Descubre diez de los mayores desastres artísticos y culturales de la historia: de la legendaria Biblioteca de Alejandría al viral Ecce Homo de Borja

De la remota destrucción total o parcial de legendarias joyas de la Antigüedad como las bibliotecas de Alejandría y Constantinopla, el Templo de Jerusalén o el Partenón a actos vandálicos y terribles del inmediato presente (los perpetrados contra el patrimonio mundial por los talibanes y el Estado Islámico), pasando por algunas jocosas ‘catástrofes’ menores
Recreación de la destrucción del Partenón de Atenas. Foto: Midjourney/J.C. - Recreación de la destrucción del Partenón de Atenas

A lo largo de la historia, la humanidad ha demostrado ser capaz de crear maravillas culturales que deslumbran por su belleza, conocimiento y simbolismo. Pero también ha mostrado, una y otra vez, su inquietante habilidad para destruirlas. Ya sea por fanatismo religioso, ambición militar, negligencia o simplemente ignorancia, los ataques al patrimonio cultural han dejado cicatrices imborrables en nuestra memoria colectiva.

Desde la mítica Biblioteca de Alejandría hasta la reciente devastación de Palmira, pasando por episodios insólitos como el “Ecce Homo” de Borja, el patrimonio tangible e intangible ha sido víctima de incendios, bombardeos, saqueos y restauraciones malogradas. Este artículo repasa algunos de los casos más significativos y sorprendentes de esa larga y triste tradición de atentados contra los tesoros culturales de la humanidad.

Incendio de la Biblioteca de Alejandría

9 de noviembre de 48 a.C.

Fue el foco de la cultura helénica promovida por la dinastía ptolemaica (los sucesores de Alejandro Magno que gobernaron Egipto hasta su conquista por Roma). Compilaba todo el conocimiento de la época: en palabras de Vitruvio, era “la editorial más grande de la Antigüedad”.

Incendio de la Biblioteca de Alejandría
Este grabado de 1876 recrea el incendio que tal vez destruyó parte de la Biblioteca de Alejandría en el año 47 a.C., durante la guerra entre Cleopatra y su hermano. Foto: Álbum.

Sería pasto de las llamas durante el asedio de Julio César a la ciudad, aunque la destrucción fue parcial y el incendio accidental. No así el que sufriría en el siglo VII a manos de los musulmanes, que le dio la puntilla. Esta fue la sentencia del califa Úmar ibn al-Jattab para condenarla al fuego: “Si no contiene más que lo que hay en el Corán, es inútil, y es preciso quemarla; si contiene algo más, es mala, y también es preciso quemarla”.

Destrucción del Templo de Jerusalén

Marzo-septiembre de 70

La intolerancia religiosa, el revanchismo o la simple demostración de fuerza han estado detrás de estropicios y estragos tan famosos como la destrucción del segundo Templo de Jerusalén, ordenada por el futuro emperador romano Tito –entonces, un general– en el año 70 de nuestra era. Llovía sobre mojado, pues el primer templo había sido arrasado por los babilonios en 587 a.C.

La segunda destrucción, que acaeció en el contexto de la primera guerra judeo-romana, se lamenta anualmente en la festividad judía de Tisha b’Av y aparece recreada en el Arco de Tito, en Roma.

Destrucción del Templo de Jerusalén, por Poussin
Versión clasicista de la destrucción del Templo de Jerusalén pintada por Poussin, siglo XVII. Foto: ASC.

Quema de la Biblioteca de Constantinopla

29-30 de mayo de 1453

Desgraciadamente, entre los numerosos actos de terrorismo cultural, uno de los más habituales ha sido el saqueo, destrucción o quema de bibliotecas, generalmente promovidos por exaltados líderes políticos o religiosos. Así, cuando los turcos del Imperio otomano tomaron la capital de Bizancio, acabaron el trabajo de devastación de la Biblioteca de Constantinopla prendiéndole fuego, pero no fueron los primeros.

