Cosas que hacíamos antes de Internet

Antes de Internet, la vida era muy diferente a como la vivimos hoy día y, aunque algunas cosas no han cambiado, otros aspectos son irreconocibles.
Cosas que hacíamos antes de Internet

Internet comenzó en la década de 1960 como una forma para que los científicos del gobierno compartiesen información. En esta época, los ordenadores eran enormes máquinas que ocupaban habitaciones enteras y que no se podían mover y para poder utilizar la información almacenada en cualquier ordenador uno tenía que viajar al lugar en el que se encontrara el ordenador o enviar cintas magnéticas a través del sistema postal convencional.

La vida antes del Internet: Un vistazo al pasado

Antes de que Internet revolucionara nuestra existencia, las actividades cotidianas requerían más esfuerzo físico y tiempo. Los ordenadores eran enormes máquinas confinadas a laboratorios y oficinas, y la comunicación entre ellas era casi inexistente. Fue en la década de 1960 cuando la idea de una red interconectada comenzó a tomar forma, gracias a visionarios como J.C.R. Licklider, quien imaginó una "Red Intergaláctica". Sin embargo, la vida cotidiana de las personas transcurría lejos de estas innovaciones tecnológicas.

En la era pre-Internet, la información se transmitía de forma física. Las cartas eran el medio principal para comunicarse a larga distancia, y las noticias llegaban a través de periódicos impresos. La creación de listas de música requería paciencia y habilidad manual, y encontrar trabajo implicaba hojear anuncios clasificados en papel. La biblioteca era el lugar donde los estudiantes y curiosos acudían para investigar, y las guías telefónicas eran esenciales para contactar con servicios y personas.

La Guerra Fría jugó un papel crucial en el desarrollo de Internet. El lanzamiento del Sputnik por la Unión Soviética llevó al Departamento de Defensa de EE. UU. a buscar formas de mantener la comunicación en caso de un ataque nuclear, lo que resultó en la creación de ARPANET, el precursor de Internet. Sin embargo, en el ámbito personal, las personas seguían socializando cara a cara, saliendo de casa para conocer gente y participar en actividades comunitarias.

Cosas que hacíamos antes de Internet - Midjourney/Sarah Romero

Y tú, ¿qué hacías antes de Internet?

Antes de la llegada de Internet, las interacciones sociales eran principalmente físicas. Las reuniones se organizaban con antelación y la puntualidad era fundamental, ya que no había forma de avisar de retrasos. La vida antes de las redes sociales implicaba un contacto más directo y personal, lo que fomentaba relaciones más profundas y significativas.

La comunicación escrita se limitaba a cartas y postales, lo que requería tiempo y esfuerzo para mantener el contacto con amigos y familiares lejanos. La lectura de periódicos era una actividad diaria para mantenerse informado, y las bibliotecas eran centros de conocimiento y aprendizaje. La ausencia de dispositivos digitales permitía una mayor concentración en las tareas, sin las distracciones constantes que hoy en día nos rodean.

En el ámbito del ocio, las actividades eran más físicas y creativas. La gente pasaba tiempo al aire libre, participando en deportes o disfrutando de la naturaleza. Las reuniones familiares y con amigos eran más frecuentes, y las conversaciones cara a cara eran la norma. La vida sin Internet era un mundo donde el tiempo parecía transcurrir de manera más pausada, permitiendo disfrutar de los pequeños placeres de la vida.

Crear listas de música físicamente

Antes de la era digital, la creación de listas de música era un arte en sí mismo. Requería paciencia, dedicación y, a menudo, una buena dosis de creatividad. Para crear una lista de canciones, uno necesitaba una cinta de casete en blanco y un reproductor de música que permitiera grabar canciones de discos de vinilo o CDs. Era un proceso manual que implicaba escuchar cada canción en tiempo real y presionar el botón de grabación en el momento justo.

