Posiblemente, la mayoría de las personas que conocen el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida (MNAR), desconocen que se trata de una histórica institución de la arqueología hispana creada en 1838 bajo los auspicios de la administración decimonónica, como vehículo imprescindible para la salvaguarda, investigación y puesta en valor del patrimonio de Mérida.
Su edificio actual, obra del prestigioso arquitecto Rafael Moneo Vallés, inaugurado en 1986, se ha convertido en el símbolo de este museo casi bicentenario y es un emblema de los Museos arqueológicos hispanos del siglo XX, numerosas veces premiado y reconocido.
En el momento presente, el Museo se encuentra en proceso de remodelación y ampliación en un solar colindante, que convertirán al MNAR en un organismo público de primer nivel nacional e internacional; la futura adecuación de la Colección Visigoda completará la creación de un potente enclave patrimonial en el corazón de un excepcional yacimiento arqueológico, Patrimonio de la Humanidad desde 1993.
Origen de las colecciones históricas del MNAR
Desde el final del mundo antiguo, los imponentes restos de la Mérida romana fueron objeto de atesoramiento. Visigodos y árabes construyeron, en el solar emeritense, sus edificios oficiales con los restos más emblemáticos de los pretéritos templos, acueductos, tumbas y casas romanas.
Pilastras, canceles y elementos arquitectónicos de desaparecidas iglesias y palacios visigodos se realizaron reutilizando columnas, capiteles y obras romanas de todo tipo.
Los árabes, también admirados por la grandeza de los restos romanos, no solo los imitaron sino que reutilizaron los que aún estaban en pie, llevando, por ejemplo, un nutrido grupo de capiteles romanos emeritenses a la Mezquita de Córdoba, claro símbolo de prestigio.
Esta fascinación secular por el noble pasado de la antigua colonia romana hizo que, desde el Renacimiento, se reivindicara el legado antiguo, creándose importantes colecciones nobiliarias que alcanzaron los siglos XVI, XVII y XVIII.
Grandes blasones en las fachadas de Mérida, así como numerosos monumentos públicos, se ejecutaron usando o retallando piezas romanas. Paralelamente, viajeros y eruditos realizaban planos y dibujos sobre las maravillas visibles.

Nacía así el coleccionismo ilustrado, y las obras del legado antiguo comenzaron a preservarse y valorarse en las colecciones nobiliarias locales: El Palacio del Duque de la Roca, La Casa del Conde de los Corbos —edificada sobre el templo romano colonial— o el llamado Jardín de Antigüedades en el Convento de Jesús (hoy Parador de Turismo), fueron algunos de aquellos incipientes espacios de Mérida donde preservar los vestigios de un glorioso patrimonio local.
En 1838 se crea, por Real orden, el Museo de Mérida, dando así la importancia merecida, tanto al yacimiento como a la colección atesorada en el curso de los siglos anteriores, y se ubicó en la iglesia del desamortizado Convento de Santa Clara. Este sería el inicio de la nueva ciencia arqueológica, precursora de las excavaciones del siglo XX, que dieron como resultado grandes descubrimientos de la arqueología romana emeritense que, desde entonces, no ha parado de dar nuevas y notables informaciones de la historia de su colonia romana y su evolución en el curso de los siglos.
El MNAR, un proyecto de investigación, conservación y difusión
A inicios del siglo XX tomó forma el proyecto recurrente de excavar el yacimiento de la antigua colonia romana de Mérida. Se eligió, nada menos, que el teatro como punto de partida de las excavaciones.
José Ramón Mélida y Maximiliano Macías, primeros responsables de estas excavaciones, comenzaron en 1910 un trabajo denodado por exhumar de las entrañas de la ciudad los vestigios sepultados. Las excavaciones se tutelaban desde el Museo, recuperando, restaurando y exhibiendo las obras halladas en y desde su sede, la iglesia de Santa Clara.
A la par, ambos arqueólogos, con más entusiasmo que medios, daban a conocer a la comunidad internacional los impactantes resultados y descubrimientos; Mérida se situaba a la vanguardia de una arqueología hispana naciente.
En 1929, con motivo de la Exposición Universal de Sevilla, el Museo sufrió una profunda transformación, pues sus salas acogieron las piezas de las excavaciones, que se unieron a las ingresadas en el siglo XIX: estatuas del Teatro y Mitreo, obras epigráficas, colecciones de artes menores, numismática y toda suerte de elementos romanos, visigodos y árabes, componían una colección arqueológica de primer orden que ya estaba en el punto de mira internacional, por su merecida fama.
Paralelamente a los ingresos de las obras, los edificios excavados eran objeto de trabajos de restauración, destacando las actuaciones emprendidas desde el Museo en el Teatro y Anfiteatro. El Museo de Mérida tutelaba así la investigación, conservación y difusión de un ingente patrimonio emeritense, cada día más sorpresivo por su grandeza y riqueza.

