La implicación de la familia real británica en la Segunda Guerra Mundial

La familia real británica se mantuvo firme contra la amenaza del fascismo, apoyando a su pueblo durante el cruento conflicto y, en ocasiones, participando de manera activa en él. Tan sólo el efímero Eduardo VIII se apartó de esta senda al visitar a Hitler en 1937
La implicación de la familia real británica en la Segunda Guerra Mundial

Durante la Segunda Guerra Mundial la familia real británica, integrada por Jorge VI, su esposa Isabel Bowes-Lyon y sus hijas Isabel y Margarita, fueron emblema de lucha contra el fascismo. La sociedad británica agradeció las constantes muestras de apoyo que desde Buckingham llegaban a los hogares mediante visitas a los necesitados y alocuciones en radio. Solo el hermano del monarca, Eduardo VIII, que tuvo que abdicar por su matrimonio con Wallis Simpson, dio que hablar por su supuesta simpatía con el Tercer Reich.

En febrero de 1945, la princesa Isabel se alistó en el Servicio Territorial Auxiliar Femenino como conductora de ambulancias. Foto: Getty.

Eduardo VIII y su acercamiento a los nazis

Eduardo VIII fue el titular del Reino Unido y de los dominios de la Mancomunidad Británica desde la muerte de su padre, el rey Jorge V, acaecida el 20 de enero de 1936, hasta su abdicación, el 11 de diciembre del mismo año.

A la muerte de la reina Victoria, cuando sus padres, Jorge V y la reina María, habían recorrido el Imperio británico, Eduardo y sus hermanos se quedaron en Gran Bretaña con sus abuelos, la reina Alejandra y Eduardo VII, que acostumbraban a colmar de afecto a sus nietos.

Después de formarse con preceptores particulares, tras dos años en el instituto educativo de Osborne, Eduardo se trasladó al Real Colegio Naval de Dartmouth. El plan era que pasara allí dos años, para luego ingresar en la Marina Real. No obstante, Eduardo se convirtió automáticamente en duque de Cornualles y en duque de Rothesay cuando, el 6 de mayo de 1910, Jorge V ascendió al trono, tras la muerte de Eduardo VII.

Un mes después de cumplir 16 años, Eduardo fue designado príncipe de Gales. Sirvió como guardiamarina durante tres meses a bordo del acorazado HMS Hindustan y entró en el Magdalen College de la Universidad de Oxford, aunque su preparación intelectual fue baja ya que, después de ocho trimestres, no recibió ningún tipo de credenciales académicas. El 13 de julio de 1911 fue investido oficialmente como príncipe de Gales en una ceremonia en el castillo de Caernarfon.

En su juventud sirvió en la Primera Guerra Mundial, realizó varias giras por el extranjero en representación de Jorge V, y fue asociado con una sucesión de mujeres casadas, de mayor edad que él. Unos meses antes de iniciar su reinado, Eduardo causó una crisis constitucional cuando le propuso matrimonio a la estadounidense Wallis Simpson, que se había divorciado dos veces. Los primeros ministros del Reino Unido y los dominios se opusieron al matrimonio, argumentando que el pueblo nunca la aceptaría como reina. Eduardo sabía que el Gobierno encabezado por el primer ministro británico, Stanley Baldwin, no aceptaría que los planes de matrimonio siguieran adelante, lo cual obligaría a convocar nuevas elecciones generales.

Eduardo VIII y Wallis Simpson. Foto: Wikimedia Commons.

La estadounidense Wallis fue registrada al nacer como Bessie Wallis Warfield y, más tarde, por sus bodas, sería llamada Wallis Spencer y Wallis Simpson. Después de haberse divorciado dos veces, se casó en terceras nupcias con Eduardo VIII.

El padre de Wallis murió poco después del nacimiento de ella. Junto a su madre viuda, la niña recibió el apoyo de algunos parientes ricos. Su primer matrimonio, con un oficial de la Marina de los Estados Unidos, se caracterizó por varios periodos de separación y finalmente terminó en divorcio. En 1934, durante el transcurso de su segundo matrimonio, supuestamente se hizo amante de Eduardo, por entonces príncipe de Gales. Dos años más tarde, después de la muerte de Jorge V y del ascenso al trono de Eduardo VIII, Wallis se divorció de su segundo marido y Eduardo le propuso matrimonio. El deseo del rey de contraer nupcias con una mujer que tenía dos exmaridos vivos provocó las críticas.