Este proceso no solo era un esfuerzo técnico, sino también emocional. Las listas de música se hacían con un propósito: capturar un estado de ánimo, expresar sentimientos o compartir gustos musicales con alguien especial. Regalar una cinta de mezclas era un gesto significativo, una forma de comunicación personal que requería tiempo y dedicación. Hoy en día, con plataformas como Spotify, crear una lista de reproducción es cuestión de minutos, pero carece del toque personal que tenían las cintas de casete.

Además, la música se disfrutaba de manera diferente. Escuchar un álbum completo en un tocadiscos o un reproductor de cassettes era una experiencia que requería atención y apreciación. No había opción de saltar canciones con un clic; cada pista se escuchaba en su totalidad, permitiendo al oyente sumergirse completamente en la obra del artista. La música era un ritual, una experiencia compartida en reuniones con amigos o en la intimidad del hogar.

Utilizar los anuncios clasificados para encontrar trabajo

Antes de plataformas como LinkedIn o InfoJobs, la búsqueda de empleo era una tarea que requería tiempo y dedicación. Las personas recurrían a los anuncios clasificados en periódicos locales y nacionales para encontrar oportunidades laborales. Cada mañana, los aspirantes a un nuevo empleo revisaban minuciosamente las páginas de clasificados, subrayando las ofertas que les interesaban y arrancando los anuncios para tenerlos a mano.

El proceso no terminaba ahí. Una vez identificado un puesto de interés, era necesario redactar una carta de presentación y un currículum vitae, que se enviaban por correo postal a la dirección indicada en el anuncio. La espera de una respuesta podía ser larga, y las entrevistas se concertaban por teléfono fijo, lo que añadía un componente de incertidumbre al proceso. La búsqueda de empleo antes de Internet requería perseverancia y habilidades de comunicación personal.

Además, las redes de contactos personales eran fundamentales. Las recomendaciones de amigos y conocidos podían abrir puertas en el mercado laboral. Asistir a eventos comunitarios o profesionales era una forma de ampliar la red de contactos y descubrir oportunidades de trabajo. En un mundo sin Internet, el boca a boca y las conexiones personales eran herramientas valiosas para avanzar en la carrera profesional.

Salir de casa para socializar

La socialización antes de Internet implicaba un contacto físico y directo. Las personas salían de casa para reunirse con amigos, conocer gente nueva o simplemente disfrutar de actividades en comunidad. Los bares, cafeterías y parques eran lugares de encuentro habituales, donde las conversaciones se desarrollaban cara a cara, sin la intermediación de pantallas.

Las actividades culturales y de ocio también eran una excusa para socializar. Ir al cine, asistir a conciertos o participar en eventos deportivos eran oportunidades para conectar con otros. Las relaciones se construían sobre la base de experiencias compartidas, y la comunicación era más rica y significativa. La ausencia de redes sociales fomentaba interacciones más auténticas y menos superficiales.

En el ámbito familiar, las reuniones eran más frecuentes y valoradas. Las cenas en familia, las celebraciones de cumpleaños y las reuniones festivas eran momentos para reforzar los lazos y compartir historias y anécdotas. La vida antes de las redes sociales era un mundo donde el tiempo dedicado a las relaciones personales era más valioso y menos interrumpido por distracciones digitales.

Ahora nos pasamos el día en el ordenador... - Midjourney/Sarah Romero

Ir a la biblioteca a consultar libros

Antes de la llegada de Internet, las bibliotecas eran templos del saber y el conocimiento. Para cualquier investigación o consulta, acudir a la biblioteca era una necesidad. Los estudiantes y curiosos pasaban horas entre estanterías llenas de libros, buscando información en enciclopedias, diccionarios y manuales especializados. Era un proceso que requería paciencia y dedicación.