El yacimiento pasó a considerarse la Roma española, por la enorme información que proporcionaba de este periodo histórico, y la potente tarea del Museo precisaba de más medios humanos y de nuevos espacios para sus ambiciosos proyectos; se comenzó a plantear, con especial énfasis desde el final de la guerra civil, la imperiosa necesidad de dotar a la ciudad de un nuevo Museo y se barajaron distintas opciones, pero ninguna fructificó como era necesario.
La tarea del director José Álvarez Sáenz de Buruaga (1944-1985) fue fundamental para vertebrar el futuro del Museo. Todos sus esfuerzos, llevados a cabo en condiciones difíciles desde la posguerra, fructificaron algunos decenios más tarde cuando, en 1975, el Museo de Mérida pasó a ser Museo Nacional de Arte Romano, bajo dependencia exclusiva del hoy Ministerio de Cultura y Deporte. La titularidad nacional era un reconocimiento a la excepcionalidad del yacimiento y su colección, en gran medida recuperados gracias a la ardua labor del Museo.
La creación del MNAR coincidió con la celebración del Bimilenario de la Ciudad de Mérida, fundada en el 25 a. C., y venía a saldar una reclamación histórica de los emeritenses; pero no era el objetivo final en pro de la investigación arqueológica en la colonia romana de Mérida.
Desde el Museo se había luchado con esfuerzo por la preservación del patrimonio, desde todos los frentes. Se habían tutelado las excavaciones y documentado todos los hallazgos, creando el Patronato de la Ciudad Monumental de Mérida, hoy Consorcio, para impulsar su gestión. El MNAR estableció, desde los años 70, las áreas prioritarias de acción arqueológico-científicas: foros, recintos de espectáculos, áreas domésticas, industriales, funerarias o las grandes obras de ingeniería. Expropiación de solares y predios, delimitación urbanística, acciones de integración y recuperación urbanas…. Estos proyectos científicos habían incorporado al MNAR en los circuitos nacionales e internacionales de investigación en arqueología romana.
Todo ello puso de manifiesto, de forma incontestable, que era preciso un nuevo centro acorde a las necesidades del avanzado siglo XX. La nueva sede del MNAR, en un edificio ex novo (1980-1986), supuso un paso de gigante en la consolidación del Museo de Mérida como centro de conservación, investigación y difusión del mundo antiguo.
La grandiosa obra de Rafael Moneo, diseñada en fábrica latericia, con grandes y luminosos espacios interconectados y una cripta arqueológica de sabor romano, para preservar las ruinas, se completaba con un área de trabajo interno que contemplaba una de las mejores bibliotecas especializadas de arqueología clásica, talleres de restauración y espacios profesionales para los nuevos equipos de la institución.
Un museo del siglo XX que ofertaba a la sociedad las numerosas riquezas que la arqueología de Mérida podía desvelar, de manera amena y sencilla pero con un potente formato en sus espacios y medios.
¿Qué nos cuenta el MNAR?
La iglesia de Santa Clara fue, hasta los años 80, un contenedor de grandes colecciones, pero carecía, por su dificultad espacial y conceptual, del imprescindible discurso acorde a los conocimientos de los que se disponía ya en esas fechas.
El edificio de Rafael Moneo se articula en dos grandes módulos o bloques complementarios: los espacios expositivos de acceso público y los recintos internos de acceso restringido.
Hay cuatro grandes espacios expositivos: Planta baja, Primera galería, Segunda galería y Cripta arqueológica.
Los espacios internos de trabajo y acceso restringido son: almacenes, talleres de restauración, áreas de gestión científico-administrativa, salón de actos, archivo y biblioteca.
Todo ello englobado en una obra arquitectónica singular que, inspirada en patrones de la arquitectura romana, tanto pública como privada, emplea la fábrica de ladrillo y juega con los volúmenes, luces y espacios intercomunicados de modo magistral.
El edificio es uno de los grandes atractivos y activos de la institución, pues lejos de eclipsar la tarea del museo y sus colecciones, sirve de reclamo y marco excepcional de unas piezas concebidas para contextos tan o más singulares que el propio Museo.

El MNAR es un gran centro de interpretación de la arqueología de Mérida, especialmente de la colonia romana y lo que supuso el proceso de romanización en el territorio hispano, particularmente en Lusitania, la provincia más occidental del Imperio. El MNAR dejó atrás al Museo local, creado en 1838, para ser hoy una institución de ámbito internacional.
Conscientes de la importancia que el discurso expositivo había de tener, se optó por realizar un montaje jerarquizado, adaptado a cada uno de los ambientes y colecciones.