Asedio de Constantinopla
Asedio de Constantinopla en una ilustración. Foto: AGE.

Ya en el siglo VIII, el emperador León III el Isaurio había quemado por su cuenta parte de los miles de rollos de esta espléndida colección creada por Constantino.

Cañoneo sobre el Partenón

 27 de septiembre de 1687

La falta de aprecio hacia lo que más nos enriquece como especie, nuestro legado artístico y cultural, ha llevado incluso en ocasiones a ‘tomar como rehenes’ a tesoros del patrimonio arqueológico. Quizá el ejemplo más lamentable de todos sea lo acaecido en 1687 con el Partenón de Atenas, que fue convertido en polvorín por los turcos y consiguiente e insensatamente cañoneado por la flota veneciana al mando del almirante Morosini; de los polvos de aquella devastación vinieron los lodos de su posterior expolio.

Sucedió en el marco de la guerra de la Liga Santa contra el Imperio otomano: Grecia se mantenía dentro de los dominios turcos y a Venecia se le encomendó ‘liberar’ Atenas, donde el enemigo se había refugiado en la Acrópolis y hecho del Partenón, como decimos, un almacén de armamento. Alcanzado este de lleno por un obús, la explosión destruyó el techo de la edificación, treinta columnas y muchas de las esculturas de Fidias.

Partenón de Atenas
Ruinas del Partenón de Atenas. Foto: Shutterstock.

Batalla de Sagunto

25 de octubre de 1811

Durante la Guerra de la Independencia, esta ciudad portuaria valenciana, fundada por griegos sobre la urbe ibero-edetana de Arse y aliada de Roma –y que contaba por ello con un gran patrimonio arqueológico–, fue sitiada por el mariscal Suchet. A la destrucción producida por los cañonazos durante la batalla se sumó, tras la rendición, la demolición de todo obstáculo para ubicar la artillería defensiva francesa.

Batalla de Sagunto
Grabado de la Batalla de Sagunto. Foto: ASC.

Para colmo, los materiales demolidos fueron reciclados por los saguntinos para reconstruir sus maltrechos edificios. El desaguisado afectó total o parcialmente al circo, el teatro y el acueducto romanos, a los restos del Templo de Diana y a la muralla medieval, amén de arrasar campanarios y torres de datación más reciente.

Bombardeo aliado de Pompeya

24 de agosto-20 de septiembre de 1943

La primera destrucción de Pompeya, la del 24 de agosto del año 79 producida por el Vesubio, todos la conocemos. Pocos saben en cambio, ya que la historia la escriben los vencedores, de la infligida por británicos y estadounidenses a los restos históricos de esta ciudad italiana entre el 24 de agosto –fatídica fecha– y el 20 de septiembre de 1943, dentro de la ofensiva sobre Nápoles.

En ese mes escaso, una lluvia de bombas (190 en total) redujo a polvo los arcos del Foro, la casa de Triptólemo, las dos primeras salas del Museo Pompeyano –donde se custodiaban miles de objetos descubiertos en las excavaciones iniciadas en 1748–, la Porta Marina, el fresco de Diana y Acteón en la casa de Salustio, parte de la casa de la Diana Arcaizante y el atrio de la casa de Epidio Rufo con sus 16 columnas corintias, de las que quedaron en pie tan solo cinco.

Ruinas de Pompeya
Ruinas de Pompeya. Foto: ASC.

Afortunadamente, muchas de las mejores estatuas y joyas pompeyanas habían sido evacuadas de Nápoles ante la inminencia del ataque, pero hubo otro daño colateral: las bombas removieron el terreno, lo que permitió que las lluvias de los años sucesivos destruyeran frescos y muros que se habían conservado resguardados por la ceniza volcánica durante diecinueve siglos.

