Biografía de Manuel de Falla: el genio que internacionalizó la música española

El compositor gaditano de obras tan relevantes como La vida breveEl amor brujo o El sombrero de tres picos fue, junto a Isaac Albéniz y Enrique Granados, uno de los encargados de transportar la esencia del flamenco a la música clásica
Biografía de Manuel de Falla: el genio que internacionalizó la música española

Manuel de Falla, uno de los compositores más destacados de España, es recordado por su contribución inigualable a la música clásica española y su influencia en la cultura musical mundial. Su obra ha dejado una marca indeleble en la historia, fusionando las tradiciones populares de Andalucía con las formas clásicas europeas, llevando el alma de su tierra natal a las salas de conciertos internacionales.

Biografía de Manuel de Falla: el genio que internacionalizó la música española. Foto: MIdjourney/Juan Castroviejo.

Primeros años y formación

Manuel María de los Dolores Clemente Ramón del Sagrado Corazón de Jesús Falla y Matheu, más conocido como Manuel de Falla, nació el 23 de noviembre de 1876 en la ciudad andaluza de Cádiz. Su familia, dedicada al comercio y de orígenes valencianos (por parte de padre) y catalanes (por parte de madre), se había asentado allí a principios del siglo XIX consiguiendo hacer una importante fortuna gracias a los negocios mercantiles con América. Por aquel entonces, la conocida como ‘Tacita de Plata’ mantenía una gran importancia estratégica como enlace atlántico entre Oriente y Occidente.

Desde joven, Falla mostró un gran interés por la música, en gran parte, gracias a la influencia de su entorno familiar. De hecho, fueron su abuelo y su madre, María Jesús Matheu y Zabala, quienes le impartieron las primeras lecciones de solfeo. Sin embargo, como él mismo reconoció en una carta enviada al compositor y crítico musical francés Roland-Manuel, su primera gran maestra fue la “excelente pianista” Eloísa Galluzo, con la que inició su exitosa relación con el piano en 1885, con tan sólo nueve años.

A Eloísa le siguieron otros dos nuevos profesores a partir de 1889: Alejandro Odero, maestro de piano, y Enrique Broca, con quien aprendió armonía y contrapunto. Fruto de este afianzamiento formativo y de una dedicación cada vez mayor del joven Manuel a la música, surgieron sus primeras composiciones a piano como, por ejemplo, Gavota y Músete (1893).

A pesar de esta temprana relación con la música, durante aquellos años, Manuel también manifestó una gran vocación literaria. De hecho, en 1889, creó junto a algunos de sus amigos las revistas manuscritas El Burlón y, un año después, El Cascabel, de la que sería en un primer momento colaborador y, finalmente, director. Su multidisciplinar gusto por las artes no se quedó ahí, sino que también ‘hizo sus pinitos’ en el mundo del teatro y de la pintura. A pesar de ello, la batalla la acabó ganando la música.

Durante aquellos años Falla comenzó a intercalar sus estancias en Cádiz con los viajes a la Madrid. En la primera acudía con asiduidad al salón de música del violonchelista aficionado e impulsor de la música gaditana Salvador Viniegra, donde llegó a estrenar algunas de sus primeras composiciones que dedicó al propio mecenas (Melodía y Romanza). A la segunda se trasladaba para continuar con su formación como alumno libre en el Conservatorio de Madrid, recibiendo clases del maestro de piano José Tragó y obteniendo el primer premio de piano tras concluir sus estudios en 1899.

Recién estrenado el siglo XX se trasladó definitivamente a Madrid junto a su familia, donde continuó su formación musical de manera más formal. Allí estudió en el Conservatorio Real de Música y Declamación bajo la tutela de Felipe Pedrell, un compositor y musicólogo que abogaba por la integración de elementos populares españoles en la música clásica. Pedrell desempeñó un papel crucial en la formación de la visión artística de Falla, ya que lo animó a explorar las tradiciones musicales españolas, en particular las de Andalucía. Como consecuencia del deterioro que sufrió durante aquellos años la economía familiar, estas lecciones impartidas por el maestro catalán fueron costeadas por su acaudalado amigo Melquiades Almagro.