Cuando el espectador inicia el recorrido de la Nave principal, lo primero que le llama la atención es la grandiosidad y luminosidad de los espacios que le envuelven, a los que se incorporan grandes obras escultóricas, arquitectónicas, pictóricas o musivas, además de obras menores en vitrinas. La dimensión sobrehumana sitúa al espectador en un ambiente que encaja a la perfección con la entidad de los mensajes de esas obras allí expuestas.
El recorrido general, organizado en salas de I a X, se articula en varios bloques temáticos monográficos que, en esencia, son las facetas fundamentales de la vida humana: espectáculos, religiones, ritos funerarios, casas y los foros como grandes espacios públicos. Se trata de exponer obras vinculadas a esos conceptos culturales tan amplios y a la par tan universales.
Las tres primeras salas se dedican a espectáculos: teatro, anfiteatro y circo.
Una gran maqueta de la colonia romana recibe al visitante en la sala I-derecha, para favorecer la comprensión de lo que significó aquella urbe. En el mismo espacio se distribuyen las obras que ayudan a entender el anfiteatro y el circo: las inscripciones de la inauguración del anfiteatro, en el año 8 a. C., las inscripciones de la reforma del circo, en el siglo IV d. C., bajo el gobierno del emperador Constantino y las pinturas del Anfiteatro, ejemplo único conservado del Imperio, completan este singular ambiente.
El área de la izquierda de las salas I-II-III, intercomunicadas, exhibe las imponentes estatuas procedentes de las excavaciones del teatro: aquellos dioses y emperadores del monumental frente escénico, hoy sustituidos, en el monumento, por copias de estos originales.
Las salas II y III, en su zona derecha, se concentran en mostrar el teatro como espacio de manifestaciones político-religiosas. Destaca el emblemático grupo dinástico de Augusto, Tiberio y un joven príncipe, quizá Druso; todo un mensaje de continuidad política.
Dominando la nave principal, dando paso a un nuevo espacio en la sala IV, se ubica una columna del llamado templo de Diana, templo de culto imperial colonial, con manifestaciones religiosas oficiales y foráneas documentadas en la colonia.
En la sala V se recrea, de manera evocadora, lo que debió ser el Mitreo emeritense, con su imponente colección estatuaria.
El universo funerario se recrea en la sala VI, mostrando todo un repertorio de monumentos procedentes de estos espacios periféricos y epígrafes de sus protagonistas.
La recreación de una estancia doméstica en la sala VII, con decoraciones pictóricas y musivas, ayuda al espectador a comprender la identidad de estos selectos ambientes, ricamente ornados en función del criterio y estatus del propietario.
Las tres últimas salas, VIII, IX y X, están destinadas a los Foros. Los espectaculares hallazgos de los foros colonial y provincial de Mérida, mayoritariamente estatutarios, evocan la grandeza de estas plazas urbanas. Las obras refieren los mensajes políticos dictados desde Roma: los orígenes y el mito de Eneas, los hombres ilustres con sus togas, la familia imperial. El testero de la nave se cierra con los impactantes clípeos y cariátides que decoraban el foro, acompañados por las estatuas de personajes insignes en la Historia de Roma; un revival del foro de Augusto en una capital provincial.
El tránsito hacia la primera galería determina un cambio de mensaje en el discurso. Las vitrinas, en este nuevo espacio de dimensión humana, ayudan al espectador a concentrarse en las colecciones de artes menores: cerámicas, vidrios, numismática, orfebrería. Objetos de uso cotidiano, muchos de ellos excepcionales testigos del prestigio de sus poseedores. Piezas que nos ilustran sobre un artesanado local, pero también sobre artistas que manufacturaban y comerciaban apreciados objetos de culto, llegados de todos los confines del Imperio; en este mismo volumen, el análisis de Nova Barrero sobre los adornos femeninos nos da idea de la riqueza y poder que estas piezas simbolizaban.
En un último estadio del recorrido expositivo, la segunda galería muestra, de nuevo, una exposición temática apoyada por amplios lienzos murales para la exhibición de mosaicos monumentales de la colección emeritense; todo ello inundado por la luminosidad cenital que recorre las salas.
Los temas elegidos son variados, pero muy actuales: el territorio y el mundo rural, la administración local, los componentes sociales y movimientos de población, las profesiones, los retratos de los habitantes de la colonia, su arte y cultura, para concluir con el final del mundo antiguo y lo que supuso la irrupción del cristianismo como factor de cambio en el ciclo histórico.
En diez espacios, los espectadores pueden contemplar, agrupadas temáticamente, obras de todo tipo sobre estas vertientes tan diversas, pero complementarias, de una sociedad como la romana, extendida más de cinco siglos en nuestra historia.

