Chaves Nogales: el genial escritor y periodista sevillano que, alineado con la República, criticó las atrocidades del fascismo y el comunismo

Manuel Chaves Nogales, periodista y escritor clave del siglo XX, resurge como símbolo de periodismo honesto y libertad, gracias a la recuperación de su obra y a una creciente reivindicación de su legado frente al olvido franquista
Recreación del periodista español Chaves Nogales. Foto: Midjourney/J.C. - Recreación del periodista español Chaves Nogales

Manuel Chaves Nogales es hoy una de las principales figuras del periodismo y de la literatura española del siglo XX, a salvo del olvido al que intentó condenarle el franquismo. La publicación de su Obra completa y la exposición Cuadernos y lugares en Sevilla certifican el éxito de una larga y justa recuperación.

Como no podía ser de otra forma en estos últimos años, cuando se plantea alguna cuestión relacionada con la Guerra Civil Española, surge la polémica interesada y la manipulación para alimentar alguna posición predeterminada. El periodista y escritor sevillano tampoco se ha librado de ello, aunque su postura a través de sus escritos está muy clara.

Manuel Chaves Nogales
El escritor sevillano Manuel Chaves Nogales. Foto: EFE.

Firme defensor del ideal de convivencia democrática que encarnó la II República y convencido de la barbarie oscurantista que supondría la victoria rebelde, no dudó sin embargo en denunciar tanto los crímenes cometidos en los primeros meses de guerra por las milicias descontroladas de partidos y sindicatos de izquierda como las matanzas perpetradas por las tropas franquistas en su estrategia de exterminar cualquier signo de oposición.

Andar y contar, la función del periodista

A finales de los sesenta, apenas algunos aficionados a los toros sabían de la existencia de Chaves Nogales a raíz de la reedición por Alianza Editorial de la biografía novelada Juan Belmonte, matador de toros (1935). Al silencio forzoso impuesto por la dictadura se unía la dificultad de acceso a las publicaciones del autor sevillano, dispersas en periódicos de varios países. Fueron la labor del editor Abelardo Linares y, sobre todo, la incansable y hasta detectivesca investigación de la catedrática de Lengua Castellana y Literatura María Isabel Cintas las que lograron la proeza de recomponer el puzle de sus escritos para su publicación.

Nacido el 7 de agosto de 1897 en la calle Dueñas de Sevilla, Chaves Nogales disfrutó de un entorno familiar que contribuyó a su formación. Fue el hijo mayor del matrimonio formado por Manuel Chaves Rey, periodista del diario El Liberal, miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Sevilla y cronista de la ciudad, y Pilar Nogales Nogales, concertista de piano. El vínculo con la prensa procedía también de su tío, José Nogales, abogado, periodista y primer director de El Liberal.

Casa en la sevillana calle Dueñas
Una casa flanqueada de naranjos en la sevillana calle Dueñas, donde nació el escritor. Foto: Shutterstock.

Desde muy joven acompañó a su padre a las redacciones donde trabajaba, y pronto empezó a escribir en distintas cabeceras de diarios andaluces. A Madrid llega en 1922, con el oficio aprendido y dos libros publicados –Narraciones maravillosas y biografías ejemplares de algunos grandes hombres humildes y desconocidos (1920) y La ciudad (1921)–, para trabajar en el Heraldo de Madrid: un primer destino que coincide con la dictadura de Primo de Rivera.

Chaves Nogales exhibe desde sus comienzos un periodismo innovador que pone en solfa al plumilla rutinario de mesa y tintero, al igual que al articulista que desde la tribuna de los diarios habla ex cathedra de lo divino y lo humano. En la declaración de principios que expone en su reportaje La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja (1929), defiende con vehemencia que “para ponerse a escribir en los periódicos hay que disculparse previamente por la petulancia que esto supone, y la única disculpa válida es la de contar, relatar, reseñar. Andar y contar es la función del periodista”.

Informar sobre el terreno, acudir al lugar de los acontecimientos y narrar los hechos de primera mano fue una de sus obsesiones. De ahí que el gran reportaje fuera donde sus cualidades de observador, analista y escritor encontraran su mejor medio de expresión.

La cobertura informativa de la hazaña del Plus Ultra –la primera travesía aérea entre España y América– le hace descubrir el avión como objetivo y herramienta de sus reportajes. En 1927 gana el Mariano de Cavia, el premio más prestigioso del periodismo español, con un reportaje publicado en ABC sobre la legendaria piloto norteamericana Ruth Elder, la primera mujer que cruzó el Atlántico. La siguiente meta no podía ser otra que montarse él mismo en un avión para recorrer durante varios meses la Rusia bolchevique, apenas diez años después de la Revolución.

La aviadora Ruth Elder
La aviadora Ruth Elder, sobre la que escribió Chaves Nogales, en una foto de 1929. Foto: Getty.

