Insurgentes contra colaboracionistas, la Résistance y el régimen de Vichy

Tras la invasión de Francia en 1940 y la vergonzosa capitulación de Pétain, el general De Gaulle se hizo con el mando del Ejército Libre en Inglaterra. Mientras, los maquis y otros partisanos luchaban en el interior por liberar el país de la ocupación alemana
Insurgentes contra colaboracionistas, la Résistance y el régimen de Vichy

Meses antes de que estallara la II Guerra Mundial, las élites francesas pensaban que la amenaza real para el país no era la política expansionista de Hitler, sino el auge del comunismo y de los partidos de izquierda presentes en el Frente Popular. Muchos creían que la situación requería hacer planes inmediatos para atacar a la Unión Soviética, cuyo régimen alentaba la revolución en las naciones europeas. Días antes de que se produjera la invasión nazi, el Gobierno inició una guerra interior contra el Partido Comunista Francés (PCF), suspendiendo 300 ayuntamientos comunistas y prohibiendo diarios como L’Humanité o Ce Soir.

Insurgentes contra colaboracionistas, la Résistance y el régimen de Vichy. Foto: Midjourney/Juan Castroviejo.

Fue en ese momento cuando los alemanes lanzaron un demoledor ataque contra Francia. El varapalo que sufrió el Ejército galo en junio de 1940 fue de tal magnitud que el general Maxime Weygand, jefe de todos los Ejércitos de Francia, conminó a sus colegas a rendirse, arguyendo que, además de la derrota que les había infligido la Wehrmacht, los comunistas habían iniciado una revolución en Francia, lo que era absolutamente falso. Weygand debió pensar que era mejor aliarse con los alemanes que ponerse en manos de las hordas comunistas que, según él, amenazaban a su adorada patria.

El 22 de junio de ese año, el Gobierno firmó un armisticio con Alemania que otorgaba a los nazis el control de la zona norte del país. El resto de Francia quedó en manos del régimen colaboracionista de Vichy, presidido por Pétain y apoyado por Weygand, que tomó las riendas de un Ejército supeditado a las órdenes de Berlín. La aplastante derrota de Francia en tan sólo seis semanas de “guerra relámpago” y el desfile de las tropas de la Wehrmacht por las avenidas de París humilló a los franceses. Semanas después, Charles de Gaulle, un joven general que había escapado a Londres, anunció por los micrófonos de la BBC el nacimiento de la “Francia Libre” y exhortó a la nación a luchar contra el invasor.

Charles de Gaulle hace un llamamiento al pueblo francés desde Londres, el 18 de junio de 1940, justo después de la ocupación nazi de Francia. Foto: Getty.

Una cadena de solidaridad

Aunque el general se convirtió en su símbolo, la Resistencia se desarrolló de manera independiente, con pequeños grupos de partisanos de diversas adscripciones ideológicas. “Comenzó como una cadena de solidaridad (rutas de escape para prisioneros que huían del ocupante). Luego aparecieron redes para pasar información a los aliados, y pronto les siguieron movimientos organizados en torno a periódicos clandestinos”, escribe el historiador Donny Gluckstein en su libro La otra historia de la II Guerra Mundial: Resistencia contra Imperio. Cuando Hitler invadió la Unión Soviética en junio de 1941 y rompió el pacto de no agresión que había firmado con Stalin, los comunistas franceses respiraron aliviados: los nazis volvían a ser sus enemigos.

A partir de entonces, el PCF se unió a la Resistencia, lo que contribuyó a incrementar el número de sabotajes que sufrieron los invasores. En sólo tres meses, el PCF afirmó que había llevado a cabo 1.500 acciones, que incluían centenares de descarrilamientos de trenes, la destrucción de locomotoras y la liquidación de centenares de soldados enemigos. Aquellos sabotajes trajeron graves consecuencias. Si la muerte de un oficial alemán en Nantes supuso el fusilamiento de veintisiete comunistas, cabe suponer el alto número de franceses que fueron asesinados en represalia por los ataques a infraestructuras y la muerte de centenares de soldados de la Wehrmacht.