Las colecciones expuestas son excepcionales: imágenes de aquellas gentes a través de sus retratos en mármol, una serie única en el contexto hispano, epígrafes que nos informan sobre su procedencia, ajuares médicos junto a diversas herramientas profesionales y todo un rico repertorio de obras diversas que ayudan a entender y profundizar en la esencia de la sociedad romana.
En las entrañas del MNAR se ubica la llamada cripta arqueológica, un espacio que sigue el modelo de los criptopórticos romanos y que posee una enorme fuerza e interés para el espectador. Allí se conservan los restos excavados antes de la construcción del MNAR, compuestos por una gran calzada y casas y tumbas de extramuros que documentan una ocupación que fue desde el siglo I al IV d. C.
La integración de los vestigios de la colonia de Mérida en la sede del MNAR es un factor patrimonial de primer orden. Los ciudadanos, de manera directa y muy tangible, comprenden los problemas de la arqueología urbana y la necesaria convivencia entre el pasado y el presente.
La solución de Rafael Moneo, pionera en su tiempo, puso de relieve que es perfectamente compatible la salvaguarda de los restos romanos con la realización de una nueva edificación. Y ello significó un avance en la actuación patrimonial de Mérida, a la par que es un espacio de enorme poder didáctico para los visitantes.
La cripta se aprovecha para albergar piezas de gran formato y complejas de integrar, tanto en la exposición como en almacenes. De la misma manera, su carácter evocador se aprovecha para realizar actividades de recreación histórica de gran visibilidad.
El futuro del MNAR como proyecto internacional
Desde los años 80 hasta la actualidad, el MNAR ha concitado buena parte de la actividad científica de Mérida: congresos internacionales, conferencias, seminarios, charlas o visitas guiadas se han complementado con una densa actividad expositiva y de difusión que ha logrado interesar y acercar a la sociedad del siglo XXI a la ciencia arqueológica, especialmente del periodo antiguo romano-visigodo.
El MNAR ha cumplido siempre el objetivo que hoy se prima en la investigación: lograr que sea aplicada, importante y fructífera en cuanto a su función social.
Los avances científicos se trabajan, editan y difunden para que los ciudadanos conozcan los últimos detalles de nuestro pasado antiguo, siempre dentro del contexto territorial, peninsular e internacional.
En los proyectos científicos del MNAR han estado presentes los más insignes especialistas del mundo antiguo aportando, desde el Museo, un conocimiento que se ha difundido a una amplia y diversa sociedad.
Los nexos con las instituciones universitarias, museos y centros de investigación de todo el mundo han crecido exponencialmente en los últimos decenios de manera notable.
Los proyectos han tratado distintos temas del mundo antiguo, no solo de carácter local sino de mayor dimensión; Lusitania, como provincia romana, se ha reivindicado desde siempre, siendo el museo centro de estudios lusitanos. Proyectos arqueológicos en Ammaia (Portugal) o Villa Adriana (Italia) han posibilitado un permanente intercambio en el ámbito internacional.
A día de hoy, el MNAR es una institución que está presente en numerosos y prestigiosos programas, redes y círculos de especialización en el mundo antiguo. La Fundación de Estudios Romanos, radicada en el MNAR, es una útil herramienta para canalizar estas ayudas y colaboraciones externas. Del mismo modo, la Asociación de Amigos del MNAR, con casi dos millares de personas e instituciones, es otro nexo con la sociedad civil.
El Museo está inmerso en su remodelación y ampliación, y su sede actual crecerá con un edificio anexo colindante, obra del arquitecto Rafael Moneo.
En estas nuevas infraestructuras se contemplan nuevos servicios adaptados a la sociedad del siglo XXI: aulas didácticas, mejoras en los espacios de investigación y fondos bibliográficos, nuevas salas de conferencias y salas expositivas temporales. Este nuevo MNAR está creciendo cuantitativa y cualitativamente, porque la hoja de ruta está marcada.
Por otro lado, la Colección Visigoda de Mérida, la más destacada en su especialidad en la península ibérica, posee un nuevo proyecto: la creación de un edificio de nueva planta, definido y diseñado para albergar estas piezas no romanas. El espacio elegido es un gran solar, ubicado en uno de los extremos sobre el área arqueológica del teatro, bajo un atractivo diseño del estudio Paredes-Pedrosa.
La culminación de ambos proyectos supondrá la creación de un área patrimonial única en su género: un complejo arqueológico (el recinto de teatro-anfiteatro) delimitado por dos grandes instituciones museísticas, dedicadas a potenciar el ingente caudal del mundo antiguo, la cultura romana y la hispano-visigoda. Un yacimiento, Patrimonio de la Humanidad, que verá colmadas parte de sus expectativas con este especial circuito cultural.
* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Interesante o Muy Historia.