Un todoterreno del periodismo y la narrativa

En aquellos primeros tiempos de la aviación, la seguridad de los vuelos no estaba demasiado garantizada. En su largo viaje se le llegó a dar por desaparecido, tras sufrir un accidente y quedar incomunicado. Sus crónicas y experiencias quedaron reflejadas en el ya citado La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja y en Lo que ha quedado del Imperio de los zares (1931). Esas vivencias alimentaron también obras de ficción excepcionales como La bolchevique enamorada (1929) y El maestro Juan Martínez, que estaba allí (1934).

A lo largo de su carrera, no hay registro que Chaves no practicara: el reportaje, la crónica, la entrevista, el artículo, el cuento, la columna, el editorial, la novela por entregas... Impresiona en particular la talla y variedad de los entrevistados: Churchill, Goebbels, el emperador Haile Selassie, Maurice Chevalier, Chaplin y una larga lista de personalidades de proyección mundial. También, los principales protagonistas de la vida política española, como Alfonso XIII, Indalecio Prieto, Manuel Azaña o Largo Caballero.

Su modelo de entrevista era también muy innovador, ya que no escribía las preguntas, sino que presentaba el tema con ladillos y dejaba solo las respuestas del entrevistado. La norma se quebró ante la exigencia del líder nazi Joseph Goebbels de transcribir preguntas y respuestas sin añadir ni quitar nada. Esa visión avanzada del periodismo alcanzaba también al concepto mismo de la prensa diaria, a la que consideraba como un negocio competitivo que debía de estar dotado de los necesarios medios tecnológicos y al alcance de la gente de la calle.

Goebbels
Tras entrevistar a Goebbels (en la imagen) en 1933 en Alemania, Chaves Nogales lo calificó de “ridículo e impresentable”. Foto: Getty.

Chaves Nogales vio cuajar su proyecto de periódico moderno al fichar por el diario Ahora, aparecido en 1930 y que llegó a tener una tirada de 150.000 ejemplares. Como subdirector del mismo, reunió una gran plantilla que incluía una importante red de reporteros e impulsó un modelo de periódico que cuidaba mucho la tipografía y daba una gran importancia a las fotografías que ilustraban los textos. Él mismo hizo muchísimas fotos para sus reportajes y mejoró las condiciones laborales de los trabajadores del diario.

También tuvo un gran protagonismo en el terreno cultural: por ejemplo, participó de forma muy activa, a través de varios artículos, en la polémica que enfrentó a Pío Baroja y Ortega y Gasset sobre la novela y su técnica, decantándose a favor del escritor vasco. En el diario Ahora, además, apoyó la incorporación de firmas como Unamuno, Valle Inclán, los Machado o Sánchez Mazas, a los que se retribuía con cantidades poco habituales para la época.

Cuando se proclama la República en 1931, el diario se convierte en acérrimo defensor del nuevo régimen pese a que su propietario, Luis Montiel, pretendía desbancar a ABC como periódico de la monarquía. Chaves Nogales fue un gran amigo de Manuel Azaña, a quién admiró y defendió. Su vocación de reportero, entretanto, le hizo seguir recorriendo el país para informar de los principales acontecimientos de la Segunda República, desde la Revolución de Octubre o los conflictos del campo andaluz a las acciones anarquistas.

Durante esta época, publicó varios textos por entregas que acabaron editándose como libros. Dos de ellos son de lo mejor de la producción de su autor. En el mencionado Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas encontramos una biografía conmovedora y apasionante que va más allá del mundo de los toros (en realidad, Chaves Nogales no era aficionado a la fiesta). En el segundo, el también antes citado El maestro Juan Martínez, que estaba allí, relata las fantásticas peripecias de un bailarín de flamenco y su compañera, Sole, sorprendidos por la Revolución rusa de 1917. La trama le permite desplegar sus propias experiencias de primera mano en la Rusia soviética.

La Lidia, Juan Belmonte
Ilustración 'La Lidia, Juan Belmonte' de Adolfo Durá. Foto: Wikimedia Commons.

Del ‘camarada director’ al exilio

La Guerra Civil sorprendió a Chaves Nogales en Londres, adonde había viajado para recoger a sus hijas del colegio en el que estudiaban y traerlas a España a pasar las vacaciones. Después de dejar a su familia en Barcelona, viaja a Madrid y su prestigio hace que, el 9 de agosto de 1936, el Consejo Obrero formado por los delegados de talleres le pida que dirija el incautado diario Ahora, del que ya había sido reportero, redactor jefe y subdirector. Desde el principio, deja muy claras sus convicciones.

Como escribiría más adelante: “Hice constar mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado, y me comprometí únicamente a defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados. Me convertí en el ‘camarada director’ y puedo decir que durante los meses de guerra que estuve en Madrid (...) nadie me molestó por mi falta de espíritu revolucionario ni por mi condición de ‘pequeño burgués liberal’, de la que no renegué jamás”.

Con esta actitud, Chaves Nogales se quedó en Madrid para contar lo que estaba ocurriendo y defender a la Republica desde las páginas del periódico con el arma de su oficio de periodista. Sin embargo, muy pronto, a finales de 1936, vio que todo estaba perdido y que la rebelión no era como la intentona del general Sanjurjo.