Las bibliotecas no solo eran lugares de estudio, sino también de descubrimiento. Explorar sus pasillos permitía encontrar libros inesperados y ampliar horizontes. Las consultas se realizaban en fichas de catálogo, y el préstamo de libros era una práctica común. La interacción con bibliotecarios era fundamental para orientarse y encontrar los recursos adecuados.

Además, las bibliotecas eran espacios de encuentro y comunidad. Organizaban actividades culturales, talleres y charlas que fomentaban el intercambio de ideas y el aprendizaje colectivo. En un mundo sin Internet, las bibliotecas desempeñaban un papel central en la educación y el acceso a la información, siendo lugares donde la curiosidad y el conocimiento se cultivaban de manera tangible.

Compartir fotos de comida

Hoy en día, compartir fotos de comida en redes sociales es una práctica común. Sin embargo, antes de Internet, las fotografías de alimentos eran una rareza. Solo los fotógrafos profesionales, contratados por revistas o restaurantes, se dedicaban a capturar imágenes de platos. La fotografía gastronómica era un arte reservado para expertos, que requería conocimientos técnicos y un ojo entrenado.

Las cámaras analógicas de la época no facilitaban la captura espontánea de imágenes. Cada foto debía ser cuidadosamente planificada, y el proceso de revelado en un laboratorio fotográfico era costoso y lento. Las imágenes de comida se utilizaban principalmente en publicidad o en publicaciones especializadas, y no formaban parte del álbum personal de recuerdos.

En el ámbito doméstico, las fotos se reservaban para ocasiones especiales, como celebraciones familiares o eventos importantes. La comida no era el centro de atención en estas imágenes, sino el contexto y las personas que compartían el momento. La fotografía era un medio para inmortalizar recuerdos, y no un vehículo para mostrar el día a día en plataformas digitales.

Llevar un mapa de carreteras

Antes de la llegada de GPS y aplicaciones como Google Maps, orientarse en la carretera requería el uso de mapas físicos. Estos mapas, a menudo desplegables y de gran tamaño, eran compañeros indispensables en cualquier viaje. Estaban cuidadosamente guardados en la guantera del coche o en la mochila, listos para ser consultados en caso de duda.

Planificar un viaje implicaba estudiar el mapa con antelación, trazando rutas y calculando distancias. Durante el trayecto, era común detenerse para verificar la dirección correcta, lo que añadía un componente de aventura a cada desplazamiento. La posibilidad de perderse era real, y encontrar el camino de regreso era parte de la experiencia del viaje.

Además, los mapas requerían habilidades de interpretación y orientación. Saber leer un mapa era una habilidad valiosa, que no todos poseían. La capacidad de doblar correctamente un mapa después de usarlo también era un arte en sí mismo. En un mundo sin tecnología digital, los mapas físicos eran herramientas esenciales para moverse de un lugar a otro con confianza.

Preguntar por una calle

En la era pre-Internet, cuando las personas se encontraban perdidas o necesitaban llegar a un lugar desconocido, la solución más común era preguntar a los transeúntes. Esta interacción humana era una parte habitual de la vida cotidiana. La confianza en la amabilidad de los extraños para recibir direcciones precisas era fundamental para orientarse en la ciudad.

Preguntar por una calle no solo era una necesidad práctica, sino también una oportunidad para entablar conversaciones espontáneas y conocer a personas locales. La interacción cara a cara fomentaba un sentido de comunidad y cooperación, donde las personas estaban dispuestas a ayudar a otros en su camino. Esta práctica fortalecía los lazos sociales y promovía la cortesía y el respeto mutuo.

Además, la confianza en las indicaciones verbales implicaba un cierto grado de aventura y riesgo. No siempre las direcciones eran precisas, y perderse era parte del proceso de exploración urbana. Sin embargo, esta experiencia también permitía descubrir nuevos lugares y rincones inesperados de la ciudad, enriqueciendo el viaje con sorpresas y aprendizajes.

