1. Expolio de tumbas por Paweera (Siglo XII a.C.)
El robo de tesoros arqueológicos ha sido habitual casi desde que empezaron a quedar sepultados bajo la arena.
Así, el primer expoliador conocido vivió nada menos que en tiempos de Ramsés IX (Dinastía XX), según consta en un informe en el que el nomarca (alcalde) de la orilla oriental de Tebas, llamado Paser, acusa a su homólogo del otro lado del Nilo, Paweera, de dirigir o al menos proteger a una banda de ladrones de tumbas que operaba en el Valle de los Reyes.
2. Tráfico de reliquias de Deusdona (Siglo IX)
Aunque el culto a las reliquias –y su consiguiente mercadeo– fue muy importante durante toda la Edad Media, alcanzó su cénit en el siglo IX. Precisamente, la época en que operó el diácono Deusdona, proveedor de supuestos restos de mártires de la Iglesia, por los que monasterios y nobles llegaban a pagar enormes sumas. Deusdona, que se movía a placer por las catacumbas de Roma con ayuda de sus hermanos Lunisio y Teodoro, se hizo famosísimo por sustraer para Eginardo, biógrafo de Carlomagno, los cuerpos de san Pedro y san Marcelino.

3. Hurto del diamante Tavernier Bleu (1792)
Esta joya fue el antecedente del mítico diamante Hope y la suya es una larga y azarosa historia. De forma triangular y 115 quilates, debía su nombre al comerciante Jean-Baptiste Tavernier, que lo adquirió hacia 1660, y a su intenso color azul marino.
Tavernier lo vendió a Luis XIV y, tras ser cortado, pasó a ser llamado French Blue como parte del tesoro de la Corona francesa. Luis XVI se lo regaló a María Antonieta y en 1792, durante la Revolución, sería hurtado; tras un sinfín de peripecias, reapareció en 1824 en manos del coleccionista inglés Hope, nuevamente cortado. La leyenda atribuye al diamante Hope una maldición que habría recaído sobre todos sus poseedores.

4. Expolio del Partenón (1801-1812)
Este templo dórico del siglo V a.C., joya de la Acrópolis de Atenas, ha sufrido lo que no está escrito: al deterioro y erosión de los siglos se sumó su bombardeo a cañonazos por la Armada veneciana en 1687. La cosa no acabó ahí.
A principios del siglo XIX, el embajador inglés en Constantinopla, Thomas Bruce Elgin, coleccionista aficionado, decidió apropiarse de la mayor parte de la decoración escultórica que le quedaba al monumento (frisos, metopas y frontones) y, con la excusa del maltrato que le daban los turcos, llevársela a Inglaterra para vendérsela al Museo Británico, en donde todavía hoy se exhibe. Para el Reino Unido fue un noble salvamento; para Grecia, un saqueo en toda regla.

5. Robo de la Mona Lisa (21 de agosto de 1911)
Fue uno de los hurtos más insólitos de la historia y el motivo real de la fama de esta obra maestra, hasta entonces solo degustada por connoisseurs, pues el escándalo fue seguido por la prensa durante dos años, hasta la recuperación de la pintura.
Los hechos: Vincenzo Peruggia, que trabajaba como carpintero en el Louvre, entró una mañana en que el museo no abría al público, descolgó el cuadro de Da Vinci y se lo llevó sin más debajo del brazo, oculto por una tela. Nunca se supo quién estuvo detrás de la operación, aunque se llegó a acusar a Picasso y a detener a Apollinaire. Se recobró en 1913, tras intentar Peruggia venderlo a un anticuario.

6. Robo de la Cámara de Ámbar (17-19 de septiembre de 1941)
Esta fastuosa sala compuesta por paneles, zócalos y muebles formados por miles de astillas de ámbar, cuyo precio era doce veces superior al oro, fue elaborada entre 1701 y 1707 para el rey de Prusia, que a su vez la regaló al zar Pedro el Grande, quien la instaló en el Palacio de Catalina (Tsárskoye Seló, cerca de San Petersburgo).
Durante la invasión nazi de Rusia, Hitler consideró que era “patrimonio alemán” y ordenó desmontarla en dos días, sustraerla y llevarla al castillo de Königsberg; nadie volvió a verla después de 1944. Hay diversas teorías sobre su desaparición, ninguna probada aún.

7. Asalto al tren de Glasgow (8 de agosto de 1963)
Fue llamado el “robo del siglo” por el botín sustraído: 2,6 millones de libras (3 millones de euros), todo un récord entonces. El famoso golpe se perpetró de madrugada; el tren correo, que circulaba de Glasgow a Londres cargado de dinero, fue asaltado por una banda de 15 hombres dirigida por Bruce Reynolds. No usaron armas de fuego, pero el conductor del tren, Jack Mills, fue golpeado en la cabeza con una barra de hierro.
13 de los ladrones fueron capturados gracias a las huellas dactilares que dejaron en un Monopoly con el que jugaron mientras se escondían de la policía, pero varios se fugaron luego; el más famoso, Ronnie Biggs, estuvo 31 años en Brasil, lo que lo convirtió en el fugitivo más célebre del Reino Unido hasta su regreso en 2001.

8. Robo del banco Société Générale de Niza (16-20 de julio de 1976)
Albert Spaggiari fue el organizador de otro fabuloso “robo del siglo”. Junto a sus compinches, construyó durante tres meses un túnel en las alcantarillas de Niza que llegaba hasta la pared subterránea del banco. Se estima que robaron unos 60 millones de francos en efectivo, bonos y bienes.
Spaggiari dejó escrito en una pared “Sin armas, sin odio y sin violencia”. Tras ser detenido, se fugó espectacularmente en pleno juicio y nunca volvió a ser atrapado. Antes de morir en 1989, publicó un libro detallando los pormenores de la operación.

9. Atraco en el aeropuerto JFK (11 de diciembre de 1978)
Al contrario que el de Niza, este espectacular robo en las oficinas de la aerolínea Lufthansa en el aeropuerto internacional John F. Kennedy de Nueva York acabó teñido de sangre: los mafiosos responsables, con Jimmy Burke a la cabeza, asesinaron a varios socios y testigos incómodos.
En el atraco, cometido de madrugada por seis hombres armados, se sustrajeron cinco millones de dólares y casi otro millón en joyas. Treinta años más tarde, muchos aspectos del crimen –que inspiró la película Uno de los nuestros (1990, Martin Scorsese)– siguen sin resolverse.

10. Robo en el Centro de Diamantes de Amberes (15-16 de febrero de 2003)
Podría decirse que se trata del robo mejor planificado de todos los tiempos. Una banda de atracadores italianos se hizo con 100 millones de euros en diamantes. Los ladrones tuvieron que superar diez niveles de alta seguridad y, aun así, consiguieron robar.
El botín todavía no ha aparecido, aunque se logró detener al jefe de la banda, Leonardo Notarbartolo, condenado a diez años de prisión. El realizador J.J. Abrams, creador de Perdidos, adquirió los derechos de la historia para llevarla al cine.
