Compostela. Foto: ASC.

Lucha contra los pecados capitales

Insistiendo en el trabajo y en la sujeción del hombre al tiempo, habría que situar otras representaciones mencionadas en el Códice Calixtino como son los meses del año, a cuyo ciclo pertenecería el relieve del mes de febrero, un hombre calentándose junto al fuego —hoy en el Museo de la Catedral—, habiendo desaparecido los restantes. Sin embargo, en la catedral compostelana no se acompañan por los signos del zodíaco, aunque se conservan sendas placas de un centauro disparando una flecha y una sirena que las ha recibido. Teniendo en cuenta que las flechas simbolizan las tentaciones y la sirena lleva un pez en la mano y toca una bocina para atraer a los pescadores para tentarlos, tendríamos la representación de lo demoníaco que hay en uno y otro sexo.

No se puede olvidar que se trata de la fachada por donde accedían los peregrinos y frente a la que se hacía penitencia, por lo que se hace hincapié en el pecado, a través de diferentes figuras que, como en la Psychomachia de Prudencio, encarnan la lucha contra los pecados capitales: muchas de ellas son imágenes femeninas, de cabellos largos, sinuosos, serpentiformes, que, como muestra del caos, harían hincapié en el mal. Algunas se perdieron, mientras otras se reutilizaron en Platerías como la mujer con un cachorro de león, o la que sostiene un gallo y una serpiente enroscada en su cabeza

En el Museo de la Catedral hay una mujer a la que consideró que llevaba en sus manos racimos de uvas, por lo que tendría un sentido positivo —el racimo de la tierra prometida era interpretado como un anuncio de la Pasión—; sin embargo, la forma de sujetar el objeto evoca más la figura de la mujer que trata de evitar la mordedura de sendas serpientes, imagen tradicional de la lujuria. Esa melena sinuosa propia de las «malas mujeres» es la que presenta la famosa «mujer con la calavera», actualmente en el tímpano izquierdo de Platerías. 

Detalle de mujer adúltera, conocida como «mujer con calavera», en el tímpano izquierdo de Platerías. Foto: ASC.

Ha sido objeto de múltiples interpretaciones: Eva, la mujer adúltera según la descripción del Calixtino: «está una mujer sosteniendo entre sus manos la cabeza putrefacta de su amante, cortada por su propio marido, quien la obliga a besarla dos veces al día», en un momento en el que, tras la reforma gregoriana, la Iglesia lleva a cabo un proceso de sacralización progresiva del rito del matrimonio. 

Recientemente se ha propuesto una nueva identificación de esta mujer, que sería Bethsabé, de la que, como relata el Libro de Samuel, el rey David se enamora, a pesar de ser la esposa de Urías. Para vencer este «obstáculo», el rey pone a Urías en la avanzadilla del ejército que va a «sucumbir al alcance del tiro de arco», consiguiendo así la muerte de su «rival»; de hecho, destaca la presencia de una huella en el frontal de la calavera, que evocaría la dejada por la flecha mortal que acabó con Urías. De este amor «ilícito», tras el cual estaría el vicio de la lujuria, nació un hijo, que murió al séptimo día; sin embargo, pasado el periodo del duelo, David manda llamar a Bethsabé, a la que convertirá en su esposa, unión de la que nace Salomón, siguiendo el tronco de la genealogía de Cristo.

La imagen del rey David es uno de los relieves más señeros del románico: se presenta como salmista y como vencedor del mal ya que bajo su trono se disponen cabezas de animales y está tocando una cítara. Sabemos que la música de David había hecho huir el Spiritus Malus que poseía Saúl; pero Moralejo fue más allá: en la exégesis medieval la musica instrumentalis se interpreta como expresión de un orden cósmico y un orden moral, que supera el caos (siguiendo la tradición de los pitagóricos, neoplatónicos y Boecio). 

Tímpano de la fachada de Platerías de la Catedral de Santiago de Compostela. Foto: ASC.