En lugar de renunciar a la señora Simpson, Eduardo decidió abdicar en diciembre de 1936. Se casaron en el castillo de Candé (Francia) el 3 de junio de 1937. Ningún miembro de la familia real británica asistió a la boda. El 12 de diciembre de 1936, en la reunión de adhesión del Consejo Privado del Reino Unido, Jorge VI anunció que iba a convertir a su hermano en «Su Alteza Real el duque de Windsor». Hubo un arduo debate y, finalmente, Wallis fue reconocida como la duquesa de Windsor, pero sin el tratamiento de Su Alteza Real.

Eduardo fue sucedido por su hermano menor, Alberto, que eligió usar el nombre de Jorge VI. Con un reinado de solo 325 días, Eduardo fue uno de los monarcas de más corta duración en el trono en la historia del Reino Unido y nunca llegó a ser coronado.

En 1937 Eduardo VIII visitó la Alemania nazi, donde Wallis y él fueron recibidos como auténticos jefes de Estado, lo que causó estupor en Buckingham por el lance diplomático y porque Reino Unido era uno de los baluartes de la democracia occidental.

La visita de los duques de Windsor a Hitler en octubre de 1937 causó en el Reino Unido un auténtico terremoto político que afectó gravemente a la imagen de la familia real. Foto: Getty.

Durante la Segunda Guerra Mundial fue destinado en un primer momento con la Misión militar británica a Francia pero, debido a que mantenía simpatías pronazis, fue enviado a las Bahamas como gobernador. Después de la contienda, nunca se le dio otro cargo oficial y pasó el resto de su vida en el retiro.

En el transcurso de las décadas de 1950 y 1960, la pareja vivió entre Europa y Estados Unidos, disfrutando de una vida de ocio como celebridades sociales. No obstante, surgieron rumores de que ella tenía otros amantes. En un artículo publicado en el Washington Post el 8 de junio de 1986, los temperamentos de Wallis y Eduardo fueron presentados como «Alicia en el País de las Maravillas» y «Peter Pan».

Al morir el duque en 1972, Wallis se recluyó y casi no volvió a ser vista en público. Su vida privada fue la fuente de múltiples especulaciones y todavía sigue siendo una figura controvertida en la historia británica. Sobre Wallis Simpson existe una leyenda negra, que la presenta como ninfómana y manipuladora, y una leyenda rosa, que indica que fue una mujer elegante, que no quiso que Eduardo abdicara y que estuvo a su lado hasta el final aunque la convivencia no era lo más agradable en la etapa postrera por el carácter de él. El caso es que Wallis solo consiguió ser aceptada por su familia política tras su muerte, al permitir que fuera enterrada en Windsor, en el panteón real junto a su marido.

Wallis murió en su casa en el Bois de Boulogne de París el 24 de abril de 1986. Su funeral se celebró en la Capilla de San Jorge en el castillo de Windsor y contó con la asistencia de sus dos cuñadas: la reina madre y la princesa Alicia, duquesa de Gloucester, de Isabel II, de Felipe, príncipe de Edimburgo, de Carlos y de Diana de Gales. Fue sepultada junto a Eduardo en el cementerio real cercano al castillo de Windsor, como «Wallis, duquesa de Windsor».

Castillo de Windosr. Foto: iStock.

La familia real británica apenas recibió herencia por su parte. Aunque en su existencia no se había volcado en realizar obras de caridad, la mayor parte de su legado fue destinada a la fundación para la investigación médica del Instituto Pasteur. En 1987 la colección de joyería de Wallis recaudó 45 millones de dólares para el instituto en una subasta. Por la ayuda que Francia le brindó suministrándole domicilio, pasó al Estado francés la colección de muebles estilo Luis XVI. El empresario egipcio Mohamed Al-Fayed adquirió gran parte del patrimonio no financiero, incluyendo el usufructo de la mansión de París, si bien vendió la mayor parte de la colección en 1998, un año después de la muerte de su hijo en el accidente automovilístico en el que también pereció Diana. La venta recaudó más de 14 millones de libras para fines solidarios.

«La mujer más peligrosa de Europa»

Jorge VI, el nuevo monarca, padecía problemas de tartamudez. En 1923 se casó con Isabel Bowes-Lyon, joven de la nobleza escocesa. En la cuarta década del siglo XX, los medios de comunicación se encontraban en pleno apogeo y, a diferencia de sus predecesores, los vecinos esperaban que se dirigiera a ellos por la radio. Mientras tanto la imagen que los nazis tenían de Jorge VI era la de un monigote. La dificultad en la fluidez del habla fue para este dignatario una auténtica agonía. No obstante, para superar ese obstáculo en su profesión, se puso en manos de un logopeda, Lionel Logue, y Jorge VI fue un modelo de autosuperación.