El maquis –palabra que, a partir de 1943, designó a todos los grupos de partisanos que formaron parte de la Resistencia– hostigó a las fuerzas nazis en las zonas montañosas de Bretaña y del sur de Francia, aunque, con el paso del tiempo, sus acciones se desarrollaron también en otros lugares del país. Antes de que la lucha contra el invasor cobrara especial virulencia, Hitler visitó París a finales de julio de 1940. En aquellos días, las terrazas parisinas estaban llenas de soldados alemanes y de algunas celebridades del mundo del arte que permanecieron en la capital francesa. Las apariencias parecían indicar que el pueblo francés aceptaba el régimen colaboracionista de Vichy. Pero no todos pensaban así.

En las montañas de Bretaña y del sur de Francia fue sobre todo donde actuó el maquis. Arriba, un grupo de mujeres maquisards en la ciudad ya liberada de Marsella, en 1944. Foto: Getty.

¿Colaborar o no colaborar?

Los surrealistas, que habían sufrido los horrores de la I Guerra Mundial, rompieron su promesa de no tomar las armas nunca más en defensa de su país. Comprendieron que en aquellos momentos se dirimía una lucha vital e inapelable contra el nazismo y el fascismo, lo que les decidió a dar un paso al frente. Paul Éluard, que fue llamado a filas con el rango de teniente, se pasó a la Resistencia cuando el Ejército francés capituló. El ideólogo del surrealismo, André Breton, destinado a Poitiers como médico de la Escuela de Pilotos, trató de escapar de Francia tras la entrada victoriosa de los alemanes en París. Y el otro fundador del movimiento, Louis Aragon, que en aquellas fechas se había distanciado del grupo por su compromiso con los comunistas, sirvió en un destacamento médico en el frente y luego ayudó a organizar la lucha de los partisanos contra la ocupación nazi.

La Résistance, que se nutrió de todos aquellos que habían votado por el Frente Popular y que eran profundamente hostiles al Tercer Reich y a la Francia colaboracionista de Pétain, acogió asimismo a muchos extranjeros, entre ellos, miles de republicanos españoles.

En 1943, el colaboracionista Pierre Laval, jefe de Gobierno de la Francia de Vichy, se plegó a las presiones de los alemanes para que se enviara a más obreros franceses al Reich, para lo cual instituyó el Servicio Obligatorio de Trabajo. Aquella medida decidió a muchos jóvenes izquierdistas y comunistas a unirse a la Resistencia; gran parte de ellos serían ejecutados. De Gaulle compartía con ellos el mismo sentimiento de rechazo a los alemanes, pero ideológicamente estaba en las antípodas de los comunistas. A su vez, estos desconfiaban del general, al que veían como un hombre autoritario que podía convertirse en un dictador militar de derechas.

Así, pronto surgió una fuerte lucha por el poder entre los comunistas y De Gaulle, cuyo interlocutor en la Francia ocupada era Jean Moulin. El general quería asegurar su autoridad política en el Ejército, excluir el debate ideológico en la Resistencia y que ésta estuviera ligada a su centro de operaciones en la capital británica; por ello, le encargó a Moulin que pusiera a los diversos grupos de partisanos bajo su mando. “La Resistencia aceptó una estructura más unificada en interés de acciones coordinadas, pero se opuso amargamente a la separación de las funciones militar y política”, señala Donny Gluckstein.

Los comunistas se especializaron en provocar descarrilamientos y destruir locomotoras mediante ataques con bombas. En la imagen, sabotaje en la región del Loira en 1944. Foto: Getty.

Esas discrepancias dieron lugar a la aparición de diversos grupos de resistentes, como los Franc-Tireurs et Partisans (FTP), encabezados por el PCF, el Ejército Secreto de De Gaulle o las Fuerzas Francesas del Interior (FFI). Mientras el Ejército Secreto mantuvo una actitud de inacción, a la espera del desembarco aliado en Normandía, los comunistas decidieron no esperar ni un minuto más, lanzándose a arriesgadas operaciones de sabotaje contra los alemanes, lo que les granjeó el creciente respeto de parte de la población. Pero no todos los franceses apoyaban la lucha clandestina y los atentados contra los colaboracionistas del régimen de Vichy.

El maquis obedece a los aliados

En la primavera de 1943, los principales grupos de Resistencia formaron el Conseil National de la Résistance, bajo la dirección de Moulin, que semanas después fue asesinado por la Gestapo. Cuando los estadounidenses desembarcaron en Argelia en noviembre de 1943, sus mandos iniciaron negociaciones con el almirante Darlan, un colaboracionista de Vichy, lo que enfureció a la Resistencia.

