¿Cómo empezó la Guerra Civil Española?

Las elecciones de febrero de 1936 dieron la mayoría al Frente Popular, coalición de la izquierda. Para julio, la violencia había tomado las calles y la guerra estaba en camino.
La Guerra Civil Española arrasó con gran parte del patrimonio monumental español en las zonas de combate. Foto: DALL-E/ChatGPT.

El 16 de febrero de 1936 se celebraron elecciones generales en España. A estos comicios, que tenían lugar tras casi tres años de gobierno radical-cedista, se presentaron toda clase de partidos políticos tanto de izquierdas como de derechas. Sin embargo el gran protagonista de las elecciones fue el Frente Popular, coalición de izquierdas que englobaba tanto al Partido Socialista Obrero Español como al Partido Comunista, Izquierda Republicana, y otros tantos. Los votos de los españoles le dieron al Frente Popular la mayoría absoluta y marcarían el comienzo de unos meses de crispación que servirían como preámbulo para el estallido de un conflicto fratricida. Pero, ¿cómo comenzó exactamente la Guerra Civil española?

Contexto político y social en España antes de la guerra

Hay quienes sitúan el comienzo de la Guerra Civil en las elecciones de 1936, de las que salió victorioso el Frente Popular. Otros van hasta el verano de aquel mismo año, con el asesinato de Calvo Sotelo. También se considera que algunos hechos acaecidos durante la República, como los sucesos de Casas Viejas o la Revolución Asturiana del 34 ya sentaron las bases para el comienzo del conflicto. Sea como fuere, lo cierto es que durante todo el primer cuarto del siglo XX en España, la conflictividad social fue escalando linealmente hasta el golpe militar del 18 de julio de 1936.

Las elecciones de febrero de 1936 fueron un momento decisivo para España. El Frente Popular, una alianza de partidos de izquierda, logró una victoria significativa que desestabilizó el equilibrio político del país. Esta coalición incluía a fuerzas como el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Comunista, que se unieron para enfrentar a los partidos de derecha. La victoria del Frente Popular se interpretó como un mandato para implementar reformas sociales y políticas que buscaban revertir las políticas conservadoras del gobierno anterior. Sin embargo, esta victoria también provocó una reacción negativa en sectores conservadores, que veían en el Frente Popular una amenaza a sus intereses y estilo de vida.

El triunfo del Frente Popular no solo alteró el panorama político, sino que también intensificó la polarización social. Las tensiones entre las diferentes facciones políticas se agudizaron, y la desconfianza entre los ciudadanos creció. En este periodo, la política española se caracterizó por una división cada vez más profunda entre quienes apoyaban las reformas del Frente Popular y quienes las rechazaban. Esta división se reflejó en la vida cotidiana, donde las discusiones políticas se convirtieron en conflictos personales y comunitarios.

La victoria electoral del Frente Popular también tuvo un impacto significativo en el ámbito internacional. Los gobiernos extranjeros observaban con atención el desarrollo de los acontecimientos en España, ya que el país se encontraba en la encrucijada de las ideologías políticas que dominaban Europa en ese momento. La victoria de una coalición de izquierdas en España fue vista con preocupación por las potencias fascistas, mientras que los gobiernos democráticos y socialistas la consideraban un avance en la lucha contra el autoritarismo.

La Guerra Civil Española arrasó con gran parte del patrimonio monumental español en las zonas de combate. Foto: DALL-E/ChatGPT.

Crecimiento de la crispación política y social

Casi de forma inmediata a la victoria de las izquierdas, se produjo una serie de ataques y acciones terroristas, así como movilizaciones, de grupos que buscaban desestabilizar al gobierno y de sectores que lo apoyaban como sindicatos. El pistolerismo, las palizas y los asesinatos callejeros tomaron las ciudades de toda España mientras falangistas y socialistas, por poner dos ejemplos, practicaban para lo que estaba por venir. Solo en el mes de febrero, el mismo que el de las elecciones, se contabilizaron centenares de fallecidos por este tipo de acciones contra la situación política, social y económica del país.

En los meses sucesivos hasta la llegada de verano el panorama social y militar de España fue de todo menos tranquilo. Imitando el ejemplo de la Sanjurjada de 1932, un grupo de altos cargos militares comenzaron a conspirar junto a políticos y personalidades de la derecha para organizar una posible sublevación militar contra el gobierno republicano. Los susurros en la sombra se prolongaron durante un tiempo considerable y el gobierno, consciente de ello, se tomó las advertencias con demasiada tranquilidad y solo intentó separar y entorpecer a los militares sospechosos pero no atacó la raíz del problema y, cuando quiso hacerlo, ya era demasiado tarde. Mientras el ruido de sables se acrecentaba la violencia era cada vez más generalizada y buscaba objetivos relevantes para uno u otro bando.