El compositor y musicólogo Felipe Pedrell. Foto: Wikimedia Commons. - phot. Lokner

Con una formación ya consolidada, Manuel de Falla comenzó a dar sus primeros conciertos en 1899, en los que pudo estrenar algunas de sus primeras piezas: Romanza y Melodía, para violonchelo y piano; Nocturno y Vals-Capricho, para piano; Serenata andaluza, para violín y piano; o Cuarteto en Sol y Mireya, interpretadas en el Salón Quirell y el Teatro Cómico de Cádiz respectivamente.

Durante su estancia en Madrid, el ambiente musical propicio a la zarzuela, uno de los géneros preferidos del público pero no del propio Falla, le llevó a componer varias zarzuelas, algunas de ellas en colaboración con el compositor barcelonés Amadeo Vives. Sin embargo, tan sólo una, Los amores de la Inés, fue llevada al escenario en abril de 1902.

Sin embargo, uno de sus mayores éxitos en la capital fue la obtención del premio de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando a la “mejor ópera española en un acto” en 1905 gracias a La vida breve. Compuesta a partir del libreto del dramaturgo gaditano Carlos Fernández Show, no se estrenaría hasta ocho años después en la francesa ciudad de Niza (1 de abril de 1913), reportando a Falla unos réditos económicos importantes para contribuir con la complicada situación económica de la familia.

El surgimiento de un compositor: La vida breve

La vida breve es una demostración de que la etapa madrileña permitió a Manuel de Falla desarrollar su propio estilo compositivo que, pese a la distancia, estuvo profundamente influenciado por las raíces musicales de su tierra natal. Esta ópera de dos actos que fusiona el flamenco con la música orquestal tradicional, se ambienta en Granada y cuenta la dramática historia de una pobre gitana llamada Salud. Al enterarse de que su amado Paco le ha traicionado, pues está comprometido con una joven de familia acaudalada llamada Carmela, se presenta en el convite y se quita la vida delante de todos los invitados. El gran recibimiento de La vida breve marcó el comienzo de su carrera como compositor a nivel internacional.

De hecho, su creciente prestigio lo llevó a París en 1907, donde permaneció hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914. Durante su estancia en la capital francesa, Falla entabló amistad con algunos de los compositores más importantes de su tiempo, (Claude Debussy, Maurice Ravel, Paul Dukas, Isaac Albéniz…) y afianzó la que ya tenía con otros colegas y compatriotas como Joaquín Turina, llegado a París en 1905. Esta influencia francesa fue evidente en su música, que combinaba la estructura formal de la tradición europea con los colores y ritmos vibrantes de la música española.

El retorno a España: El amor brujo

En julio de 1914, mientras escribía Siete Canciones populares españolas y Noche en los jardines de España, estalló el conflicto en Europa y decidió regresar a España. Volvió a establecerse en Madrid y pronto cosechó su primer gran éxito. El 14 de noviembre de dicho año se estrenó La vida breve en el Teatro de la Zarzuela con Luisa Vela en el papel de Salud, cosechando un gran éxito entre crítica y público.

Aunque los había conocido con anterioridad en París, a partir de ese momento el matrimonio conformado por Gregorio Martínez Sierra y María de la O Lejárraga se convirtió en esencial en la vida y la obra del compositor gaditano. Gregorio era un empresario teatral y María era una excelente dramaturga, autora de libretos musicales como Canción de cuna (1911), Las golondrinas (1914), El amor brujo (1915) o El sombrero de tres picos (1919).

La dramaturga y escritora riojana María de la O Lejárraga. Foto: Wikimedia Commons.

Sin embargo, todas las obras de la escritora riojana presentaban la firma de Gregorio Martínez Sierra. Debido a las convenciones de la época, consideraban que, de saberse que estaban escritas por una mujer, hubieran suscitado demasiados prejuicios y no hubieran llegado a estrenarse en grandes teatros. En consecuencia, e injustamente, ella escribía y él se llevaba el reconocimiento y la fama.