Internet - Midjourney/Sarah Romero

Destripar películas

Antes de la era de Internet y las redes sociales, el concepto de "spoiler" apenas existía. Las películas y series de televisión se disfrutaban en un contexto donde el secreto de sus tramas se mantenía con facilidad. La programación televisiva era fija, y las películas se estrenaban en cines, donde la experiencia de verlas era compartida y colectiva.

Hablar sobre el final de una película o serie era algo que se hacía en círculos cerrados, entre amigos o familiares que ya la habían visto. No había foros ni redes donde accidentalmente uno pudiera enterarse de detalles cruciales de la trama. La anticipación y el misterio formaban parte del disfrute de las historias, y cada nuevo episodio se esperaba con emoción.

La conversación sobre cine y televisión era más controlada y respetuosa. Las críticas y opiniones se compartían en persona, y la etiqueta social dictaba que los finales no se revelaran sin consentimiento. En un mundo sin la inmediatez de Internet, el disfrute del cine y la televisión era una experiencia más pausada y contemplativa.

Ligar

Antes de la aparición de aplicaciones de citas como Tinder o Meetic, el arte de ligar era una actividad que requería valor y habilidades interpersonales. Conocer a alguien de interés implicaba acercarse personalmente, iniciar una conversación y expresar el deseo de seguir conociéndose. La interacción cara a cara era esencial, y las primeras impresiones lo eran todo.

Las citas se organizaban a través de amigos en común o en eventos sociales, donde el entorno facilitaba el encuentro de nuevas personas. Las discotecas, bares y fiestas eran lugares comunes para ligar, y el proceso implicaba un juego de miradas, sonrisas y palabras que requerían confianza y carisma. La falta de tecnología digital hacía que cada interacción fuera única y especial.

El rechazo era parte del proceso, y aprender a manejarlo era esencial para seguir intentando. La comunicación escrita también jugaba un papel, con cartas y notas que se intercambiaban para expresar sentimientos o intenciones. En un mundo sin redes sociales, el cortejo era más personal y directo, y las relaciones se construían sobre la base de interacciones genuinas.

Usar la guía telefónica

Antes de que los motores de búsqueda y directorios en línea existieran, la guía telefónica era una herramienta indispensable en cada hogar. Este voluminoso libro contenía los números de teléfono de personas y empresas, organizados alfabéticamente, y era la principal fuente de información para contactar con servicios y particulares.

Buscar un número en la guía telefónica requería paciencia y atención. Había que hojear cuidadosamente las páginas para encontrar la entrada deseada, y a menudo se utilizaban marcadores para no perder la página. Las guías telefónicas eran actualizadas anualmente, y recibir la nueva edición era un evento esperado en muchos hogares.

Además de su función práctica, las guías telefónicas eran un reflejo de la comunidad. Contenían información sobre negocios locales, servicios públicos y eventos comunitarios. En un mundo sin Internet, estas guías eran una conexión tangible con el entorno local, proporcionando acceso a una red de contactos y recursos valiosos.

Ser puntual

En la era antes de los teléfonos móviles y las aplicaciones de mensajería instantánea, la puntualidad era una virtud esencial. Cuando se concertaba una cita o reunión, llegar a tiempo era fundamental, ya que no había forma de avisar de retrasos o cambios de planes. La espera era parte de la etiqueta social, y la impuntualidad podía ser vista como una falta de respeto.

La planificación y la organización eran clave para ser puntual. Las personas debían calcular el tiempo necesario para desplazarse, teniendo en cuenta posibles imprevistos. Los relojes eran compañeros constantes, y la sincronización horaria era importante para cumplir con los compromisos. La vida antes de Internet exigía un mayor grado de responsabilidad personal en la gestión del tiempo.

La puntualidad no solo era una cuestión de cortesía, sino también de eficiencia. Las reuniones y eventos se desarrollaban según lo previsto, y las agendas se respetaban con mayor rigor. En un mundo sin la flexibilidad de la comunicación digital, la puntualidad era una muestra de consideración hacia los demás y un reflejo de la seriedad con la que se asumían los compromisos.