Fotografía oficial de Jorge VI y su familia, posando con todos los atributos del poder de la Corona. Foto: Getty.

La fama de indomable de Isabel Bowes-Lyon fue el mayor consuelo del pueblo británico durante el conflicto. Visitó a las tropas, a los enfermos en los hospitales y a las trabajadoras de las fábricas. No obstante, en las barriadas de Londres no siempre fue bien recibida, ya que iba muy elegante y la población pasaba escaseces.

Isabel argumentaba que si en las audiencias los visitantes iban con sus mejores galas, por deferencia a los ciudadanos ella tenía que ir de modo adecuado. Durante el conflicto no solía encargar vestidos negros, sino de tonos suaves, para no transmitir imagen de pesimismo. También es cierto que las críticas podían venir de la desesperación del pueblo, porque fueron comentarios puntuales, ya que la imagen global que quedó de Jorge y de Isabel fue la de que eran monarcas que estaban muy preocupados por el pueblo. De hecho, cuando Buckingham fue diana de las bombas Isabel confesó: «Me alegro de que fuéramos bombardeados. Me hace sentir que puedo mirar a las personas del East End a la cara», aludiendo al barrio londinense.

Fue entrenada para manejar un revólver si era necesario y, por su diligente papel en la propaganda, esta soberana que, en la ancianidad, sería la entrañable reina madre, fue descrita por Hitler como «la mujer más peligrosa de Europa» pues, como apoyo moral del frente y de la retaguardia, permaneció con su marido en el castillo de Buckingham durante todo el conflicto.

Jorge VI falleció a consecuencia de un cáncer de pulmón en Sandringham el 6 de febrero de 1952, y fue enterrado en la Capilla de San Jorge del Castillo de Windsor. Lo sucedió su hija, y por entonces princesa, Isabel.

Isabel II, la última estadista en la Segunda Guerra Mundial

En el pasado, cuando la guerra estaba a la orden del día, el rey llevaba las tropas al campo de batalla. Hoy, cuando la erradicación de la violencia es uno de los retos del planeta, el monarca es uno de los responsables de garantizar la paz. Por eso, en el presente los monarcas se encuentran al frente de las Fuerzas Armadas de sus respectivos países.

Al finalizar la segunda década del siglo XXI, las dos mujeres que reinaban como titulares, Margarita II de Dinamarca e Isabel II de Gran Bretaña, capitaneaban formalmente las tropas de sus Estados. Y, en la preparación castrense, se pueden observar diferencias pues, mientras que Margarita no recibió instrucción en esta materia, Isabel II, con 18 años, durante la Segunda Guerra Mundial, fue incorporada a un regimiento

El 21 de abril de 1926 nació en Londres Elizabeth Alexandra Mary, la hija mayor de los duques de York, que después serían los reyes Jorge VI e Isabel. Una década después, su padre llegó al trono. Durante la Segunda Guerra Mundial, la futura Isabel II colaboró realizando funciones públicas en la rama femenina del Ejército británico, el Servicio Territorial Auxiliar. Elizabeth estuvo en la Sección de Entrenamiento de Vehículos Mecánicos en Surrey y, en febrero de 1945, se sumó al Servicio Territorial Auxiliar de Mujeres, donde se le adjudicó el número 23.0873. Cinco meses después fue promovida a Comandante Jr. Honorario. Al finalizar la jornada, los otros cadetes regresaban a sus barracones, y la princesa iba a dormir al castillo de Windsor.

Allí moraba con su hermana Margarita, por decisión de su madre, Isabel Bowes- Lyon —la última en ser reina consorte de Irlanda y emperatriz de la India—, que quería protegerlas de los bombardeos de Londres.

Durante su breve carrera militar aprendió a conducir camiones y recibió clases de mecánica, por lo que fue promovida a Comandante Jr. Honorario. Por ello, Isabel II es la última gobernante que sobrevive de todos los que llevaron uniforme militar durante la Segunda Guerra Mundial.

La princesa Elizabeth y el líder del Partido Conservador, Winston Churchill en la inauguración del Centro Internacional de la Juventud, Chigwell, Londres (12 de julio de 1951). Foto: Getty.

Cuando su padre murió, Eizabeth, con 25 años, se convirtió en jefa de la Mancomunidad de Naciones. Su coronación, en 1953, fue la primera televisada, y sucedió por voluntad expresa de Isabel II, pese a las reticencias de Churchill.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

Recomendamos en