La obra gótico-renacentista de la catedral de Burgos: la capilla de la Presentación

La capilla de la Consolación y Presentación de la Virgen en el Templo es una joya del arte tardogótico español. Su planta centralizada, sus frescos de Juan de Borgoña y su retablo renacentista la convierten en un espacio de gran belleza y espiritualidad.
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En la nave sur de la catedral de Burgos, se encuentra una de las capillas más importantes de las construidas en el siglo XVI. Su nombre oficial es capilla de la Consolación y Presentación de la Virgen en el Templo, aunque también se la conoce como capilla de San José.

Fue mandada realizar por el canónigo de la catedral, Gonzalo Díaz de Lerma, a Juan de Matienzo, uno de los maestros canteros más destacados de la catedral de Burgos en el siglo XVI.

La iglesia de Santa Maria della Consolazione fue construida a finales del siglo XV al pie de la colina Palatina de Roma. FOTO: SHUTTERSTOCK.

La intención era crear un lugar propio en el que descansar eternamente, su capilla funeraria, dedicada a una de sus más queridas iglesias durante sus estancias en Roma, la de Santa Maria della Consolazione, cerca del Foro.

Díaz de Lerma es un personaje contradictorio en la historiografía. Se le tenía por un hombre de carácter, temido por su temperamento pero recto e íntegro, capaz de enfrentarse a los poco virtuosos, como ocurrió alguna vez en el propio coro de la catedral, según las crónicas. Debió de residir bastante tiempo en Roma cerca de la curia papal y, estando allí, fue nombrado canónigo de la catedral, siendo representante del cabildo burgalés en Roma.

Una capilla funeraria para el canónigo de la catedral de Burgos

En una de sus estancias en Burgos, Gonzalo Díaz de Lerma pidió permiso para realizar su capilla funeraria –licencia normalmente dada a obispos y grandes autoridades–, y lo obtuvo del obispo Fonseca en el año 1519. Así, las obras fueron comenzadas en ese mismo año y acabadas, con algún parón entre medias, en 1524.

Para construir este lugar, abierto entre el tercer y cuarto tramo de la nave, se aprovecharon espacios que quedaban entre las capillas anteriores (la de la Visitación y la de los Rojas) y las edificaciones anejas al antiguo palacio obispal, es decir, el llamado corral de la claustra vieja, engrandeciendo el espacio para poder obtener esta capilla de grandes dimensiones.

La obra sigue el modelo de la Capilla del Condestable, tanto en su estructura arquitectónica básica como en la bóveda calada. Es un espacio centralizado, cuadrangular, con grandes muros y cierta decoración heráldica de los Díaz de Lerma.

Imagen de la bóveda estrellada de la capilla de la Presentación, en cuyo centro se abre una rosa calada por la que penetra la luz cenital, construcción inspirada en la capilla del Condestable. FOTO: SHUTTERSTOCK.

A media altura, esta estructura se convierte en un octógono gracias a grandes trompas dobles, decoradas con unas veneras que contienen bustos a la romana en el espacio inferior y, en el superior, relieves con los cuatro evangelistas escribiendo en grandes libros que son sostenidos por sus símbolos animales, el Tetramorfos. Se cree que esta decoración escultórica monumental pudo ser realizada por Felipe Bigarny y Nicolás de Vergara.

En el octógono superior se abre el nivel de claristorio, con ventanales bíforos constituidos por arcos de medio punto, mainel y tracerías. Por encima, todo ello se cubre con una gran bóveda compleja, dibujando una estrella de ocho puntas que, en su centro, se convierte en una figura geométrica de líneas curvas que alberga otra estrella menor; todo este centro de la bóveda se cala mediante tracerías y caireles que dejan pasar la luz cenital y se completa con una potente clave pinjante en su centro.

Los dos grandes arcos hacia la nave se cierran con una reja de hierro realizada por Cristóbal de Andino hacia 1528. A su vez, la capilla se comunica con su vecina, la del Santo Cristo, mediante dos grandes arcos cerrados, también con rejas de la misma época realizadas por maese Pedro.

Justo debajo de la bóveda, en el centro de la capilla, se sitúa el sepulcro del canónigo, realizado en alabastro por Felipe Bigarny entre 1524 y 1525. El propio canónigo dejó por escrito en el contrato las indicaciones y medidas para hacer su sepulcro. En este caso, la influencia viene marcada por otro sepulcro de la catedral, el del obispo Luis de Acuña realizado por Diego de Siloé, y a su vez por los sepulcros romanos de los papas, en especial el de Sixto IV (de Antonio Pollaiuolo).

Imagen cenital del sepulcro de Gonzalo Díaz de Lerma, obra renacentista realizada por Felipe Bigarny en 1524 para la capilla de la Presentación. FOTO: ALBUM.

