La historia del exilio en la época moderna española encuentra en el reinado de Carlos IV (1788-1808) una situación única y anómala: un rey que se exilia y que no muere como rey. Esta realidad (que un rey tenga que dejar o abandonar su posición) puede parecernos una situación bastante más común si miramos las monarquías parlamentarias que emergieron con el constitucionalismo liberal del siglo XIX, que implica que los monarcas deben –teóricamente– cumplir con unos requisitos y funciones para ser reconocidos constitucionalmente como reyes. Ahora bien, en la edad moderna el escenario era diferente.