La ocupación romana de Hispania comenzó en tiempos de la república, en el contexto de las Guerras Púnicas (264-146 a.C.). Este proceso de dominación militar y cultural se consolidó a lo largo de los siglos I a.C. a V d.C. y acarreó profundas transformaciones territoriales. En este contexto, las fortificaciones desempeñaron un papel clave en la expansión y consolidación del poder romano. Así es cómo los romanos implementaron un sistema de construcciones defensivas como parte de su estrategia de dominio en Hispania .
La función de las fortificaciones en el proceso de romanización
Las fortificaciones respondieron a la necesidad de defender los territorios ocupados, pero también funcionaron como bastiones para la paulatina romanización de Hispania. La construcción de murallas y otros sistemas defensivos sirvió como herramienta para consolidar el poder romano, en especial en aquellos territorios en los que los pueblos autóctonos mostraron resistencia.
Las estructuras militares romanas solían levantarse en emplazamientos estratégicos que facilitaban el control de tierras, vías y poblaciones. Su función, sin embargo, iba más allá de lo castrense. Las fortificaciones fomentaron la integración económica y cultural, ya que, alrededor de estos enclaves surgieron asentamientos permanentes, que adoptaron el urbanismo, la lengua y las costumbres romanas. Así, las fortificaciones funcionaron como puntos de conexión y difusión cultural entre los romanos y las comunidades autóctonas. Facilitaron que las poblaciones locales asimilaran los nuevos modelos romanos de organización social y política.

El castrum, centro operativo del ejército romano
El término castrum alude a un tipo de campamento militar romano, diseñado de manera funcional para alojar y proteger a las tropas. Los castra podían ser temporales, si se construían para campañas militares específicas, o permanentes, si se destinaban a la guarnición estable del ejército en una región.
El diseño de un castrum seguía un plano rectangular, inspirado en una retícula que permitía organizar sus distintos espacios y asegurar una defensa eficaz. Alrededor del campamento, se erigían murallas, que solían tener cuatro puertas principales (porta praetoria, porta decumana, porta principalis dextra y porta principalis sinistra). Estas puertas permitían el acceso y salida de las tropas de manera ordenada.
El interior del campamento se organizaba en torno al cardo y el decumanus que dividían el espacio en cuadrantes. En el centro se ubicaba el praetorium, la residencia del comandante. A su alrededor, se emplazaban otros edificios esenciales: el horreum (almacén), las barracas de los soldados y los establos para los animales.
La arquitectura de defensa romana
Los romanos desarrollaron una variedad de elementos constructivos en sus sistemas de fortificación, ejemplos de la precisión arquitectónica que los caracteriza. Estos son algunos de los componentes más comunes de las fortificaciones romanas.
Las murallas
Los romanos construyeron sus murallas con bloques de piedra o ladrillo y, en muchos casos, llegaban a alcanzar alturas considerables. La muralla Aureliana de Roma llegó a medir 15 metros de altura en algunos tramos. Estas murallas ofrecían una defensa física sólida y estaban pensadas para resistir los asedios.
Los torreones
Las torres se situaban a intervalos regulares a lo largo de las murallas. Ofrecían puntos elevados de vigilancia y permitían contrarrestar las ofensivas desde posiciones seguras. Además, los torreones servían para facilitar la detección de amenazas y la coordinación de la defensa.

Los fosos
Se trata de uno de los elementos defensivos más antiguos y efectivos. El foso rodeaba los muros exteriores de la fortificación y dificultaba el avance del enemigo. Estos fosos podían llenarse de agua o diseñarse para impedir la aproximación directa.
El intervallum
Alude a un espacio libre entre las murallas y las primeras edificaciones de la ciudad o el campamento. El intervallum no solo permitía la circulación de las tropas en caso de ataque, sino que también prevenía daños a los edificios cercanos en caso de ataque de la muralla.
Los portones fortificados
Las entradas a las ciudades o campamentos se protegían con otras estructuras fortificadas. Así, se combinaban elementos defensivos, como puertas dobles o puentes levadizos, con mecanismos de cierre resistente.

Las fortificaciones romanas más importantes de Hispania
Las murallas de Lugo
Construida en el siglo III d.C., la muralla romana de Lugo es uno de los ejemplos más impresionantes y mejor conservados de la arquitectura militar romana del mundo. Con una longitud que supera los dos kilómetros y una altura de entre 10 y 15 metros, esta fortificación rodea el casco histórico de la ciudad la muralla incluye más de 70 torres semicirculares de las 85 que existían en origen. Puesto que se ha conservado casi íntegramente hasta nuestros días, en el año 2000, se declaró Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Las murallas de la ciudad de León
En ellas, encontramos otro ejemplo destacado de fortificación romana. Se construyeron en el siglo I d.C. para proteger el campamento militar de la Legio VII Gemina. Esta construcción defensiva no solo servía para proteger la guarnición, sino que permitió el crecimiento de la ciudad, que se expandió en torno al campamento militar. Las murallas, que contaban con torres de vigilancia a intervalos regulares, llegaron a alcanzar los 10 metros de altura.

Las murallas de Tarragona
Datada en el siglo II a.C., la muralla romana de Tarragona es la fortificación más antigua de Hispania y uno de los primeros ejemplos de arquitectura militar romana peninsular. Tarraco fue una de las ciudades más importantes de la Hispania Citerior y centro administrativo de la provincia. Su muralla contaba con tres torres principales y alcanzaba una longitud de aproximadamente cuatro kilómetros, de los cuales se conservan algo más de 1000 metros.
Referencias
- Cascarino, Giuseppe. 2010. Castra. Campi e fortezze dell'esercito romano. Rímini: Arbor Sapientiea Editore.
- Fernández Ochoa, Carmen y Ángel Morillo Cerdán. 2022. "Murallas urbanas de época romana en Hispania (siglos I a.C.- V. d. C.)”. Vínculos de historia, 11: 83-115.