Poco después, el almirante fue asesinado por un resistente, lo que obligó a Washington a establecer contacto con el general Giraud, que había evitado a los nazis, aunque mantuvo en Argelia las leyes autoritarias de Vichy. Todo ello hizo que los diferentes grupos de resistentes se acercaran a De Gaulle. El general marginó a Giraud, estableció un Gobierno provisional en Argelia y logró auparse como la figura política más importante del país.

El primer ministro de Reino Unido, Winston Churchill, y el general estadounidense Dwight D. Eisenhower, comandante supremo de las fuerzas aliadas occidentales en Europa, querían que la Resistencia diera golpes de mano en la retaguardia alemana antes del Día D. Aunque algunos grupos partisanos se quejaron de que los envíos de armas y equipos de radio por parte de los aliados iban sólo dirigidos a los grupos de resistentes que controlaba directamente De Gaulle, el maquis en su conjunto acató las órdenes recibidas desde Londres.

Winston Churchill y Dwight D. Eisenhower. Foto: ASC.

A primera hora de la noche del 5 de junio de 1944, la BBC transmitió una serie de mensajes en clave que pusieron en marcha a la Resistencia, que en aquel entonces contaba con unos 100.000 hombres y mujeres. Al sur de la isla de Wight se reunieron los convoyes de la invasión; los soldados que iban a tomar parte en el desembarco contemplaron asombrados los centenares de barcos que se dirigían hacia Francia a través del Canal de la Mancha. Entre los convoyes de transporte de tropas había unos trescientos buques de guerra: acorazados, cruceros, destructores y corbetas.

Una vez resueltos los primeros enfrentamientos en las playas, los aliados avanzaron hacia París, donde la autoridad alemana se resquebrajaba poco a poco. El general Philippe Leclerc, hombre de confianza de De Gaulle, comandaba las fuerzas francesas que se dirigían hacia la capital. Una de las compañías bajo su mando era La Nueve, compuesta por españoles que se exiliaron del país cuando Franco derrotó a la República. De Gaulle no quería que la Resistencia liberara la ciudad antes de que las fuerzas militares de Francia Libre llegaran a ella. “Para De Gaulle y Leclerc, la capital constituía la puerta del resto de Francia, y un levantamiento encabezado por los comunistas podría desembocar, según temían, en una nueva Comuna de París”, escribe el historiador británico Antony Beevor en París. Después de la liberación: 1944-1945.

Un grupo de jóvenes combatientes españoles republicanos posa a principios de agosto de 1944 en St. Malo, semanas antes de entrar en la capital francesa para liberarla. Foto: Getty.

La brutal represión alemana

Las tropas alemanas que acudieron desde el sur de Francia para tratar de detener el avance aliado cometieron dos brutales actos de represalia. Tras la muerte de cuarenta soldados alemanes a manos de los partisanos, el 9 de junio unidades de la 2ª División Panzer SS Das Reich ahorcaron a noventa y cinco hombres de las farolas de Tulle, un pueblo del departamento de Corrèze. Poco después, el simple rumor de que la Resistencia había tomado a un oficial alemán como rehén tuvo consecuencias dramáticas. Las tropas alemanas asaltaron el pueblo de Oradour-sur-Glane, fusilaron a 190 hombres, encerraron a 247 mujeres y 205 niños en la iglesia y prendieron fuego al edificio. No hubo supervivientes.

Ruinas de la población de Oradour-sur-Glane, que se mantienen tal cual como recuerdo del crimen y símbolo de los sufrimientos causados por la ocupación nazi. Foto: Getty.

A principios de agosto, nadie sabía con certeza cuándo se produciría la liberación de la capital francesa. Todo dio un vuelco inesperado cuando el comandante Dietrich von Choltitz, gobernador militar alemán de la zona de París, desobedeció las órdenes que tenía de Hitler de demoler la ciudad antes que perderla, dictando a sus hombres la retirada ordenada. Aquel sorprendente giro de los acontecimientos animó a muchos parisinos a dar un paso hacia delante. El 15 de agosto se produjo una huelga de la policía parisina que, hasta ese momento, había estado arrestando a partisanos de la Resistencia o a judíos que luego eran enviados a los campos de exterminio. Al paro se sumaron los trabajadores del metro y los empleados de Correos.

