El 1 de septiembre de 1939, los nazis invadieron Polonia alegando como pretexto la reivindicación de la soberanía sobre el Estado libre de Dantzig, que estaba poblado mayoritariamente por alemanes. En dos semanas ocuparon la parte occidental. El 3 de septiembre de 1939, el Reino Unido declaró la guerra a Alemania. Tras demorar su entrada unas horas, Francia acabó haciendo lo mismo que el gobierno británico. El día 17, los comunistas invadieron Polonia por la frontera oriental. Había comenzado la Segunda Guerra Mundial, que se saldaría con más de 50 millones de muertos.

Una de las vertientes más sangrientas de la contienda vendría un poco después, cuando Japón y Estados Unidos entraron en el conflicto. La escalada de tensión entre los dos titanes fue veloz y se plasmó primero en el ámbito económico y, a continuación, en el geoestratégico.
A la conquista de Asia
Dos años antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial se había iniciado la segunda guerra chino-japonesa, concretamente el 7 de julio de 1937. Como Japón ya controlaba Manchuria desde 1931, intentó hacerse también con el norte y con el este de China. Se conoce como masacre de Nankín (tomando el nombre de la antigua capital) al conjunto de crímenes cometidos por el ejército japonés, violaciones que soportó la República China durante este ciclo.

En contrapartida, China recibió la ayuda de la Unión Soviética y de Estados Unidos. La lucha se prolongaría hasta la rendición de Japón el 9 de septiembre de 1945, aunque desde el ataque a Pearl Harbor ambos conflictos quedaron fusionados. Más del 90% de las víctimas de la Guerra del Pacífico perecieron en este frente: se calcula que murieron unos 20 millones de personas, la mayor parte civiles. Corea y Taiwán no eran Estados títere, sino que estaban controlados directamente por Japón como provincias.
El 27 de septiembre de 1940 se firmó en Berlín el Pacto Tripartito, también conocido como Pacto del Eje. Fue un acuerdo rubricado formalmente por Saburō Kurusu, Adolf Hitler y Galeazzo Ciano en representación del Imperio de Japón, la Alemania nazi y el Reino de Italia, respectivamente. El tratado constituyó una alianza militar entre estas naciones. Desde ese momento, oficialmente se conformaron las fuerzas del Eje, opuestas a las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial.

El objetivo de Japón era imitar lo que sucedía en la Alemania nazi, que buscaba apoderarse de Europa, haciendo lo mismo en Asia. En septiembre de 1940, el ejército imperial japonés ocupó la Indochina francesa en un esfuerzo por hacerse con el monopolio de los suministros que llegaban a China. Indochina era administrada por la Francia de Vichy y, cuando los nipones derrocaron el sistema colonial, se hicieron con ella hasta 1945. Casi al unísono, a principios de 1941, el Viet Minh, la guerrilla liderada por el comunista Hô Chí Minh, emprendió una sublevación contra franceses y japoneses que, al término del conflicto mundial, desembocaría en la Guerra de Indochina (1946-1954).
Antes hubo esta breve confrontación militar no declarada entre Japón y Francia en el norte de la Indochina francesa. El combate se extendió desde el 22 hasta el 26 de septiembre de 1940, a la vez que la batalla del sur de Guangxi, uno de los 22 combates librados en la segunda guerra chino-japonesa.
La ocupación de Indochina era exactamente lo que Franklin Delano Roosevelt, presidente de Estados Unidos, temía que ocurriera. Ante este hecho, los estadounidenses propusieron sanciones duras contra los nipones: cancelaron los envíos de aeronaves, repuestos, maquinaria, magnesio, plomo, etc. Sin embargo, la nación norteamericana no detuvo entonces las exportaciones de petróleo a Japón porque creyó que sería una medida extrema, dado que el 80% del petróleo usado por los nipones procedía de Estados Unidos.
En julio de 1941, Japón hizo público que había concertado con el gobierno de Vichy un pacto de “Protectorado conjunto” en Indochina. Roosevelt reaccionó congelando todos los valores de Japón en EE UU y, ahora sí, cesando el envío de petróleo.
Aunque no tenía petróleo, el Imperio del Sol Naciente se sentía fuerte porque sabía que este abundaba en el Pacífico. Por ello no se arredró y se fijó en las Indias Orientales Neerlandesas, conocidas hoy como Indonesia. Esto hacía que la situación se complicara más todavía para los aliados, pues peligraban las islas Filipinas, en la órbita de Estados Unidos desde que España las perdiera en 1898.
Por su parte, en abril de 1941, las divisiones alemanas al mando de Rommel iniciaron un ataque contra las tropas británicas situadas en Libia y alcanzaron en un rápido avance la frontera egipcia. Alemania pretendía expulsar a los británicos de la zona del Canal de Suez y, tras avanzar por Oriente Medio, quería llegar a Persia y a la India, donde las tropas alemanas se reunirían con las japonesas. Sin embargo, el inicio de la invasión de la Unión Soviética por las tropas de la Wehrmacht mermó las reservas de Rommel, que tuvo que detener su hasta entonces imparable avance.