El año 1915 fue, probablemente, uno de los más importantes de la carrera profesional de Falla, pues fue entonces cuando compuso y estrenó (el 15 de abril de 1915 en el Teatro Lara) una de sus obras más destacadas: El amor brujo. Esta gitanería, concebida en un primer momento como una pieza de ballet, consta de un solo acto y dos cuadros y fue escrita expresamente para la bailaora y cantaora sevillana Pastora Imperio -Pastora Rojas Monge- como reconocía el mismo día del estreno en el diario La Patria: “es una obra que a Martínez Sierra y a mí nos sugirió la extraordinaria Pastora Imperio”. A lo que añadió: “Hemos hecho una obra rara, nueva, que desconocemos el efecto que pueda producir en el público, pero que hemos «sentido»”.

Un año después, un espectáculo influyó de manera directa en la producción artística del gaditano: la actuación de los Ballets Russes del empresario y director artístico Serge Diaghilev en el Teatro Real, escenario donde Falla acababa de estrenar sus Noches en los jardines de España. La coincidencia entre ambos (Falla llegó a referirse a Diaghilev como “uno de los más grandes artistas de Europa”) acabaría desembocando en una exitosa colaboración cuyos primeros pasos se produjeron en el verano de 1917 con sus viajes por numerosas ciudades españolas.

El empresario teatral y fundador de los Ballets Russes Serge Diaghilev. Foto: Wikimedia Commons. - George Grantham Bain Collection (Library of Congress)

El año 1919 tuvo para Falla un sabor agridulce pues la muerte de su padre y de su madre, en febrero y julio respectivamente, coincidió con el estreno de otra de sus obras maestras: El sombrero de tres picos (1919). Este ballet basado en una novela del escritor Pedro Antonio de Alarcón del mismo nombre fue una obra total fruto de un singular proceso creativo. Encargada por el propio Serge Diáguilev, el director de los Ballets Rusos, se estrenó el 22 de julio en el Teatro Alhambra de Londres con libreto de María de la O Lejárraga, coreografía de Léonide Massine y escenografía de Pablo Picasso, reflejando el prestigio internacional que Falla había adquirido.

El piano y la evolución de su música

El piano jugó un papel central en la vida de Manuel de Falla. Aunque no fue un pianista de concierto, compuso muchas obras para este instrumento, utilizando su versatilidad para explorar los sonidos y ritmos de la música española. Obras como Noches en los jardines de España (1916), una suite para piano y orquesta, son un claro ejemplo de su habilidad para combinar la riqueza del folclore andaluz con la sofisticación de las formas clásicas.

Noches en los jardines de España es una obra evocadora que describe musicalmente los paisajes y jardines de Andalucía, mostrando la capacidad de Falla para crear imágenes sonoras que capturan el espíritu de su tierra natal. A través de esta pieza, el piano se convierte en un vehículo para expresar los matices de la cultura andaluza, desde su melancolía hasta su vitalidad y alegría.

Traslado a Granada y amistad con Lorca

Tras el estreno de El sombrero de tres picos, Manuel dejó la capital para establecerse en Granada, ciudad en la que el músico Ángel Barrios ejerció como su particular cicerone. A pesar de que Granada tuvo una profunda influencia tanto a nivel personal como artístico en Falla, donde encontró un entorno propicio para su inspiración, la primera pieza que allí compuso se alejó de la temática andaluza: una composición para guitarra en homenaje al recientemente fallecido Debussy.

Si bien el año 1921 supuso la ruptura de una larga y provechosa relación de amistad y colaboración con el matrimonio Martínez Sierra a causa del estreno de Don Juan de España, el compositor gaditano accedió a los círculos culturales de la ciudad entablando nuevas amistades como la que forjó con Federico García Lorca. Falla y el malogrado poeta granadino, integrante de la llamada Generación del 27compartían una profunda admiración por la cultura popular andaluza y juntos trabajaron en varios proyectos, influyéndose mutuamente en sus respectivas disciplinas. 