Concierto de Florence Foster Jenkins en el Carnegie Hall

25 de octubre de 1944

Si todos los demás atentados culturales de esta lista lo fueron contra el patrimonio tangible, este se perpetró contra el intangible –la sensibilidad artística de los presentes–, puesto que no ha sobrevivido un registro sonoro fidedigno del suceso. Pero podemos hacernos una idea cabal escuchando los cinco discos operísticos grabados por Florence Foster Jenkins (1868- 1944), una excéntrica millonaria americana que, pese a carecer por completo de talento y habilidad musical, se obcecó en su madurez en demostrar lo contrario con estas grabaciones y numerosos recitales, todo pagado de su bolsillo, que causaron el asombro y la hilaridad de sus contemporáneos.

Jenkins, convencida de su grandeza, elegía además las arias más difíciles, y su tour de force fue esta actuación en la gran sala de conciertos neoyorquina, para la que se agotaron las entradas. Tenía 76 años y murió tan solo un mes después.

Meryl Streep y Hugh Grant en Florence Foster Jenkins
Meryl Streep y Hugh Grant en el film sobre el desastroso evento de Florence Foster Jenkins dirigido por Stephen Frears en 2016. Foto: AGE.

Demolición de los Budas de Bamiyán

Marzo de 2001

Estas dos monumentales estatuas (55 y 38 m) talladas en arenisca a ambos lados de un acantilado en Afganistán, datadas en los siglos V-VI y decoradas con frescos y pinturas consiguieron sobrevivir a Gengis Kan, a siglos de guerras y al desgaste natural, pero no al gobierno talibán.

En marzo de 2001, condenados por su condición de ídolos preislámicos, los Budas fueron ‘fusilados’ con dinamita y artillería antiaérea ante el estupor del mundo entero. A esa consternación se añadió otra: un equipo alemán decidió reconstruir la más pequeña de las dos estatuas y el resultado, presentado en 2014, fue calificado de “crimen arqueológico” por los expertos.

Demolición de los Budas de Bamiyán
Uno de los Budas de Maiyán destruidos en 2001 por los talibanes. Foto: ASC.

Restauración del ‘Ecce Homo’ de Borja

7 de agosto de 2012

Claro que, para reparaciones ‘criminales’ –aunque en este caso de un objeto artístico de valor e importancia muy relativos–, ninguna tan famosa e hilarante como la emprendida por Cecilia Giménez, devota y octogenaria aficionada a la pintura, para restaurar una pequeña obra mural ubicada en el santuario de Misericordia de Borja (Zaragoza).

Su falta de conocimientos técnicos y el deterioro del original, pintado en la década de 1930 por Elías García, dieron como resultado una figura inclasificable que se convirtió en un fenómeno mundial en Internet –memes, tuits, vídeos–, prensa y televisión (llegó a ser parodiada por Conan O’Brien), adquiriendo la categoría de icono pop.

Ecce Homo de Borja
Evolución de la obra de Elías García, Ecce Homo, "restaurado" por Cecilia Giménez. Foto: ASC.

Voladura de los templos de Palmira

24-30 de agosto de 2015

Las ruinas de la antigua capital del efímero Imperio de Palmira, gobernado por la mítica reina Zenobia (siglo III), fueron durante siglos una de las joyas arqueológicas más admiradas del mundo; el conjunto fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1980. Pero la destrucción y el odio no se detienen ante nada.

En el marco de la guerra de Siria, el ISIS o Dáesh tomó la zona en 2015 y el 24 de agosto, después de torturar y ejecutar macabramente al exdirector del yacimiento, Khaled Asaad (y a otras muchas personas), inició una semana de voladuras con explosivos hasta arrasar el histórico lugar. Cayeron el templo de Bel, el de Baalshamin, la tumba-torre de Elahbel, el Arco de Triunfo y gran parte del teatro romano.

Voladura de los templos de Palmira
Imagen aérea de Palmira. Foto: Getty.

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