¿Conoces a estos 'maquis de leyenda'?

Aunque fueron miles los guerrilleros que se 'echaron al monte' y ofrecieron resistencia armada al poder franquista, algunos de ellos destacaron por su heroicidad, sus acciones o su singularidad. Este es el caso de Cristino García, Juanín y Bedoya, Florencio Pla y los hermanos Quero
¿Conoces a estos 'maquis de leyenda'?

El franquismo quiso enterrar en el silencio y la mentira las historias de los maquis. Sin embargo, una memoria clandestina quedó entre los habitantes de los pueblos sobre aquellos miles de hombres que se echaron al monte. Hubo traiciones, muertes y miserias, pero también heroicidades, grandeza y esperanza. La lucha de los maquis es una historia trágica en la que el irremediable final fue la derrota y, en la inmensa mayoría de las veces, la tortura y la muerte. Esa desigual lucha, temeraria y casi suicida, aportó decenas de personajes que, con sus luces y sus sombras, suscitaron historias épicas y leyendas en las zonas donde combatieron. 

Lugar conocido como El Pontarrón, en la carretera Santander- Bilbao, donde fueron abatidos Francisco Bedoya y José San Miguel cuando intentaban huir a Francia. Foto: Album.

Aquí hemos seleccionado solo cinco breves perfiles, pero hubo muchos otros que dejaron una huella que aún se recuerda, como Benigno Andrade Foucellas y José Gómez Gayoso en Galicia, Manuel Girón Bazán en León, Baldomero Fernández Ladreda Ferla en Asturias, Francisco Sabaté Llopart, Quico y Josep Vila Capdevila Caracremada en Cataluña, Bernabé López Calle Comandante Abril en Cádiz, Ricardo García Rodríguez Caraquemá en Córdoba, José Méndez Jaramago Manco Agudo en Ciudad Real o Pedro Díaz Monje Francés en Extremadura.

Cristino García: héroe en Francia, bandolero en España

El maquis de más renombre y al que se considera como uno de los mayores héroes de la resistencia armada al franquismo es sin duda Cristino García Granda. Nació en Ferrero, una aldea en el concejo asturiano de Gozón. Desde muy temprano, a los 17 años, militó en el Partido Comunista y participó de forma activa en la revolución de octubre de 1934

El estallido de la Guerra Civil le sorprende en Sevilla trabajando como fogonero en el buque Luis Adaro. Él y sus compañeros se amotinan, se hacen con el control del buque y ponen rumbo a Asturias, zona republicana. Durante la guerra participa en varios combates en primera línea y cobra experiencia en operaciones especiales contra la retaguardia enemiga. Tras la derrota, huye a Francia

Cristino García Granda, líder de la Resistencia francesa y de la lucha antifranquista. Foto: ASC.

La ocupación alemana supone el retorno al combate y junto a otros españoles forma parte del XIV Cuerpo de Guerrilleros Españoles. Su experiencia y veteranía hace que en 1943 se le encomiende el mando de la 3ª División, integrada por las Brigadas de Lozère, Ardèche y Gard. Al frente de esta fuerza lanzó numerosas operaciones contra el Ejército nazi: sabotajes contra trenes, atentados con explosivos, voladura de infraestructuras y ataques contra fuerzas militares y policiales. Sus acciones llegaron a alterar gravemente la producción de carbón de la zona, de gran importancia para la economía de guerra nazi. 

Sin embargo, las dos acciones más espectaculares fueron el asalto con una veintena de guerrilleros a la prisión central de Nimes —en la que liberaron a 76 presos políticos a punto de ser deportados— y la llamada batalla de La Madeleine en la que, tras el desembarco aliado, evitó el paso de una división Panzer que se dirigía de Toulouse a París. Con 36 hombres dirigió la operación, que se saldó con más de mil presos alemanes.