Al final, quedaría clara en sus escritos la convicción de que sin la presencia y ayuda militar de Alemania e Italia el levantamiento del 36 no habría ido más allá que la revuelta militar del 32. Como Azaña, nunca se cansó de repetir que la política de no intervención, que atribuía más al Reino Unido que a Francia, fue el principal enemigo de la República.

Viendo perdida la causa y entristecido por el caos de la guerra, Chaves Nogales opta por marchar al exilio pocos días después de que el gobierno se traslade a Valencia. Ya en Francia, colabora con diarios latinoamericanos en los que, a través de artículos, relatos y reportajes, deja uno de los testimonios escritos más importantes sobre la Guerra Civil.

En A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España (1937), La defensa de Madrid (1938) y Crónicas de la Guerra Civil (recopilado en 2011), muestra en toda su crudeza la tragedia del conflicto sin escatimar críticas a los desmanes cometidos en el bando republicano. Como siempre hizo, sus simpatías políticas no le impidieron contar con espíritu crítico y honesto los hechos de los que fue testigo. Con una escritura admirable, supo combinar el análisis político, el reportaje y el retrato minucioso de personas y lugares.

Crónicas de la Guerra Civil, Chaves Nogales
Crónicas de la Guerra Civil, Chaves Nogales (Editorial Espuela de Plata, 2011). Foto: ASC.

Tras huir de Francia y de las tropas alemanas, solo viviría cuatro años en Londres, donde fallecería el 4 de mayo de 1944 a la prematura edad de 46 años, víctima de una peritonitis. Hasta el último momento escribió contra la nueva y doble cara del Estado totalitario, el fascismo y el comunismo. El hecho de que también critique y denuncie los excesos y crímenes cometidos por el bando republicano ha llevado a atribuirle una falsa neutralidad y a incluirlo como soporte de la tesis de la equidistancia.

Según esa argumentación simplista, que suele llevar a justificar la sublevación militar del 36, en ambos bandos hubo ‘buenos’ y ‘malos’ y los dos lados cayeron de forma más o menos simétrica en un torbellino de violencia y barbarie. Se trata de una lógica que también han empleado los negacionistas del Holocausto al esgrimir los crímenes aliados, como el bombardeo de Dresde o la matanza de las fosas de Katyn, para normalizar las responsabilidades nazis en el conflicto y situarlas en un mismo plano de igualdad.

La realidad es que Chaves Nogales fue veraz al contar todo lo que vio, pero siempre, junto al asco ante todo tipo de crímenes, dejó patente su compromiso con la libertad y la justicia como elementos inseparables de la legalidad democrática republicana, que el fascismo franquista quebrantó.

Antifascista y anticomunista

Los dos principales focos de interés que destacan en la obra de Chaves Nogales se centran en los dos grandes seísmos sufridos por la Europa de su tiempo: la Revolución rusa y la expansión comunista y la irrupción del fascismo con el ascenso de Hitler al poder.

Aunque de ideologías opuestas, el periodista sevillano, que conoció en sus viajes de primera mano ambos acontecimientos históricos, los veía unidos por su carácter totalitario y destructor. En numerosos artículos, reportajes y columnas expresa este pensamiento con un mérito especial, ya que lo hace en el mismo momento en que ocurrían los hechos y cuando despertaban pasiones muy encendidas y enfrentadas.

Un vínculo totalitario que también percibió otro gran periodista y escritor, casi contemporáneo del sevillano, el ruso Vasili Grossman. Así lo reflejó en su portentosa Vida y destino (1959), obra que, al igual que la de Chaves Nogales, estuvo a punto de ser silenciada, en esta ocasión por el comunismo estalinista. Los dos vieron en el criminal choque de ambos totalitarismos la causa de una destrucción de Europa que tuvo en España su prólogo y laboratorio con la mediación del general Franco.

“Un libro que quema entre las manos”

Una de las mejores síntesis de las virtudes literarias y periodísticas de Chaves Nogales la hallamos en la edición como libro, en 2011, de La defensa de Madrid. En el prólogo, Antonio Muñoz Molina habla de “un libro que quema entre las manos. Provoca en igual medida la admiración y el escalofrío. Está escrito en 1938, a una cierta distancia ya de los hechos, pero tiene el temblor de urgencia de una crónica dictada a toda velocidad en el momento mismo en que las cosas suceden”.

La defensa de Madrid, Chaves Nogales
Portada de la cuidadísima edición de La defensa de Madrid en la editorial sevillana Espuela de Plata (2011). Foto: ASC.

La gesta del pueblo de Madrid, al resistir contra todo pronóstico el asalto del ejército sublevado, es narrada por Chaves Nogales desde todos los ángulos posibles. A un ritmo trepidante, que no da respiro al lector, en sus páginas aparecen la acción concreta y el retrato de personas junto al análisis estratégico y militar. En medio del abandono del gobierno y el terror y la torpeza impuestos por comunistas y anarquistas, emergen el pueblo de Madrid y la figura del general Miaja, calvo y regordete, que se obstina en seguir siendo fiel a la República y defender la capital del asedio rebelde. Todo un clásico.

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