Aumento de la violencia y atentados en las ciudades

El periodo que siguió a las elecciones de febrero de 1936 estuvo marcado por un aumento significativo de la violencia. Esta violencia callejera, protagonizada por grupos polticos, matones a sueldos y sindicatos de toda índole, tuvo su origen años atrás. Sin embargo, su traslación a la vida política de la República llegó a su apogeo aquel mismo año. Los asesinatos de rivales políticos estaban a la orden del día y las calles se convirtieron en escenarios de ataques y atentados. Este clima de violencia fue fomentado por la creciente radicalización de las facciones políticas, que veían la fuerza como el único medio para imponer sus ideales.

Los atentados y asesinatos políticos se convirtieron en una herramienta común para desestabilizar al gobierno y sembrar el caos. Grupos como los falangistas y los socialistas se enfrentaron en una lucha encarnizada por el control de las calles. Este periodo de violencia culminó en una serie de asesinatos políticos que conmocionaron a la nación y contribuyeron a la escalada del conflicto. La incapacidad del gobierno para controlar la situación y proteger a sus ciudadanos socavó aún más su legitimidad y aumentó la sensación de inseguridad en la población.

Salvador Seguí, histórico dirigente de la CNT, fue una de las víctimas más sonadas del pistolerismo en Barcelona, años antes de la Guerra Civil Española. Wikimedia Commons.

Conspiraciones y descontento militar

Los rumores de un golpe militar empezaron a ser un secreto a voces desde que se conoció el resultado electoral de las elecciones de febrero del 36. El programa de mínimos del Frente Popular, con la amnistía política a todos los represaliados por el anterior gobierno conservador como eje central, no gustó mucho a los altos mandos militares. Las intenciones de Azaña y otros dirigente republicanos, de reformar el Ejército y retirar a los cargos más antiguos hicieron más que visible la confrontación.

Descontento en sectores de la derecha y conspiraciones militares

El descontento en sectores de la derecha española fue un factor crucial en el camino hacia la Guerra Civil. Después de la victoria del Frente Popular, muchas figuras de la derecha comenzaron a ver la situación política como insostenible. La percepción de que el gobierno republicano no podía mantener el orden ni proteger sus intereses llevó a estos sectores a buscar alternativas al sistema democrático, incluyendo la posibilidad de un golpe militar.

Las conspiraciones militares comenzaron a gestarse en este clima de descontento. Inspirados por el fallido golpe de Estado de la Sanjurjada en 1932, varios altos cargos militares empezaron a planear una sublevación para derrocar al gobierno del Frente Popular. Estos conspiradores, que incluían a figuras prominentes del ejército, contaron con el apoyo de políticos y personalidades de la derecha que compartían su visión de un cambio radical en el gobierno.

El gobierno republicano, aunque consciente de estas conspiraciones, no logró actuar con la eficacia necesaria para desarticularlas. Las advertencias sobre el creciente descontento en las filas militares fueron ignoradas o subestimadas, lo que permitió que los conspiradores continuaran con sus planes. Esta inacción del gobierno contribuyó a la percepción de que era incapaz de controlar la situación, lo que a su vez fortaleció la determinación de los conspiradores de llevar a cabo su golpe.

Manuel Azaña, en calidad de Presidente del Gobierno durante el primer bienio de la República, reunido con mandos militares. Entre ellos, Francisco Franco. Foto: Wikimedia Commons.

Asesinatos políticos y su rol en el conflicto

Los asesinatos políticos desempeñaron un papel fundamental en el aumento de las tensiones que llevaron al estallido de la Guerra Civil. Estos actos de violencia no solo fueron una manifestación del odio y la polarización que dividían a la sociedad española, sino que también sirvieron como catalizadores que aceleraron el camino hacia el conflicto armado. Los asesinatos de figuras políticas clave desestabilizaron aún más el ya frágil equilibrio político del país.