Concluida la contienda, lejos de normalizar su vida con el reconocimiento de sus acciones militares, vuelve a España, donde realiza varias acciones, entre ellas el asalto del Banco Central del Paseo de las Delicias. Cercado, es detenido el 15 de octubre de 1945. Junto a otros compañeros comunistas, es condenado a muerte, pese a las fuertes presiones internacionales, y fusilado en el campo de tiro de Carabanchel. Hoy, varias calles de Francia llevan el nombre de Cristino García Granda en las localidades de Saint Denis, Nimes, Drancy, Eaubonne, La Courneuve, Le Perreuz-sur-Marne y Raismes. En España, desde 1996 también hay una en Alcalá de Henares.

Juanín y Bedoya, los últimos guerrilleros

La «paz de Franco» no les dejó muchas opciones a Juanín y Bedoya, Juan Fernández Ayala y Francisco Bedoya, para no echarse al monte. Es más que probable que ambos hubieran tenido una vida pacífica en sus pueblos de no haber sido por la implacable represión y el terror de la posguerra.

Voluntario en el Ejército de la República al estallar la guerra, Juanín destacó por su valor en varias acciones de combate hasta que con la derrota se entrega a las tropas franquistas esperando mejor suerte. Sin embargo, es procesado y condenado a muerte. Solo la intervención de su hermano José, «camisa vieja» de Falange, le salva de la ejecución, y se le conmuta la pena por doce años de prisión. Después de pasar por varios duros penales como la Tabacalera de Santander, Juanín queda en libertad vigilada en 1943 con la condición de presentarse todas las semanas en el cuartel de la Guardia Civil de Potes. Durante estas comparecencias es objeto de palizas y vejaciones con el objetivo de sacarle información sobre posibles compañeros comunistas. Juanín intentará escapar de este círculo de terror pidiendo de nuevo ayuda a su hermano falangista para cambiar de trabajo y espaciar sus visitas al cuartelillo, pero es rechazada su solicitud. Ya solo queda el monte.

El edificio de la actual Biblioteca Central de Cantabria, erigido en 1900 y que antes fue sede de Tabacalera y, durante la guerra, penal para los presos republicanos. Foto: ASC.

El 22 de julio de 1943, Juanín se une al maquis. La amistad con Bedoya fue fruto de la casualidad. La madre de este acogía al guerrillero con frecuencia y le prestaba ayuda, y ambos congeniaron desde el primer día. Una denuncia hizo que, en agosto de 1948, Bedoya fuera detenido y condenado a doce años de cárcel, acusado de ayudar a la guerrilla. Tras cuatro años en la cárcel, le llegó la noticia de que su casa familiar y la cuadra con el ganado habían sido arrasadas por un incendio, un método usado para hacerse con las propiedades de los no adeptos al régimen. Fue el detonante para su fuga y su incorporación a la guerrilla de Juanín, el último maquis quizá en echarse al monte. Hacía ya cuatro años que oficialmente había desaparecido la resistencia armada.

Arranca así su legendaria aventura juntos. Perpetran atracos y secuestros de propietarios adinerados. Evitan a las fuerzas de seguridad y solo disparan si se ven obligados. La audacia de sus golpes de mano hace que la Guardia Civil incremente los medios y esfuerzos por darles caza. Catorce veces escaparon de los cercos que les tendieron. Los responsables franquistas también utilizaron la repetida táctica de maltratar y encarcelar a los familiares más directos, aunque algunos de ellos no tuvieran nada que ver con la resistencia. La pasmosa seguridad que les hacía moverse por el monte sin ser advertidos hizo que Juanín llegara a pagar cafés como un desconocido a los guardias que le perseguían y les dejara notas como esta: «Yo, Juanín, tengo el honor de invitar a café al capitán de la Guardia Civil de Potes y que le aproveche, como a los pajaritos los perdigones».

Pese al despliegue de fuerzas, comparable a los de la Guerra Civil, solo consiguieron acabar con ellos en 1957. Primero cayó Juanín en un choque fortuito con una pareja de la Guardia Civil y siete meses más tarde Bedoya fue abatido en una emboscada, fruto de una delación. El franquismo trató también de embarrar su memoria montando la patraña de una traición de Bedoya a Juanín. En 2007, el escritor Antonio Brevers desmontó la falsedad en su libro, Juanín y Bedoya. Los últimos guerrilleros.

