Científicos descubren una frontera invisible en el Atlántico que solo estas medusas del Ártico perciben (y no cruzan): un hallazgo que podría cambiar cómo entendemos la vida en los océanos profundos

Un nuevo estudio sobre la medusa 'Botrynema brucei ellinorae' revela la existencia de una frontera biológica invisible en el Atlántico norte.
Recreación artística de la medusa Botrynema brucei ellinorae mostrando la frontera biogeográfica invisible en el Atlántico Norte
Recreación artística de la medusa Botrynema brucei ellinorae mostrando la frontera biogeográfica invisible en el Atlántico Norte. Foto: ChatGPT-4o/Christian Pérez

En las profundidades heladas del océano, donde la luz del sol nunca llega y la presión aplasta cualquier intento de exploración humana, una criatura etérea guarda un secreto sobre la vida en los mares. Se trata de Botrynema brucei ellinorae, una medusa de aguas profundas que parece flotar sin esfuerzo en el abismo. Pero un estudio reciente publicado en Deep-Sea Research Part I ha revelado que esta especie esconde mucho más que un simple espectáculo bioluminiscente: podría ser la clave para entender la existencia de una frontera biológica invisible en el Atlántico Norte.

El equipo liderado por Javier Montenegro, del Minderoo-UWA Deep-Sea Research Centre de la Universidad de Western Australia, ha pasado años recopilando datos de esta singular medusa, combinando registros históricos, imágenes de vehículos submarinos y análisis genéticos de especímenes capturados en campañas oceanográficas. El resultado es un mapa de distribución global que muestra algo insólito: la población de estas medusas se comporta como si hubiera una línea secreta en medio del océano que determina quién puede cruzar y quién queda confinado en el norte.

Dos rostros de una misma especie

A simple vista, Botrynema brucei ellinorae parece un delicado paraguas de gelatina, una criatura más de ese mundo silencioso donde flotan organismos que parecen sacados de un sueño. Sin embargo, esta especie tiene dos variantes morfológicas muy marcadas: una con un pequeño "nudo" o protuberancia en la parte superior de su campana y otra completamente lisa.

El hallazgo sorprendente es que, aunque los análisis genéticos demuestran que ambas formas pertenecen a la misma línea evolutiva, su distribución geográfica está estrictamente delimitada. Los ejemplares sin nudo solo aparecen en aguas árticas y subárticas. Nunca han sido encontrados al sur de los 47 grados de latitud norte, una línea imaginaria que coincide con la región conocida como North Atlantic Drift, donde las aguas frías del norte se mezclan con las corrientes más templadas del Atlántico central.

Por el contrario, las medusas con nudo parecen ser las viajeras incansables del grupo: pueden encontrarse en todos los océanos, desde el Ártico hasta regiones subtropicales, cruzando fronteras invisibles que detienen a sus contrapartes lisas.

La especie habita principalmente en aguas profundas
La especie habita principalmente en aguas profundas. Foto: Dhugal Lindsay/Christian Pérez

Una barrera sin muros

El hallazgo plantea un misterio fascinante para los científicos: ¿cómo puede existir una frontera que no es física, que no se ve ni se toca, pero que limita el viaje de ciertas formas de vida?

Este tipo de fenómenos se conocen como barreras biogeográficas. Son líneas invisibles que dividen la distribución de especies, un fenómeno que ya ha sido documentado en la superficie, como la famosa Línea de Wallace en Indonesia, que separa la fauna asiática de la australiana. Pero en las profundidades del océano, donde las aguas parecen uniformes y los paisajes son abismos oscuros, encontrar una “muralla” de este tipo resulta extraordinario.

El estudio propone que esta barrera podría ser una combinación de factores ambientales, corrientes profundas y disponibilidad de alimento, creando lo que los investigadores llaman un “barrera blanda” o semipermeable. En otras palabras, no es un muro absoluto, pero sí un filtro ecológico que parece afectar de forma distinta a cada morfotipo.

Un elemento clave que los científicos están explorando es el papel de la corriente profunda del Atlántico norte, conocida como Deep Western Boundary Current, que transporta aguas densas y frías hacia el sur. Esta corriente podría servir de “autopista” para las medusas con nudo, mientras que las sin nudo, quizá menos adaptadas a condiciones externas, quedan confinadas a las aguas frías y estables del Ártico.

Hasta ahora, ninguna medusa sin protuberancias ha aparecido en zonas con menos de 47 grados
Hasta ahora, ninguna medusa sin protuberancias ha aparecido en zonas con menos de 47 grados. Fuente: Montenegro et al., Deep-Sea Res. I: Oceanogr. Res. Pap., (2025)

El nudo que abre caminos

Uno de los aspectos más intrigantes del hallazgo es la función potencial del nudo en la campana de la medusa. Aunque los estudios no han demostrado aún un beneficio funcional claro, los científicos especulan que podría ofrecer cierta ventaja evolutiva frente a depredadores o en la navegación de aguas más turbulentas.

La hipótesis es sugerente: en el hostil mundo del océano profundo, donde la supervivencia depende tanto de la energía como de la invisibilidad, cualquier pequeña variación morfológica puede marcar la diferencia entre un viaje interoceánico y el confinamiento en el norte.

Las medusas con protuberancias habitan los océanos profundos de todo el planeta
Las medusas con protuberancias habitan los océanos profundos de todo el planeta. Foto: Dhugal Lindsay/Christian Pérez

Redibujando el mapa de la vida en el océano

Más allá de la curiosidad biológica, este hallazgo tiene implicaciones profundas para la comprensión de la biodiversidad marina. Si existen barreras invisibles que delimitan especies incluso en el océano profundo, significa que los patrones de dispersión y evolución de estas criaturas son mucho más complejos de lo que imaginábamos.

El descubrimiento también subraya lo poco que sabemos sobre los océanos. Menos explorado que la superficie de Marte, el fondo marino sigue revelando sorpresas que desafían nuestras expectativas. Cada nuevo registro de una medusa flotando en la oscuridad, cada análisis genético que conecta poblaciones separadas por miles de kilómetros, nos recuerda que el planeta tiene todavía fronteras biológicas que desconocemos.

Los investigadores sugieren que futuras expediciones deberían centrarse en la región del Atlántico norte donde se ha identificado esta barrera. Una mayor recopilación de muestras podría ayudar a determinar si existen otros factores –como diferencias en la temperatura, salinidad o presión– que expliquen la distribución desigual de los morfotipos.

Mientras tanto, la imagen de una medusa flotando en el abismo, detenida por una frontera que no podemos ver, es un poderoso recordatorio de que la naturaleza tiene sus propios mapas invisibles.

El estudio ha sido publicado en la revista Deep-Sea Research Part I.

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