Imprimir las fotos

En la era pre-digital, la fotografía era un proceso que culminaba con la impresión de las imágenes. Tomar una foto implicaba utilizar una cámara analógica, donde cada disparo debía ser cuidadosamente meditado, ya que el número de exposiciones era limitado. Después de capturar las imágenes, el siguiente paso era llevar el carrete a un laboratorio fotográfico para su revelado.

El proceso de revelado era un momento de anticipación y sorpresa. No había forma de previsualizar las fotos, y el resultado final solo se conocía al recoger las copias impresas. Las fotos se guardaban en álbumes, que se compartían con familiares y amigos en reuniones y eventos. La impresión de fotos era una forma de preservar recuerdos y momentos especiales de manera tangible.

Además, la fotografía requería habilidades técnicas y un buen ojo para la composición. Los fotógrafos aficionados aprendían a jugar con la luz, el enfoque y el encuadre para obtener las mejores imágenes. En un mundo sin cámaras digitales, la fotografía era un arte que demandaba paciencia y dedicación, y las fotos impresas eran tesoros que se atesoraban con cariño.

Comprar los billetes de avión por agencia

Antes de que las plataformas en línea transformaran la forma de viajar, la compra de billetes de avión y tren se realizaba principalmente a través de agencias de viajes. Estas agencias eran el punto de referencia para planificar cualquier viaje, desde la reserva de vuelos hasta la organización de itinerarios completos. Los agentes de viajes desempeñaban un papel crucial en la asesoría y gestión de las reservas.

Visitar una agencia de viajes era una experiencia en sí misma. Los clientes se reunían con agentes para discutir sus planes y preferencias, y estos ofrecían opciones y recomendaciones basadas en su conocimiento y experiencia. Los billetes se imprimían en papel y se entregaban al cliente, junto con toda la documentación necesaria para el viaje.

La planificación de un viaje requería tiempo y confianza en los expertos. Sin la posibilidad de comparar precios o destinos en línea, las decisiones se basaban en la información proporcionada por la agencia. En un mundo sin Internet, las agencias de viajes eran intermediarios indispensables para explorar el mundo, y su papel era fundamental en la industria del turismo.

Visitar una agencia de viajes era una experiencia en sí misma. Imagen de congerdesign en Pixabay

Jugar a juegos en el móvil

El entretenimiento móvil ha evolucionado significativamente desde sus inicios. Antes de los smartphones y las aplicaciones de juegos avanzadas, los teléfonos móviles ofrecían opciones de entretenimiento muy limitadas. Uno de los primeros juegos que capturó la imaginación del público fue Snake, un sencillo pero adictivo juego que se convirtió en un clásico en los primeros teléfonos Nokia.

Snake era un juego de habilidad y reflejos, donde el jugador controlaba una serpiente que crecía a medida que comía puntos en la pantalla. El objetivo era evitar que la serpiente chocara contra las paredes o su propio cuerpo. A pesar de su simplicidad, el juego ofrecía horas de diversión y se convirtió en un fenómeno global, allanando el camino para el desarrollo de juegos más complejos.

La experiencia de juego en los móviles de esa época era básica, pero innovadora. Los gráficos eran simples y el control se realizaba a través de teclas físicas. Sin embargo, estos juegos sentaron las bases para el desarrollo de la industria de los videojuegos móviles, que hoy en día ofrece experiencias inmersivas y gráficamente avanzadas en dispositivos que caben en la palma de la mano.

Criticar

En la era antes de las redes sociales, expresar críticas y opiniones al público requería un enfoque diferente. La forma más común de hacerlo era a través de cartas al editor en periódicos y revistas. Estas cartas permitían a los lectores compartir sus puntos de vista sobre temas de actualidad, política o cultura, esperando que fueran seleccionadas para su publicación.