El 16 de abril de 1936, los hombres del Guardia de Asalto José Castillo asesinaron a Andrés Sáenz de Heredia, familiar cercano de de José Antonio Primo de Rivera. Como represalia, Castillo cayó muerto por falangistas el 12 de julio. Esta espiral de venganza llevó a los hombres de Castillo a secuestrar y asesinar al líder de Renovación Española, José Calvo Sotelo, al día siguiente. El asesinato de este líder de la derecha, personalidad destacada en el panorama político, dio el empujón que necesitaban los militares (incluso los indecisos, como Francisco Franco), para dar el golpe de Estado y rebelarse contra el gobierno de la República.

La Guerra Civil española comenzó con el fracaso de la sublevación militar del 18 de julio de 1936, que dividió al país en dos zonas o bandos y desencadenó un enfrentamiento armado que se prolongaría hasta el 1 de abril de 1939, con la victoria del bando nacional y la instauración de un régimen dictatorial encabezado por el propio Franco.

El asesinato de José Calvo Sotelo como catalizador

El asesinato de José Calvo Sotelo, líder de Renovación Española, fue un punto de inflexión en la historia de España. Este acto de violencia, perpetrado por hombres de la Guardia de Asalto, tuvo un impacto devastador en el panorama político del país. Calvo Sotelo era una figura prominente en la derecha española, y su muerte fue vista como un ataque directo a los valores e intereses de este sector.

El asesinato de Calvo Sotelo sirvió como excusa perfecta para el golpe de Estado que daría inicio a la Guerra Civil Española. El miedo que generó su muerte unieron a los conspiradores militares, que vieron su plan justificado. Incluso los militares indecisos, como Francisco Franco, se sintieron impulsados a unirse a la sublevación tras el asesinato de Calvo Sotelo.

Este evento demostró la fragilidad del sistema político español y la incapacidad del gobierno para controlar la situación. La muerte de Calvo Sotelo fue el empujón que necesitaban los conspiradores para actuar, y su impacto se sintió en todo el país. La violencia y el desorden se intensificaron, y la sociedad española se encontró al borde de un conflicto armado que cambiaría su historia para siempre.

El estallido de la guerra: la sublevación del 18 de julio de 1936

Con todos estos antecedentes, el 18 de julio de 1936, tras varios intentos de coordinación entre las facciones militares, comenzó desde Canarias y el norte de África aquel día. Entre los militares allí destinados se encontraba un joven Francisco Franco que no sabía entonces el protagonismo que acabaría copando en el bando sublevado.

Inicio del conflicto armado y división del país en dos bandos

La sublevación militar del 18 de julio de 1936 marcó el inicio de la Guerra Civil Española, un conflicto que dividiría al país en dos bandos enfrentados: los republicanos y los nacionales. Este levantamiento, que comenzó como un golpe de Estado contra el gobierno del Frente Popular, rápidamente se transformó en una guerra civil a gran escala. La sublevación fue liderada por un grupo de generales, entre los que se encontraba Francisco Franco, que buscaban derrocar al gobierno republicano y establecer un régimen autoritario.

El fracaso inicial de la sublevación en algunas regiones del país llevó a una división geográfica de España. Mientras que los sublevados lograron controlar gran parte del norte y el oeste del país, el gobierno republicano mantuvo el control de las principales ciudades, incluidas Madrid y Barcelona. Esta división territorial reflejaba la profunda polarización política y social que había caracterizado a España en los años previos al conflicto.

La guerra civil se convirtió en un enfrentamiento no solo militar, sino también ideológico. Los republicanos, que incluían al gobierno, sindicatos, comunistas, anarquistas y obreros, defendían la legitimidad del gobierno democrático y buscaban implementar reformas sociales. Por otro lado, los nacionales, compuestos por la parte rebelde del ejército, la burguesía y los terratenientes, buscaban restaurar un orden conservador y autoritario. Este enfrentamiento ideológico atrajo la atención internacional y convirtió a España en un campo de batalla simbólico en la lucha entre el fascismo y la democracia.

Desarrollo de la Guerra Civil Española (1936-1939)

Los cabecillas de ambos bandos no sabían al comienzo de la guerra que la situación se prolongaría durante los tres años siguientes. La Guerra Civil Española sorprendió tanto a agentes internos como a extranjeros por los medios utilizados en las batallas, su prolongación el tiempo y su mortalidad.

Los bandos enfrentados: republicanos y nacionales

La Guerra Civil Española fue un conflicto caracterizado por la confrontación entre dos bandos claramente definidos: los republicanos y los nacionales. Los republicanos, que defendían la legitimidad del gobierno democrático, estaban formados por una coalición heterogénea que incluía a comunistas, socialistas, anarquistas y diversos grupos sindicales. A pesar de sus diferencias ideológicas, estos grupos compartían el objetivo común de preservar la República y resistir el avance de las fuerzas sublevadas.