Tumba de Juan Fernández Ayala, alias Juanín, en el cementerio de Potes (Cantabria). Foto: ASC.

La Pastora, el mito del «maquis hermafrodita»

El singular caso del maquis Florencio/Teresa Pla Messeguer, también conocido como la Pastora o Durruti, describe bien la manipulación, falseamiento y propaganda del franquismo. Nació en 1917 en Mas de la Paliza, unas casuchas de pastores de Vallibona, Castellón, en el seno de una familia muy humilde. Fue el menor de siete hermanos. A causa de una malformación de sus genitales, sus padres lo inscribieron en el Registro Civil primero como varón, pero luego como mujer. Según él mismo confesó, nunca se sintió mujer y, aunque su familia nunca se lo explicó, en el pueblo se decía que el motivo fue un amigo que convenció al padre para que lo inscribiera como mujer, ya que de lo contrario podría sufrir muchas penalidades al hacer el servicio militar. Lo cierto es que el formalismo legal no le privó de humillaciones por parte de sus hermanos y vecinos del pueblo. Solo su carácter y fuerte complexión le servirían de defensa.

Fue a la escuela apenas quince días para tomar la Primera Comunión. Con once años ya estaba solo con el rebaño por los campos y la sierra. Al estallar la guerra, intentó sin éxito presentarse voluntario en el bando republicano para obtener una documentación que lo acreditara como hombre.

Su primer contacto con los maquis lo tiene de forma casual al tropezarse con ellos algunas veces en la sierra. Todo cambiaría cuando unos guerrilleros se refugiaron en una masía y, tras un tiroteo, la Guardia Civil la incendió y detuvo a su patrón. Poco antes, esa misma mañana del incendio, un grupo de guardias civiles y somatenes al mando de un teniente le pararon en el monte y, además de interrogarle, le vejaron y desnudaron con la excusa de saber si era hombre o mujer. Este suceso, unido al miedo de que le mataran por trabajar para el dueño de la masía incendiada, le hizo huir y unirse al maquis.

Imagen de juventud de Florencio Pla Messeguer. Foto: EFE.

Es en ese momento, a los treinta años, cuando finalmente puede despojarse de la indumentaria femenina, vestirse de hombre y ser un guerrillero más. También pasó de ser Teresa a Florencio, alias Durruti, nombre de guerra que él mismo eligió. Durante los veinte meses que estuvo con los maquis aprendió a leer y escribir. El acoso de la Guardia Civil y la muerte de un compañero con el que se había separado del maquis oficial le obligan a vivir tres años solo en una cueva hasta que decide emprender viaje hacia Francia. Recala finalmente en Andorra y se dedica al pastoreo y el contrabando de tabaco. Tras cinco años de duro trabajo, consigue ahorrar un dinero, pero en 1960 un supuesto amigo se lo roba. Decide entonces acudir a un contrabandista que le debía dinero, pero este le delata para no pagar la deuda.

Entregado a la Guardia Civil, se le acusa de 29 asesinatos, incluidos los de siete alcaldes de pueblos de la zona. La propaganda franquista explota a fondo su captura y su anomalía. Se le califica de «despiadada asesina de bajos instintos» y «lesbiana pérfida». Es sometido a dos farsas de juicio, en Tarragona y Valencia, y recibe dos condenas, cuarenta años y pena de muerte, aunque más tarde se le conmuta esta última a treinta años. Primero es aislado en una cárcel de mujeres y luego en una de hombres, donde purga 17 años. Sale de prisión en 1978 con el objetivo de inscribirse en el Registro Civil como hombre, lo que logra finalmente gracias a la ayuda del funcionario de prisiones Marino Vinuesa, que le acoge en su casa. Florencio Pla Messeguer murió en 2004 a los 87 años.

Los hermanos Quero, atípicos y urbanos

El grupo de los hermanos Quero no fue el único que actuaba en la provincia de Granada y ni siquiera era el más importante en cuanto al número de sus miembros o su fuerza real, pero fue tal su impacto popular y el eco que provocó más allá de su ámbito regional que, para las autoridades franquistas —temerosas de su efecto propagandístico y simbólico—, supuso toda una obsesión.