El proceso de escribir una carta al editor era reflexivo y considerado. Requería redactar argumentos claros y coherentes, firmar con nombre y apellidos, y enviar la carta por correo postal. La publicación de una carta era un reconocimiento a la calidad de la argumentación y a la relevancia del tema tratado. Este método fomentaba un debate más pausado y respetuoso.

Además, las críticas se expresaban en conversaciones personales y debates en reuniones sociales. Sin el anonimato que ofrecen las plataformas digitales, las opiniones se compartían de manera directa y responsable. En un mundo sin Internet, la crítica era un ejercicio de comunicación interpersonal que privilegiaba el diálogo y el intercambio constructivo de ideas.

Ver solo un episodio cada vez

El consumo de series y programas de televisión era muy diferente antes de la llegada de plataformas de streaming. Los episodios se emitían semanalmente en un horario fijo, y los espectadores debían estar frente al televisor a la hora programada para no perderse su programa favorito. Esta programación establecía un ritmo de visualización que marcaba la rutina de muchas familias.

La emisión de un episodio era un evento social. Las familias y amigos se reunían para ver juntos la televisión, comentando la trama y los personajes en tiempo real. No había opción de pausar, rebobinar o adelantar, lo que hacía que cada episodio se viviera con intensidad y emoción. La espera entre episodios aumentaba la expectación y el interés por la serie.

Este formato de emisión fomentaba un sentido de comunidad entre los espectadores. Las conversaciones sobre el último episodio eran comunes en el trabajo, la escuela o las reuniones sociales, creando un vínculo compartido entre quienes seguían la misma serie. En un mundo sin la flexibilidad del streaming, la televisión era una experiencia compartida que unía a las personas a través de historias comunes.

Televisor antiguo. Imagen de Marc Pascual en Pixabay

Cambiar manualmente la hora

El cambio de hora estacional es una práctica que se remonta a tiempos anteriores a la tecnología digital. Antes de que los dispositivos electrónicos ajustaran automáticamente la hora, el cambio al horario de verano o de invierno requería una intervención manual. Los relojes de pared, despertadores y relojes de pulsera debían ser ajustados uno por uno, un ritual que se repetía dos veces al año.

Este proceso implicaba recordar la fecha del cambio de hora y dedicar tiempo a ajustar cada reloj en el hogar. Las familias solían realizar esta tarea en conjunto, asegurándose de que todos los relojes estuvieran sincronizados. El cambio manual de hora era una tradición que marcaba el paso de las estaciones y requería atención al detalle.

El proceso también tenía un componente educativo, ya que los niños aprendían sobre el tiempo y la importancia de la puntualidad. En un mundo sin tecnología digital, el cambio de hora era un recordatorio de la conexión entre el tiempo humano y los ciclos naturales, y una oportunidad para reflexionar sobre el ritmo de la vida cotidiana.

Leer las noticias

Antes de la era digital, las noticias se consumían principalmente a través de periódicos impresos, radio y televisión. La lectura del periódico era una rutina diaria para muchas personas, que dedicaban tiempo a informarse sobre los acontecimientos locales, nacionales e internacionales. Los periódicos ofrecían un análisis exhaustivo de los eventos, con artículos de opinión y reportajes en profundidad.

La radio y la televisión complementaban la información impresa, proporcionando boletines de noticias a lo largo del día. Estos medios eran fuentes confiables de información, y las noticias se presentaban con un enfoque en la precisión y la veracidad. La espera por la edición del día siguiente o el próximo boletín era parte de la experiencia de mantenerse informado.

La ausencia de noticias en tiempo real permitía un enfoque más reflexivo y menos reactivo ante los eventos. Las conversaciones sobre las noticias se desarrollaban en el ámbito familiar y social, fomentando el debate y el intercambio de opiniones. En un mundo sin Internet, la información se consumía de manera más pausada y profunda, permitiendo una comprensión más completa de los temas de actualidad.