Federico García Lorca al piano (Colección Fundación Federico García Lorca). Foto: Wikimedia Commons.

En este contexto se enmarca el proyecto en el que se embarcaron, junto al melómano Miguel Cerón y el pintor y escenógrafo Manuel Ángeles Ortiz, para recuperar el cante primitivo andaluz. El resultado fue un Concurso de Cante Jondo celebrado en 1922 en la Plaza de los Aljibes de la Alhambra que causó una gran expectación.

La influencia del barroco: el bajo continuo

Aunque Falla fue conocido principalmente por sus composiciones inspiradas en la música española, también mostró un interés por las formas y técnicas de la música europea clásica, en particular el barroco. En su obra tardía, Concierto para clave y cinco instrumentos (1926), estrenada en el Palau de la Música de Barcelona, Falla experimenta con el uso del clave, un instrumento característico del barroco, y el bajo continuo, una técnica de acompañamiento utilizada en la música de ese periodo.

El Concierto para clave es una obra que refleja la evolución de Falla como compositor, combinando la tradición barroca con elementos modernos. En ella, crea una fusión única entre el pasado y el presente, mostrando su habilidad para adaptarse y evolucionar mientras se mantenía fiel a sus raíces.

La última etapa y el exilio

Con el paso de los años, el ambiente político y social en España se tornó cada vez más difícil. La Guerra Civil Española y el ascenso de la dictadura de Francisco Franco afectaron profundamente a Falla, quien decidió exiliarse en Argentina -se había comprometido a dirigir cuatro conciertos en el Teatro Colón de Buenos Aires- en un viaje que comenzó el 28 de septiembre de 1939. Este exilio marcó la última etapa de su vida, en la que, aunque continuó componiendo, su producción disminuyó considerablemente debido a problemas de salud y al sentimiento de nostalgia por su tierra natal.

Teatro Colón en Buenos Aires. Foto: Getty. - Getty Images

En Argentina, si bien se dedicó principalmente a la enseñanza y a la revisión de sus obras anteriores, no cejó en el intento de acabar una de las obras que se había convertido para él en una obsesión desde 1927: Atlántida. Desde el exilio, siguió trabajando en esta ambiciosa composición, una cantata escénica basada en el poema épico homónimo en catalán de Jacint Verdaguer que, sin embargo, no llegó a completar. La obra fue finalmente concluida por su discípulo Ernesto Halffter tras el fallecimiento del músico gaditano.

Fallecimiento y legado de Manuel de Falla

Manuel de Falla falleció el 14 de noviembre de 1946 en su casa argentina de Alta Gracia, a los 69 años, a causa de una parada cardíaca mientras dormía. Sus restos fueron repatriados a España, donde llegaron de la mano de su hermana María del Carmen en enero del año siguiente, y depositados en la cripta de la Catedral de Cádiz.

Su muerte marcó el final de una era en la música española, pero su legado perdura en sus composiciones, que continúan interpretándose en todo el mundo. Falla logró algo excepcional: fusionar la música popular española, especialmente la de Andalucía, con las formas clásicas europeas, creando un estilo único que sigue siendo venerado y estudiado por músicos y académicos.

El músico y compositor gaditano Manuel de Falla. Foto: Wikimedia Commons.

El impacto de Falla en la música española y mundial es incalculable. Desde sus primeras obras hasta sus últimas composiciones, Falla siempre se mantuvo fiel a su visión artística, explorando la riqueza de su cultura mientras absorbía influencias internacionales. Su amistad con artistas como Lorca, su amor por la música popular y clásica y su capacidad para innovar dentro de las formas tradicionales lo convirtieron en una figura central en la historia de la música.

Manuel de Falla no solo dejó un legado musical inmenso, sino que también ayudó a poner a España en el mapa cultural del siglo XX. A través de sus composiciones, España, y en particular Andalucía, encontró una voz en el concierto de la música clásica mundial, una voz que sigue resonando hoy en día.

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