Además de aventurero y corsario, John Hawkins fue el primer traficante de esclavos inglés a gran escala. Nacido en Plymouth, en la costa sur de Inglaterra, era hijo de William Hawkins, confidente de Enrique VIII y capitán de la Marina Real. John comenzó su carrera en el comercio marítimo africano y pronto se convirtió en negrero, al transportar esclavos desde la costa de África occidental a las Antillas, lo que suponía desafiar la legislación española y entrar en conflicto con su Armada, pues el tráfico estaba prohibido a los extranjeros no autorizados. Con sólo 22 años, Hawkins montó un consorcio para la trata de negros con varios inversores, que él mismo dirigió. Durante una de sus travesías recaló en Tenerife, a donde llegó en 1560 haciéndose pasar por un honrado comerciante de paños y vinos. Al año siguiente volvió y se llevó como piloto al vecino de Santa Cruz Juan Martín, pues lo necesitaba como requisito legal para poder entrar en Guinea. Allí saqueó varios barcos portugueses, cuyo contenido vendió en Santo Domingo. Su primer embarque de esclavos (1562) por cuenta de una sociedad londinense resultó tan rentable que en su segunda expedición (1564-1565) contó con la participación de un selec to grupo de socios que incluía a la reina Isabel I. A bordo del inmenso navío de 700 toneladas Jesus of Lübeck realizó su periplo más largo, durante el cual volvió a desembarcar en Tenerife, aunque tuvo que salir huyendo al saber que en La Laguna iban a procesarlo por sus actos de pillaje en Guinea y Antillas. El gobierno español, bien informado sobre los negocios de Hawkins, presentó una protesta formal en Londres, donde prometieron controlarle, cosa que nunca sucedió. Con lo que no contaba el mari no inglés era que su tercer viaje (1567- 1569), en compañía de Drake, iba a acabar en desastre. Después de capturar el barco negrero portugúes Madre de Dios, vender el cargo de esclavos y otras mercancías en el Caribe y de amenazar con saquear varias ciudades, entre ellas Cartagena de Indias, Hawkins y sus hombres se vieron obligados a tomar tierra en San Juan de Ulúa, cerca del puerto mexicano de Veracruz, donde fueron sorprendidos por una flota española que hundió cuatro de sus seis barcos. Fingió traicionar a la reina para obtener información Hawkins logró escapar con los otros dos navíos, y durante el penoso viaje de vuelta a Inglaterra pensó que la guerra contra España era inevitable. De ahí que en 1570 fingiera traicionar a Isabel I ofreciendo sus servicios a los españoles, con el verdadero propósito de liberar prisioneros y obtener información sobre la futura invasión de la Armada Invencible a Gran Bretaña. Luego ayudó a desmontar una conspiración para sustituir a Isabel por María Estuardo en el trono inglés, y su lealtad fue recompensada con un escaño en el Parlamento, lo que impulsó su carrera política (ver recuadro). Su vuelta activa a los mares se produjo en 1588, cuando como capitán del Victory fue uno de los líderes de la flota que derrotó a la Armada Invencible. En los años sucesivos, Hawkins realizó varias expediciones corsarias contra los buques españoles. En 1590 fracasó en las islas Azores en su intento de interceptar la flota de las Indias cargada de metales preciosos. En 1595, a los 63 años, tras fallar también en el intento de atacar las islas Canarias, partió con Drake y una flota de 27 barcos al asalto de los puertos españoles en las Indias. Murió justo antes de un asalto frustrado a Puerto Rico y su cuerpo fue entregado al mar. Cargos para limpiar su imagen En 1571, Isabel I necesitaba dinero y apoyo para afrontar los desafíos que amenazaban su reinado: por un lado, la competencia interna de María Estuardo, y, por otro, el acoso exterior de Felipe II y su Armada. Ahí entró en juego el próspero traficante y pirata John Hawkins, que a cambio de su lealtad fue recompensado con honores y cargos: en 1571, la reina le otorgó un asiento en el Parlamento y en 1578 le nombró tesorero y después organizador de la Marina Real inglesa. Sorprendentemente, Hawkins destacó por su honestidad y su visión al preparar galeones bien artillados y manejables y organizar la reconstrucción de viejos barcos y el diseño de navíos más rápidos. Desde su cargo pertrechó a la Armada inglesa para la guerra con España, para lo cual aumentó el tamaño de la flota. Su papel en la batalla contra la Invencible le valió ser nombrado caballero y aumentar su influencia en la corte. En el capítulo de sus negocios privados, se dice que una de sus contribuciones fue introducir, junto con Francis Drake, las patatas en Inglaterra.