Su significado en el conjunto del programa, al resultar vencedor del mal, es una prefiguración de Cristo, que vence las tentaciones —tema del tímpano izquierdo de Platerías—; pero incluso, el hecho de que la cítara estuviese realizada en madera y con cuerdas, evocaría la imagen de la cruz, por lo que se podría relacionar con el ciclo de la Pasión representado en el tímpano derecho de Platerías. Por otro lado, no se puede olvidar que David cometió el pecado de lujuria, si bien fue perdonado por Dios, quien se muestra misericordioso con los pecadores arrepentidos, cuestión de enorme relevancia en el significado general de la portada norte. En efecto, ante el pecado, Dios envía diversas señales que muestran su misericordia, como ejemplifica el sacrificio de Isaac, prefiguración del de Cristo, que se representa en la portada sur.

Por último, el Calixtino indica que en el tímpano de la portada norte se hallaba la Anunciación, relieve que actualmente se encuentra en el friso de Platerías. No está claro si se hallaría en la portada norte, estableciendo la dicotomía Ave/Eva, como señal de redención, o en la sur —portada del Hijo— como cumplimiento de dicha promesa al aceptar ser la madre del Salvador. 

La portada de Platerías

La fachada sur o de Platerías —ya que en ella se encontraban los orfebres—, posee dos tímpanos, con una completa narración en la que el protagonismo lo adquiere Cristo, como corresponde con la portada del cumplimiento de la promesa. En el tímpano de la derecha está representada, en la parte superior, la Epifanía, con Jesús en el regazo de su madre, al que adoran los magos —primeros peregrinos— que lo reconocen como Mesías. Ello supone el cumplimiento de la promesa que Dios hace: el envío de su Hijo para salvar a la humanidad, «gentes de toda raza, lengua, pueblo y nación» (Apocalipsis 5, 9), como los peregrinos que acuden a Santiago en busca de su propia salvación. En la parte inferior está el prendimiento de Jesús, que es coronado por un ángel como Rey de los judíos, rey celeste, seguido de varios episodios de la Pasión: la erección de la cruz sobre el Gólgota, la flagelación, Pilato con gesto imperativo, coronado como rey terrestre, insistiendo en la contraposición entre ambos reinos y, finalmente, la curación del ciego, milagro en el que se manifiesta la naturaleza divina de Cristo. 

Un Cristo, Dios y Hombre que es tentado en el tímpano de la izquierda. Según el texto de Mateo 4, 1-11, antes de empezar su vida pública, Cristo se retira al desierto —marco ideal de la vida cristiana— como indica el epígrafe: «DVCTUS ES(t) IH(e)S(v)S IN DESERT(vm)», donde el demonio, en forma de simio, lo tienta aprovechando el ayuno. La segunda prueba transcurre «I(n) S(an)C(ta)M CIVITA(t)EM», Jerusalén, la ciudad santa y su templo, para que desde él se tire y los ángeles lo recojan demostrando que es Dios. Finalmente «IN MONTEM EXCELS(vm)», el demonio lo conduce hasta lo alto para que pueda ver todo lo que le ofrece si lo adora. 

La indumentaria litúrgica de Cristo insistiría en su importancia como modelo para el buen sacerdote cristiano, que tanto preocupó a Gelmírez y que se puede inscribir dentro del ambiente de la reforma gregoriana. Asimismo, en la contraposición entre regnum y sacerdotium que se debatió en la querella de las investiduras, en pleno auge en los años en los que esta portada se hallaba en construcción (1103-1117), y que concluyó durante el papado de un personaje tan conocido en el ambiente compostelano: Calixto II, a quien se atribuye el códice al que se ha hecho referencia en varias ocasiones.

Los Apóstoles, pilares de la Iglesia

En la parte inferior, destaca en las columnas la representación de los apóstoles, marmóreos pilares de la Iglesia, anunciados por las doce tribus de Israel de la columna central, eje angular del texto que para Javier Martínez de Aguirre constituye la clave interpretativa de esta portada: la epístola de Santiago a las doce tribus que están en la dispersión, texto atribuido a Santiago el Mayor en el Liber Sancti Iacobi.

Dicha columna culmina con las aves bebiendo del cáliz, símbolo de la sangre derramada que llevará a la vida eterna y sobre ella los feroces leones, identificados con el trono de Salomón, juez bíblico por excelencia, en un espacio —la platea— donde el obispo ejercía la justicia.

Representación del apostolado en el fuste de una de las columnas de la Portada de Platerías. Foto: Shutterstock.