La obra tiene una cama rectangular, con las paredes ligeramente en talud, inclinadas, apoyada sobre garras de león. Sus laterales se decoran con tondos, a la manera propia del Renacimiento italiano, con relieves de las cuatro virtudes y dos santos: a la derecha, san Francisco con el crucifijo y las imágenes de la Fe, con la cruz y el cáliz, y la Justicia, con la espada; a la izquierda, san Jerónimo penitente con la Prudencia, representada con dos caras (el pasado anciano y el joven futuro) y un espejo para conocerse, y la Esperanza, con las manos juntas en oración.

En la cabecera se puede ver la heráldica del canónigo, el escudo de la familia Díaz de Lerma con la cruz de Calatrava y una luna, sostenido por unos putti. Por encima, se encuentra el bulto yacente del canónigo, realizado de una manera muy realista, ya que este aún estaba vivo cuando se encargó la obra y podría tratarse de un retrato fidedigno; curiosamente, siempre se ha dicho que el retrato fue sacado de su mascarilla mortuoria. En cualquier caso, el rostro muestra una afilada nariz y unas arrugas muy marcadas; mantiene los ojos cerrados, pero tiene un semblante tranquilo. Está vestido como canónigo con ropajes ricos, bordados, realizados con gran minuciosidad. Un detalle muy naturalista de la escultura es que, entre las manos unidas en actitud de oración, sostiene un pañuelo levemente arrugado. La estatua, en fin, sigue los modelos realistas y detallistas propios del autor.

La obra maestra pictórica de la catedral de Burgos

Presidiendo la capilla hay un gran retablo neoclásico que sustituye a uno anterior realizado por Felipe Bigarny, que fue vendido en el siglo XVIII.

Pintura La Sagrada Familia realizada por Sebastiano Luciani (1520), maestro destacado del Renacimiento italiano. Obra pictórica más importante de la catedral de Burgos. FOTO: ASC.

Este es una obra monumental, dorada y de formas clásicas, con dos grandes columnas corintias que sostienen un entablamento con un gran frontón donde se puede ver una gloria con ángeles y la representación del Espíritu Santo en forma de paloma. Toda la estructura sirve para enmarcar la pintura La Sagrada Familia, realizada por Sebastiano del Piombo y auténtica joya de la catedral. Por debajo, en una pequeña hornacina, se encuentra un San José con el Niño, una talla barroca de mediados del siglo XVIII, realizada por Juan Pascual de Mena.

La compañía de patronos y deudos en la capilla de Presentación

En los muros de la capilla se pueden encontrar varios sepulcros en arcosolio, mandados realizar por otros patronos de la capilla y deudos, algunos de ellos familiares de Gonzalo Díaz de Lerma.

Nada más entrar, pegado al contrafuerte, nos encontramos el sepulcro del canónigo Gonzalo Bilbao, muerto en 1540, que era el capellán de la capilla. Este arcosolio, de trazas renacentistas, tiene una imagen yacente del difunto en la cama y, por encima, un relieve de la Piedad con santo Domingo de la Calzada y san Juan Bautista, junto con otro superior con un medallón con la Virgen y el Niño, flanqueados por las imágenes de san Pedro y san Pablo; todo ello se culmina con una imagen de Dios Padre. Esta obra está realizada por Juan de Vallejo, otro de los grandísimos maestros de la catedral.

Al lado izquierdo del retablo está el arcosolio de Juan de Lerma y su mujer. Es un profundo arco de medio punto, con la típica decoración del primer Renacimiento burgalés a base de guirnaldas, putti y grutescos. En el interior, hoy podemos ver una imagen de la Virgen con el Niño –tardogótica, del siglo XV– realizada en piedra y policromada.

A la derecha del retablo hay otros dos arcosolios, mandados realizar para el canónigo Alonso Díaz de Lerma, sobrino del fundador. En ellos encontramos varios cuerpos en altura, con sus correspondientes inscripciones funerarias y distintos relieves, dedicados a los santos Simón y Judas, a las Once Mil Vírgenes y a santa Isabel de Hungría. En el más cercano al retablo está dispuesta la imagen tallada de un Cristo yacente del siglo XVI, relacionada con el taller de Siloé. El otro sepulcro tiene una cama realizada en piedra pizarra, que da un contraste negro al resto de la piedra, en parte policromada en dorado.

Plano de la catedral. Para obtener esta capilla de grandes dimensiones se aprovecharon los espacios entre las anteriores. FOTO: ASC.

A los pies de la capilla se puede ver un pequeño coro tallado en madera con varios asientos, con sus misericordias y reposabrazos, y un atril. Al lado hay una puerta sencilla, un arco de medio punto con poca decoración que da acceso a la pequeña sacristía de la capilla.

Por encima, otro arco de medio punto abierto en el muro deja paso a un pequeño balconcillo que hace las veces de coro alto, accediéndose a él desde dicha sacristía.

Esta capilla, por lo tanto, complementa la serie de capillas centralizadas con función funeraria que se van a construir en la catedral de Burgos desde mediados del siglo XV y que tienen en la del Condestable su mejor ejemplo. En este caso, también es una buena representante de las bóvedas de crucería calada, propias de la arquitectura burgalesa y de la catedral de Burgos.

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