Enfrentamientos en París

Las órdenes del general De Gaulle para que nadie se movilizara en la capital francesa antes de su llegada fueron desobedecidas. El 19 de agosto de 1944, el coronel Henri Rol-Tanguy, un comunista que era uno de los jefes militares de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI), encabezó a los cerca de 20.000 combatientes que salieron a las calles parisinas para enfrentarse a los ocupantes alemanes. Tanguy adoptó el seudónimo de Rol, en recuerdo de su compañero de las Brigadas Internacionales Theo Rol, que había muerto en la Guerra Civil española.

Dos partisanos galos disparan desde un edificio parisino durante la sublevación de la Resistencia que consiguió liberar París de la ocupación nazi. Foto: Photoaisa.

Las escritora y filósofa Simone de Beauvoir, pareja de Jean-Paul Sartre, recordaba en sus memorias algunos momentos que se vivieron esos días en París: “Un camión alemán pasó al otro lado de la ventana; dos jóvenes soldados, rubísimos ambos, iban de pie, armados con metralletas; a veinte metros los aguardaba la muerte. A una le entraban ganas de gritarles: ¡Cuidado! Se oyeron disparos y cayeron los dos”.

El primer número no clandestino del diario Combat, editado por Albert Camus y Pascal Pia, se publicó el 21 de agosto con el titular: “La insurrección logra el triunfo de la República en París: las tropas aliadas, a seis kilómetros de la capital”. Tres días después, un grupo de vehículos blindados half-tracks y tres carros de combate Sherman fueron los primeros en entrar en la ciudad. Los parisinos que los vieron pensaron que eran alemanes a la fuga, luego se percataron de que llevaban cascos y uniformes del Ejército estadounidense. ¿Eran las fuerzas de liberación?, se preguntaba la gente mientras leía con sorpresa los nombres que llevaban pintados aquellos vehículos blindados: Madrid, España Cañí, Guadalajara, Brunete...

Albert Camus (en el centro) con los miembros de la redacción del diario Combat. Foto: Album.

Los primeros en llegar

Eran los españoles que se agrupaban en La Nueve, la compañía de la 2ª División Blindada del general Leclerc. Fueron ellos los que capturaron a Von Choltitz y a sus oficiales. La firma oficial de la rendición de la guarnición alemana de París tuvo lugar en la sala de billar de la jefatura, ante la cúpula militar de la Resistencia. Tras la ceremonia, Leclerc y todos los que habían asistido a ella se trasladaron a la estación de ferrocarril de Montparnasse, donde se encontraron con De Gaulle.

Allí, el general y dirigente del Gobierno provisional pronunció un discurso que pasó a la Historia de Francia: “¡París! París ultrajado, París destruido, París martirizado… pero París… ¡liberado! Liberado por sí mismo, liberado por su pueblo, con la participación de toda Francia; es decir, de la Francia que lucha; es decir, de la verdadera Francia, de la Francia eterna”. Los jefes de la Resistencia pensaron que De Gaulle no había enfatizado lo suficiente el gran esfuerzo que habían hecho los partisanos, sobre todo los comunistas, ante los alemanes durante la ocupación.

La Nueve recorre las calles de París tras su liberación de la ocupación nazi. Foto: Wikimedia Commons.

Tras la liberación del país, comenzaron los juicios contra los colaboracionistas; entre ellos, los escritores Drieu La Rochelle, Céline, Brasillac, Cocteau, Georges Suarez y Georges Simenon. También fueron acusados de traidores los actores y cantantes Sacha Guitry, Maurice Chevalier, Tino Rossi y Charles Trenet. Todos ellos fueron denunciados con nombres y apellidos en diversas emisiones de la radio gaullista, que durante la guerra emitía desde Londres a través de la BBC.

Cocteau evitó las represalias gracias al apoyo de varios intelectuales vinculados con la Resistencia, pero a Sacha Guitry, que se significó mucho menos que Cocteau, lo acusaron de confraternizar con el enemigo y fue recluido en diversos centros de detención. El primero en ser juzgado y condenado a muerte por sus escritos durante la ocupación fue George Suarez. Tras ser acusado de traidor a la patria, Drieu La Rochelle se suicidó el 15 de marzo de 1945. Brasillac fue fusilado el 6 de febrero de aquel año. El antisemita Céline huyó a Dinamarca y se le permitió volver a Francia en 1953. Si la Resistencia representó el heroísmo y el patriotismo de la “Francia verdadera”, el colaboracionismo simbolizó la traición, la cobardía y el rechazo al orgullo patrio.

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