El friso inicial presentaría la imagen de Cristo, con el libro abierto —frente al que presidía la portada norte—, acompañado por el apostolado; del conjunto se conservan nueve, separados en dos grupos: uno de cuatro, en el lado izquierdo, en el que se puede identificar sin dificultad a san Pedro, y otro de cinco en el lado derecho, en el que se reconoce a Andrés, que porta la cruz, y que podría hacer pareja con su hermano Pedro, advocaciones presentes en las capillas de la girola, precisamente en el lado sur.

Otras piezas han sido identificadas por Manuel Núñez con la Ascensión de Cristo —tema que queda recogido en la Puerta del Perdón de San Isidoro de León— y que, al igual que el descenso a los infiernos —relieve que se halla en el Museo Catedralicio, tradicionalmente interpretado como la reprensión a Adán y Eva—, forman una parte esencial del Credo. En una portada apostólica por excelencia, donde los discípulos son los enviados por Cristo a predicar el evangelio, no se puede olvidar que, en un sermón atribuido a san Agustín, imbuidos por el Espíritu Santo en Pentecostés, los apóstoles reunidos en el cenáculo comenzaron a recitar cada uno de los artículos del Credo o Símbolo Apostólico.

La Transfiguración

Un cambio de planes en la fachada sur habría motivado que en ella se incluyesen otras figuras que se estaban preparando para la fachada occidental de la catedral, las cuales formarían parte de una Transfiguración, tema que adquiere una especial significación en Compostela, dado el protagonismo que en la misma posee el apóstol Santiago. La epigrafía apoya la imagen: Santiago entre cipreses es identificado en el nimbo como «IACOBUS ZEBEDEI»; entre el ciprés y el cuerpo del apóstol «HIC IN MONTE IESUM MIRATUR GLORFICATUM», alusión clara a dicho episodio bíblico; sobre el libro cerrado se lee «PAX VOBIS»; una cuarta inscripción a la izquierda de la figura, reza «ANFUS REX», que aludiría al monarca Alfonso VII, coronado rey en la catedral en 1111. Tras Santiago se hallaría la imagen de su hermano Juan, mientras al otro lado de Cristo estaría la imagen perdida de Pedro, al que sigue Andrés —con un epígrafe en el nimbo «S ANDREAS»—, quien, a pesar de no hallarse en la Transfiguración, haría pareja con su hermano para no desequilibrar la composición. Esa presencia fundamental del Apóstol, junto a la alusión velada al monarca cuestionado dada su minoría de edad, harían hincapié según Castiñeiras en «la teoría gregoriana de la supremacía del sacerdotium sobre el regnum, en la que el apóstol Santiago — cuya casa gobierna el obispo Gelmírez— tutela a la monarquía».

Figura de Santiago identificada en el nimbo como «IACOBUS ZEBEDEI». Foto: ASC.

Completando la escena se encuentra Abraham, en torno al cual se escribió «SVRGIT HABRAHAM DE TVMVLO», para añadir: «TR-ANSFIGUratiO: IHESV». La imagen que se encuentra debajo se corresponde con Moisés, tal como señala el Liber Sancti Iacobi, caracterizado por sus cuernos, aunque para algunos autores se trata del demonio. De hecho, en las jambas se encuentran Moisés, portando las tablas, y Elías con indumentaria litúrgica.

Esta fachada, que se abría hacia la ciudad, sufre un incendio en 1117, cuando los compostelanos se alzaron contra el poder de Diego Gelmírez, cuyo palacio se encontraba allí. La parte superior sufrió reformas posteriores como la ornamentación de las arquivoltas de las ventanas y los fustes de sus columnas que es preciso relacionar con el arte del Maestro Mateo, quizá en una unificación del aspecto exterior previa a la consagración en 1211. Lo mismo ocurre con el Cristo coronado y bendiciendo que ya se corresponde con un Beau Dieu gótico. Para complicar el rompecabezas, López Ferreiro en 1884 colocó en el friso seis figurillas que proceden del coro pétreo de Mateo.

El cambio de proyectos, unido a la mezcla de las piezas procedentes de la fachada norte, con las ideadas para la occidental y las adiciones posteriores, convierten a esta gran portada en un conjunto tan atractivo como difícil de entender.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

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