La historia de la viticultura es inseparable de la historia de las sociedades mediterráneas. El vino, producto que combina lo simbólico con lo económico y lo cultural, se convirtió en un elemento central de civilizaciones antiguas como la etrusca o la romana. ¿Conocemos el momento en que la vid pasó de ser recolectada en su estado silvestre a ser domesticada en la península itálica? Un reciente estudio, publicado en PLOS ONE en 2025 y fruto del trabajo de un equipo internacional liderado por Mariano Ucchesu, aporta nuevas pruebas para iluminar este proceso.
A través del análisis de 1.768 pepitas de uva bien conservadas, procedentes de 25 yacimientos arqueológicos italianos datados entre el Neolítico (VI milenio a.C.) y la Edad Media, los investigadores han trazado la trayectoria de la vid desde su forma silvestre (Vitis vinifera sylvestris) hasta su consolidación como planta cultivada (Vitis vinifera sativa). Este trabajo multidisciplinar, que combina arqueobotánica, morfometría geométrica y genética, revela una transición gradual y compleja, marcada por los contactos interculturales, la experimentación a nivel local y las transformaciones sociales.

Los comienzos: la recolección de uvas silvestres en el Neolítico
Las primeras pepitas analizadas provienen del yacimiento lacustre de La Marmotta, en el Lazio, datado en el VI milenio a.C. Los resultados parecen concluyentes: todas las semillas corresponden a vides silvestres que no presentan trazas de domesticación. En esta fase, las comunidades neolíticas recolectaban los frutos en su estado salvaje, probablemente en los bosques ribereños, donde la vid crecía de manera espontánea.
Este patrón se repite en la Edad del Bronce temprana, como muestran los hallazgos de Canàr di San Pietro en el Véneto. Pese a la consolidación de sociedades más complejas en esta zona, la uva se siguió consumiendo en su variante silvestre. En estos contextos, las pepitas carecen de los rasgos típicos de la domesticación: son cortas, redondeadas y con un pico reducido.

Primeros indicios de cambio: la Edad del Bronce Medio
En torno al 1600-1300 a.C., las pepitas de varios yacimientos de Toscana, Emilia-Romaña y Las Marcas aún muestran el predominio de las formas silvestres. Del material analizado, solo cuatro ejemplares se clasificaron como domésticos, un porcentaje ínfimo que podría deberse a errores estadísticos o a la presencia de poblaciones silvestres de uva con algunos rasgos típicos de una fase intermedia.
No obstante, las investigaciones realizadas en paralelo en el sur de Italia y en Cerdeña sugieren un escenario más dinámico. En la cueva de Pertosa (Campania) y en el sitio de Sa Osa (Cerdeña), por ejemplo, las pepitas del Bronce Medio exhiben características intermedias entre lo silvestre y lo cultivado. Ello ha llevado a hablar de una protoviticultura, donde las comunidades habrían experimentado con el cultivo de cepas locales o con variedades introducidas por contactos con pueblos del Egeo, como los micénicos y los minoicos.

La revolución del Bronce Final: la domesticación en Cerdeña
El verdadero punto de inflexión se sitúa en el Bronce Final (1300-1100 a.C.). En Sa Osa, un pozo anegado ha proporcionado centenares de pepitas, de las cuales cerca del 45% presentan rasgos inequívocamente domésticos. Las semillas se caracterizan por ser más alargadas y con picos prominentes que coinciden con la morfología de las variedades cultivadas.
Además, los análisis paleogenéticos de algunas de estas pepitas revelaron un clorotipo compartido con las vides modernas de Armenia, lo que indica la introducción de cultivos orientales en Cerdeña durante la Edad del Bronce. La isla, integrada en las redes comerciales que mantenían lazos con Creta y Chipre, pudo recibir tanto cepos como conocimientos específicos de viticultura.
El hallazgo sugiere que, en Cerdeña, ya existía un cultivo consolidado de la vid hacia el 1200 a.C. Esta explotación estaría ligada, con probabilidad, a la producción de vino, como confirman residuos químicos hallados en las cerámicas nurágicas.

La expansión etrusca: la consolidación de la vid en la Edad del Hierro
En el siglo IV a.C., en los yacimientos etruscos de Emilia-Romaña, la gran mayoría de las pepitas ya son domésticas. La viticultura etrusca muestra ya un estadio avanzado: ya se seleccionan las cepas y se produce vino destinado tanto al consumo local como a la exportación.
Las evidencias arqueológicas y los textos antiguos confirman que los etruscos desarrollaron técnicas sofisticadas de cultivo y vinificación. Sus ánforas vinarias, halladas en Francia, España y el norte de África, prueban que participaron en una red comercial activa desde finales del siglo VII a.C. hasta el V a.C. El análisis morfológico de pepitas de Cetamura (Toscana), por otro lado, muestra afinidades con variedades de vid modernas. Según los investigadores, todo ello consolida la idea de que la domesticación se había establecido plenamente.
La era romana: diversificación de variedades e hibridaciones
El Imperio romano llevó la viticultura a una escala sin precedentes. En diez yacimientos romanos analizados (siglos I-VI d.C.), predominan las pepitas domésticas, aunque con notables variaciones regionales. Así, en lugares como Cervia o Domagnano, se detectan proporciones elevadas de pepitas silvestres junto a cultivadas.
Este fenómeno puede explicarse por la práctica de hibridar vides locales silvestres con cepas cultivadas con la intención de crear nuevas variedades. Las diferencias morfológicas entre las pepitas silvestres y las domésticas se reducen en esta época. En otras palabras, en tiempos romanos, la domesticación de la vid aún era un proceso en curso.

Edad Media: emerge la vid moderna
Entre los siglos VIII y XIV d.C., los yacimientos medievales muestran un panorama uniforme: la gran mayoría de las pepitas corresponden ya a variedades domésticas y su morfología coincide plenamente con la de las uvas modernas. Esto implica que las prácticas de cultivo y selección habían alcanzado una estabilidad definitiva. Los investigadores destacan que, a partir de este momento, desaparecen los intentos de cultivar vides silvestres. Se consolida, así, la viticultura tal y como la entendemos hoy. El viñedo medieval se convierte en un antecedente directo de las cepas actuales.
Un enfoque multidisciplinar para una historia compleja
El estudio de Ucchesu y su equipo, a través de la arqueobotánica, la morfometría y la genética, ha revelado que la domesticación de la vid en Italia no fue un proceso lineal ni uniforme, sino un mosaico fruto de las experiencias locales, los contactos externos y las transformaciones sociales. El análisis de casi dos mil pepitas de uva a lo largo de 7000 años ha permitido reconstruir una de las historias agrícolas más influyentes del Mediterráneo. Desde la recolección de bayas silvestres en el Neolítico hasta la consolidación de la viticultura medieval, la vid se transformó en una planta esencial para la economía, la cultura y la identidad de Italia.
Referencias
- Ucchesu, M., Ivorra, S., Bonhomme, V. et al. 2025. "Tracing the emergence of domesticated grapevine in Italy". PLoS ONE, 20(4): e0321653. DOI: https://doi.org/10.1371/journal.pone.0321653