Los hermanos Quero (Pedro, Antonio, José y Francisco) formaban parte de una familia de catorce hermanos residentes en el popular barrio del Albaicín. Dedicados a la compra, venta y matanza clandestina de ganado, solo uno de ellos, Antonio, estaba afiliado a la UGT y al PSOE. Pese al foco de resistencia que surgió en el Albaicín tras el golpe de Estado, ninguno de los hermanos participó en los acontecimientos ni fue detenido. Sin embargo, el marido de una de las hermanas, Rosario, fue fusilado en medio de la terrible ola de represión de los meses posteriores al golpe. A causa del miedo por los numerosos fusilamientos, de los que fueron testigos directos, y ante el temor de que los detuvieran por la muerte de su cuñado, tres de los hermanos y algunos familiares decidieron pasarse a la zona republicana. Una vez allí, se alistaron y sirvieron en el 309 Batallón de la 78 Brigada Mixta, que apenas entró en combate a lo largo de la guerra.

El barrio del Albaicín, en Granada, era el centro de operaciones de los hermanos Quero. Foto: Shutterstock.

Concluida la contienda, regresaron a sus casas. Antonio y Pepe fueron detenidos y pasaron unos quince meses en la cárcel de La Campana antes de fugarse el 17 de junio de 1940 y unirse a la guerrilla. Pedro Quero, ante el temor de ser también detenido o fusilado, permaneció durante más de cinco años oculto en la casa familiar hasta que, harto de esconderse, decidió irse con sus hermanos. Antonio y Pepe se unieron en un primer momento a la partida del Yatero, pero pronto decidieron formar un grupo propio que llevaría su apellido y cuyos miembros apenas superarían la decena. En 1943 se les uniría otro hermano, Paco, el más pequeño de los cuatro, harto de las palizas y torturas de las autoridades que lo acusaban de ser enlace. 

Los Quero formaron una partida muy peculiar. A diferencia de la mayoría de los maquis, que operaban en zonas rurales, los hermanos preferían actuar en la ciudad de Granada, a plena luz del día, a cara descubierta y con ropa elegante. Rechazaron cualquier tipo de integración o coordinación con otras agrupaciones guerrilleras, a pesar de los intentos que se hicieron, sobre todo por parte del PCE. Su principal y único rasgo ideológico era que se declaraban ferozmente antifranquistas. La audacia e importancia de sus golpes les convirtió pronto en leyenda.

Los hermanos Francisco, Pepe y Antonio Quero junto a Matías, uno de los miembros de su banda, que posa para la fotografía fingiendo estar muerto (verano/otoño de 1943). Foto: El Ideal.

En julio de 1945, llegaron a perpetrar dos secuestros el mismo día. El primero, el de un miembro de una de las familias más acaudaladas de Granada, los Rodríguez Acosta, y el segundo, en plena Gran Vía, el de un rico comerciante. Fruto de las dos acciones consiguieron cerca de 475.000 pesetas, una cantidad astronómica en aquellos años, que superarían poco después con el secuestro de un general, por el que obtendrían 500.000 pesetas. Gran parte de sus ganancias las destinaban a las familias necesitadas y de represaliados. Familiares y amigos de los hermanos fueron sometidos a una represión brutal con palizas, detenciones, asesinatos y hasta el robo de un niño.

Según los testimonios de sus víctimas y sus familias, nunca hicieron daño a los rehenes y solo en una ocasión uno murió, en medio de una acción a la desesperada, cuando la mujer de la víctima gritó pidiendo auxilio. Ellos mismos eran conscientes de que acabarían matándolos, y en más de una ocasión manifestaron que, en caso de verse acorralados y sin escapatoria, se pegarían un tiro. Primero cayó Pepe, en un intento de secuestro fallido, y poco después Paco, acribillado en una emboscada. Pedro y Antonio se suicidaron cuando quedaron acorralados. En el caso de Pedro, refugiado en una mina, los guardias no se fiaron de que se hubiera suicidado y obligaron a su cuñada a que bajara con una cuerda para atarlo y sacarlo del pozo.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

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