Recordar cosas

La memoria humana desempeñaba un papel crucial en la vida antes de Internet. Sin la posibilidad de recurrir a motores de búsqueda para obtener respuestas instantáneas, las personas confiaban en su capacidad para recordar información importante. Números de teléfono, direcciones, fechas de cumpleaños y datos curiosos eran almacenados en la memoria, y su recuerdo era parte de la vida cotidiana.

El uso de agendas y libretas de direcciones era común para organizar la información personal. Estos registros físicos eran herramientas valiosas para gestionar compromisos y mantener el contacto con amigos y familiares. La práctica de anotar detalles importantes ayudaba a reforzar la memoria y a desarrollar habilidades de organización.

Además, la memoria se ejercitaba a través de juegos y actividades que fomentaban el aprendizaje y el recuerdo. La falta de acceso inmediato a la información estimulaba la curiosidad y el deseo de aprender, lo que a su vez fortalecía la memoria. En un mundo sin Google, recordar cosas era una habilidad esencial que se cultivaba y apreciaba en la vida diaria.

Alquilar una película

Antes de la llegada de plataformas de streaming como Netflix o Disney+, alquilar una película era una actividad que implicaba visitar un videoclub. Estos establecimientos eran lugares de encuentro donde las personas podían explorar una amplia selección de películas en formato VHS o DVD. Elegir una película para ver en casa era una experiencia que combinaba la emoción de la búsqueda con la expectativa del entretenimiento.

El proceso de alquiler requería una membresía en el videoclub y el pago de una tarifa por cada película alquilada. Las películas tenían que ser devueltas en un plazo determinado, y los retrasos en la devolución podían resultar en cargos adicionales. Este sistema fomentaba la responsabilidad y la planificación, ya que las familias debían coordinar el tiempo para ver la película y devolverla a tiempo.

Los videoclubs eran espacios donde se compartían recomendaciones y se descubrían nuevas películas. Los empleados a menudo ofrecían consejos sobre qué ver, y las carátulas de las películas proporcionaban información visual y escrita sobre la trama. En un mundo sin acceso instantáneo a una vasta biblioteca de contenidos, alquilar una película era una experiencia social y comunitaria que enriquecía el ocio familiar.

Elegir una película para ver en casa era una experiencia que combinaba la emoción de la búsqueda con la expectativa del entretenimiento. Imagen de InspiredImages en Pixabay

Estar concentrado

La capacidad de concentración era una habilidad más fácil de cultivar antes de la llegada de Internet y las distracciones digitales. Sin la constante interrupción de notificaciones y mensajes, las personas podían dedicar tiempo y atención a las tareas que requerían enfoque. La lectura, el estudio y el trabajo se realizaban en un entorno más tranquilo y sin distracciones.

La ausencia de dispositivos electrónicos permitía un mayor disfrute de actividades que requerían concentración, como la lectura de libros, la escritura creativa o la práctica de un instrumento musical. La mente podía sumergirse en estas actividades sin la tentación de revisar constantemente el correo electrónico o las redes sociales.

Además, la concentración se veía favorecida por un estilo de vida más pausado y menos frenético. Las actividades cotidianas se realizaban con un ritmo más calmado, lo que permitía una mayor atención a los detalles y una mejor gestión del tiempo. En un mundo sin Internet, la concentración era una habilidad que se valoraba y cultivaba, permitiendo una vida más plena y consciente.

Referencias:

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  • Hesselman, C., Grosso, P., Holz, R., Kuipers, F., Xue, J., Jonker, M., Ruiter, J., Sperotto, A., Rijswijk-Deij, R., Moura, G., Pras, A., & Laat, C. (2020). A Responsible Internet to Increase Trust in the Digital World. Journal of Network and Systems Management, 28, 882 - 922. https://doi.org/10.1007/s10922-020-09564-7.

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