¿Cuál fue el papel de Pericles en la edad de oro de Atenas?

El político ateniense llevó a la polis griega a su etapa de mayor esplendor y, más allá de los episodios bélicos, destacó por la promoción del pensamiento filosófico, las artes y la cultura
El general y estratega Pericles

Corría el año 431 a.C. Los ciudadanos habían dejado de otorgarle su confianza hacía meses, aunque le habían vuelto a elegir estratega. Las plagas que causaban la muerte en Atenas se cobraron numerosas vidas, entre ellas la de su amado hijo Jantipo. Los atenienses achacaron sus desgracias a su decisión de defenderse de los espartanos tras las Murallas Largas de la ciudad. Se sintieron avergonzados por no combatir contra ellos en el exterior. Pero la cesión obedecía a que eran inferiores en tierra y por eso era mejor hostigarles en el mar, con la poderosa flota ateniense de trirremes.

General y estratega ateniense, Pericles se convirtió en un hábil político, el más influyente de todos los griegos de su espléndida época. Promovió las artes, la cultura y el pensamiento. Foto: ASC.

¿De dónde surgió Pericles? Según él mismo, en su adolescencia hubo dos hechos que marcaron su destino: la victoria de Atenas ante los persas en la batalla de Salamina -cuando contaba quince años– y las historias que le contaba su padre, de nombre Jantipo también, sobre la preeminencia que alcanzó la ciudad a raíz de las reformas de Clístenes, hacía más de setenta años. Desde entonces buscó la manera de hacer política para servir a la ciudad. Su padre encabezó la protesta popular contra Melcíades para condenarlo al ostracismo y expulsarlo de la Asamblea, algo que a Pericles le impresionó mucho, dado que fue quien derrotó a los persas en Maratón y salvó a Atenas del desastre.

La decisión de su padre le hizo comprender la fuerza que puede ejercer un líder cuando utiliza a su favor la corriente mayoritaria del pueblo, que en aquella ocasión corrió en contra de Melcíades, al que achacaban una desmedida ambición. Esa y otras experiencias de su juventud le orientaron hacia la política, una actividad que le había llevado a la cúspide del poder. Nació en el seno de una familia aristocrática y nunca le faltó nada. Como otros muchachos nobles, permaneció en la escuela hasta los catorce años. Y se interesó por el pensamiento y la comprensión el mundo.

Un alumno ejemplar

Aprendió a leer y a escribir; su maestro fue Damón, un músico distinguido que le enseñó a tocar la lira. También estudió con Anaxágoras, que sacaba de quicio a la gente al afirmar que el dios Sol era solo una bola de materia de fuego sobre nuestras cabezas. Por ese y otros sacrilegios, Anaxágoras tuvo que exiliarse. Pericles le ayudó a afincarse en Lámpsaco, donde fundó una escuela de pensamiento. Siguiendo a Anaxágoras, no creía que los dioses atenienses representaban el orden y el equilibrio del mundo. Sin embargo, muchos atenienses creían que los dioses eran benévolos con ellos si les ofrecían el sacrificio de algunos animales. Así, en Locros, seguían enviando anualmente a un grupo de vírgenes a Troya para expiar el ‘pecado’ cometido por sus antepasados, lo que para él era una locura incomprensible. Pero aprendió una lección de su padre: “Si quieres gobernar esta ciudad, también debes respetar las creencias del pueblo”.

La lira, instrumento que tocaba Pericles, fue el instrumento musical que tañó Orfeo y el que acompaña a Apolo como símbolo del Estado ciudadano, de la cultura y de la música. Foto: Getty.

Insobornable y dotado para la oratoria, ese mismo año pronunció un discurso (La oración fúnebre) que ejemplifica su comprensión del poder y su visión de Atenas: “Porque, entre las ciudades actuales, la nuestra es la única que cuando es puesta a prueba se muestra superior a su fama, y la única que no suscita la indignación del enemigo que la ataca, ni tampoco su reproche, dadas las cualidades de nuestros ciudadanos y la rectitud de su gobierno”.

Entre Sófocles y Sócrates

Bajo su mandato, los atenienses disfrutaron del período más dorado que se recuerda en la ciudad. Aunque hubo guerras y epidemias, la filosofía, la arquitectura y el teatro brillaron con fuerza. El autor de moda era el poeta Sófocles, que fue su colaborador en la guerra contra Samos (441-439 a.C.). Sin embargo, antes que a los cómicos, tal vez por las continuas mofas que le hacían, algunas contra la forma de su cabeza y otras contra su amante Aspasia, prefería a los músicos y los filósofos, mucho más sosegados. 

Este relieve esculpido en una lápida funeraria muestra una escena de actores representando una tragedia griega, la forma de arte más estimulada por Pericles. Foto: Getty.

Como Sócrates, que afirmaba que la bondad es el valor más alto, incluso superior a las convenciones políticas. De él decía que era un hombre divertido, extravagante e inteligente, pero no creía que fuese consciente de la labor que llevaban a cabo los que dirigen la cosa pública. Tampoco creía que percibiese que esta era una acción bondadosa, ya que buscaba el bien común y el bienestar del ciudadano ateniense.