Por otro lado, el bando nacionalista estaba compuesto por la parte rebelde del ejército, apoyada por sectores conservadores de la sociedad como la burguesía y los terratenientes. Este bando, liderado por Francisco Franco, buscaba derrocar al gobierno republicano y establecer un régimen autoritario que restaurara el orden social y político previo a la proclamación de la Segunda República. La unidad del bando nacional se basaba en su oposición al gobierno republicano y en su deseo de imponer un nuevo orden.

El enfrentamiento entre estos dos bandos transformó a España en un campo de batalla donde se libraron algunas de las batallas más cruentas de su historia. La guerra no solo se libró en el frente militar, sino también en las retaguardias, donde la represión y la violencia se convirtieron en herramientas comunes para consolidar el poder. La división entre republicanos y nacionales reflejaba la polarización política y social que había caracterizado a España en los años previos al conflicto.

Francisco Franco
Francisco Franco: de militar africanista a dictador que murió en la cama. Foto: Midjourney/Juan Castroviejo.

Apoyo internacional a los bandos: Alemania, Italia y la URSS

La Guerra Civil Española no solo fue un conflicto interno, sino que también atrajo la atención y la intervención de potencias extranjeras que veían en España un campo de batalla para sus propias luchas ideológicas. El bando nacionalista recibió un apoyo significativo de Alemania e Italia, dos países que veían en el conflicto español una oportunidad para expandir su influencia fascista en Europa. Este apoyo se materializó en el envío de tropas, armamento y recursos que fortalecieron la posición de los nacionales en el conflicto.

Por otro lado, el bando republicano contó con el apoyo de la Unión Soviética, que vio en la defensa de la República una oportunidad para luchar contra el fascismo en Europa. La URSS proporcionó armamento y apoyo logístico a los republicanos, aunque su intervención también estuvo motivada por sus propios intereses estratégicos. Además, las Brigadas Internacionales, formadas por voluntarios de todo el mundo, acudieron a España para apoyar la causa republicana, convirtiendo el conflicto en un símbolo de la lucha global contra el fascismo.

La intervención extranjera tuvo un impacto significativo en el desarrollo de la guerra, ya que proporcionó a ambos bandos los recursos necesarios para prolongar el conflicto. Sin embargo, también complicó la situación política interna, ya que los intereses de las potencias extranjeras a menudo entraban en conflicto con los objetivos de los bandos españoles. Esta intervención internacional convirtió a la Guerra Civil Española en un preludio de la Segunda Guerra Mundial, donde las ideologías en conflicto se enfrentarían a una escala aún mayor.

Inauguración en Vicálvaro (Madrid) de un monumento por el 81 aniversario de la creación de las Brigadas Internacionales. Wikimedia Commons.

Principales batallas y eventos clave

La Guerra Civil Española estuvo marcada por una serie de batallas y eventos clave que definieron el curso del conflicto y determinaron su desenlace. Una de las primeras y más significativas fue la Batalla de Madrid, donde las fuerzas republicanas lograron detener el avance de los nacionales. Esta batalla, que se prolongó durante varios meses, fue un símbolo de la resistencia republicana, que mantuvo el control de la ciudad.

Otro evento clave fue el bombardeo de Guernika, llevado a cabo por la Legión Cóndor alemana en apoyo al bando nacionalista. Este ataque aéreo, que causó una gran destrucción y numerosas víctimas civiles, se convirtió en un símbolo del horror de la guerra y tuvo un impacto duradero en la memoria colectiva de España. El bombardeo de Guernica también atrajo la atención internacional y generó una ola de solidaridad con la causa republicana.

La Batalla del Ebro, la más larga y sangrienta de la guerra, fue otro punto de inflexión en el conflicto. Aunque las fuerzas republicanas lograron algunos avances iniciales, finalmente fueron derrotadas por los nacionales, lo que marcó el principio del fin para el bando republicano. Esta batalla demostró la capacidad de los nacionales para coordinar operaciones militares a gran escala y consolidó su ventaja en el conflicto. Estos eventos, junto con otros enfrentamientos clave, definieron el curso de la guerra y llevaron al eventual triunfo del bando nacionalista.