Hitler no respetó el pacto de no agresión germano-soviético y la invasión alemana de la URSS, la Operación Barbarroja, comenzó el 22 de junio de 1941. Fue bautizada así en homenaje al emperador Federico I, del siglo XII, exaltado por el nacionalismo alemán.
En el ataque participaron más de tres millones de soldados alemanes y rumanos. La estrategia de ocupación del territorio soviético se planteó en una triple dirección: en el norte, la invasión de Leningrado y el control del Báltico; en el centro, la conquista de Moscú, y en el sur, la ocupación de Ucrania y de las regiones industriales del Donetz.
Las tropas alemanas fueron avanzando en los primeros meses, pero el fracaso ante Moscú marcó el estancamiento de la ofensiva alemana. La llegada del invierno ruso suspendió las operaciones hasta la primavera de 1942, dando tiempo a la reorganización militar económica en la parte soviética.

Un ataque que pilló por sorpresa a Estados Unidos
El príncipe Fumimaro Konoe, en calidad de primer ministro de Japón, se mostraba muy reticente a iniciar una guerra contra los países de la Commonwealth y Estados Unidos. Sin embargo, el emperador Hirohito se inclinó finalmente por las tesis más agresivas. Emperador de Japón desde 1926 (llegó al trono con 25 años), la historiografía lo ha presentado como una persona reservada, menos belicista que sus asesores. No obstante, en los últimos años han salido a la luz testimonios que hablan de su participación directa en la planificación de determinadas campañas, como el ataque sobre Batán, en Filipinas.
Ante la falta de apoyo del emperador, Konoe dimitió el 16 de octubre de 1941. En su puesto, Hirohito situó al hasta entonces ministro de la Guerra, el general Hideki Tōjō –una de las figuras más destacadas del sector belicista–, encargándole la organización del ataque contra la flota estadounidense en el Pacífico.
Con el ascenso al poder del clan militarista del general Tōjō, se aceleraron los movimientos que condujeron al ataque sobre Pearl Harbor, la base aeronaval norteamericana situada en el archipiélago de Hawái. El 26 de noviembre de 1941 la ofensiva estaba en marcha: seis portaaviones, 30 barcos con más de 408 aviones y 16.000 hombres de la Armada Imperial japonesa abandonaron el puerto de Iturup, en las islas Kuriles, con destino a Pearl Harbor. Tenían tres objetivos claros: destruir las unidades navales norteamericanas para impedir su interferencia en la Guerra del Pacífico, en la conquista de las Indias Orientales Neerlandesas y en Malasia; ganar tiempo en aras de aumentar su posición naval antes de que EE.UU. reaccionara y asestar un golpe moral a los americanos, pues los acorazados constituían el orgullo de la armada naval norteamericana.
Jugando al engaño hasta el último minuto
En 1941, Estados Unidos era todavía neutral en la guerra; aunque iba incrementando sus acciones de defensa, a tenor de lo que ocurrió estas no fueron suficientes. A comienzos de ese año, Roosevelt ordenó el traslado de la Flota del Pacífico a Hawái desde su base en San Diego (California) y gestionó el rearme de las Filipinas para disuadir la agresión japonesa en el Extremo Oriente. En febrero de 1941, el almirante James O. Richardson se retiró como comandante en jefe de la Flota de Estados Unidos, asumiendo el mando Husband Edward Kimmel.

Ese mismo mes, el día 18, Kimmel escribió al Jefe de Operaciones Navales: “Creo que un ataque por sorpresa (submarino, aéreo o combinado) en Pearl Harbor es una posibilidad, y estamos adoptando de forma inmediata las medidas necesarias para minimizar los posibles daños y garantizar que la fuerza atacante lo pague”. No ocurrió así. Como Comandante en Jefe de la Flota del Pacífico, cuando se produjo el ataque japonés del 7 de diciembre, Kimmel fue hecho responsable y sería degradado y destituido.
En la víspera del ataque a Pearl Harbor, el secretario de la Marina estadounidense Frank Knox hizo unas declaraciones en la cena que tuvo con la prensa en Washington D.C. Cuando le preguntaron por las relaciones con Japón, Knox contestó: “Damas y caballeros, no sé qué va a pasar. Nadie sabe qué pasará, pero les diré con mucha seguridad que, pase lo que pase, no nos sorprenderá. La Marina está lista”.
El 1 de diciembre de 1941, la Conferencia Imperial, presidida por el emperador Hirohito, aprobó la entrada en guerra contra Estados Unidos, Gran Bretaña y los Países Bajos. Pero, como entendían que el factor sorpresa era decisivo, jugaron con el engaño y decidieron no romper las relaciones con Estados Unidos hasta media hora antes del inicio del ataque. Por ello, no se informó de la ofensiva ni al embajador Kichisaburo Nomura, representante en Washington, ni al enviado especial a Estados Unidos, Saburo Kurusu.

El domingo 7 de diciembre de 1941, a las 7:48 horas, la flota japonesa atacó Pearl Harbor. Al día siguiente, Estados Unidos declaró la guerra a Japón y, por extensión, al resto de potencias del Eje.
El avance japonés sobre las colonias británicas y holandesas en el sudeste asiático resultó imparable entre diciembre de 1941 y marzo de 1942, periodo en el que conquistaron Hong Kong, Singapur, Malasia, Birmania e Indonesia. En el Pacífico, los éxitos japoneses culminaron con la conquista de Guam y de Filipinas, proceso que finalizó en abril de 1942 con la derrota del general Mac Arthur, el militar más condecorado en la historia de Estados Unidos. Aunque perdió Filipinas en esta etapa inicial, el “D’Artagnan americano” lideró con éxito la defensa de Australia y la reconquista de Nueva Guinea, las Filipinas y Borneo. Asimismo, MacArthur supervisó la ocupación de Japón desde 1945 hasta 1951.
* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.