Sostenía que Sócrates había mantenido relaciones con Aspasia, a la que sus enemigos tildaban de hetaira (cortesana), cosa que negaba. Consideraba que era, sin embargo, la mujer más bella de Atenas, su compañera y consejera en muchos asuntos. Cuando comenzó a compartir su día a día con ella, no se imaginaba la repercusión que aquella decisión iba a tener en las calles. Lo cierto es que se desataron todo tipo de habladurías.

Así, su propio hijo, Jantipo, utilizó su relación con Aspasia para atacarle y tildarle de hombre débil dominado por los tejemanejes de una intrigante en la sombra. Debió de pensar que con su traición iba a promocionarse en la vida pública, pero lo único que consiguió fue caer en desgracia. Murió por la peste y Pericles lloró amargamente su pérdida. A pesar de todo, lo quería. Criticó, sin embargo, el cinismo de algunos de sus conciudadanos al respecto, ya que las hetairas y los efebos más seductores eran invitados a los banquetes que organizaban las familias más poderosas de la ciudad, algunas de las cuales mostraban su irritación por sus relaciones con Aspasia.

Aspasia, amante de Pericles. Foto: Getty.

Revitalización de la ciudad

Cuando llegó al poder, se enfrentó a una ciudad cuyos edificios y templos habían sido devastados por los persas durante las Guerras Médicas (de 490 a 479 a.C.). Encomendó la tarea de erigir un nuevo templo para Atenea a los arquitectos Calícatres e Ictino, bajo la coordinación de su íntimo amigo el escultor Fidias. El resultado de aquellas obras fue el Partenón, cuya imagen realza el poder de Atenas. 

Perspectiva de la Acrópolis ateniense, con el Partenón en el centro, lugar en principio de refugio y luego de culto. Foto: Shutterstock.

Sin embargo, desde entonces la ciudad comenzó a crecer de forma desordenada. Uno de sus arquitectos, Heraclo, reconoció que las viviendas se seguían construyendo sin cimientos, apoyándose unas en otras, y carecían de agua corriente. Solo algunas contaban con pozos, por lo que era preciso ir a buscar el agua a las fuentes públicas, que por otra parte tampoco eran muy numerosas en Atenas. Pero, como él señalaba, no había que desesperar: reconocer los problemas no constituía ninguna vergüenza. El objetivo era siempre esforzarse para evitarlos

Habló con Heraclo y le dijo que abriese los ojos a lo bueno que contenía la ciudad, como las instalaciones públicas en las que los ciudadanos podían tomar baños de vapor, de agua caliente y fría, aunque no dejaba de atosigarle para que adoptase alguna medida que solucionase el problema de los desperdicios y basuras que se echaban a las calles y que, tal como Heraclo defendía, provocaban las epidemias que estaban devastando la ciudad en los últimos meses, algo que a Pericles solo le parecía una exageración.

Pericles tuvo que enfrentarse, en diferentes ocasiones, a una misma pregunta: ¿por qué un aristócrata ateniense se ha consagrado a forjar una democracia tan completa? La respuesta era fácil: porque amaba la libertad. Y el único régimen que la otorga es el democrático, en el que el gobierno se ejerce en favor de la mayoría procurando el bien de todos, el crecimiento de la comunidad. “El Estado democrático debe aplicarse a servir a la mayoría y procurar a todos la igualdad delante de la ley, debe al mismo tiempo protegerse contra el egoísmo y proteger al individuo contra la arbitrariedad del Estado”, dijo.

La importancia del ser libre

Durante su mandato, los griegos se impusieron una forma de gobierno que no imitaba las leyes de sus vecinos: eran ellos quienes servían de modelo para los demás. Con él, la gran ciudad de Atenas, envidia de los extranjeros que la visitaban (como él decía), alcanzó su cumbre. “Si Atenas te parece grande, considera entonces que sus glorias fueron alcanzadas por hombres valientes, y por hombres que aprendieron sus deberes”. De este modo, establecía una correlación entre la misma ciudad, la democracia y la libertad y los derechos del ciudadano

Estatua de Pericles. Foto: iStock. - Araelf.

Al final de sus días, ansiaba que el aire limpio y renovado librase de enfermedades a la ciudad, para que así los atenienses pudiesen volver a disfrutar de la libertad y la gloria que otorga la democracia a quienes la apoyan. “Cada uno de nuestros ciudadanos es capaz de mostrarse dueño legítimo y poseedor de su propia persona y, además, hacerlo con una gracia y una aptitud excepcionales. Sé que todo el que pretende dominar a otros concita el odio y la impopularidad. Pero si se persigue un gran objetivo, hay que aceptar el descontento de los envidiosos. Además, el odio no dura mucho tiempo y el resplandor del presente permanecerá para siempre en la memoria de los hombres”. Son palabras que –puestas en su boca por el periodista Fernando Cohnen– evidencian la singularidad de este hombre que supo llevar a Atenas a su máximo esplendor y abrir las puertas de la ciudad al pensamiento y la filosofía.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

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