El fin del conflicto y el ascenso de Francisco Franco

Si algo diferenció a los bandos en contienda fue la coordinación interna. El de Franco consiguió unificar a todas las facciones de derechas en un partido único desde que proclamó su gobierno nacional en Burgos. Por otro lado, el republicano destacó por sus luchas internas entre facciones, que luchaban por objetivos distintos, a veces entre sí. Aquel militar venido de África consiguió pronto acallar las críticas internas, descartados otros militares como Mola para liderar el movimiento y muertos otros como Sanjurjo.

Victoria del bando nacional en abril de 1939

La Guerra Civil Española llegó a su fin en abril de 1939 con la victoria del bando nacional, liderado por Francisco Franco. Después de casi tres años de conflicto, pusieron fin a la resistencia republicana. La victoria de los nacionales fue el resultado de una combinación de factores, incluyendo su superioridad militar, el apoyo extranjero y la desmoralización del bando republicano.

El colapso del bando republicano fue acelerado por la retirada del apoyo internacional y la falta de cohesión interna. Las divisiones ideológicas y estratégicas dentro del bando republicano, junto con la falta de recursos, hicieron imposible una resistencia efectiva contra el avance nacionalista. La rendición del gobierno republicano en marzo de 1939 marcó el final del conflicto y la victoria definitiva de los nacionales.

La victoria del bando nacional no solo puso fin a la guerra, sino que también marcó el inicio de una nueva era en la historia de España. Francisco Franco, que había emergido como el líder indiscutible de los nacionales, se convirtió en el jefe de un régimen autoritario que gobernaría el país durante las siguientes décadas. La victoria nacionalista fue vista por muchos como una restauración del orden, pero también significó el fin de la democracia y el inicio de un periodo de represión y dictadura.

Combatientes republicanos del frente de Huesca hacen frente al bando fascista en las inmediaciones de Barcelona, antes de que esta fuera tomada por las tropas de Franco. Foto: American Press.

Establecimiento de la dictadura franquista

Con la victoria del bando nacional, Francisco Franco estableció un régimen dictatorial que gobernaría España hasta su muerte en 1975. La dictadura franquista se caracterizó por su autoritarismo, la represión de la oposición política y la imposición de un orden social conservador. Franco consolidó su poder mediante la eliminación de cualquier forma de disidencia y la centralización del control político y militar en sus manos.

El régimen franquista implementó una serie de políticas destinadas a restaurar los valores tradicionales y suprimir cualquier influencia de izquierdas. Estas políticas incluyeron la censura de los medios de comunicación, la prohibición de partidos políticos y sindicatos, y la persecución de aquellos considerados enemigos del Estado. La represión fue una constante durante el régimen, y miles de personas fueron encarceladas, exiliadas o ejecutadas por sus supuestas actividades subversivas.

A pesar de su aislamiento inicial en el ámbito internacional, el régimen de Franco logró estabilizarse y mantenerse en el poder gracias a su habilidad para adaptarse a los cambios en la política mundial. Durante la Guerra Fría, España se convirtió en un aliado estratégico para las potencias occidentales, lo que permitió a Franco consolidar su régimen. La dictadura franquista dejó una huella profunda en la sociedad española, cuyas consecuencias se sentirían mucho después de su desaparición.

El malogrado Luis Carrero Blanco junto a Francisco Franco. Foto: EFE.

Consecuencias para España y el legado de la guerra

La Guerra Civil Española tuvo profundas consecuencias para el país, tanto a nivel político como social. El conflicto dejó un legado de división y resentimiento que perduró durante décadas, afectando la memoria colectiva y la identidad nacional. La guerra no solo resultó en una gran pérdida de vidas humanas, sino que también devastó la economía y la infraestructura del país, dejando a España en un estado de ruina y pobreza.

El régimen franquista impuso un largo periodo de represión y censura, que limitó las libertades individuales y colectivas. La dictadura de Franco dejó un legado de miedo y desconfianza que afectó a varias generaciones de españoles. La falta de reconciliación y el silencio impuesto sobre los horrores de la guerra contribuyeron a perpetuar las divisiones sociales y políticas que habían caracterizado al país antes del conflicto.

A pesar de estas dificultades, la transición a la democracia tras la muerte de Franco en 1975 marcó el inicio de un proceso de reconciliación. España logró superar su pasado autoritario y establecer un sistema democrático que ha perdurado hasta el presente. Sin embargo, el legado de la Guerra Civil sigue siendo un tema de debate y reflexión en la sociedad española, que continúa buscando formas de recordar y honrar a las víctimas de este trágico capítulo de su historia.

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